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Chapter 34 - Episodio 34: Causas y consecuencias.

Hace varios años atrás, en una línea de tiempo oscura, Victor, quien en ese entonces ya había abandonado su rol de héroe, se convirtió en un villano temido por todo el universo. Su sed de venganza y destrucción había alcanzado límites insospechados. Usando su poder y habilidades extraordinarias, erradicó planetas enteros, consumiendo todo a su paso en busca de destruir cualquier rastro de esperanza y resistencia.

La Tierra, al igual que los demás mundos, sucumbió bajo su poder, siendo reducida a escombros, su humanidad perdida en una ola de caos y desesperación. La fuerza de Victor era tan vasta que la resistencia de los últimos defensores del planeta no fue suficiente para detenerlo. Sin embargo, había algo que mantenía a este Victor aún un poco conectado a sus sentimientos humanos, un vestigio de su antigua vida.

En los últimos días antes de la completa aniquilación del planeta, tres personas permanecieron ocultas, uno de ellos era Joel. A pesar de la brutal destrucción que Victor había causado, Joel, su madre Abigail y su padre Alejandro se encontraban en un refugio secreto, un santuario alejado del alcance de la devastación.

Joel, aún joven en esa línea de tiempo, había crecido sin saber la magnitud del poder que su amigo Victor había alcanzado. Pero el caos era inminente. El enfrentamiento final estaba cerca, y aunque la familia de Joel había hecho todo lo posible por protegerse, sabían que la amenaza de Victor era algo que ni siquiera su amor y unidad podían contrarrestar.

Victor, al enterarse de que quedaban tres sobrevivientes, buscó finalmente acabar con ellos. Sin embargo, la familia de Joel, motivada por un profundo amor y lealtad, no cedió tan fácilmente.

Victor observó a Joel con frialdad, el chico frente a él parecía perdido, desorientado. Joel no tenía idea de quién era este hombre, pero lo que sí podía percibir era la amenaza inminente que emanaba de él. La tensión en el aire era palpable, y el desconocido frente a él no mostraba ni la más mínima intención de hablar, solo una fría determinación.

Victor se adelantó rápidamente, sus movimientos eran precisos y letales, reflejo de la experiencia acumulada de años. Sin previo aviso, golpeó a Joel con una fuerza abrumadora, mandándolo al suelo de inmediato. La caída fue brutal, y Joel apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir el impacto contra el suelo duro y frío.

Desorientado y adolorido, intentó levantarse, pero el dolor en su cuerpo lo lo mantenía tendido, incapaz de comprender lo que sucedía. A pesar de la oscuridad y la confusión, pudo ver la figura de Victor acercándose más. Sus ojos reflejaban algo más que ira: un vacío que Joel no entendía, pero que lo llenaba de una sensación de impotencia.

"¿Quién... quién eres?" murmuró Joel entre jadeos, sin poder entender la razón de este ataque.

Victor lo miró sin decir palabra alguna, como si ya no importara el pasado o las preguntas. Aun así, el desconocido parecía saber mucho más de él de lo que Joel podía imaginar. En ese momento, no había palabras que pudieran salvarlo, solo el silencio de la desesperación que los envolvía a ambos.

Con un último esfuerzo, Joel trató de levantarse una vez más, pero su cuerpo no respondía. La oscuridad lo rodeó mientras la figura de Victor se alejaba, dejando una sensación de desolación aún mayor en su mente.

Sin entender nada, Joel cayó al suelo una vez más, preguntándose quién era este hombre y por qué su destino parecía estar tan estrechamente ligado al suyo, aunque por caminos tan oscuros y distantes.

Victor observó a la familia de Joel con una frialdad escalofriante. No los conocía, pero eso no importaba. Los humanos, en su visión distorsionada, eran solo piezas en su juego destructivo. El padre de Joel, al ver la amenaza que representaba Victor, intentó interponerse, pero fue inútil. Con un simple gesto de su mano, Victor canalizó su poder oscuro, y antes de que alguien pudiera reaccionar, atravesó el pecho del hombre con una energía brutal. Alejandro cayó al suelo, sin vida, con una expresión de asombro congelada en su rostro.

Abigail, la madre de Joel, gritó con desesperación al ver la muerte de su esposo. El horror se reflejaba en su rostro mientras intentaba arrastrarse hacia su hijo, pero sus fuerzas ya no eran suficientes para enfrentar la monstruosidad que tenía frente a ella. Joel, completamente desorientado, observaba la escena con incredulidad, sin comprender del todo lo que ocurría, pero sintiendo una creciente sensación de peligro.

Victor, sin inmutarse por la angustia que provocaba, se acercó lentamente a ellos. No necesitaba palabras para imponer su dominio; su presencia lo decía todo. Sonrió, un gesto frío y despiadado, mientras sus ojos se fijaban en Abigail, su próxima víctima. Pero su atención también estaba en Joel. Aunque no lo conocía, algo en el chico parecía conectar con él, como un eco distante de su propia humanidad perdida. Sin embargo, eso no lo detendría.

El tiempo parecía detenerse mientras Victor se acercaba a la madre, sus ojos nunca dejando a Joel, quien no entendía la magnitud de lo que estaba sucediendo. Pero lo sabría pronto.

Victor observó en silencio mientras Joel caía al suelo, inconsciente tras el golpe. Había sido rápido y preciso, como siempre lo era cuando se trataba de imponer su poder. Joel, incapaz de defenderse, quedó tendido allí, con la sangre comenzando a teñir el suelo. Abigail, incapaz de moverse, lloraba en silencio mientras el caos se apoderaba de la habitación. Victor no sentía ni un atisbo de remordimiento; su mente estaba centrada en algo mucho más grande que esa familia.

Al amanecer, después de la pesadilla que había dejado atrás, Victor permaneció sentado en el mismo lugar donde había derrumbado la vida de la familia de Joel. El silencio era profundo, y la quietud del lugar casi parecía burlarse de la tragedia que se había consumado en esa casa. Victor no tenía prisa. Sabía que las horas pasaban sin que Joel despertara, pero él esperaba con paciencia.

Cuando el sol se asomó por el horizonte y la luz comenzó a llenar la habitación, el chico empezó a moverse, despertando lentamente. Joel se incorporó, su mente confundida, aún sin comprender la magnitud de lo que había sucedido la noche anterior. El dolor en su cuerpo y la sensación de vacío en su pecho fueron los primeros signos de que algo irreversible había ocurrido.

Victor no se movió, solo lo observaba con una sonrisa fría, un espectador distante de lo que sería la nueva realidad de Joel. "Despiertas", dijo en voz baja, su tono tan distante y carente de emoción que no parecía humano. "Espero que estés listo para enfrentar lo que viene."

Joel, todavía aturdido y con la mente nublada, no podía hacer más que mirar a su alrededor, buscando respuestas que no llegarían. La devastación estaba en todas partes. El horror de lo sucedido estaba recién comenzando a asentarse en su alma.

El día comenzaba, pero para Joel, la noche anterior nunca se borraría de su memoria.

Victor soltó el comentario con una calma desconcertante, su voz fría y cortante. "Felicidades, chico, creo que tendrás hermanos dentro de nueve meses." Con una sonrisa maliciosa, miró hacia un calendario parcialmente destruido, como si ese simple gesto pudiera resumir la magnitud de lo que acababa de ocurrir. Luego, con un tono aún más cruel, continuó: "Tu mamá fue muy amable ayer en la noche."

Joel, en ese momento, apenas podía procesar lo que escuchaba. Sus ojos se abrieron de par en par, y un estremecimiento recorrió su cuerpo. Lo que acababa de decir el hombre, lo que acababa de insinuar… no podía ser real. Sin embargo, la verdad comenzó a calar en su mente, y lo entendió con horror. Victor había hecho cosas con su madre, cosas impensables y humillantes. Su propia madre, y él, de alguna forma, estaba involucrado en ese destino tan retorcido.

El dolor y la furia se apoderaron de él. Joel comenzó a levantarse, su corazón palpitando con rabia. La indignación, el dolor, la humillación, todo se combinó en un solo sentimiento desgarrador. Se levantó, aunque las heridas aún le pesaban, y su rostro se transformó en una máscara de furia y desesperación. Estaba herido, tanto física como emocionalmente, pero la rabia lo impulsaba.

"¡Eres un monstruo!" gritaría Joel, con la voz rasgada de tanto dolor. "¡No te lo voy a perdonar!"

En su interior, todo su ser quería acabar con Victor, hacerle pagar por lo que había hecho. Pero, aún en su furia, Joel sabía que estaba enfrentando algo mucho más grande que él, algo que no podía comprender completamente. Aun así, no iba a permitir que se quedara allí, riéndose de él, de su familia, de todo lo que había perdido.

Victor soltó una risa macabra, como si la reacción de Joel fuera una diversión para él. "¿Monstruo?" repitió con desdén. "Eso es lo que soy, chico. Y tú estás demasiado débil para detenerme."

Antes de que Joel pudiera reaccionar, Victor levantó la mano y, con un rápido movimiento, lo golpeó fuertemente en la mejilla. Joel se tambaleó hacia atrás, atónito por la velocidad y fuerza del golpe. Antes de que pudiera siquiera intentarlo, Victor lo agarró por el cuello y, con una fuerza descomunal, lo lanzó contra el suelo con un estruendo.

Joel apenas tuvo tiempo de respirar antes de que Victor comenzara a golpearlo, cada impacto siendo como un martillo de furia. Cada golpe sentía como si su cuerpo estuviera al borde de ceder, pero algo dentro de él lo mantenía luchando, el deseo de vengar a su madre, el dolor de lo que acababa de descubrir, lo mantenía en pie, al menos en su mente. Sin embargo, el cuerpo ya no podía seguir el ritmo.

Con una sonrisa cruel, Victor levantó a Joel por la fuerza, y, sin piedad, lo mandó volando hacia las montañas cercanas. Joel se estrelló contra las rocas con un estruendo ensordecedor, y antes de que pudiera levantarse, Victor lo siguió, elevándose en el aire con su energía pura, levantando una esfera de poder solar que brillaba como una estrella. Con un solo gesto, la liberó, enviando una onda de energía tan potente que destruyó por completo la montaña, reduciéndola a escombros y borrando cualquier vestigio de Joel en la explosión.

Victor descendió lentamente al suelo, observando el lugar donde había caído la montaña, su mirada tranquila y sin emociones. Cuando su vista se posó sobre Abigail, la madre de Joel, vio que ella seguía en el suelo, completamente inconsciente. Había sido testigo de todo, pero la fuerza del golpe y la angustia la habían dejado vulnerable. Victor se acercó, sin prisa, y la observó detenidamente, como si evaluara si valía la pena hacerle más daño o simplemente dejarla allí, a su suerte.

La oscuridad se cernió sobre el lugar. Victor no sentía remordimiento, no sentía nada. La humanidad que alguna vez estuvo en él había desaparecido, reemplazada por una sombra sin emociones ni conciencia. Con un paso firme, se alejó de la escena, dejando a la familia de Joel en ruinas, mientras el eco de su destrucción resonaba en el aire.

Victor observó a Abigail mientras ella comenzaba a despertar, su rostro marcado por el cansancio y el dolor. Con una sonrisa fría y sin un atisbo de remordimiento, se inclinó sobre ella, su voz cargada de burla.

—"Hey, chica, despierta," dijo con tono juguetón, casi como si fuera una broma macabra.

Abigail, aturdida por la brutalidad de los eventos que había presenciado, levantó lentamente la cabeza. Su visión estaba nublada, su cuerpo adolorido, pero los recuerdos comenzaron a aflorar. Los gritos, el caos, su hijo... Joel.

—"¿Joel?" murmuró, su voz temblando por el miedo y el dolor mientras sus ojos buscaban frenéticamente al joven.

Victor se inclinó hacia ella, observando su angustia con una sonrisa siniestra. El sufrimiento ajeno era lo que lo alimentaba en ese momento, su venganza ya cumplida.

—"No te preocupes por él, querida. Ya no tendrás que preocuparte de nada más," respondió con una calma perturbadora, dejando que las palabras calaran en su mente.

Abigail lo miró, pero no entendía completamente lo que había sucedido, la confusión y el miedo la invadían. Sin embargo, la sombra de lo que había ocurrido comenzó a asentarse en su corazón, y una profunda desesperación la envolvió al darse cuenta de lo que Victor había hecho.

—"¿Por qué?" susurró entre sollozos, sus ojos nublados por las lágrimas.

Victor simplemente sonrió, disfrutando del sufrimiento que su simple presencia provocaba.

—"Porque puedo," dijo, su tono frío y vacío. Sin una pizca de emoción o remordimiento.

Victor miró a Abigail con una calma perturbadora, sus ojos fríos y vacíos de empatía. Después de lo que había hecho, parecía que nada podría afectarlo. Se acercó más a ella, casi como si sus palabras fueran un susurro de una amenaza distante.

—"Espero que protejas a mi linaje que llevas dentro de ti," dijo, su tono implacable y distante.

Las palabras de Victor fueron como un golpe directo al alma de Abigail. No solo había arrasado con su familia, sino que ahora le dejaba una marca imborrable en su ser. Su mente aún luchaba por procesar lo que había ocurrido, pero las palabras de Victor resonaban en su interior, como una condena. ¿Qué podía significar eso? ¿Qué linaje? ¿Qué futuro quedaba para ella después de todo esto?

Abigail, aún débil y aturdida, miró a Victor con una mezcla de desesperación y repulsión, pero sus palabras fueron vacías, pues sentía que ya nada podría cambiar lo que había pasado. El silencio que siguió a su declaración fue profundo y doloroso, y mientras Victor se alejaba, Abigail quedó allí, completamente rota, sin poder entender completamente las implicaciones de sus palabras.

La última imagen que quedó de ese día fue la de un hombre que había perdido toda humanidad, dejando atrás una sombra de terror y de promesas rotas.

En la actualidad, Victor, quien había estado disfrutando de sus vacaciones, se encontraba completamente desconectado de su pasado. Las oscuras acciones que había cometido en una línea de tiempo diferente ya no pesaban sobre él. El hombre que alguna vez fue conocido como un héroe, y que luego se convirtió en un villano imparable, parecía haber dejado atrás todo aquello que lo definía en su época más sombría.

La serenidad de sus días actuales, aparentemente tranquilos, lo mantenía alejado de los recuerdos más dolorosos. Como si el tiempo hubiera borrado, de alguna manera, las cicatrices de su alma. La tormenta interna que una vez lo arrastró, el dolor que causó a tantas personas, parecía haberse desvanecido, al menos en su mente.

Victor se dedicaba ahora a disfrutar de las pequeñas cosas, los momentos tranquilos que la vida le ofrecía en su retiro temporal. Ya no se sentía la amenaza de su propio poder ni el peso de las decisiones que tomara en el pasado. El recuerdo de sus antiguas acciones, las víctimas que dejó atrás, las vidas que destruyó, todo eso parecía pertenecer a un pasado lejano que ya no le afectaba.

Pero en lo profundo de su ser, aunque no lo reconociera, tal vez algo de ese pasado seguía presente. Quizás sus recuerdos nunca se desvanecieron por completo, pero en ese momento, Victor no quería pensar en lo que había sido. Estaba demasiado centrado en el ahora, en una paz que parecía haberse ganado a través de la distancia de lo que había hecho.

La sombra de sus antiguos errores todavía lo acechaba, pero por un breve instante, Victor vivía como si todo hubiera quedado atrás, como si su pasado ya no tuviera importancia. Sin embargo, las cicatrices del pasado siempre encuentran una forma de regresar, y a veces, aunque no se lo desee, el futuro tiene una forma extraña de alcanzarnos.

Victor y Luci disfrutaban de un tiempo tranquilo juntos, rodeados por la calma de su entorno. Las tensiones del pasado parecían desvanecerse en esos momentos, y por fin, Victor había encontrado una forma de sentirse en paz. Estaban sentados en un pequeño jardín, riendo y compartiendo historias mientras el sol comenzaba a ponerse. La atmósfera era ligera, cálida, como si todo lo que había sucedido antes no hubiera existido.

Sin embargo, algo oscuro e inesperado surgió. Mientras Victor sonreía, un leve dolor se apoderó de su cabeza, como una jaqueca repentina que apareció de la nada. No era algo que Victor hubiera experimentado en mucho tiempo, y la incomodidad era lo suficientemente notable como para que Luci se percatara de inmediato.

"¿Victor? ¿Te encuentras bien?" Luci preguntó, su tono de voz preocupado, observando cómo Victor se llevaba una mano a la frente, tratando de calmar el dolor que parecía intensificarse.

Victor, intentando mantener la calma, sonrió levemente, aunque su rostro reflejaba el malestar. "Sí, solo un pequeño dolor. No te preocupes, probablemente solo sea el estrés acumulado."

Luci lo miró fijamente, sin convencerse completamente, pero no insistió. Sabía lo difícil que había sido para él dejar atrás su vida anterior y lo mucho que eso aún lo afectaba. Aunque Victor a menudo intentaba esconder sus pensamientos y emociones, Luci conocía los matices en su comportamiento. Pero hoy, no quería hacerle más preguntas.

A pesar de sus esfuerzos por disimularlo, el dolor de Victor persistió, como una sensación lejana pero persistente. Algo en su interior le decía que esta molestia no era simplemente un dolor común. Era como si algo que había quedado olvidado, algo relacionado con su pasado oscuro, estuviera regresando poco a poco, como un recordatorio de que no todo podía ser olvidado tan fácilmente.

"Lo siento, Luci. Tal vez sea solo un mal día," dijo Victor, con un tono más apagado de lo habitual. No quería preocuparla más, pero en su interior, algo comenzaba a inquietarlo. Algo no estaba bien, y ese dolor de cabeza era solo el principio.

Luci, aunque no lo decía, lo observó en silencio, con una ligera preocupación, sabiendo que había más en ese dolor que simplemente una jaqueca. Pero por ahora, decidió esperar y observar, sin presionar. Sin embargo, en su corazón, no podía dejar de sentir que algo estaba a punto de cambiar. Algo de su pasado, que Victor había dejado atrás, estaba regresando lentamente, y ella no sabía si él estaría listo para enfrentarlo una vez más.

A muchos años luz de distancia de la Tierra, en una nave que surcaba el vasto vacío del espacio, Abigail observaba el horizonte estrellado a través de una ventana. Su rostro reflejaba la madurez de los años, las huellas del tiempo y las cicatrices invisibles que aún llevaba consigo. A sus 45 años, había crecido, pero su espíritu seguía marcado por el dolor de su pasado. Los recuerdos de esa noche oscura, aquel encuentro devastador con Victor, no se desvanecían. Habían pasado décadas, pero la venganza seguía ardiendo en su corazón, más fuerte que nunca.

Abigail tenía dos hijos, gemelos, que ahora eran jóvenes. Ambos fueron el resultado de esa horrenda noche, y aunque los amaba profundamente, nunca pudieron escapar del peso de lo que su madre había vivido. Ellos crecieron con una sombra sobre sus cabezas, sin comprender completamente lo que había sucedido, pero con un dolor que de alguna manera también les pertenecía.

Los gemelos, aún jóvenes, sabían que algo no estaba bien. Crecieron con el vacío de la ausencia de su padre y con las miradas de su madre, siempre ausentes, siempre distantes. Abigail, aunque les brindaba cariño y protección, nunca pudo ser completamente abierta con ellos sobre su historia, sobre lo que realmente ocurrió. En su corazón, guardaba la verdad y la venganza, esperando el momento adecuado para hacerle frente a Victor, a ese hombre que había destruido todo lo que amaba.

En la nave, la luz tenue de las estrellas iluminaba el rostro de Abigail, mientras observaba la pantalla frente a ella, que mostraba la trayectoria hacia su destino. Su misión era clara: encontrar a Victor. Después de todo este tiempo, había reunido las fuerzas, los recursos y la determinación para enfrentarse a él. El plan estaba en marcha. Ya no era la misma joven que una vez fue. Su corazón ya no palpitaba por amor, sino por un deseo de justicia que la consumía.

A medida que la nave avanzaba por el espacio, Abigail se giró hacia sus hijos. Ellos estaban sentados, callados, mirando hacia la misma ventana. Podían sentir el aire tenso en la nave, el peso de lo que se avecinaba. Sabían que su madre estaba persiguiendo algo más grande que ellos, algo que no podían entender por completo, pero que sin duda cambiaría sus vidas.

"¿Mamá, por qué vamos tan lejos?" preguntó uno de los gemelos, su voz llena de duda y curiosidad.

Abigail se giró hacia él, sus ojos llenos de una resolución fría. "Vamos a hacer lo que siempre debí hacer, lo que siempre me prometí a mí misma. Vamos a encontrar a ese hombre, y vamos a darle lo que se merece."

El hijo no dijo nada más, pero pudo sentir la intensidad de su madre. Sabía que el viaje que estaban emprendiendo no era solo físico. Era un viaje hacia el pasado, hacia el dolor, hacia la venganza que había marcado la vida de Abigail y que ahora, de alguna manera, los envolvía a todos.

La nave continuaba su curso, viajando a través del espacio y el tiempo, con un propósito sombrío y definitivo. Abigail sabía que, aunque las estrellas parecieran lejanas e inalcanzables, su destino estaba claro. La venganza no tardaría en llegar. Y cuando lo hiciera, todo cambiaría para siempre.

Adrian observaba a su madre, Abigail, con una mezcla de preocupación y tristeza. Ella estaba concentrada al máximo, sus manos firmes sobre los controles de la nave, sin apartar la vista de la trayectoria que seguían a través del oscuro espacio. A veces, las luces de los paneles iluminaban su rostro cansado, y Adrian podía ver en sus ojos la distancia, como si algo muy profundo la separara de ellos, de él.

Ezequiel, su hermano gemelo, estaba sentado a su lado, igualmente callado, pero parecía más enfocado en los instrumentos y en el camino por delante. Era difícil decir si compartía el mismo dolor que Adrian o si simplemente lo ocultaba mejor. La atmósfera en la nave era tensa, con el pesado silencio que los rodeaba, mientras el sonido de los motores resonaba suavemente.

Abigail, a pesar de su aparente dureza, no estaba exenta de momentos de vulnerabilidad. Se giró lentamente hacia ellos, como si finalmente hubiera sentido su presencia. Sus ojos, aunque vacíos por el dolor del pasado, intentaban sonreír con una calidez que Adrian sentía como un destello lejano. La madre que él recordaba ya no estaba allí, pero aún quedaba un vestigio de esa mujer que, en su juventud, lo abrazaba con amor y esperanza.

"Mamá…" dijo Adrian, quebrando el silencio, su voz suave pero llena de incertidumbre. "¿Sabes que estamos aquí, verdad? Que te tenemos a ti, aunque las cosas hayan cambiado."

Abigail parpadeó varias veces, como si intentara retomar el contacto con su hijo, como si las palabras estuvieran saliendo lentamente de su boca, sin poder alcanzarlo del todo. "Lo sé, Adrian", murmuró, y aunque sus palabras fueron leves, había una especie de sinceridad en su tono, una frágil conexión que intentaba ofrecer. "Lo sé, hijo. Pero no sé si soy la misma madre que una vez fui."

Ezequiel, que había estado en silencio, finalmente miró a su madre con algo de inquietud. "Mamá, te necesitamos. No podemos hacer esto sin ti. Sabemos que… que no has sido la misma, pero no queremos perderte también." Su voz era fuerte, pero había una vulnerabilidad que delataba su angustia.

Abigail los miró a los dos, y aunque su expresión era más dura que nunca, algo en su mirada suavizó. Durante un momento, la frialdad de la nave y la venganza que la había consumido tanto tiempo se desvanecieron. Estaba allí, frente a sus hijos, y algo de su humanidad seguía intacta.

"Lo sé, Ezequiel. Y estoy aquí, con ustedes. Pero el dolor… lo que pasó, lo que hice… no me deja ser la madre que esperaban", respondió Abigail, con un suspiro profundo. "Lo único que quiero es que entiendan que no es fácil para mí. Que no puedo regresar al pasado, no puedo cambiar lo que me hizo ser lo que soy. Pero si esto es lo que tengo, si este es el amor que puedo ofrecer, lo daré."

Adrian miró a su madre y, a pesar del odio y el rencor que sentía hacia Victor, entendió en ese momento algo profundo: su madre había estado rota por tanto tiempo, que solo podía ofrecer lo que quedaba de ella misma. No era la mujer que había sido, pero a su manera, aún luchaba por ellos. Aún los amaba.

"Te tenemos, mamá", dijo Adrian, acercándose a ella. "Aunque no sea lo que fue, aún estamos juntos, ¿verdad?"

Abigail asintió con la cabeza, sus ojos brillando por un instante, como si finalmente pudiera ver a sus hijos de nuevo. "Sí, Adrian. Aunque esté rota, estamos juntos. Y eso es lo único que aún me importa."

Mientras la nave surcaba el vacío del espacio, la relación entre Abigail y sus hijos comenzaba a sanar lentamente, aunque de una forma diferente. Lo que el destino les deparara ya no era algo que pudieran prever, pero al menos ahora, por primera vez en mucho tiempo, había algo de esperanza. Una pequeña chispa de amor, que, aunque débil, todavía brillaba en medio de la oscuridad.

Abigail observaba en silencio desde la cabina de la nave, con sus manos firmemente sujetas al volante. La luz de las estrellas brillaba débilmente a través de la ventana, mientras la nave descendía lentamente hacia el planeta Tierra. La quietud en su rostro no reflejaba la tormenta emocional que se agitaba en su interior. A sus 45 años, la mujer que alguna vez fue víctima de un destino cruel ahora se encontraba con una misión clara: buscar venganza.

El pasado, tan lejano en el tiempo, seguía pesando en su corazón, pero lo que había comenzado como un intento de escapar del dolor se había convertido en una necesidad de justicia. Había pasado años buscando respuestas, reconstruyendo las piezas de su vida, y ahora, finalmente, estaba de regreso para enfrentarse a aquello que había destruido su mundo. El hombre, o mejor dicho, el monstruo, que había causado el sufrimiento de su familia.

"Estamos cerca," murmuró Ezequiel, su hijo, con una voz grave que resonó en la cabina. "La Tierra. Es raro... después de todo este tiempo."

Abigail no respondió de inmediato, pero un temblor recorrió su cuerpo. Sabía que este planeta estaba marcado por las sombras del pasado, y que encontraría lo que había buscado durante tanto tiempo. Un hombre que había destruido su vida sin saber siquiera quién era ella. No lo conocía, pero sus actos la habían definido y la habían perseguido.

Adrian, el otro hijo de Abigail, permanecía en silencio, su mirada fija en la oscuridad fuera de la nave, como si intentara percibir algo más allá del límite visible. Aunque no compartía la sed de venganza de su madre, comprendía la necesidad de encontrar respuestas y paz.

El aterrizaje fue suave, el sonido del impacto apenas se escuchó en la nave. Abigail se quedó quieta por un momento, respirando profundamente antes de levantarse y dirigirse hacia la puerta.

La nave se abrió lentamente, revelando la vasta oscuridad de la noche en la Tierra. El aire frío les golpeó de inmediato. La ciudad a lo lejos se veía casi desierta, las luces de las calles parpadeaban, como si el planeta estuviera dormido, ajeno a la tormenta que se estaba desatando.

Abigail miró a sus hijos con determinación. Sabían que su llegada no había sido por casualidad. Estaban allí por una razón, y esa razón era encontrar al hombre que, aunque no conocía su rostro, había dejado una huella imborrable en su vida.

"Vamos," dijo Abigail, con una voz firme pero cargada de una emoción contenida. "Hemos llegado. El pasado no se quedará en el olvido."

Adrian y Ezequiel la siguieron, el uno tras otro, y juntos comenzaron a caminar hacia el oscuro horizonte de la ciudad, listos para enfrentar lo que fuera necesario. A pesar de que el odio y la tristeza pesaban en el corazón de Abigail, la necesidad de cerrar ese capítulo de su vida la impulsaba hacia adelante.

Aún sin conocer el rostro de Victor, el hombre que había causado tanto daño, Abigail sabía que era hora de hacerle frente, de enfrentar lo que había sucedido, y de reclamar justicia por todo lo que le habían arrebatado. La venganza sería su guía, y esta vez, no importaba cuán oscuro fuera el camino.

Victor, mientras caminaba por la isla, disfrutaba de un día aparentemente tranquilo, alejado de todo lo que había sido su vida pasada. La brisa suave y el ambiente relajado le daban una sensación de paz, un respiro de la oscuridad que había marcado su existencia durante tanto tiempo. Luci caminaba a su lado, compartiendo en silencio esos pequeños momentos de normalidad que, por primera vez en mucho tiempo, parecían ser posibles.

Sin embargo, todo cambió cuando cruzó con una mujer y dos niños, caminando por la acera. La voz de la mujer lo hizo detenerse en seco. Algo en su tono, algo en su presencia, hizo que una extraña sensación de incomodidad se instalara en su pecho.

Sin saber por qué, algo le dolió en la cabeza, como si un peso pesado se hubiese dejado caer en su mente, perturbando la calma que había logrado alcanzar. Un dolor punzante, como si los recuerdos estuvieran intentando emerger, pero se resistieran a ser traídos a la superficie.

Victor observó a la mujer, sin reconocerla completamente, pero su mirada parecía estar cargada de algo... algo que no podía identificar. El dolor en su cabeza aumentaba, y cerró los ojos por un momento, tratando de calmarse. Lo que sea que hubiera despertado en su mente, no quería enfrentarlo.

Abigail, por su parte, se detuvo cuando escuchó la voz de Victor. La reacción de él no era la que había esperado, ni mucho menos. Había creído que al verlo, él sentiría algo, pero su rostro mostraba solo confusión y un leve dolor. Parecía que no lo reconocía.

El rostro de Abigail se endureció. Había estado buscando venganza durante tanto tiempo, pero al verlo ahí, frente a ella, parecía que algo le faltaba. Quizá el Victor que había conocido años atrás ya no existía, o tal vez había sido borrado por completo de su memoria.

—Tú… —Abigail dijo, su voz tensa, aunque aún no podía comprender completamente lo que ocurría.

Victor parpadeó y, con una leve mueca de dolor, se llevó la mano a la cabeza, sintiendo el punzón que no parecía cesar. Su mente estaba confundida, como si algo estuviera tratando de regresar a su memoria, pero no podía acceder a ello.

—¿Quién eres? —preguntó, casi como si fuera un susurro, más para sí mismo que para ella.

Abigail lo miró con incredulidad, sin comprender cómo podía estar tan distante de todo lo que había sucedido, cómo podía ser tan ajeno a lo que había hecho.

—No puedes... no puedes no recordarme. —Su voz tembló ligeramente, pero sus ojos seguían llenos de furia y dolor. —Soy tu pasado, Victor. Soy quien siempre has dejado atrás, quien no has querido ver.

Victor cerró los ojos nuevamente, el dolor de cabeza se hacía cada vez más intenso. Algo en su interior se agitaba, pero no podía recordar. Su mente estaba en blanco.

Luci, al ver la expresión de Victor, se acercó preocupada.

—¿Qué pasa, amor? —le preguntó, tocando su brazo suavemente.

Victor miró a Abigail una vez más, pero no podía conectar los puntos. El rostro de la mujer, sus ojos llenos de rabia y desesperación... Todo eso no le decía nada. Sólo un dolor en su mente.

—Lo siento... no te recuerdo —dijo finalmente, y sin decir más, comenzó a caminar, alejándose de Abigail, como si intentara escapar de lo que no podía entender ni recordar.

Abigail, al ver que Victor la ignoraba, sintió cómo la furia la invadía aún más. No importaba que no lo recordara, no importaba su desconcierto o su aparente indiferencia. El hombre frente a ella era responsable de todo lo que había perdido, de todo el sufrimiento que había arrastrado durante años. La venganza había sido su única motivación durante todo ese tiempo y, aunque Victor no la reconociera, ella no podía dejarlo ir.

Con rapidez, Abigail sacó una pistola de su abrigo y apuntó hacia Victor. Sin pensarlo dos veces, disparó. La bala atravesó el aire con una velocidad mortal y perforó el brazo de Victor, causando que una ola de sangre saliera disparada del impacto.

Victor, que había estado caminando tranquilamente sin esperar ataque alguno, sintió el dolor en su brazo y miró hacia abajo, viendo cómo la herida se abría ante él. Sin embargo, en lugar de caer, como cualquiera habría esperado, comenzó a regenerarse rápidamente. La Nala, su poder oscuro, emergió de su cuerpo, desbordándose por la herida, expulsando la bala y reparando el daño casi al instante.

En menos de un segundo, el brazo de Victor estaba completamente regenerado, intacto. Su rostro se mantuvo inexpresivo, pero sus ojos, aunque fríos, mostraron algo de sorpresa ante la rapidez con la que Abigail había actuado.

Abigail observó, sorprendida por la regeneración, pero no retrocedió. El dolor de ver a Victor levantarse, aparentemente ileso, la empujaba aún más a continuar.

—¿Crees que eso te detendrá? —dijo con voz temblorosa, pero decidida, mientras mantenía la pistola firme. —¡Eres un monstruo, Victor! ¡Un maldito monstruo que no merece vivir!

Victor, ahora completamente regenerado, la observó por un momento. Su expresión no cambió, pero el dolor de cabeza seguía allí, molestando su concentración.

—No sé quién eres, pero... —Victor dijo con una calma aterradora, como si aún estuviera procesando la situación, —no me importa.

Abigail no lo escuchó, su rabia la cegaba completamente. Sin embargo, al ver que su ataque no había tenido el efecto esperado, comenzó a preguntarse si alguna vez podría alcanzar el verdadero objetivo de su venganza: destruir al hombre que había destrozado su vida.

Luci, que había estado caminando unos pasos detrás de Victor, observó con creciente preocupación cuando vio el disparo dirigido a su esposo. El sonido del disparo resonó en sus oídos, y por un momento, el miedo se apoderó de ella. Sin embargo, cuando vio que el brazo de Victor se regeneraba ante sus ojos, un suspiro de alivio escapó de sus labios. A pesar de que sabía lo invencible que era, la rapidez con la que sanó siempre la sorprendía.

Con el peligro aparentemente aplacado, Luci se acercó al lado de Victor, pero aún no podía dejar de mirar a la mujer que lo había atacado. La pistola aún estaba en las manos de Abigail, y Luci no podía evitar preguntarse quién era esa mujer y por qué parecía tan determinada en atacarlo.

Luci, con un tono serio pero curioso, miró a Abigail y preguntó con calma:

—¿Quién eres tú? ¿Y por qué atacaste a mi esposo?

La pregunta era directa y sin rodeos, pero había una mezcla de confusión y preocupación en su voz. Mientras esperaba la respuesta, Luci se mantenía alerta, dispuesta a defender a Victor si la situación se tornaba peligrosa.

Abigail, que no había esperado una pregunta tan directa, la miró con ojos ardientes de odio, su rostro marcado por el dolor y la furia acumulada a lo largo de los años. El golpe al ego, el hecho de que alguien desconociera su historia, solo la enfureció más.

—Esa persona… —Abigail comenzó a hablar, su voz vacía de emoción, mientras su mirada se mantenía fija en Victor— es el responsable de destruir mi vida. Y tú... —dijo mirando a Luci—, eres parte de su mentira.

Victor, al escuchar el tono de la mujer y las palabras que surgían con tanta amargura, frunció el ceño. Aunque no recordaba a Abigail, algo en su actitud parecía familiar, como si alguna parte de él la hubiera reconocido, pero no podía ponerle nombre ni conectar los recuerdos. La situación era incómoda, y la tensión en el aire era palpable.

Luci, sin saber del todo lo que estaba ocurriendo, miró a Victor, preguntándose por qué no parecía sorprendido. Había algo en él, una indiferencia incluso hacia la agresión. Su mirada era distante, y Luci podía ver el dolor en sus ojos, un dolor que él trataba de ocultar, como si estuviera recordando algo que había sido olvidado.

Abigail, con la pistola aún en mano, se quedó mirando a Victor con los ojos llenos de furia y desesperación. La rabia que había estado acumulando durante años estalló en ese momento, y sus palabras fueron como cuchillos afilados.

—¡Tú lo mataste! ¡Tú acabaste con él! —gritó, su voz quebrándose con cada palabra—. ¿Cómo puedes estar aquí tan tranquilo, tan ajeno a lo que hiciste? ¡Tú destruiste nuestra vida, acabaste con mi hijo, con Joel!

Victor, parado frente a ella, parecía realmente confundido. Su expresión cambió de la frialdad habitual a un leve desconcierto. No sabía si estaba siendo manipulado por el dolor de la mujer frente a él o si realmente había algo que no recordaba. Sin embargo, la mención de ese nombre, "Joel", hizo que algo dentro de él se moviera, una sensación vaga pero persistente. Recordaba a alguien, pero no podía conectar las piezas de esa historia.

—¿Joel? —preguntó Victor, como si el nombre le fuera ajeno. Miró a Abigail, buscando en su rostro alguna señal que le ayudara a comprender lo que estaba pasando. Luego, con voz grave y algo distante, dijo—: Si maté a Joel... no lo recuerdo.

La sorpresa y el dolor se reflejaron en los ojos de Abigail, pero la confusión en las palabras de Victor no la hicieron retroceder. Todo en su cuerpo ardía de ira, pero en su pecho también había un vacío profundo que las palabras de Victor, aunque desconcertantes, provocaron. En su mente, la imagen de su hijo muerto y el sufrimiento que había vivido todo este tiempo chocaban con la incredulidad de escuchar que Victor, su enemigo, decía que Joel seguía vivo.

—No... no puedes decir eso... —murmuró Abigail, luchando contra las lágrimas que amenazaban con caer. La incredulidad invadió su voz, haciendo que sus palabras se entrecortaran—. ¡Joel está muerto! ¡Tú lo mataste! ¡No puedes decirme que está vivo!

Victor la miró fijamente, un destello de duda en sus ojos. Algo no encajaba. No podía recordar a Joel de manera clara, pero algo en su interior le decía que tal vez había algo más profundo en todo esto.

—Si Joel está vivo —dijo Victor, de manera más suave, como si estuviera tratando de entender lo que estaba pasando—, entonces ¿por qué me estás diciendo esto? ¿Por qué hablas de él como si estuviera muerto?

La pregunta flotó en el aire entre ellos, mientras Abigail se mantenía firme, el dolor y la rabia marcando cada palabra que pronunciaba. La confrontación entre ellos, aunque violenta y llena de heridas, también estaba comenzando a desvelar una verdad oculta que ninguno de los dos esperaba enfrentar.

Victor, aún desconcertado por la intensidad de la confrontación y el dolor en los ojos de Abigail, miró hacia ella con una expresión seria. Había algo en su interior que comenzaba a conectar los puntos, pero aún no podía entender completamente lo que estaba sucediendo. De manera calmada, con un tono que no dejaba lugar a la duda, dijo:

—Solo conozco a un Joel, y él es mi yerno.

Abigail, al escuchar esas palabras, sintió una mezcla de emociones atravesándola. La ira, la tristeza y el desconcierto se fusionaron en su pecho, y por un momento, todo lo que había vivido en los años pasados pareció desmoronarse ante su rostro. Las piezas del rompecabezas que había armado en su mente sobre la muerte de Joel no encajaban ahora. El hecho de que Victor, quien había destruido tanto en su vida, se refiriera a Joel de esa manera, de alguna forma, le hizo cuestionar todo lo que había creído.

Victor, sin embargo, permaneció firme, observando a Abigail. No parecía tener ninguna malicia en sus palabras, solo una curiosidad fría, como si realmente estuviera tratando de comprender qué sucedió.

—No entiendo qué quieres decir. Si Joel está vivo, entonces ¿por qué... por qué me dices que lo maté? —preguntó, frunciendo ligeramente el ceño, aún buscando respuestas.

El rostro de Abigail estaba marcado por el dolor y la desesperación. El futuro que había tratado de reconstruir después de perder a su hijo se sentía ahora como un castillo de naipes a punto de desplomarse. Sus labios temblaron al intentar responder, pero la verdad parecía tan lejana y dolorosa que apenas podía articular las palabras.

—No... no sé cómo explicarlo. —Su voz tembló al hablar—. Todo lo que sé es que... que después de aquella noche... después de lo que hiciste, creí que estaba muerto. Pensé que nunca volvería a ver a mi hijo.

Victor la miró fijamente, sin comprender del todo, pero al menos ahora había un atisbo de confusión en sus ojos. Algo no cuadraba, y estaba empezando a darse cuenta de que la historia no era tan sencilla como pensaba.

Al escuchar a Abigail referirse a Joel como su hijo, las piezas del rompecabezas finalmente comenzaron a encajar en la mente de Victor. El impacto fue inmediato: un profundo sentimiento de confusión y shock lo invadió. Su rostro palideció levemente mientras trataba de procesar lo que acababa de oír.

—¿Madre? —murmuró, casi en un susurro, como si las palabras costaran salir de su boca. La incredulidad lo invadió. Durante tanto tiempo, había creído que Joel había quedado huérfano, que había sido el único sobreviviente de una tragedia en su familia. Pero lo que Abigail le estaba diciendo ahora rompía ese concepto por completo.

Victor no podía comprender cómo había llegado a este punto. El recuerdo de la noche en que enfrentó a la familia de Joel se volvía más borroso y lejano, como si su mente hubiera bloqueado aquellos detalles. Sin embargo, las piezas que se encajaban en su mente parecían ser demasiado dolorosas para ignorarlas.

—Joel... —dijo, esta vez más firme, su voz llena de un tono de confusión genuina—. Yo... lo creí muerto. Yo... ¿lo maté? ¿De verdad lo maté?

El desconcierto en sus ojos era evidente. Recordaba haber tomado decisiones terribles en su pasado, decisiones que lo habían llevado a un camino oscuro y destructivo, pero nunca había considerado que había podido hacerle daño a Joel de esa manera. El hecho de que él tuviera una madre, que ella estuviera aquí frente a él, alteraba toda la imagen que había tenido de los eventos pasados.

Abigail, observando el shock de Victor, no podía evitar sentir una amarga sensación de justicia, aunque sabía que aún quedaba mucho por hacer. Los recuerdos de aquella noche volvían a su mente, y la rabia por todo lo que había perdido se hacía cada vez más intensa. Sin embargo, la idea de que Victor realmente no recordara lo que había hecho parecía una mezcla de cruel ironía y un atisbo de esperanza.

—Tú... —dijo, con un tono tembloroso pero firme—. Tú lo mataste, Victor. Aunque no lo recuerdes. Tú destruiste todo lo que era mi vida. Pero aún así, Joel sigue vivo. Y yo voy a hacerte pagar por lo que hiciste.

Victor la observó fijamente, incapaz de replicar de inmediato, pues aún estaba tratando de asimilar todo lo que escuchaba. La incredulidad de haber causado tanto daño a alguien que una vez fue parte de su vida lo golpeaba con fuerza. Sin embargo, en su interior, algo despertaba. Algo que ni siquiera él entendía completamente.

Victor, con una mirada seria y perturbada, sacó su celular de su bolsillo y comenzó a buscar algo en la pantalla. Abigail lo observaba de cerca, aún con la tensión en el aire. Sus hijos gemelos, Adrián y Ezequiel, permanecían cerca de ella, inseguros de la situación que se estaba desarrollando.

—Acércate —dijo Victor, su voz grave pero controlada, haciendo un gesto con la mano para que Abigail se acercara. Aunque la situación era tensa, la curiosidad de Abigail sobre las palabras de Victor la empujó a dar un paso adelante.

Con una mano, Victor deslizó la pantalla de su celular y, después de unos segundos, mostró una imagen en la que aparecía Joel. La foto era reciente, y Victor la había encontrado rápidamente, como si hubiera estado esperando ese momento. Abigail observó la imagen y, al reconocer el rostro de su hijo, un sentimiento de tristeza y angustia se apoderó de ella.

—Sí... es él... —murmuró Abigail, señalando la imagen con una expresión de dolor.

Victor permaneció en silencio por un momento, aún perturbado por todo lo que estaba sucediendo, pero continuó con su relato.

—Joel está con mi hija ahora. Están juntos... están enamorados —dijo Victor, casi con una pizca de desconcierto en su tono. —Han estado juntos un buen tiempo.

Abigail se quedó en silencio por unos segundos, procesando la información. No pudo evitar sentirse abrumada por todo lo que había aprendido en un corto lapso de tiempo. El hecho de que Joel estuviera con la hija de Victor, alguien a quien ahora veía como un enemigo, solo hacía más compleja la situación.

Sus ojos se suavizaron por un momento, pero el dolor y la frustración seguían presentes.

—¿Mi hijo... con tu hija? —preguntó, casi incapaz de creer lo que estaba escuchando.

Victor asintió, con una expresión difícil de leer en su rostro.

—Sí. Parece que algo bueno ha surgido entre ellos, a pesar de todo... —dijo Victor, con una mezcla de emociones que aún no lograba entender completamente.

Abigail miró a los gemelos que estaban junto a ella, buscando consuelo en ellos mientras trataba de procesar lo que acababa de descubrir. Todo lo que había vivido, todo lo que había pasado, parecía haberla llevado a este momento tan surrealista. No solo había encontrado a Victor, el hombre responsable de la muerte de su familia, sino que ahora también debía enfrentarse a la realidad de que Joel, su hijo, estaba vinculado con la hija de aquel mismo hombre.

—No me importa lo que hagan... —dijo finalmente Abigail, su voz calmada pero llena de una determinación palpable—. Yo solo quiero que mi hijo esté a salvo. Y a ti, Victor, no te dejaré escapar tan fácilmente.

Victor la miró fijamente, con una mezcla de intriga y tensión en sus ojos. El camino que había tomado en su vida había sido marcado por la destrucción y la oscuridad, pero este encuentro con Abigail y su hijo le estaba haciendo cuestionar muchas cosas. ¿Sería posible que la humanidad, la que él había perdido, pudiera aún encontrar un camino hacia la redención?

Abigail, llena de furia y desesperación, no pudo contenerse más. Con una rapidez sorprendente, levantó la mano y le propinó una fuerte cachetada a Victor. El sonido del golpe resonó en el aire, y Victor, por un momento, se quedó inmóvil, observando a la mujer que, a pesar del dolor, seguía luchando por lo que había perdido.

No había odio en sus ojos, solo una profunda tristeza y el deseo de venganza. Abigail no paró ahí. Con un gesto rápido, le dio un golpe en el estómago, con toda la fuerza que le quedaba. El impacto hizo que Victor retrocediera un poco, pero no dijo nada. No se defendió ni reaccionó de manera agresiva. En cambio, se quedó allí, de pie, dejándose golpear, como si algo dentro de él, alguna parte que aún estaba conectada con su humanidad, lo hiciera sentir que debía aceptar el dolor que él mismo había causado.

Victor no mostraba signos de dolor físico, su expresión era fría, como si estuviera procesando todo lo que estaba sucediendo. Pero, por dentro, algo comenzaba a desmoronarse. Este encuentro, esta confrontación con la madre de Joel, con la mujer que había sido parte de su propia destrucción, lo estaba sacudiendo más de lo que él quería admitir.

Abigail, exhausta por la intensidad de sus emociones, se detuvo. Su respiración estaba agitada, y sus manos temblaban por la rabia contenida. Sabía que no había forma de devolver el tiempo, ni de resucitar a su hijo, pero en ese momento, un pequeño consuelo era haber hecho sentir a Victor, aunque fuera por un instante, el dolor de sus propios actos.

Victor la observó, manteniendo la calma, pero con una leve chispa de remordimiento cruzando su mirada. Sabía que no podía cambiar el pasado, pero a lo lejos, sentía que este encuentro era parte de algo más grande. Algo que podría, tal vez, marcar el principio de una nueva batalla.

Victor, con una expresión solemne y casi ajena a sus propios sentimientos, dio un paso hacia adelante y, con un gesto inesperado, abrazó a Abigail. Al principio, ella se tensó ante su contacto, desconfiando, incapaz de entender las intenciones de aquel hombre que había causado tanto sufrimiento. Pero él, con una fuerza que reflejaba más arrepentimiento que agresividad, la mantuvo cerca.

A medida que el abrazo se sostenía, Victor cerró los ojos y una imagen nítida se formó en su mente. Recordó aquel día, el día que había cambiado todo: el dolor que había infligido a su familia, la oscuridad que había dejado atrás, y lo que había hecho a Joel y a su madre. Cada momento de su locura, cada acción impulsada por la venganza y el caos, se arremolinaban en su interior como una tormenta, y por primera vez en mucho tiempo, Victor sintió un verdadero peso sobre su alma.

"Lo siento", murmuró con voz quebrada, como si esas dos palabras pudieran enmendar el daño irreparable que había causado. Aunque sabía que no había nada que pudiera hacer para traer de vuelta a Joel, para deshacer el daño, para calmar el dolor de Abigail, sentía una urgencia de ofrecerle algo que nunca le dio: comprensión.

Abigail, aún sorprendida por el gesto, sintió el abrazo de Victor de una manera extraña. Había pasado tanto tiempo buscando venganza, intentando sanar el dolor de la pérdida de su hijo, que la sensación de compasión que emanaba de Victor le hizo dudar, aunque fuera por un segundo. Sin embargo, el dolor era profundo, y las palabras no podían reparar lo que había hecho.

Victor, aún sujetándola, no podía mirar de frente a Abigail. Sus ojos mostraban una vulnerabilidad que no había mostrado antes, incluso en sus momentos más oscuros. Sabía que el arrepentimiento no podía devolver a su hija, a su familia, a la humanidad que había destruido, pero aún así, el dolor que sentía por sus propios actos le quemaba por dentro.

Finalmente, con un suspiro pesado, dejó ir el abrazo, consciente de que ese momento no cambiaba nada, pero al menos, le dio la oportunidad de ser más humano, aunque solo fuera por un instante.

El sonido del disparo rompió el silencio que había quedado tras el abrazo. La bala impactó directamente en el corazón de Victor, el golpe de la ira y la tristeza de Abigail resonó en ese pequeño instante. Victor, sintiendo el ardor del proyectil, intentó regenerarse, su cuerpo comenzaba a vibrar con la energía de la regeneración, pero la herida era profunda, algo que no podría sanar tan fácilmente.

Con una mirada fija en Abigail, quien aún sostenía el arma, él dio un paso atrás, intentando comprender lo que acababa de suceder, el dolor de su pecho intensificándose. La punzada era tan intensa que le dificultaba incluso respirar. Su mirada se oscureció, y aunque su cuerpo intentaba resistir el colapso, la herida era más que suficiente para detener su regeneración.

"Una bala para no regenerarme, ¿verdad?", preguntó Victor con voz grave, tratando de mantener su dignidad aún en ese momento de vulnerabilidad.

Abigail, con el rostro teñido de ira y tristeza, simplemente asintió. No hubo más palabras. No hubo arrepentimiento, ni siquiera una respuesta de su parte. En ese momento, Victor cayó al suelo, doblándose por el dolor, pero sin dejar de mirarla.

La oscuridad comenzaba a nublar su visión, y en sus últimos momentos, algo en su interior comenzaba a desmoronarse, como si el peso de sus acciones y el sufrimiento de los demás lo estuviera aplastando. Sin embargo, ya no podía escapar de su destino, de lo que había provocado, y en su último suspiro, lo comprendió por completo.

Abigail se quedó mirando a Victor, su respiración agitada, el arma todavía en sus manos. El odio y la tristeza eran un cóctel complejo, pero lo que había hecho, por más que le doliera, le había dado algo de paz. Al menos, en su corazón, sabía que la justicia se había hecho.

Luci, aún en shock por lo ocurrido, rápidamente se acercó a Victor, ignorando la furia y el dolor que reflejaba el rostro de Abigail. Con manos temblorosas, ella retiró la bala que aún perforaba el pecho de Victor, pero el dolor seguía latente. El cuerpo de Victor, aún luchando por regenerarse, experimentaba una lenta agonía. A pesar de sus poderes, la herida había sido demasiado profunda y directa, y el dolor era algo que no podía simplemente sanar con rapidez.

Mientras Luci intentaba hacer lo que podía para aliviar la herida de Victor, Abigail, llena de ira y odio, se acercó a él. Sin decir una palabra, se inclinó sobre su rostro, sus labios cerca de su oído. En un susurro bajo, su voz cargada de furia, le habló con una intensidad fría y venenosa.

"Esto no es suficiente para todo lo que hiciste... No puedo perdonarte, nunca podré hacerlo", dijo, cada palabra impregnada con el veneno de años de sufrimiento y desesperación. "Joel... mi hijo... mi familia... tú destruiste todo eso. Y ahora, te verás reducido a nada."

Abigail no podía contener la rabia que la consumía. Mientras el odio seguía llenándola, las lágrimas que trataba de reprimir se desbordaron, pero no por lástima, sino por la impotencia de ver la magnitud del daño causado por alguien que alguna vez conoció como un héroe.

Victor, aunque debilitado, escuchaba las palabras de Abigail, sintiendo el peso de su odio penetrando cada rincón de su ser. Intentó hablar, pero el dolor le ahogaba la voz. Sabía que, a pesar de todo, las palabras de Abigail no eran solo una acusación hacia él, sino una condena.

Luci, observando la situación, no sabía qué hacer. Quería salvar a su esposo, pero el daño ya estaba hecho. Y en ese instante, ella también comprendió que había algo irremediable en lo que sucedió: la paz que tanto deseaba no podía alcanzarse, no mientras los fantasmas del pasado seguían pesando sobre ellos.

En medio de ese angustioso silencio, el odio de Abigail y el dolor de Victor se entrelazaron, creando una atmósfera de desolación. La batalla que había comenzado años atrás ahora no solo involucraba la supervivencia, sino también el precio de las decisiones tomadas, el daño irreparable de un destino que se desmoronaba lentamente.

Abigail, al escuchar la pregunta de sus hijos, sintió una punzada de dolor en su pecho. Adrien y Ezequiel, con ojos llenos de incertidumbre, miraban a Victor, que yacía debilitado en el suelo, intentando recomponerse mientras las palabras de su madre resonaban en el aire.

"¿Él es nuestro padre?" preguntaron los gemelos, sus voces llenas de una mezcla de curiosidad y confusión, mientras observaban a Abigail como si esperaran una respuesta definitiva.

Abigail, con el corazón apesadumbrado, miró a sus hijos, luego volvió a fijarse en Victor. El rostro de ella estaba marcado por el sufrimiento y el enojo, pero también por una tristeza profunda, una tristeza que no podía esconder. Sabía lo que Victor había hecho, y aún así, esa pregunta de sus hijos la golpeaba como una ola.

"Sí... es tu padre", respondió Abigail con voz quebrada, pero firme. "Aunque no lo parezca, y aunque no lo creas, él... él es tu padre." Las palabras le dolían como si se las arrancaran del alma. No podía decir nada más. Había tanto enojo, tanta rabia, pero a la vez un dolor tan grande que las palabras se le quedaban atrapadas en la garganta.

Adrien y Ezequiel intercambiaron miradas entre ellos, procesando la revelación. A pesar de sus años, aún eran jóvenes, y la complejidad de la situación les era difícil de entender. El hombre que tenían frente a ellos, que parecía tan ajeno a su mundo, que estaba en el suelo, débil y herido, era el mismo que les había dado la vida, aunque Abigail había hecho todo lo posible por mantenerlos alejados de él.

Victor, al oír esas palabras, intentó levantarse, pero el dolor lo detuvo. Miró a los gemelos con ojos vacíos, un reflejo de su humanidad perdida. Sabía que no podía cambiar lo que había hecho, y las palabras de Abigail lo hicieron sentir más distante de lo que alguna vez fue.

"Lo siento", murmuró, con la voz quebrada por el dolor y el arrepentimiento. Pero esas palabras parecían no ser suficientes. La culpa que lo consumía, la destrucción que había causado, no podía ser redimida por un simple "lo siento".

Abigail miró a sus hijos, sintiendo cómo la angustia se apoderaba de ella. Tenía que protegerlos, darles la verdad, pero al mismo tiempo, temía que todo lo que había hecho para mantenerlos a salvo, fuera ahora en vano.

Abigail, con los ojos llenos de desesperación, apuntó el arma hacia su cabeza. Su rostro estaba marcado por el dolor y la tristeza; el peso de todo lo que había vivido, de todo lo que había perdido, la había arrastrado a ese momento sombrío. La idea de terminar con todo, de escapar de su propio sufrimiento, parecía la única salida.

Pero antes de que pudiera presionar el gatillo, una mano fuerte la detuvo. Victor, aún débil, se levantó rápidamente, ignorando el dolor que recorría su cuerpo. Con la velocidad que le quedaba, tomó el arma de las manos de Abigail, evitando que se hiciera daño a sí misma.

El impacto de la acción lo hizo escupir sangre, que cayó con fuerza sobre el hombro de Abigail. Victor, herido y con la respiración entrecortada, la miró a los ojos. Sus ojos, aunque vacíos, reflejaban algo que no se veía en él desde hacía mucho tiempo: compasión y un profundo arrepentimiento.

"No lo hagas", dijo con voz rasposa, mientras le quitaba el arma de las manos. "No eres tú... no más... No sigas este camino, no te hagas esto a ti misma."

Abigail, sorprendida por la fuerza de su acción, intentó apartarse, pero el dolor en su pecho seguía siendo insoportable. No era solo por la situación presente, sino por todo lo que había tenido que pasar para llegar hasta allí. La presión de haber perdido a su familia, el odio hacia Victor y lo que él había hecho, y la culpa de haber tomado decisiones que la habían llevado a ese punto la estaban desbordando.

Victor, aún sosteniendo el arma, la miraba con ojos llenos de pesar. "Lo siento por lo que hice. Sé que no hay nada que pueda hacer para cambiarlo, pero no quiero que... que te hagas daño. No te mereces eso."

El ambiente estaba tenso, el aire cargado de dolor y arrepentimiento. Abigail, por un instante, miró al hombre que había sido parte de su peor pesadilla. Aunque estaba profundamente herida, la presencia de Victor en ese momento inesperado despertó en ella una extraña mezcla de emociones.

Con el arma en sus manos, Victor había intervenido no solo para evitar que Abigail acabara con su vida, sino también para intentar detener el ciclo de dolor y destrucción que él mismo había comenzado. Pero la pregunta seguía flotando en el aire: ¿podría alguna vez redimirse por lo que había hecho? ¿Y podría Abigail perdonarlo alguna vez?

El silencio se prolongó, mientras ambos se enfrentaban, cada uno atrapado en su propio dolor.

Joel y Gaby llegaron rápidamente al lugar, alertados por la llamada de Luci. La escena que encontraron era sobrecogedora: Victor, herido, con sangre aún saliendo de su pecho, mientras Abigail, con una expresión de ira y dolor, mantenía el arma en sus manos. El ambiente estaba cargado de tensiones no resueltas y recuerdos dolorosos.

Joel, al ver a Victor herido, se acercó rápidamente. A pesar del odio y el dolor que sentía hacia el hombre frente a él, la preocupación por su madre y el momento lo superaron. Se agachó junto a Victor y, usando su habilidad para regenerar, comenzó a curar la herida en el pecho de Victor, concentrando toda su energía en sanarlo. La herida comenzó a cerrarse, y la sangre dejó de fluir, lo que permitió que Victor pudiera respirar con más normalidad.

Sin embargo, Victor no estaba completamente recuperado. A pesar de la regeneración física, las cicatrices emocionales que había causado en todos seguían presentes.

Joel, al ver que Victor ya estaba mejor, levantó la vista y vio a Abigail. La tensión entre ellos era palpable, y Joel no pudo evitar preguntar: "¿Quién es ella?" Su voz era dura, llena de confusión, pero también de dolor. No comprendía la magnitud de lo que estaba sucediendo, y aún menos la conexión entre su madre y ese hombre que había estado involucrado en el dolor de su familia.

Abigail, al ver a Joel, se llenó de furia y desesperación. El chico frente a ella era su hijo, el fruto de la tragedia que ella había vivido, y Victor, el hombre que había arruinado su vida. "Soy tu madre", dijo con voz quebrada, pero el odio se notaba en su tono. "Y este hombre," señaló a Victor, "fue el que destruyó todo lo que conocía. No hay perdón para él."

Joel, al escuchar esas palabras, sintió un nudo en el estómago. La revelación de que Abigail era su madre biológica le golpeó con fuerza. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar, pero el dolor y la confusión solo aumentaban. No entendía cómo todo esto había sucedido.

"Lo sé," dijo Joel, su voz tensa, aunque aún llena de incertidumbre. "Pero... no sé si la venganza va a ayudarnos. Ya hemos perdido tanto... ¿vale la pena seguir con todo esto?"

Victor, aún de pie pero visiblemente afectado, miró a su yerno. Las palabras de Joel resonaron en su mente. Él también había sido parte de esta destrucción, y aunque las cicatrices físicas desaparecían con el tiempo, las emocionales seguían abiertas, sin esperanza de curarse pronto.

El aire estaba cargado de silencios y emociones, mientras todos luchaban con la realidad de lo que había sucedido y lo que aún podía suceder.

Abigail observó a Victor, que ahora estaba curado pero con una cicatriz visible en el pecho, una marca que no solo representaba el daño físico, sino también el dolor que había causado a su familia. Sus ojos reflejaban una mezcla de ira, tristeza y una profunda incomodidad, como si lo que había sucedido le hubiera arrancado algo dentro.

Victor se apartó un poco del grupo, alejándose de todos para intentar calmarse. Se sentó, mirando al suelo, intentando procesar lo que había sucedido. La oscuridad de su pasado lo perseguía, como una sombra que no podía escapar, y, a pesar de los avances que había hecho en su vida, los recuerdos de los errores que cometió seguían golpeando su conciencia.

Sabía que no podría cambiar lo que había hecho. Había destruido tanto, había causado tanto sufrimiento. Abigail, la madre de Joel, aún lo veía como un monstruo, y con razón. La distancia entre lo que era ahora y lo que había sido en su tiempo de villano era vasta, pero la culpa seguía atormentándolo.

"El pasado no se olvida," murmuró Victor, para sí mismo. "No importa cuántas veces trate de dejarlo atrás, siempre estará allí."

Abigail observó desde lejos, pero sus pensamientos estaban igualmente cargados de conflicto. Por un lado, su dolor por lo que había perdido era inconmensurable, pero por otro, la posibilidad de una reconciliación —aunque remota— comenzó a surgir en su mente. No sabía si podía perdonar a Victor, ni siquiera si debería, pero el hecho de que él estaba dispuesto a enfrentar su pasado de una manera tan cruda hacía que sus sentimientos fueran mucho más complicados de lo que había imaginado.

Mientras Victor seguía sentado, mirando la cicatriz en su pecho, Joel y los gemelos, Ezequiel y Adrián, se mantenían en silencio. Nadie sabía qué hacer ni qué decir. La tensión en el aire era palpable, como si cada uno estuviera esperando el siguiente movimiento, el siguiente paso en un juego que ya había causado demasiados daños.

Victor finalmente levantó la cabeza, mirando el horizonte. La isla, tan tranquila y distante de los horrores de su pasado, parecía burlarse de él. Como si el destino lo hubiera colocado aquí, en este lugar, para enfrentar los fantasmas de su vida. Su mente no podía dejar de pensar en todo lo que había hecho. La paz momentánea que había logrado encontrar junto a Luci parecía frágil, como si cualquier cosa pudiera destruirla en un abrir y cerrar de ojos.

"Lo siento," susurró Victor, aunque no estaba seguro de si alguien lo escuchó.

Victor, incapaz de contener el peso de sus propios sentimientos, dejó que las lágrimas recorrieran su rostro en silencio. Aunque había sido un hombre fuerte en su tiempo de villano, enfrentarse a su propio arrepentimiento y al daño que había causado era algo que no podía ignorar. Sus hombros temblaban levemente, y la cicatriz que quedaba en su pecho parecía arder con cada lágrima que caía.

Al mismo tiempo, Joel, aunque sintiendo una gran mezcla de emociones al ver a su suegro sufrir, se giró hacia su madre. Sabía que su madre, Abigail, necesitaba consuelo, aunque las circunstancias fueran complicadas. Hacía mucho tiempo que había deseado conocerla, deseaba sentir la conexión que cualquier hijo sentiría con su madre. La distancia entre ellos era enorme, pero el anhelo de estar juntos siempre había estado allí, a pesar de todo.

Se acercó lentamente a Abigail, quien lo observaba con una mezcla de sorpresa y dolor. Ella también había estado atrapada en sus propios demonios, incapaz de perdonar completamente a Victor, pero de alguna manera, verla allí, a su lado, le proporcionaba algo de consuelo. Joel le ofreció un abrazo, un gesto lleno de ternura y comprensión, como si quisiera sanar las heridas que ambos habían llevado durante tanto tiempo.

"Te he extrañado tanto, mamá," susurró Joel, con la voz quebrada por las emociones. Su madre, tocada por sus palabras, finalmente cedió, abrazándolo con fuerza. No había palabras que pudieran llenar el vacío de años de separación, pero en ese abrazo, ambos sentían una pequeña chispa de lo que podría haber sido, de lo que podría ser.

Mientras tanto, Victor, en su rincón, seguía llorando. No podía evitar sentir que, aunque las personas a su alrededor parecían moverse hacia la sanación, él aún estaba atrapado en el laberinto de su propio arrepentimiento. La reconciliación con su familia, con su hija, y con él mismo, parecía tan lejana, casi imposible.

Abigail, al sentir el abrazo de su hijo, por fin se permitió un respiro, algo que no había hecho en mucho tiempo. Su corazón, aunque herido, comenzó a sanar, aunque lentamente. No todo se podía reparar de inmediato, pero este primer paso, este primer abrazo, era un comienzo.

Victor, a través de sus lágrimas, los observaba, en silencio. Aunque no podía borrar el daño que había causado, había algo en la escena que le dio un atisbo de esperanza. Tal vez, después de todo, la familia aún podía sanar. Quizá, aunque el pasado no se pudiera cambiar, podían encontrar una forma de avanzar, aunque fuera a pasos pequeños y titubeantes.

Abigail se acercó a Victor con pasos decididos, su mirada fija en él como si quisiera exigirle una respuesta por todo lo que había hecho. Sin embargo, al ver su rostro, algo cambió. Victor, normalmente tan seguro de sí mismo, tan imponente, ahora estaba completamente vulnerable, con las lágrimas cayendo por sus mejillas, como si toda su fuerza hubiera desaparecido en ese mismo instante.

Abigail, con la mano en el aire, se acercó a él, sus dedos tocando su rostro con suavidad, como si quisiera obligarlo a mirarla. Pero al hacerlo, notó la vulnerabilidad de Victor, algo que no había anticipado. Era como si el hombre que había conocido y temido se hubiera desvanecido, dejando a un ser humano, roto, que sentía el peso de sus propios errores.

Su expresión de triunfo se desvaneció, sustituida por una mezcla de confusión y desconfianza. ¿Cómo podía este hombre, que había causado tanto daño, mostrar ahora una fragilidad tan evidente? No sabía cómo reaccionar ante ello, ni cómo procesarlo. En su corazón, la ira aún ardía, pero al ver esa fragilidad, todo parecía más complejo.

Victor, sintiendo la presión de su mirada, levantó ligeramente la cabeza, pero sus ojos seguían llenos de lágrimas. No podía decir nada, no sabía qué palabras ofrecer, ni si realmente existían palabras que pudieran cambiar el dolor que había causado. La humillación no venía de lo que Abigail le hacía, sino de la constante tortura interna que sentía por sus propios actos, que ahora lo consumían.

Abigail, al ver sus ojos, sus lágrimas, algo se rompió en ella. En algún rincón de su ser, la furia se desvaneció, al menos por un segundo. Ella lo miraba, algo vacilante, sin saber cómo procesar la situación. ¿Era posible perdonar a alguien como él? ¿Era posible olvidar lo que había hecho? La idea de la venganza seguía viva en su corazón, pero no podía negar que la vulnerabilidad de Victor la desarmaba.

Por un momento, todo estuvo en silencio. No era un silencio cómodo, ni una tregua; era la tensión de dos almas que, aunque heridas, se encontraban cara a cara en la cruda realidad de sus emociones. Abigail no sabía si debía apartarse o seguir enfrentando esa mirada. Y Victor, en su silencio, solo esperaba que, por una vez, pudiera encontrar algo de redención, aunque fuera un pequeño destello de comprensión.

Victor, con su rostro cubierto de lágrimas, finalmente encontró las palabras que había estado reprimiendo durante todo ese tiempo. Miró a Abigail, quien aún tenía sus manos sobre su mejilla, y con un suspiro profundo, habló con una voz quebrada por el dolor.

"Sí, maté gente. Sí, asesiné a personas", dijo, dejando que sus palabras flotaran en el aire, pesadas y dolorosas. "Ya lo sé... Yo también quería venganza... me habían matado a Gaby."

El nombre de su hija, Gaby, salió de su boca con una mezcla de tristeza y rabia que había estado guardando dentro de sí por tanto tiempo. Sus ojos, llenos de angustia, se encontraron con los de Abigail, como si finalmente le estuviera mostrando la verdadera razón detrás de sus acciones.

"Lo hice porque me cegó el dolor, porque no sabía cómo más lidiar con la pérdida de ella", continuó, su voz volviéndose más baja, casi como si estuviera hablándose a sí mismo. "Cuando te quitan a alguien que amas, pierdes la capacidad de ver el mundo con claridad. Lo único que ves es una sombra de rabia, y no hay manera de detenerla."

Victor cerró los ojos por un momento, como si intentara reunir sus fuerzas para continuar, antes de mirar nuevamente a Abigail. "No estoy pidiendo perdón, ni eximiéndome de lo que hice. Sé que la violencia nunca es la respuesta, pero eso es lo que fue mi vida. Venganza tras venganza."

El silencio que siguió fue denso, cargado de todas las emociones no expresadas, tanto de Victor como de Abigail. El hombre que se había mostrado tan imponente y fuerte ahora estaba vulnerable ante ella, mostrando el rostro de alguien que había sufrido profundamente y, quizás, de alguien que aún cargaba con las cicatrices de su propio sufrimiento.

Abigail, aunque su ira seguía viva en su interior, no podía evitar sentir un atisbo de compasión por él. Por un momento, todo parecía volverse más humano, más comprensible, pero eso no significaba que su dolor fuera menos real. No sabía si podía perdonarlo, o si debía seguir adelante con su venganza. Lo que sí sabía era que la complejidad de la situación ahora se había multiplicado.

Victor, esperando una reacción, solo deseaba que ella lo dejara ir, que al menos su mirada dejara de ser tan condenatoria. "Solo quería que me comprendieras", dijo, mientras bajaba la cabeza. "Solo quería que vieras que no todo lo que hice fue por placer. Algunas cosas, algunas decisiones, las hice porque sentí que no tenía otra opción."

El aire seguía cargado de tensión, pero al menos las palabras de Victor le ofrecían una pequeña puerta hacia la posibilidad de entender lo que lo había llevado a hacer lo que hizo. La pregunta era si Abigail estaba dispuesta a entrar en esa puerta o si su odio aún era demasiado fuerte para dejarla atrás.

Abigail, en un giro inesperado de emociones, observó a Victor con una mezcla de compasión y confusión. Por un momento, sus ojos se suavizaron y, aunque no lo admitiera abiertamente, algo en su interior cambió. El sufrimiento que había visto en él despertó algo más profundo, algo que no quería reconocer. La rabia que había llevado durante tanto tiempo se encontraba ahora diluida por una sensación contradictoria. A pesar de todo lo que Victor le había hecho, no podía negar que había algo humano en él, algo que la tocó de manera inexplicable.

Sin embargo, al mismo tiempo, la defensa que había construido a lo largo de los años seguía firme, y su impulso de protegerse era más fuerte que la vulnerabilidad que sentía. Por eso, sin pensarlo demasiado, se burló de él, tratando de mantener esa distancia emocional.

"¿Vas a llorar ahora?", dijo Abigail, con una sonrisa sarcástica, como si quisiera desviar la atención de la vulnerabilidad que acababa de sentir. "¿Ahora quieres mi compasión, después de todo lo que hiciste?"

Victor, por otro lado, no pudo evitar mostrar un leve temblor en su rostro. Sus ojos, llenos de dolor y arrepentimiento, reflejaban una herida profunda, y aunque intentaba mantener la compostura, se podía ver que estaba al borde de perder el control. Las palabras de Abigail lo golpearon, pero no de la manera en que había anticipado. No era el desprecio que esperaba; en su lugar, había una burla, una especie de refugio para ella misma que él no pudo comprender por completo.

Su mirada, empañada por las lágrimas que aún no caían, se centró en ella. Sabía que, por más que él intentara justificar sus acciones, nunca podría deshacer el daño hecho. Y eso lo devastaba.

"Lo siento", murmuró, apenas audible, mientras una lágrima comenzaba a rodar por su mejilla, sin poder evitarlo. "No sé si algún día podré perdonarme a mí mismo."

Pero Abigail, al verlo tan vulnerable, sintió una punzada en su pecho. Lo que había comenzado como rabia e ira se convertía lentamente en algo más confuso, algo que no podía identificar. Por un segundo, la burla que había soltado se desvaneció, dejando solo un silencio incómodo entre ellos.

Ambos sabían que las cicatrices que se habían dejado en el pasado eran profundas y difíciles de sanar. Pero, por primera vez, Abigail no estaba tan segura de querer seguir siendo la mujer que siempre había sido. Y Victor, con el dolor de su propio arrepentimiento, se encontró a sí mismo deseando algo que parecía imposible: una forma de encontrar paz, incluso si solo fuera por un instante.

Abigail, al ver la vulnerabilidad de Victor, no pudo evitar soltar esas palabras con tono sarcástico, como si quisiera restarle importancia al momento que ambos estaban compartiendo, tratando de ocultar sus propias emociones.

"Eres muy chillón", dijo, cruzando los brazos mientras lo miraba con una mezcla de burla y algo más difícil de descifrar. La dureza en su voz parecía intentar borrar el pequeño atisbo de compasión que había sentido por él.

Victor, aunque herido por las palabras, levantó la cabeza lentamente, con una mezcla de frustración y resignación. Sabía que no merecía comprensión de nadie, menos de Abigail, quien había sufrido tanto por su culpa. Sin embargo, en lo profundo de su ser, había una parte de él que, a pesar del sarcasmo de ella, anhelaba algún tipo de perdón o, al menos, de comprensión.

"Sí", respondió Victor, con una sonrisa amarga, "soy un chillón. Lo sé, pero lo que hice... no sé si algún día podré repararlo."

Abigail lo miró fijamente por un momento, su mirada fría como siempre, pero con un atisbo de duda en sus ojos. La verdad era que sus palabras estaban hechas para alejarlo, para mantener a raya los sentimientos que comenzaban a aflorar, pero no podía negar que algo en su interior comenzaba a cuestionar lo que había creído durante tanto tiempo.

Sin decir nada más, Abigail dio un paso atrás, como si se estuviera alejando no solo físicamente, sino también emocionalmente. "No te hagas el víctima, Victor", murmuró, con la voz aún cargada de ira, pero también con una rareza en su tono, como si algo estuviera rompiéndose en ella.

Victor, por su parte, sintió cómo ese pequeño momento de vulnerabilidad entre ellos se desvanecía, como si nunca hubiera existido. La dureza de Abigail lo golpeaba, pero en el fondo sabía que era una reacción comprensible. Y, por primera vez en mucho tiempo, se sintió realmente solo con su arrepentimiento, con la amarga certeza de que no había forma fácil de reparar el daño que había causado.

Abigail, impaciente con la vulnerabilidad de Victor, lo tomó por la camisa con una fuerza inesperada y lo arrastró hacia una terraza, alejándolos del lugar donde todos los demás estaban. Victor, entre lágrimas y una mezcla de frustración, intentó contener su llanto, pero cada palabra de Abigail parecía hacerle más difícil calmarse.

"Deja de llorar, eso es molesto", dijo ella, su tono cortante y lleno de desdén, mientras lo empujaba hacia la terraza, como si la distancia entre ellos fuera la única manera de mantener el control de la situación.

Victor, aún temblando por la intensidad de lo que había vivido en las últimas horas, se dejó llevar, su rostro empapado de lágrimas. "No puedo evitarlo... ¿cómo esperas que lo haga?", murmuró con voz quebrada. Sentía una presión abrumadora en su pecho, y a pesar de todo su deseo de ser fuerte, de contenerse, no podía dejar de sentir que cada emoción reprimida estaba a punto de desbordarse.

Una vez en la terraza, Abigail lo soltó bruscamente, dejándolo ahí, de pie, mientras ella se cruzaba de brazos, mirando el horizonte. "Tú destruiste todo, Victor. No tienes derecho a llorar por lo que hiciste", dijo con un tono de desdén, su mirada fija en la distancia.

Victor se quedó en silencio un momento, mirando al suelo mientras intentaba controlar sus emociones. "Lo sé... no lo merezco", dijo en un susurro, como si su alma se estuviera vaciando con cada palabra. Pero Abigail no parecía dispuesta a darle consuelo.

"¿Sabes lo que es perder todo? ¿Lo que es ver tu vida destrozada por alguien como tú?" Abigail preguntó, aunque su voz era más dura que nunca, algo en su interior estaba gritando para no mostrar vulnerabilidad.

Victor levantó la mirada hacia ella, su rostro ahora tranquilo, aunque sus ojos seguían reflejando el dolor. "Sí, lo sé. He perdido mucho... y lo peor es que la culpa es mía."

La tensión entre ellos era palpable, pero Abigail no podía negar que, en algún rincón de su ser, había algo que la hacía querer entender, o quizás, algo que aún la mantenía conectada a este hombre que tanto daño le había hecho.

Finalmente, Abigail suspiró, dejando de lado su postura defensiva, aunque no bajó completamente la guardia. "No sé por qué sigo aquí", murmuró más para sí misma que para él. "Quizás porque, a pesar de todo, algo dentro de mí quiere que pagues por lo que hiciste. O tal vez... solo quiero saber si alguna vez serás capaz de entender lo que causaste."

Victor la miró fijamente, reconociendo que ese podría ser el momento más cercano a una respuesta que tendría sobre el daño que había hecho. Pero, en su corazón, sabía que no había ninguna respuesta que pudiera aliviar su culpa, ninguna palabra que pudiera hacer que todo lo que había destruido fuera a volver a la vida.

Abigail, con el rostro tenso de ira, miró fijamente a Victor, sus ojos llenos de rabia contenida. "Un pacto de sangre. Tú mataste a mi hijo, dame otro hijo", dijo, su voz resonando con un odio profundo, mientras se acercaba a él con una furia palpable.

Victor se quedó en shock, incapaz de entender por completo lo que estaba oyendo. Sus emociones, ya profundamente afectadas, se desbordaron aún más al escuchar esas palabras. "¿Qué estás diciendo?", preguntó con voz quebrada, sintiendo como si todo lo que había hecho en su vida lo estuviera alcanzando de nuevo.

Abigail no mostró piedad. "Tuvo que ser una forma de pago, ¿no? Tú le quitaste la vida a Joel, ahora dame lo que me pertenece", dijo, con cada palabra cargada de una furia salvaje, como si intentara canalizar todo su sufrimiento en una sola exigencia.

Victor, aunque completamente confundido, no podía negar el dolor que esa acusación le causaba. Sabía que en su pasado había cometido atrocidades, pero no estaba preparado para enfrentarse a algo tan absurdo y tan doloroso como esta solicitud.

"¿Qué quieres que haga?", respondió, su voz vacía de cualquier esperanza, su mente atrapada en la oscuridad de su propio pasado. "Ya lo he perdido todo, ¿cómo puedo darte algo que ni siquiera sé si es posible?"

Abigail, con los ojos ardiendo de furia, no esperaba una respuesta lógica o razonable. Ella solo quería que Victor sintiera el peso de lo que había hecho, que experimentara, de alguna manera, el sufrimiento que ella había vivido durante tantos años. "Eso no te corresponde decidir", dijo con frialdad, sus manos temblando ligeramente por la tensión acumulada. "Ahora, hazlo."

Victor la miró fijamente, sabiendo que no había una forma fácil de redimir lo que había hecho, ni de cumplir con una demanda como esa. Su corazón latía con fuerza, y aunque sentía la presión, sabía que no podía dejar que la situación se desbordara aún más.

Finalmente, solo suspiró profundamente, con el rostro marcado por la culpa y el dolor. "No puedo", dijo, con una tristeza indescriptible. "Ya he destruido demasiadas vidas, no puedo traicionar más lo que soy, lo que fui. Si eso es lo que buscas, no lo encontrarás en mí."

Abigail lo observó en silencio, la rabia en sus ojos comenzando a transformarse en una especie de vacío. Aunque no obtenía lo que quería, sabía que Victor estaba siendo sincero en su rechazo. Sin embargo, el vacío en su corazón no desaparecía, y la demanda que había hecho seguía resonando en su mente.

"Lo que hiciste no se olvida", dijo finalmente, en un tono más bajo, como si esas palabras pudieran alguna vez sanar el sufrimiento que ambos cargaban. Sin embargo, algo en su expresión mostró que quizás, solo quizás, en su interior también había un atisbo de comprensión por el dolor que él llevaba consigo.

Abigail, al escuchar la negativa de Victor, apretó los dientes, y su furia creció aún más. "Tienes cinco minutos, y no estoy pidiendo tu opinión", dijo con frialdad, su tono gélido como el hielo. La presión que ponía sobre Victor era palpable, como si todo el sufrimiento que había acumulado durante años se hubiera canalizado en esa exigencia.

Victor, con la mente completamente abrumada por la situación, respiró profundamente para intentar calmarse. "No puedo hacer esto, Abigail", respondió con voz temblorosa, intentando controlar la situación. "Lo que me pides es imposible. Esto no solucionará nada, solo traerá más sufrimiento."

Abigail no le dio tiempo para que terminara de hablar. Su expresión se tornó aún más severa. "¡No me digas lo que puedo o no puedo hacer! Tú mataste a mi hijo, y ahora me debes algo. Si no lo haces, te haré pagar por cada segundo de mi sufrimiento", dijo, sus ojos brillando con furia, como si fuera capaz de desatar una tormenta con solo su mirada.

Victor se sintió atrapado, sin salida, pero sabía que ceder a esa petición solo profundizaría el ciclo de destrucción. "Esto no tiene sentido", dijo, más para sí mismo que para Abigail. "No cambiará lo que sucedió. Nada lo hará."

Abigail se acercó más, su ira evidente. "Tienes cinco minutos, Victor", repitió, esta vez con una amenaza clara en su voz. "Si no lo haces, el precio será más alto de lo que puedes imaginar."

Victor, aunque devastado, mantuvo su postura. No podía hacerle frente a su propia conciencia ni a los recuerdos de su hija, ni a los horrores que había causado. "No voy a ser parte de esto, Abigail. No más."

El silencio que siguió estuvo lleno de tensión. Abigail lo miró fijamente, claramente luchando con el furor y el dolor que sentía, pero también había un atisbo de duda. Tal vez algo en su corazón sabía que lo que estaba pidiendo era irracional. Sin embargo, la rabia seguía dominando su voluntad.

Finalmente, Abigail dio un paso atrás, pero no bajó su mirada desafiante. "Estás perdiendo tu oportunidad. No me olvides, Victor. El destino siempre encuentra la manera de cobrar sus deudas."

Victor se quedó en silencio, sin saber cómo responder. El peso de la situación lo aplastaba, y sabía que cualquier intento de salir de ese ciclo de dolor solo lo haría más difícil para todos.

Abigail, con una mirada desafiante, se acercó a Victor con la intención de hacerle un reproche que combinaba frustración y un toque de humor.

— Ya es hora de pagar por lo que hiciste, ¿no crees? — dijo, con una media sonrisa mientras le quitaba la chaqueta de forma juguetona.

Victor, completamente desconcertado por la actitud de Abigail, trató de mantenerse firme, aunque la situación era más incómoda que lo que había anticipado. Ella continuó, jugando con las circunstancias, pero sin perder de vista el dolor que ambos llevaban en sus corazones.

— ¿Crees que todo es tan sencillo? — replicó él, intentando desviar la conversación con algo de humor, mientras se tomaba un respiro.

Abigail, por su parte, parecía divertirse un poco con el desconcierto de Victor, pero había una parte de ella que también estaba procesando el sufrimiento que ambos compartían.

Aunque el ambiente parecía cargado de tensión, lo cierto es que detrás de todo había más que simples reproches. Ambos llevaban cicatrices de un pasado difícil, y lo que en un principio parecía una confrontación, pronto se convirtió en una especie de entendimiento tácito, aunque aún complicado de expresar con palabras.

Victor regresó al lugar después de varias horas, su rostro reflejaba una mezcla de frustración y agotamiento. Notó que había marcas visibles en su piel, vestigios de lo que había sucedido. Su cabello estaba desordenado y algo de maquillaje se encontraba en su cuello, dejando claro que el encuentro con Abigail no había sido fácil.

— Te odio — le dijo Victor, su voz entrecortada por el cansancio.

Abigail, por otro lado, observaba con una sonrisa algo triunfante. No decía nada, pero su expresión era suficiente para transmitir que había logrado algo, aunque fuera de forma impredecible. No era solo un juego, sino una respuesta a la ira y el dolor compartido.

Victor, aún procesando la extraña mezcla de emociones que sentía, miró a Abigail con desconfianza, pero también con un atisbo de aceptación. El dolor de su pasado no desaparecía, pero la presencia de Abigail lo mantenía atado a recuerdos que aún no podía dejar atrás.

Abigail observó a Victor en silencio por un momento, su expresión era seria, casi distante. Había algo en su mirada que mostraba tanto furia como una cierta satisfacción oscura. A pesar de la situación, la calma con la que se mantenía contrastaba con la tensión que se sentía en el aire.

—¿Te sientes mejor ahora? —dijo Abigail, su voz baja, pero cargada de significado. No era una pregunta amable, sino una afirmación con un tono de reproche.

Victor, aún con las marcas visibles y el cabello alborotado, la miró con intensidad. No dijo nada en respuesta, solo un suspiro cargado de frustración, como si no tuviera palabras suficientes para describir el conflicto interno que sentía. Su odio hacia ella seguía intacto, pero había algo más en ese momento. Un roce de arrepentimiento y también de cansancio.

Abigail lo miró fijamente, con una sonrisa apenas perceptible.

—Tu hija ya está lejos, y ahora todo lo que queda es lo que haces con el dolor que causaste. No puedes cambiar lo que hiciste, pero seguro que puedes tomar responsabilidad por lo que sucedió —dijo, su voz firme, casi despectiva. Ella no buscaba consuelo ni compasión, solo quería verlo confrontar la monstruosidad que había dejado atrás.

Victor, con el rostro lleno de enojo y frustración, levantó la mirada, enfrentando sus propios demonios. — No hay manera de arreglar lo que pasó, Abigail. No hay nada que me permita corregir mi pasado —respondió, su tono grave y lleno de dolor.

Abigail asintió, como si lo entendiera, pero al mismo tiempo, no mostraba compasión. Sabía que la venganza no traería paz, pero el pensamiento de que había tenido el poder de hacerle sentir algo a Victor era suficiente para que ella se mantuviera firme. Había dado su propia respuesta, y lo que sucediera después ya no era tan relevante.

—Lo sé —dijo con frialdad—. Pero al menos ahora, ambos podemos vivir con lo que somos.

Victor, visiblemente incómodo por la situación, frunció el ceño mientras veía a Abigail, quien tenía una sonrisa traviesa en el rostro.

Victor: "¿En serio? ¿Mordiste mi cuello como si fuera un chiste de Halloween?"

Abigail, sin dejar de sonreír, le dio un pequeño empujón. "¡Vamos, Victor! No te pongas tan serio, estaba claro que no podías resistirte."

Victor, frotándose el cuello, soltó una risa nerviosa. "Te juro que si vuelves a hacer eso, te voy a tener que poner una multa por exceso de entusiasmo."

Abigail, con una mirada divertida, se cruzó de brazos. "Lo tomaré como un cumplido... aunque no sé si tú puedas sobrevivir a mi 'carisma'."

Victor negó con la cabeza, una sonrisa escapando de su rostro. "Creo que con tu carisma, más de uno estaría pidiendo un descanso."

Abigail soltó una risa mientras se apartaba un poco. "No te preocupes, Victor, solo era un pequeño recordatorio de quién lleva las riendas."

Victor, claramente agotado por los eventos, resopló. "Ya me di cuenta. Pero la próxima vez, avísame antes de que me conviertas en tu almohada personal."

Abigail, sin perder su actitud desafiante, se cruzó de brazos y lo miró con una sonrisa burlona.

Abigail: "¿Qué? ¿No te gustó la idea? Pensé que un pequeño 'pacto de sangre' nos vendría bien, un toque de drama para avivar la cosa, ya sabes, para hacerlo más emocionante."

Victor, visiblemente frustrado, resopló. "¡Excusa aceptada, pero no me hagas involucrar a mi salud mental en estos pactos ridículos! Ya tengo suficientes cosas en la cabeza como para añadir otro hijo."

Abigail, con una mirada juguetona, se acercó un poco más a él. "Vamos, Victor, no seas tan serio. ¿No crees que después de todo esto, un hijo sería un pequeño detalle? Yo diría que es lo mínimo que puedo pedir."

Victor levantó las manos en señal de rendición. "¡¿Un hijo?! ¿En serio? Me matas con tus ideas, Abigail. ¿No podías haber pedido algo más sencillo, como... no sé, un café o algo menos... complicado?"

Abigail soltó una carcajada. "Si fuera tan fácil, no tendría sentido. ¡Además, el café nunca tiene el mismo toque dramático que un buen pacto!"

Victor suspiró, dándose por vencido. "De acuerdo, ¡pero la próxima vez te lo pienso más antes de hacer un trato contigo!"

Continuará...