9 de Septembris del Año 453, Tercera Era.
Puesto Fronterizo de Vasco.
Christopher acababa de remontar una pequeña colina, cuando sus ojos pudieron observar aquella construcción.
Rodeado de un foso de forma circular, y de unos veinte metros de diámetro, se levantaba un pequeño montículo, en este, una fila de estacas protegía la muralla de piedra y madera, que contaba con una única entrada que permitía el acceso al interior. Dentro, una torre de piedra se elevaba a unos doce metros de alto.
~ Me recuerda a las "Limes Germánicas" que vi en Taunus, Alemania.
Pensó Christopher, mientras los colores rojizos del atardecer, empezaban a cambiar por las tonalidades oscuras de la noche.
Conforme se fue acercando a la edificación, Christopher se percataba de las condiciones en las que se encontraba. Partes del muro defensivo se encontraban derruidas, en varias partes el foso había sido presa de la vegetación, incluso la puerta de acceso estaba parcialmente caída.
En ella, ni una sola alma se lograba apreciar.
~ Parece ser que está abandonada.
Murmuró, mientas trataba de decidir si arriesgarse a investigar, o seguir de largo.
Conforme se acercaba, eran evidentes los detalles que demostraban su abandono, a tal grado que se animó a enfilar a los caballos hacia la entrada.
~ Buenas tardes.
Gritó desde la entrada
~ …
Silencio.
~ Venimos a cortar la luz por falta de pago.
Gritó más fuerte.
~ …
Silencio
~ Felicidades se acaban de ganar un auto… de formal prisión.
~ …
Nuevamente la respuesta fue el silencio.
~ Bueno creo que no hay nadie.
Christopher lentamente bajó del caballo, y agarrando las riendas de ambos animales, empezó a entrar con mucho cuidado, mientras observaba su interior.
Dentro del patio, formado por la muralla, se encontraba una especie de establo cercado y con un techo de paja, que desde hace ya algún tiempo se había venido abajo.
Una especie de almacén se encontraba a lado del establo, ya no poseía puertas, y partes del techo de madera estaban colapsados. La torre tampoco parecía estar en buen estado, grandes grietas se observaban sobre sus paredes, era evidente que en cualquier momento la misma se derrumbaría.
Tras una rápida observación, se instaló en el viejo almacén.
~ Por lo menos esta noche no la pasaremos bajo las estrellas.
Murmuró con una mueca en su rostro.
+ + + + +
~ Protección divina, Barrera invisible, Escudo de luz, Campo de fuerza…
Christopher gritaba cada vez que hacía una pose diferente, mientras intentaba recrear la defensa invisible que su avatar creaba en el videojuego.
Todas las noches había estado practicando el uso y manejo de la magia de luz.
~ Muy bien, cada vez voy entendiendo más, esto de la magia, ya puedo hacer un escudo de protección, aunque no sé qué tan efectivo sea, también puedo crear luz con diferentes intensidades, además de la magia de sanación.
También había estado midiendo la cantidad de fuerza física que poseía, levantando piedras de gran tamaño, así como también practicando el uso de la espada.
~ Creo que, por esta noche fue suficiente entrenamiento, ¿No lo piensan así mis fieles corceles?
Ambos caballos, ajenos a la pregunta siguieron consumiendo las raciones de grano que les habían servido.
~ Mmmm… Ni caso me hacen por estar comiendo los ingratos.
Dijo, mientras trataba de no sentirse solo y aburrido.
~ Bueno, creo que es hora de prepararme la cena, pero primero buscaré más leña.
Empezó a buscar entre las ruinas de la guarnición, y al acercarse a la entrada de la torre, levantó su mano para invocar "luz divina", y así apartar la oscuridad del lugar.
Al iluminar el interior de la torre, en una de sus esquinas aparecieron unas criaturas parecidas a humanos, Gnomos.
De casi un metro de altura, poseían la piel verde jade, sus narices grandes y puntiagudas, parecían a los que tienen las brujas en los cuentos de hadas. Sus orejas largas, y también puntiagudas, están alineadas de manera horizontal, haciendo parecer que sus cabezas son anchas. Solo vestían taparrabos de piel, y estaban armados con pequeñas lanzas con puntas de piedra.
~ ¡Ay cabrón!
Gritó Christopher al verse sorprendido por tales criaturas, por lo que se retiró corriendo hacia donde estaban sus caballos.
~ ¿Pero que mierdas son esas cosas?
Dijo al llegar a la relativa protección de su campamento.
Observó nuevamente hacia la torre, y vio como emergían cuatro de esas extrañas criaturas.
Los gnomos al ver la reacción de Christopher, reían de forma siniestra, mientras lanzaban gritos y chillidos agudos.
Al ver que Christopher estaba solo, no lo pensaron mucho y corrieron hacia él con sus lanzas firmemente sujetadas.
~ ¡Iiiiiieeeeee!
Instintivamente Christopher tomó su revólver y apuntó a sus atacantes.
~ Bang! Bang, Bang, Bang.
Cuatro detonaciones se escucharon, pero solo tres Gnomos fueron alcanzados.
El último de ellos, atacó con fuerza con su lanza.
Christopher a duras penas logró esquivar el ataque, mientras que con la mano izquierda agarró la lanza del gnomo.
El atacante no soltaba la lanza de sus manos, por lo que, de forma desesperada, Christopher lo golpeo con el revólver en la cabeza.
~ ¡Maldito!
Gritó Christopher mientras vio como el Gnomo soltaba la lanza, y caía aturdido por el golpe.
Usando el arma como un martillo, Christopher se abalanzó sobre de él y le dio un golpe en la cabeza tan fuerte que este estalló en pedazos, salpicándolo de sangre oscura y restos de cerebro.
Christopher observo atentamente, para confirmar de que realmente estaba muerto.
~ ¡Perro maldito!
Le gritó con fuerza al cadáver del gnomo, después se puso a observar nuevamente hacia la torre, esperando que no salieran más de esas criaturas.
Al notar que no salía nada más, lentamente se empezó a acercar a una de las criaturas abatidas por las balas.
~ ¿Pero que mierdas son estas cosas?
Al observarlas detenidamente una idea surcó por su mente.
~ Duendes
Christopher recordaba que, en los animes, los duendes eran representados como criaturas de baja estatura y de color verde, aunque no siempre era así.
~ Si salieron de ese agujero, lo más probable es que sea la entrada a un nido de duendes.
Inmediatamente empezó a recoger toda la paja que había en el establo, así como tablones grandes, y todo lo colocó en la entrada de la torre.
Tomó una leña encendida de la hoguera, y la arrojó a la pira.
Esta se encendió rápidamente por la paja, y en cuestión de minutos la torre estaba en llamas.
~ Si fuera un verdadero aventurero me adentraría al nido, pero como no estoy tan loco, o más bien pendejo, mejor que se quemen.
Christopher limpió su arma y recogió su campamento.
~ Vámonos de aquí.
Dijo, mientras tomaba las riendas de sus caballos, y se alejaba de aquel lugar.
No había caminado más de cien metros, cuando un estruendo lo hiso mirar hacia atrás.
La torre cubierta en llamas se derrumbaba levantando nubes de polvo y humo.
~ Fin del problema.
Murmuró Christopher
Empezó a recordar varios animes, y en casi todos ellos, los duendes eran los monstruos más fáciles de derrotar.
Tomó su arma y empezó a retirar los cartuchos percutidos, al buscar un nuevo carrusel para recargar el arma, vio cuantos de ellos le quedaban.
~ Me quedan Noventa y tres carruseles, es decir… quinientas cincuenta y ocho balas, Nada mal, pero…
Tras pensarlo un poco empezó a murmurar.
~ En estos casos, si son enemigos débiles, debería enfrentarlos con las espadas, y guardar las municiones para enemigos más fuertes.
Miró hacia el cielo y observó las estrellas.
~ Debo de ser más prudente.
Lanzó un suspiro y continuó murmurando
~ Si mal no recuerdo, este avatar tiene también las habilidades de su clase "Asesino", ¿Será que tal vez podría aplicarlas también?
Trató de poner sus ideas en orden, mientras continuaba caminando, en medio de la noche junto con sus caballos.
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10 de Septembris del Año 453, Tercera Era.
Ciudad de Mildea, Reino de Diophants
El capitán Philipt estaba dando vueltas a las afueras de la iglesia de la ciudad.
Había estado moviendo sus contactos para lograr la liberación de Liseth, desde que tuvo que entregarla a la iglesia para que la interrogara el Obispo.
Hoy le habían entregado el documento sellado por un Duque, para que entregaran a la mujer, si esta, aún no había sido acusada de herejía.
El sol amenazaba con ocultarse, cuando desde un costado de la iglesia, dos misioneros lanzaban a la calle a una mujer y a un hombre. Rápidamente el capitán se dirigió a aquel sitio.
Ahí estaba Liseth, sus dos ojos estaban tan hinchados por los golpes recibidos en su rostro, que casi no podía abrirlos; su vestido estaba hecho jirones, sus brazos, piernas y espalda, evidenciaban las múltiples torturas a las que había sido sometida, y donde una vez mostraba con orgullo una blanca dentadura, ahora no había nada.
Pero la peor parte, era el símbolo del dios Logos, marcada con fuego en la frente de ella.
" λ "
~ Malditos, desgraciados infelices.
Murmuró el capitán, mientras junto a dos de sus soldados, lo ayudaban a levantar a aquella mujer.
~ Tranquila; ya todo pasó, estas a salvo.
Ella lo entrevió, poco a poco las lagrimas comenzaron a salir de sus amoratados ojos.
Ella trató de decirle algo, pero sus labios se encontraban tan hinchados, que solo balbuceaba cosas sin sentido.
~ No hables, te encuentras muy débil, deja que nosotros te cuidemos.
Estaban a punto de marcharse cuando uno de los soldados preguntó.
~ ¿Y que hacemos con este hombre?
El capitán por un momento dudó, pero después se acercó a él.
~ ¿Quién eres tu y porque te torturaron?
Aquel hombre también estaba muy mal herido, su rostro estaba lacerado, su nariz rota, le faltaban los dientes, y también mostraba el símbolo de Logos en la frente.
Al observarlo con más detalle, el capitán se horrorizó al notar que tenía todos los dedos de las manos, completamente fracturados, y carentes de uñas, por lo que, al observar inmediatamente a Liseth, se dio cuenta que ella también había corrido con la misma suerte.
Aquel hombre también trató de hablar, pero era evidente que la hinchazón de su boca se lo prohibía.
Tras pensarlo un momento dijo.
~ Tráiganlo también, tal vez nos pueda dar detalles de lo que pasa dentro de esas malditas paredes.
Los soldados lo vieron con asombro, ya que decir esas palabras, seria suficiente para acusarlo de herejía y blasfemia, pero el coraje del capitán era tan grande que poco le importó.
Las dos lunas ya se encontraban en el cielo, cuando aquel grupo llegó al cuartel de la guardia de la ciudad.
Llevaron a Liseth y al desconocido a la zona de enfermería, y mientras trataban de limpiarles sus heridas, un caballero usando una capucha entró al recinto.
~ Capitán Philipt.
Dijo aquel hombre.
El capitán al verlo sonrió.
~ Amigo mío, me alegro de que si hayas podido venir.
~ Me extrañó que enviaras a un soldado para venir al cuartel, ¿Dime que pasó?
~ Ven.
Le dijo mientras lo conducía a la enfermería.
El caballero, al ver el estado de las dos personas se mostró sorprendido.
~ ¿Qué les pasó?
~ Misioneros.
~ Ya veo. Por eso me llamaste.
~ Solo tú podías ayudarme.
No era necesario explicar que, aunque los sacerdotes están capacitados para ofrecer ayuda a los heridos con su magia de Luz, todos aquellos que fueron torturados por los misioneros, inocentes o culpables, no tenían derecho a la ayuda del sacerdote.
Tenían que conservar sus heridas, como señal de castigo, al haber violado los preceptos de la Santa Iglesia.
~ Necesitaré que se retiren un momento.
El capitán dio la orden de que todos los soldados salieran de la enfermería.
Aquel caballero se acercó a Liseth, y colocó sus manos sobre de ella.
~ Sit amor matris deae requiescit in corpore… Sanitatem
Una cálida luz salió de sus manos, y poco a poco las heridas de Liseth fueron disminuyendo, pero no lograron sanar por completo, entre ellas, aquel infame símbolo.
Liseth poco a poco abrió los ojos.
~ Tranquila, aún no te recuperas por completo, necesitarás descansar esta noche.
Sin decir nada, ella solo sonrió, y volvió a cerrar los ojos.
~ Si tienes alguna poción para el dolor, será mejor que se la entregues.
Le dijo el caballero al capitán.
El capitán sin decir palabra, se dirigió a una estantería para buscar alguna poción para el dolor.
Mientras tanto, el caballero se acercó al desconocido, repitiendo el mismo procedimiento que con Liseth.
Aquel hombre, poco a poco se recuperó, y empezó a levantarse.
~ Tranquilo, aun te encuentras mal herido, y debes descansar.
Le dijo el caballero.
~ Descansaré el día de mi muerte.
Le dijo el extraño, con un tono entre burlón y serio.
~ Pues si tanto quieres hablar, empieza por decir quién eres, y porque te tenían bajo tortura en la iglesia.
Dijo el capitán, justo cuando traía en sus manos una pequeña botella de cristal.
Aquel hombre vio la botella, a lo que el capitán respondió.
~ Disculpa, pero solo tengo una poción para el dolor, y se la voy a dar a la dama.
~ En ese caso si quieres que te cuente todo, deberás traerme una jarra de cerveza.
Dijo en tono de broma, mientras se quejaba del dolor que aun sentía en su cuerpo.
~ Pues en ese caso prepárate para soltar esa lengua tuya, que en este momento estaré enviando por tu bebida.
Aquel hombre sonrío.
Momentos después, el capitán, el caballero y el desconocido se encontraban en la oficina del primero, mientras que tres tarros de cerveza se hallaban en el escritorio.
~ Ahhh… esto es mejor que una poción.
Dijo el desconocido.
~ Y bien, ya tomaste tu cerveza, es hora de que empieces a hablar.
Le dijo el capitán, mientras el caballero también ponía atención.
~ De acuerdo, les contaré todo, mi nombre es Richard, y soy de la ciudad de Lacroist.
Al oír en nombre de Lacroist, el capitán tuvo la impresión de haber escuchado ese lugar en alguna otra parte.
~ ¿Y porque te torturaron?
Preguntó el caballero.
~ Esos desgraciados, me torturaron para que les dijera donde se encuentra una persona llamada Christopher Riscos.
~ ¡Christopher Riscos!
Repitió el capitán casi con un grito
~ ¿Qué, acaso lo conoce capitán?
Le preguntó el caballero.
~ Solo lo vi una vez, y según tengo entendido, es un hombre muy peligroso.
~ Peligroso mis calzones.
Le dijo Richard.
~ ¿Cómo es que tú lo conoces?
~ El apareció un día en mi taberna, estaba perdido y deseaba información sobre en donde se encontraba.
~ ¿Y que más te dijo?
Le preguntó el capitán intrigado.
~ Pues me dijo que era parte de una caravana y que se había extraviado en medio de una tormenta, yo sinceramente no le creí mucho, y la verdad tampoco me interesaba saber su pasado.
~ Ya veo… ¿y que más te dijo?
~ No mucho, sólo que deseaba saber en donde podía conseguir un mapa de la zona, ¡ah! y que deseaba comprar ropa, porque solo poseía la que traía puesta.
~ ¿Qué más viste de él, porque dices que no es peligroso? tengo entendido que había asesinado a seis hombres en una aldea cercana a tu ciudad.
~ ¿Qué por qué lo digo? ¿Acaso un asesino pagaría con un áureo su estancia y su comida?
~ ¿Dijiste un áureo?
Preguntó el caballero.
Richard, bebió varios sorbos de la cerveza antes de contestar.
~ Así es, un áureo, además, sobre los muertos en la aldea, mas bien fue culpa de ellos.
~ ¿Por qué dices eso?
~ Yo conocía la aldea donde fue el ataque hacia aquellos difuntos; eran gente muy rara; cuando un forastero se acercaba a la aldea, aquellos locos tomaban palos, cuchillos o lo que tuvieran a la mano, y salían corriendo hacia el visitante con la intención de ahuyentarlo… así que estoy casi seguro de que eso fue lo que pasó.
~ Me estás diciendo que el tipo los mató, porque pensó que lo atacarían aquellos aldeanos.
Nuevamente aquel hombre volvía a tomar varios sorbos de la cerveza, hasta acabarla.
~ Eso es lo que creo, además, no mató a todos, ya que había otros tres qué, al ver lo ocurrido, se escondieron en sus casas, y aquel hombre, después de eso, no entró a la aldea, solo la rodeó, cualquier asesino o señor oscuro como dice la iglesia que es, hubiera entrado a la aldea para terminar con una verdadera carnicería. Y esto me lo contó una persona que vio todo lo ocurrido.
~ ¿Y su extraña arma, que mata a un hombre con la fuerza de un trueno?
~ Nunca vi algo así, aunque el día que entró a la taberna, me apuntó con una especie de martillo.
~ Te pensaba atacar.
~ Reconozco que yo tuve la culpa, es muy raro tener un cliente en estos días en Lacroist, y pensé que era un borracho que solo venía a pedir bebidas gratis, así que salí gritando mientras blandía un gran cuchillo, el me vio, y me apuntó, pero no pasó a mayores, de lo contrario no estaría hablando con ustedes en este momento.
~ ¿Y que mas nos puedes contar de este tal Christopher?
~ Lo siento capitán, pero ya se terminó la cerveza.
~ Te compraré una jarra si me dices todo lo que sabes.
Richard lo observó, y dio un largo suspiro.
~ Confiaré en usted capitán… pues bien… ese tipo trae dos espadas cortas en la cintura, se notaba que son caras, porque se veían los finos acabados. Vestía una armadura de cuero, aunque daba la impresión de ser muy resistente… ah, y usa unos anteojos oscuros que ocultan sus ojos rojos, como dos grandes trozos de carbón encendidos.
~ ¿Y nunca te dijo a donde se dirigía?
~ Solo me comentó que seguiría buscando a sus amigos, y eso es todo capitán.
~ Ya veo.
Respondió el capitán, mientras trataba de armar el rompecabezas en su mente.
Richard se quedó en silencio un momento, y después se levantó.
~ No te vayas, ahorita te traerán tu cerveza.
~ Gracias capitán, pero aún me siento débil, mejor busco donde descansar, para poder tener fuerzas para irme a mi casa.
~ Te recomiendo que te recuestes en una de las camas de la enfermería, así al menos estarás más seguro entre nosotros.
Richard vio al capitán y le agradeció el gesto.
~ Muchas gracias capitán, en ese caso, con su permiso, me paso a retirar.
~ Adelante y gracias por todo.
Richard solo alzó la mano, y se dirigió a la enfermería.
El caballero vio al capitán, y le preguntó.
~ ¿Qué opinas de todo esto?
~ Empiezo a creer que, ese tal Christopher no es la persona quien dice ser los de la iglesia.
~ Veo que también piensas lo mismo, aunque solo es la declaración de un solo hombre.
~ Mas bien de tres personas
~ ¿La mujer y quien más?
~ Un sastre local, todos dicen que Christopher a pesar de su apariencia y toscos modales, nunca agredió a nadie, y siempre pagaba generosamente, algo que ningún bandido o señor oscuro haría.
~ ¿Entonces, porque lo persigue la iglesia?
~ Podría ser por su arma, o tal vez es un usuario de magia, la verdad no lo se.
~ Y yo que pensaba que esta ciudad era aburrida.
Dijo el caballero en tono sarcástico.
~ Y por cierto ¿Cómo esta tu mujer?
~ Espero que bien, cuando llegaron los misioneros la envié a la capital, a la casa de un hermano de ella. No quiero que este aquí en caso de que esto empiece a descontrolarse.
~ Ya veo.
Durante varios minutos mas aquellos hombres continuaron hablando, mientras en una cama de la enfermería, una pobre mujer seguía quejándose del dolor a pesar de estar profundamente dormida.
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13 de Septembris del Año 453, Tercera Era.
Ciudad Santa de Zion
El día se muestra nublado, aunque no parece que fuera a caer la lluvia, los pobladores que viven fuera de las murallas santas de la ciudad se toman sus actividades con calma, algo muy contrario al otro lado de los muros, y es que desde muy temprano la vida dentro de las murallas empieza con los rezos para todos los miembros de la iglesia, para posteriormente los novicios (Niños que han sido reclutados por la iglesia por su afinidad a la magia de luz) empiezan con sus clases sobre religión.
Los cardenales tienen reuniones con sus obispos sobre temas administrativos o sobre juicios y sentencias; Mientras los misioneros y seminaristas entrenan en el patio.
El cardenal Esteban se encontraba solo en su oficina, su obispo se encontraba en Braylet, por lo que aprovechaba las mañanas para transcribir libros sobre teología.
En eso estaba cuando un misionero tocó a su puerta.
~ ¿Cardenal Esteban?
~ Buenos días hijo mío, ¿que se le ofrece?
~ Tiene una carta del Obispo Eusebio del Reino de Diophants, su excelencia.
~ Muchas gracias, hijo mío.
El Misionero le entregó la carta y se retiró.
El Cardenal observó la fecha de salida en el sobre.
~ Mmmm… Primero de Septembris… me imagino que es el reporte mensual.
Murmuró el cardenal mientras abría el sobre para leer su contenido.
Saludos su Serenísima Excelencia.
Lamento interrumpir su caritativa labor dentro de nuestra sagrada iglesia, pero tengo el deber de informarle sobre ciertos acontecimientos que ocurrieron en días pasados en las fronteras orientales del reino.
Recibí un reporte por parte del sacerdote León de la ciudad fronteriza de Lacroist, en donde él me informaba sobre el asesinato de seis pobladores de una aldea cercana por parte de un misterioso hombre.
La parte extraña de este informe es que relata que el asesino utilizó para cometer tan terrible acto, una especie de arma mágica que produce el sonido como un trueno, y produce una herida de entrada muy pequeña, pero que al parecer causa un gran daño en el interior del cuerpo.
Afortunadamente un habitante de esa ciudad llamado Richard estuvo en contacto con el asesino.
Este hombre nos informó que al parecer no está solo, ya que está buscando a sus compañeros que perdió de vista durante una tormenta, en la frontera oriental del reino.
El hombre en cuestión mide más de siete pies de altura, tiene una larga cabellera plateada, y unos ojos en color rojo muy brillantes.
Esto no pasaría de no ser un simple rumor, pero hace unos días cuatro hombres fueron asesinados en la ciudad de Mildea, bajo las mismas circunstancias. Todo parece indicar que fue el mismo hombre.
Hasta este momento se desconoce su paradero, pero posiblemente se dirija a esta ciudad, en todo caso lo retendré en espera de sus órdenes.
Sin más que informar me despido de usted deseándole que la bendición de nuestro señor Logos, y la guía del santo apóstol lo acompañen.
Su más sincero servidor.
Sacerdote Eusebio.
Obispo de Braylet, Reino de Diophants.
El cardenal se quedó por un momento observando la carta, y tras pensar un poco, se levantó de su escritorio y se dirigió al Templo del Edén.
Aquella tarde, se convocó nuevamente a los cardenales y obispos presentes, para escuchar al santo apóstol sobre las noticias de un posible miembro de la secta del señor oscuro, en las tierras orientales del Reino de Diophants.
En la reunión, se había informado que cerca de trescientos misioneros partirían a aquel reino, con la intención de buscar, perseguir, y eliminar todo indicio del señor oscuro y sus aliados.
Así mismo, los cardenales de los reinos de Thatust y Dechent, informarían a sus obispos, para que los misioneros que se encontraran en sus respectivos reinos estuvieran atentos, ante la posible aparición de seres oscuros.
Nuevamente después de la reunión, los cardenales Josué y Víctor se volvieron a ver, pero en esta ocasión fue en la oficina del primero.
Toc… Toc… Toc…
~ ¿Puedo pasar su excelencia?
~ Adelante Víctor, pasa y cierra la puerta por favor.
El cardenal Víctor entro a la oficina, y cerró detrás de si la puerta.
La oficina del cardenal Josué, era todo menos austera, Cuadros religiosos de exquisita elaboración, ornamentos de oro y plata, así como muebles finamente tallados; demostraban el poder económico del reino de Thatust.
~ Siéntate amigo mío.
~ Gracias.
El cardenal Víctor, vio como Josué se encontraba escribiendo varias cartas a diferentes remitentes.
~ Veo que vas a acatar las órdenes del apóstol.
Le dijo con cierta preocupación.
~ No tengo alternativa, aunque no pensé que tuviéramos noticias así tan pronto.
~ ¿Crees que en verdad nos ataque el señor oscuro?
~ Desafortunadamente todo parece indicar que así será.
Josué dejó de escribir, y se llevó los dedos de sus manos a la cabeza, con la intención de darse un masaje en las sienes.
~ Veo que estas muy cansado y preocupado.
~ Mas bien, temo que esto termine desatando una brutal cacería de brujas.
~ También pienso lo mismo, pero ¿Qué podemos hacer?
~ En mi caso, le estoy escribiendo al Rey Federico de Thatust, para que esté enterado de todo lo que está pasando.
~ ¿Porque haces eso?
Preguntó Víctor, con la preocupación en su rostro.
~ Porque no quiero ver a gente inocente morir, todo por culpa de juicios basados en meras sospechas.
~ Pero si se enteran aquí, te van a acusar de traición.
~ Lo sé, por eso la carta va dirigida a mi hermano, y está codificada de tal forma que solo el podrá entender su contenido.
~ ¿Cartas codificadas? Si que me das miedo a veces.
~ Cuando tengas mi edad, sabrás que hay veces que es mejor ser muy precavidos y tener lista una puerta trasera.
~ ¿Desde cuándo empezaste a ser así de precavido?
~ Desde que el Aposto empezó con sus cacerías de brujas, lo que menos deseo es que la gente nos tema, y estas acciones lo único que logran es que la gente pierda su confianza en nosotros.
El cardenal Víctor soltó un largo suspiro.
~ Yo solo quería servir a la iglesia y ayudar a los más necesitados, no tengo la fuerza para estar en medio de guerras e intrigas.
~ Por tu fe, fue que lograste ser elegido cardenal, pero ahora la gente te necesita, y hay que protegerla, aunque a veces sea de nuestra misma iglesia.
El cardenal Víctor se recostó en la silla, su rostro se veía cansado y asustado a la vez, era evidente que nunca pensó que tales sucesos ocurrieran dentro de la iglesia.
Josué lo observó y después se levantó de su asiento para servirle una taza con el Té que tenía en una pequeña jarra de plata.
~ Toma, esto te relajará.
Víctor bebió un gran sorbo, y nuevamente suspiró.
~ Gracias hermano.
Josué sonrió y continúo escribiendo, dejando que Víctor disfrutara de su bebida.
Esa noche, ninguno de los dos cardenales pudo dormir.