Algunos minutos después,
Miguel salió del baño, una toalla enrollada en su cintura, el corazón de Joanna se aceleró mientras consideraba la conversación que estaba a punto de tener con él.
El agua goteando por su pecho desnudo hizo que ella tragase saliva sin tener nada que tragar. Le costó todo su ser finalmente articular una palabra.
—Miguel —dijo ella, su voz vacilante mientras se acercaba a él—. Quería hablar contigo sobre algo.
Miguel levantó una ceja, su mirada aguda y penetrante mientras esperaba que ella continuara.
—No quiero ser una ama de casa —dijo ella, su voz firme y decidida—. Quiero trabajar. Quiero tener un propósito.
—¿Trabajar? —repitió Miguel, sus ojos entrecerrándose con sospecha—. ¿Por qué querrías trabajar?