Al llegar a Inglaterra, no puedo pronunciar el nombre de la ciudad donde llegue, eso quiere decir en Londres, no viviré.
Mientras camino a la salida observo con atención todos los pasillos y tiendas por los que paso, no sé por qué todo se me hace tan familiar, si era la primera vez que venía a esta ciudad.
Cuando salgo a la calle donde se supone que hay un auto esperando por mí, me doy cuenta que de nuevo y en mayor medida, todo esto se me hace aterradoramente familiar. Los autos, las calles, los edificios y también las personas.
Sigo caminando por los alrededores hasta que veo llegar una limusina, todo el mundo, incluyéndome, nos quedamos mirando el elegante vehiculó y esperamos impacientes de la persona que bajara de ahí.
Volteo la vista por unos segundos buscando a la persona que me llevara a mi nuevo hogar, pero no había rastros de nadie.
Estaba analizando si pedir un taxi cuando dirijo mi mirada de nuevo a la limusina un hombre, de tez pálida y alta estatura sale de ella, le pondría yo unos treinta años. Era bastante atractivo y casi puedo escuchar la voz de Matt gritando que tenía razón en que los ingleses estaban para morirse.
Suspiro con aburrimiento de estar ahí parado, hasta que algo me dejo perplejo, el hombre guapo, que venía en esa limusina empieza a caminar hacia el frente con un letrero ¡con mi nombre! "Bennett Champion".
Me acerque a él dudando, puede que justamente a esta hora otro chico con mi nombre estuviera viajando. Pero todas mis dudas se fueron cuando hicimos contacto visual y el me hizo una reverencia, debe ser una costumbre.
Yo simplemente sonreí y vi pasar a otro hombre cargando mi equipaje. Cuando estaba distraído el hombre del letrero me quito el bolso que traía en la mano y empezó a caminar sin haberme dirigido ni una sola palabra.
Al ver que yo me quedé ahí parado él se volteo a verme como esperándome, yo empecé a caminar hacia él, claramente no quería que me dejara aquí varado.
Cuando el me abrió la puerta para entrar me pregunte un poco alarmado ¿Por qué voy en una maldita limusina?
Aunque estaba un poco nervioso, los dos hombres que venían adelante no me dirigieron ni una palabra ni una mirada por lo que el cansancio me venció, pasaron los minutos y me dormí profundamente.
Me sorprendió que cuando abrí los ojos de mi largo y profundo sueño aún no habíamos llegado a mi nueva casa.
Ya habían pasado como unas dos horas y ese sujeto seguía conduciendo.
-Disculpen ¿ya estamos cerca? -pregunto moviéndome hacia donde estaban los dos hombres.
El hombre del letrero solo asiente y el que se llevó mi equipaje mi miro por unos segundos y me regalo una pequeña sonrisa que yo devolví.
- No hablan mucho ¿verdad? -pregunte suspirando.
-No más de lo necesario, señor. -responde el chico del cartel.
- ¿Y sus nombres?
-Mi nombre es Luciel, y él es Adonis. -vuelve a responder el hombre del cartel ósea Luciel, con su voz fría, aunque me transmite un poco de calma.
- ¿Y adónde me llevan? -pregunte ya cansado del viaje.
-A su nuevo hogar señor. -respondió por fin Adonis.
-Uff si hablas. -dije burlón y ambos sonrieron, bueno solo por unos dos segundos para después volver a sus caras de revólver.
Me abstuve de hacer más preguntas y me senté de nuevo donde estaba.
Vi que había botellas de agua y comida, me acerque y tome una botella. Mire la comida que estaba debidamente marcada con su respectivo nombre.
- ¿Puedo comer esto? -pregunte sin voltear a verlos.
-Por supuesto señor, todo es para usted. – escuché la voz que reconocí de Luciel y yo sonreí.
Tomé la bolsa que decía "Hamburguesa de pollo" Y empecé a comer.
-Llegamos señor.
Después de como otra hora, el auto se detuvo después de que Luciel dijera eso.
Sonreí y me levanté del asiento y me hice más cerca de la puerta, cuando iba a abrir Adonis se me adelanto y tomó mi mano para ayudarme a bajar.
Me tomó un poco por sorpresa que su mano estaba totalmente helada. Él sonrió tranquilamente y yo termine de salir del vehículo.
Él tomó mi bolso de mano y empezó a caminar así que yo lo seguí. Volteé a mirar a Luciel y me despedí con una mano, a lo que él respondió de nuevo con una reverencia.
Cuando mire hacia delante no podía creer, el lugar a donde me habían traído definitivamente estaba sacado de una película, de un cuento de hadas para ser mas precisos.
Estaba en un castillo, y no un castillo pequeño, todo lo contrario, era inmenso. Era la construcción más grande que había visto, y bueno en la ciudad hay edificios muy altos pero este castillo solo tenía unos cuatro o cinco pisos, pero de ancho wow, era inmenso.
Caminamos por un hermoso y grande jardín, no me sorprendí cuando volvió la extraña sensación del aeropuerto, la sensación de familiaridad, la sensación de que antes ya había caminado por aquí.
Mi vista se dirigió a un conjunto de rosas rojas que resaltaban en el jardín. Mi corazón empezó a latir rápidamente y fue inevitable acercarme a ellas.
Me puse de rodillas para mirarlas, al tocarlas no sabía porque sentía tantas ganas de llorar, ellas me hacían dar tanta tristeza que no lo podía evitar.
-Querido mío, por favor recuérdame, recuérdame para que todo sea más sencillo.
Me sobresalte un poco, pero esa voz ya se había hecho familiar para mí. Volteé a ver por todos lados, pero no vi a nadie. Volví mi atención a las rosas, iba a tocarlas, pero una voz me detuvo.
-Señor. -me llamó una chica rubia con un uniforme de mucama.
- ¿Sí? -digo y me levanto de donde estoy para acercarme a ella y ella en respuesta se inclina ante mí y hace una reverencia.
¿Seguro que es la primera vez que la veo?
-Su equipaje ya está en su habitación, ¿desea comer algo? -dice y yo niego.
Ella sonríe con algo de nostalgia en su mirada y no sé por qué. -Acompáñeme, le mostrare su nuevo hogar. -dice y empieza a caminar.
-Bueno el jardín ya lo conoce, yo lo mantuve perfecto para usted señor. -dice y yo la miro confundido, ella solo sonríe.
Entramos por las grandes puertas del castillo donde había dos hombres los cuales hicieron una reverencia al verme. Yo los mire confundido, pero bueno tal vez así eran siempre por aquí ¿no?
Por dentro era hermoso, ni siquiera podré describirlo bien, el piso estaba tan brillante que mi reflejo se podía ver claramente. Las paredes tenían cuadros de personas, debo decir que muy parecidas entre sí.
Las dos escaleras gigantes que caían en espiral por la sala eran hermosas, de madera y tenían detalles dorados que fácilmente puedo creer que son oro.
La chica rubia seguía caminando mostrándome todo.
Pero yo sentí mirada sobre mi así que voltee hacia la escalera y ahí había una chica muy parecida a mí, demasiado diría yo.
Ella cargaba en brazos a un niño de unos cinco años, y de nuevo mi corazón latió rápido, muy rápido.
Quería correr hacia ellos y abrazarlos, más que todo al pequeño niño. Ella me miro con una tristeza inmensa que estuvo a punto de hacerme llorar a mí también.
Ella limpio lo que al parecer era una lágrima y se fue. No me había dado cuenta que me había dejado de mover desde que los vi.
Cuando la chica rubia de nuevo me llamó sentí que por mis mejillas caían mis lágrimas. Me limpié rápidamente y seguí el camino que me mostraba.
Pero lo podía sacármelos de la cabeza ¿quién era ella y quien era ese niño?
-Nuestro hijo, es nuestro bebé.
Esta vez que escucho la voz no volteo, simplemente pienso en lo que me dice.