6 de Septembris del Año 453, Tercera Era.
Aldea de Perous, cerca de la Ciudad de Clavius. Reino de Diophants.
Los aldeanos se encontraban reunidos a las afueras de la casa del jefe de la aldea, todos hablaban y opinaban sobre el ataque que había sufrido una aldea cercana, por parte de una banda de criminales varios días atrás, estaban casi seguros de que ellos serían los siguientes en ser asaltados.
~ Tenemos que pedir ayuda al Conde.
Decía uno de ellos.
~ Al Conde no le importamos, necesitamos ayuda de los mercenarios.
Otro opinaba alzando la voz.
~ Los mercenarios solo vendrán si les ofrecemos mucho dinero, y nosotros somos pobres.
~ Además tardarán muchos días en venir, y para entonces ya será demasiado tarde.
~ Abandonemos la aldea.
~ Yo no puedo abandonar las tierras, ¿cómo sobreviviremos al invierno?
~ Cálmense, cálmense, aun no estamos seguros de que seremos atacados.
El jefe de la aldea trataba de calmar a sus vecinos.
~ Pero Samuel, la aldea de Sanders está a solo unas cuantas millas de aquí.
La discusión continuaba acaloradamente, al grado que ninguno de los presentes se percató de la llegada de aquel extraño jinete.
Montado en un gran caballo, de pelaje café claro con manchas blancas, un hombre muy alto y de complexión robusta se acercó a la primera casa de la aldea, vestido de una armadura de cuero en color café oscuro, traía puesta una capa con capucha negra, unos anteojos oscuros ocultaban sus ojos.
~ Buenas tardes.
Le dijo aquel jinete, a la joven aldeana que se encontraba en la puerta de su casa, mirando atentamente a la multitud.
~ ¡Ahhh!
Aquella aldeana soltó un grito ahogado cuando aquel hombre se dirigió a ella.
La multitud dejó de hablar al escuchar aquel grito, mientras volteaban la mirada rápidamente, en dirección hacia la casa donde aquel extraño jinete se encontraba.
~ ¡Un bandido!
Gritó uno de ellos mientras tomando una pala de madera, se dirigió corriendo hacia donde estaba aquel extraño sujeto.
Aquel jinete, sacó una extraña arma de entre sus ropas y un sonido como un trueno salió de él.
~ Bang!
+ + + + +
Christopher llevaba varios días cabalgando desde que salió de Braylet, trataba de evitar en la mayor medida ciudades y aldeas, mientras dormía en el campo.
Se había estado alimentando de Ramen instantáneo, pero el caballo necesitaba algo más que solo pasto para seguir galopando, por lo que se vio obligado a entrar a una aldea, con la intención de conseguir algo de grano o forraje para su montura.
Los campos circundantes de una pequeña aldea, le daban la promesa de encontrar en ella lo que necesitaba para su caballo.
Al llegar a la misma, observó que se encontraba rodeada de una precaria cerca y con una única entrada, esta no se encontraba vigilada por algún guardia.
Al observar hacia el interior, Christopher se percató de que los pobladores estaban reunidos en una casa al final de la aldea.
~ Parecen que están en una reunión vecinal o junta de la aldea.
Pensó Christopher, mientras buscaba con la mirada, si alguna persona se encontraba cerca de la entrada.
Al ver a una joven en una de las casas cercana a la entrada de la aldea, Christopher encaminó su caballo hacia ella.
Al estar a solo un par de metros de la joven, la saludó con su voz ronca, pero tratando de no sonar amenazador.
~ Buenas tardes.
Aquella aldeana al verlo soltó un grito ahogado, pero que los demás pobladores pudieron escuchar.
~ Disculpé si la asusté.
Trató de calmarla mientras ella corría hacia el interior de la casa.
~ ¡Un bandido!
Gritó un aldeano que se encontraba entre la multitud, y alzando una pala de madera empezó a correr hacia él.
~ Mierda, otra vez la misma historia.
Murmuró Christopher, mientras desenfundaba su Revólver, y apuntaba con calma hacia aquel aldeano que corría con la pala levantada por encima de su cabeza.
~ Bang!
El revólver disparó con un fuerte estruendo, mientras la plancha de madera de la pala recibía el impacto del proyectil, logrando arrancarla de la mano de aquel iracundo aldeano.
El aldeano sorprendido, observó la pala que había sido lanzada hacia atrás de él, y después volvió a observar a Christopher.
~ Tranquilos caballeros, no deseo hacerles daño.
Aquellos aldeanos se quedaron inmóviles, mientras el jefe de la aldea, lentamente se puso al frente de ellos.
~ ¿Qué es lo que deseas forastero?
Gritó el jefe, tratando de ocultar su temor hacia el extraño sujeto.
~ Solo quiero que me vendan algo de forraje o grano para mi caballo, nada más.
~ …
Silencio
~ ¡Mierda! Espero que no estén pensando en atacarme nuevamente.
Pensaba Christopher mientras observaba a los alrededores, para evitar ser sorprendido en un ataque lateral.
~ ¿Traes monedas?
Gritó el jefe.
~ ¿Tienes el forraje o el grano?
Le contestó Christopher mientras lentamente guardaba su arma.
~ Parece que ya lo peor pasó.
Pensó, mientras observaba como el jefe se acercaba lentamente a él.
~ ¿Cómo te llamas forastero?
~ Me llamo "Nadie", y así deseo ser recordado.
El jefe se mostró sorprendido por la respuesta, y tras unos momentos respondió.
~ Así que "Nadie", vino a nuestra aldea, y "Nadie", compró grano para su caballo.
~ Veo que nos estamos entendiendo.
Mientras Christopher le arrojaba hacia sus manos una centuria de plata.
~ Espero que con eso alcance para una gran bolsa de grano.
El jefe al ver la moneda sonrió, se dio la vuelta y empezó a gritar.
~ Gazef, tráele una bolsa grande de grano al caballero, rápido.
Christopher, sin bajarse del caballo, empezó a mirar más detenidamente la aldea.
Estaba constituida por una veintena de casas, todas de piedra y techos de paja, algunas de ellas tenían un corral a su costado, donde algunos animales eran engordados.
~ Y dígame, Señor Nadie, ¿Qué lo trajo a estas tierras?
Le preguntó el jefe, sacando a Christopher de sus pensamientos.
~ Solo ando de paso.
~ ¿Es usted un mercenario?
~ ¿Mercenario?
Aquella pregunta le llamó mucho la atención a Christopher.
~ Disculpa, pero ¿qué te hace pensar que soy un mercenario?
~ Bueno, solo los mercenarios y los bandidos traen armaduras, y no creo que seas un bandido si pagas generosamente… ¿o me equivoco?
~ Pues en parte te equivocas, ya que no soy un mercenario, ni tampoco un bandido, solo soy un simple viajero que anda sin rumbo fijo.
~ Ya veo.
El jefe volteó la mirada, esperando que la bolsa de grano ya viniera en camino.
~ Una pregunta buen hombre.
Le dijo Christopher al jefe de la aldea.
~ Esos mercenarios de los que habla, ¿son muy comunes en estas tierras?
~ No tanto como uno quisiera.
Dijo el jefe, con una mirada triste.
~ ¿Cómo? ¿Es malo que no haya muchos mercenarios cerca? ¿Qué hacen exactamente estos mercenarios?
Preguntó Christopher muy interesado en el tema.
~ Los mercenarios son hombres que se dedican a cazar bestias, criminales, así como trabajos variados a cambio de una recompensa.
~ Mmmm… me recuerda a los aventureros que aparecen en las novelas de fantasía.
~ ¿Y cómo contactan a estos mercenarios?
El jefe, tomó la bolsa de grano que en ese momento le entregó uno de los aldeanos, y mientras revisaba su contenido, respondía a la pregunta.
~ Por lo general los contratas a través del gremio de mercenarios, aunque el más cercano se encuentra en la capital del reino.
~ Ya veo.
~ Aunque hay veces que uno los puede contratar si los encuentras de paso, y no se encuentran en medio de un trabajo.
El jefe de la aldea le entregó la bolsa grande llena de grano a Christopher.
~ Aquí tiene señor Nadie.
~ Gracias.
Estaba a punto de enfilar su caballo hacia la salida, cuando un aldeano que solo escuchó parte de la plática preguntó.
~ ¿Este mercenario podrá ayudarnos contra los bandidos?
~ Él no es un mercenario.
Le contestó el jefe mientras Christopher escuchaba.
~ ¿Entonces que vamos a hacer Samuel?
~ ¿Tú te llamas Samuel?
Preguntó Christopher al jefe.
~ Ese es mi nombre.
Christopher solo sonrió, mientras su mente le recordaba a un político mexicano, cuyo partido político usaba una cancioncilla pegajosa.
~ Movimiento naranja, la, lala, la… la,lala
~ ¿Te es gracioso mi nombre?
Dijo algo molesto el jefe, mientras observaba la sonrisa de Christopher.
~ Discúlpeme, es que me recordó su nombre algo. Pero dígame ¿de qué bandidos habla esta persona?
Preguntó Christopher, tratando de cambiar el tema de la conversación.
~ De una banda de criminales que atacaron una aldea cercana, y estamos seguros de que pronto correremos con la misma suerte.
~ Ya veo.
Christopher observó nuevamente la aldea, era evidente que carecían de medios defensivos, y era casi imposible levantar alguna defensa en tan corto tiempo.
~ ¿Y cómo piensan defenderse?
~ Podemos reforzar la cerca, pero es muy probable que nos ataquen esta noche.
~ ¿Por qué piensas eso?
~ Porque ayer mismo, varios de nosotros regresamos de la ciudad, después de vender parte de nuestras cosechas.
~ El olor de las monedas atrae a los rufianes, y una que otra calamidad.
Dijo Christopher en forma de refrán.
~ Mejor no me ando buscando problemas y me voy de aquí.
Pensó Christopher, mientras espoleaba al caballo para salir de la aldea.
Aún no había recorrido cinco metros afuera de la aldea, cuando observó a un hombre acercarse corriendo, mientras que, en la misma dirección, pero a la lejanía, un grupo de más de veinte jinetes se acercaban a todo galope.
~ ¡Se acercan los bandidos!
Gritó aquella persona, mientras entraba corriendo a la aldea.
~ Esto ya valió berenjena.
Murmuró Christopher, mientras observaba a sus alrededores.
Los gritos de los aldeanos no se dejaron esperar, madres agarrando a sus hijos y escondiéndose dentro de sus casas, algunos hombres con el miedo reflejándose en sus ojos, agarraron sus implementos de trabajo, preparándose para defender sus hogares. Otros sin embargo corrían junto a sus familias y se atrincheraban en las casas.
~ Están tan desunidos, que fácilmente serán presa de estos desgraciados.
Pensaba Christopher mientras se bajaba de su montura, y lo ataba a un lado de la cerca.
Observó como aquellos jinetes, que venían en grupo, poco a poco empezaban a formar una fila.
~ Parece que piensan entrar a todo galope a la aldea, con la intención de causar mayor miedo y confusión.
Con paso decidido, caminó hacia la entrada mientras sacaba de su alforja un carrusel de municiones, y lo ingresaba en una de las bolsas más amplias del pantalón. Sosteniendo su arma con ambas manos, apuntó tranquilamente al primer jinete y esperó para tenerlo a una distancia aproximada de cuarenta metros.
~ Bang! Bang! Bang! Bang! Bang!
Cinco detonaciones se escucharon, y un igual número de jinetes cayeron de sus monturas, entre gritos de dolor y sorpresa.
Mientras los demás jinetes, detenían abruptamente su marcha al ver a los suyos siendo derribados de sus caballos, Christopher aprovechó su sorpresa para abrir el tambor de su revólver, y con un rápido movimiento, tiró todos los casquillos percutidos e ingresó seis nuevas balas.
Sin esperar a que los bandidos reaccionaran, nuevamente apuntó su arma al centro de aquel grupo.
~ Bang! Bang! Bang! Bang! Bang! Bang!
Seis nuevas detonaciones se escucharon, y otros seis jinetes caían abatidos, retorciéndose entre gritos de dolor y miedo.
El líder de aquel grupo aún no había sido derribado.
Él, tratando de entender que estaba pasando, observó a aquel extraño hombre que parecía sostener una rara herramienta en una de sus manos, mientras que, con la otra mano, parecía como si le estuviera insertándole algo. Sin saber de qué se trataba, dedujo rápidamente que ese hombre era el causante de sus bajas.
~ Rápido, maten a ese hombre.
Gritó en dirección a uno de los jinetes que portaba una lanza.
Aquel hombre estiró su brazo preparándose para lanzar su arma.
~ Bang!
Una nueva detonación se escuchó, y aquel hombre sintió como si una flecha entrara por su pecho, pero con tal fuerza que fue derribado de su caballo.
~ Bang! Bang!
Dos nuevas detonaciones se escucharon, y otros dos jinetes armados con lanzas cayeron al suelo.
~ Bang!
Otra detonación se escuchó, y esta vez el líder era quien caía derribado de su caballo, mientras que una mezcla de huesos, sangre y sesos salían de su cabeza.
~ Bang! Bang!
Dos nuevas detonaciones, y otros dos jinetes más caían al suelo.
Los últimos cinco jinetes, sin prestar atención en sus camaradas caídos, giraron sus monturas mientras huían a todo galope del lugar.
~ Regresen, regresen.
Gritaban los bandidos cuyas heridas de balas no los habían matado instantáneamente, mientras que otros más solo se tapaban las heridas con sus manos, tratando de parar de alguna forma la sangre que de ellas emanaba.
Christopher al observar como el resto de los bandidos se retiraba a todo galope, empezó a caminar, con pasos decididos, hacia donde se encontraban los bandidos derribados.
~ No cabe duda de que mi puntería es brutal, aunque de seguro se debe al nivel que tiene este avatar.
Mientras se acercaba a los bandidos que había herido, retiró nuevamente los cartuchos percutidos de su arma, y volvía a colocar nuevas municiones.
Los bandidos que aun podían moverse pese a las heridas, empuñaron sus armas, mientras que uno que otro, trataba de ponerse de pie.
Estando a solo unos cuantos metros del primer bandido, se detuvo y lo observó detenidamente.
Yacía acostado sobre su espalda, aparentemente se encontraba muerto, traía puesta una armadura de cuero rígido, aunque desde su posición, Christopher no alcanzaba a ver en dónde la bala lo había impactado, en su mano derecha aun sujetaba una lanza.
Manteniendo esa misma distancia, empezó a rodearlo por la derecha, tratando de que en caso de que abriera los ojos, el no pudiera verlo. Y apuntando su revólver a la base del cráneo, Christopher solo sonrió.
~ Bang!
La detonación del arma sorprendió nuevamente a los demás bandidos que se encontraban heridos, y que observaban detenidamente la escena.
La sangre empezó a brotar de la nuca de aquel bandido, mientras que la mano que sostenía la lanza se relajaba, carente de toda vida.
~ No nos mate, no nos mate.
~ Piedad, piedad.
~ Por favor, no me mates, piedad.
Empezaron a gritar los bandidos que no podían ponerse de pie, alzando sus manos para demostrar que no estaban armados. Tres de ellos que habían logrado ponerse de pie, tiraron sus armas y empezaron a huir de lugar, tan rápido como sus heridas se los permitían.
Christopher observó a los que trataban de huir, nuevamente hizo una sonrisa maliciosa y apuntó.
~ Bang! Bang! Bang!
Tres detonaciones, y aquellos tres hombres se desplomaban al suelo, dos de ellos sin vida, mientras que el tercero, sintiendo como la vida se le escapaba del cuerpo, intentaba arrastrarse por el suelo.
Momentos después, yacía sin vida.
Nuevamente el resto de los bandidos suplicaban con llantos por sus vidas, incluso varios juraban que nunca volverían a atacar a nadie, otros juraban lealtad y servidumbre si les perdonaban la vida.
Los pocos aldeanos que se habían preparado para pelear, aun no se atrevían a salir de la aldea.
Christopher nuevamente abrió el tambor de su revólver, y retiró solo los cuatro casquillos percutidos, después se puso a buscar entre sus bolsillos, y sacó las dos balas que habían quedado sin uso desde que eliminó a aquellos maleantes en la ciudad de Mildea. Los colocó dentro de su revólver, y apuntó a uno de aquellos infelices que aún seguían suplicando misericordia.
Aquel hombre cerró los ojos esperando que la muerte llegara a través de aquella detonación… pero no escuchó nada
~ Hey tú, abre los ojos.
Le dijo Christopher con una voz que sonaba a desprecio.
~ No me mate señor, por favor no me mate…
~ Cállate ya, o te meto un balazo en medio de los ojos.
Sin entender de qué estaba hablando Christopher, aquel hombre cerró la boca.
Christopher Observó los cuerpos de los caídos, y dirigiéndose a los demás bandidos gritó.
~ Escuchen muy bien todos ustedes, sus vidas ahora me pertenecen.
Los bandidos seguían con una o las dos manos alzadas, tanto como el dolor de las heridas se los permite.
Christopher los observó.
~ Mierda, están tan mal heridos que no creo que puedan vivir mucho tiempo.
Observó hacia la aldea, y vio a tres aldeanos asomarse a través de la entrada.
~ Ustedes, vengan rápido, ahora.
Gritó Christopher con fuerza, mostrando autoridad y seguridad.
Aquellos aldeanos, aun con picos y palas en sus manos, se acercaron apresuradamente, mientras no daban crédito a lo que sus ojos observaban.
Al llegar a donde se encontraba Christopher, uno de ellos que traía una pala en las manos, con furia y frustración en los ojos, golpeó con fuerza a uno de los bandidos, mientras gritaba con fuerza.
~ Maldito desgraciado.
El bandido por inercia levantó su mano, la cual recibió la mayor parte del impacto, fracturándole los huesos de sus dedos, así como de la muñeca.
~ ¿Qué haces imbécil?
Gritó Christopher con fuerza hacia aquel aldeano, mientras los otros dos daban varios pasos hacia tras por el susto.
El aldeano miró con temor a Christopher, mientras soltaba su pala.
~ Este, este…
Trató de hablar cuando Christopher lo interrumpió.
~ Este, este… habla bien idiota.
El rostro de Christopher mostraba una furia tal, que incluso sus ojos rojos parecían arder dentro de sus cuencas.
~ Ellos venían a atacarnos.
Dijo el aldeano entre miedo y sorpresa.
~ ¡Venían!, tiempo pasado del verbo, ya no, porque ya valieron madres estos pendejos.
Aquella respuesta no fue entendida por ninguno de los presentes.
~ Escuchen bien, todo lo que está aquí, así como la vida de estos desgraciados me pertenece, si alguien intenta tocar, maltratar o robarme algo, yo mismo le meteré una estaca en medio del trasero, tan profundamente, que en vez de verse las anginas cuando abran la boca, verán la punta de la lanza… ¿está claro?
Nuevamente nadie entendió lo que dijo, pero era muy claro que todo el campo de batalla le pertenecía a aquel hombre.
~ Ahora, ustedes recojan todo, armas, armaduras, las pertenencias de los muertos, todo, y colóquenlo junto a mi caballo… ¡ahora!
Los aldeanos sin decir una palabra se apresuraron a seguir las órdenes.
Uno de los bandidos lentamente empezó a buscar algo dentro de una pequeña bolsa de piel que portaba atada a la cintura.
Christopher vio el movimiento, y sin dudar le apuntó con su arma
~ ¡Quieto pendejo!
~ ¡Solo quiero tomar una poción para el dolor mi señor!
~ ¿Una poción dijiste?
Christopher no pudo ocultar su asombro.
~ Así es señor, es para poder resistir el dolor de las heridas.
~ Muéstrame esa poción.
El bandido sacó lentamente una pequeña botella de vidrio, en su interior, un líquido verde oscuro se agitaba, producto de la mano temblorosa que la sostenía.
~ ¿Quién más trae de esas pociones?
Preguntó a los demás bandidos, varios de ellos levantaron las manos.
~ Mi poción está en las alforjas del caballo mi señor.
~ Tú…
Gritó Christopher a uno de los aldeanos, que aún se encontraba recogiendo las pertenencias de los muertos.
~ Agarra los caballos y llévalos junto al mío.
~ Si señor.
El aldeano respondió con miedo, casi de la misma forma como respondían aquellos bandidos. Después, volvió la mirada al bandido que tenía aquella botella de vidrio en la mano.
~ Déjame ver tu herida.
Aquel hombre se levantó la armadura, mientras su rostro demostraba el dolor que le producía hacer aquel movimiento, y mostró el impacto de la bala en uno de sus costados. Esta no había logrado traspasarlo, ya que en su trayectoria se topó con la armadura de cuero, lo que le hiso perder fuerza.
~ Ahora bebe la poción.
El hombre quitó el tapón de vidrio con los dientes, y empezó a beber su contenido.
Después de beberlo, aquel hombre poco a poco empezó a mostrar menos dolor, aunque la herida seguía abierta.
~ ¿La poción no te sana las heridas?
Preguntó Christopher.
~ No mi señor, solo sirve para quitar el dolor y poder seguir en movimiento mientras buscamos ayuda.
~ Ya veo.
Christopher siguió observando como los aldeanos que habían salido de la aldea, terminaban de recoger las pertenencias de los muertos, y las acomodaban cerca de la entrada. Los demás aldeanos incluyendo el jefe, observaban todo desde la aldea, y murmuraban entre ellos, sobre todo lo que había sucedido en esos momentos.
~ Ya terminamos de juntar todo mi señor.
~ Muy bien, ahora ayuden a los heridos y colóquenlos junto a la entrada.
Los aldeanos empezaron a acarrear a los heridos, aunque sus rostros mostraban que lo hacían en contra de su voluntad.
Fue entonces cuando le jefe de la aldea se le acercó a Christopher.
~ Gracias mi señor por ayudarnos.
Le dijo, mientras agachaba la cabeza, en señal de respeto y agradecimiento.
~ ¿Como? ya no soy el señor "Nadie"
Le dijo Christopher con un tono sarcástico.
El jefe de la aldea no supo cómo contestar aquel comentario.
Christopher lo observó, y solo sonrió.
Después, mirando a uno de los heridos, le dio una orden al jefe.
~ Ves aquel hombre, quiero que lo ates a la cerca y que no pueda mover los brazos.
El jefe de la aldea abrió los ojos completamente, mientras aquel hombre que había logrado escuchar la orden empezó a suplicar.
~ No me mate mi señor, por piedad no me mate.
~ No te pienso matar… aún.
La última parte de la frase lo dijo casi como un murmullo
Aquel hombre fue atado con los brazos hacia arriba, aunque se encontraba sentado en el piso, era evidente que sentía gran dolor por estar en esa posición.
Christopher notó el escudo heráldico que portaba la armadura que traía aquel bandido, era idéntica a la que había observado al salir de la ciudad de Mildea.
~ ¿Acaso será un sello o logotipo de alguna marca comercial?
Estaba pensando Christopher, cuando el bandido soltó un quejido de dolor, cuando los aldeanos manipulaban su pectoral.
Al retirarle la armadura, fue evidente el origen de su dolor.
La bala había traspasado su armadura de cuero, esta se había alojado en su estómago, mientras la sangre y la bilis salían por la herida.
~ Si mi memoria no falla, se supone que este avatar tiene magia de luz.
+ + + + +
Muchos jugadores que conocían a Christopher lo criticaban por tener un avatar de asesino, equipado con magia de luz
~ Un asesino debería tener magia de fuego o viento, no magia de luz.
~ Lo sé, pero prefiero mejorar mi defensa.
~ Los asesinos deben matar, no protegerse con escudos, y su habitad debe ser la oscuridad, no la luz.
~ Mi juego, mi avatar, mi estilo.
Siempre terminaba con esa frase, aquellas disputas en el chat del juego.
+ + + + +
~ Espero tener razón en mi decisión.
Christopher acercó su mano a la herida de aquel hombre.
~ Mierda, y… ¿cómo madres activo la magia?
En el videojuego, para activar la magia, se realizaba a través de pulsar un botón en los controles, pero aquí no existía nada de eso.
Metió la mano en la alforja donde aparecía su lista de almacenamiento, pero no funcionó.
~ Nada… y no recuerdo que se recite algún conjuro.
Empezó a recordar todos los animes donde estuviera involucrada la magia que había visto, así como las novelas ligeras que había leído, buscando alguna idea.
~ Recuerdo uno donde no decían ningún conjuro, solo había que sentir el "Ki", pero… ¿Que madres es un Ki?
Los aldeanos estaban alrededor observando con curiosidad, lo que empezó a incomodar a Christopher.
~ ¿Desean algo?
Les preguntó Christopher con un tono que demostraba su molestia.
Los aldeanos sin decir nada se apartaron de ahí, pero aun lo seguían mirando a escondidas.
~ Ok, veamos… debo sentir que la magia recorra mi cuerpo… o algo así.
Mientras cerraba sus ojos, recordó un anime en donde se observaba como la magia fluía a través del cuerpo del protagonista, como si estas fueran parte de sus venas.
~ Alla voy.
Dijo en voz alta y empezó a concentrarse. Sintió como si un líquido caliente brotara de su pecho, poco a poco lo fue canalizando hacia su brazo, se imaginaba esas venas mágicas recorriendo todo el brazo hasta llegar a la palma de su mano, al sentir la palma caliente, recordó la herida de aquel hombre, y la imaginó cerrándose poco a poco como por arte de magia.
Christopher abrió los ojos, vio como una luz cálida emanaba de la palma de su mano, y mágicamente cerraba la herida de aquel hombre.
~ ¡A huevo cabrón!
Christopher no pudo evitar gritar aquellas palabras, mientras hacia un ademán con el brazo, aquel hombre veía con sorpresa y alegría como su herida había sanado.
~ Gracias mi señor, muchas gracias.
Le decía entre lágrimas y sollozos.
Los demás heridos empezaron a pedir que Christopher los sanara, y le juraban nuevamente lealtad, si los salvaba de la muerte.
Christopher solo sonreía, mientras su mente empezaba a ver las posibilidades que este descubrimiento le ofrecía. Mientras que los heridos eran atados de pies y manos, esto para evitar que escaparan una vez que recibieran la magia de sanación, Christopher analizaba todo lo que sabía de la magia en el videojuego.
~ Se muy bien que solo podía utilizar hechizos de luz unas diez veces antes de recurrir a una poción de maná, pero… también sabía que mi maná se recuperaba totalmente después de un minuto, algo que en una pelea contra un jefe de piso es una eternidad.
Pensaba mientras trataba de compaginarlo con lo que estaba viviendo.
~ Debo suponer que mi recuperación aquí será mucho más lenta, así que lo mejor será no abusar de los hechizos, y solo usarlos en momentos muy necesarios, aunque…
Observó a los siete bandidos restantes que se encontraban heridos.
~ Mmmm… no cabe la menor duda, soy bueno para meterme en problemas.
Al acercarse para curar al siguiente herido, observó cómo le quitaban la armadura, y en donde se podía apreciar que le faltaba un pequeño pedazo del cuero, mismo que fue arrancado por la bala antes de incrustarse en el abdomen de aquel infortunado hombre.
~ ¡Vaya! Si que le hizo un gran agujero la bala…
En ese momento un pensamiento recorrió su mente.
~ ¡Las balas aún están dentro de sus cuerpos!
Rápidamente observó al primer hombre que curó, y no pudo evitar pensar que, dentro de aquel sujeto, aun se encontraba la bala, junto con algunos restos de la armadura.
~ ¡Mierda! En unos días esa bala y demás objetos empezarán a enfermarlo desde el interior, causándole una grave infección que podría provocarle la muerte.
Mientras trataba de pensar en cómo ayudarlos, el jefe de la aldea se le acercó.
~ Mi señor, ¿qué piensa hacer con estos bandidos después de sanarlos?
~ ¿Qué voy a hacer? Pues…
En ese momento una idea cruel se le vino a la mente.
~ Pienso dejarlos libres.
El jefe se quedó mirándolo fijamente, sin dar crédito a lo que acababa de escuchar, mientras que algunos de los bandidos que también habían escuchado el comentario tampoco podían creerlo.
~ Pero mi señor, ellos son bandidos.
~ Lo sé, pero yo estoy seguro de que ya aprendieron la lección… ¿No es así?
Les preguntó, a sabiendas de que ellos estaban escuchando.
~ Nunca más atacaremos a nadie mi señor, lo juramos.
Empezaron a decir mientras alababan la magnanimidad de Christopher.
Después de ser alabado unos minutos más, Christopher empezó a sanar a los demás heridos, pero sin retirarles las balas que tenían dentro de sus cuerpos.
~ Ese será su castigo y sentencia.
Pensó mientras seguía sanándolos.
Sin embargo, dos de ellos ya no pudieron mantenerse con vida y murieron antes de recibir la sanación.
Después de una hora, Christopher le entregaba todos los caballos a excepción de uno al jefe de la aldea, así como las armas y armaduras.
Christopher se quedaba con uno de los caballos, así como las monedas, joyas y pociones.
El jefe de la aldea le entregó, como muestra de agradecimiento, dos bolsas grandes llenas de grano, así como varios kilos de carne ahumada, y muchas bendiciones. Mientras que a los sobrevivientes se les permitió que se retiraran de ahí.
Momentos después, aquel extraño hombre de cabello plateado y gran tamaño se retiraba del lugar, dejando atrás a una aldea profundamente agradecida, su nombre… "Nadie".