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Chapter 33 - Episodio 33: Quiero hijos

Mientras tanto, en la casa de Joel, el ambiente era tranquilo. El sol de la tarde se filtraba por las cortinas, iluminando suavemente la sala donde él y Gaby se encontraban. Ambos estaban sentados en el sofá, disfrutando de una conversación relajada, rodeados por el cálido sonido de la música de fondo.

—¿Sabes? —dijo Gaby, con una sonrisa mientras jugaba con un mechón de su cabello—. Estaba pensando que podríamos salir el próximo fin de semana. Hace tiempo que no tenemos una escapada juntos.

Joel asintió, apoyando la cabeza en el respaldo del sofá. —Suena bien. Podríamos ir a la cabaña en el lago. Necesitamos desconectar un poco, ¿no crees?

Gaby rió suavemente. —Definitivamente. Entre tu trabajo y todo lo demás, casi no hemos tenido tiempo para nosotros.

—Es cierto —respondió Joel, mirándola a los ojos—. Me he dado cuenta de que he estado algo distante últimamente. Lo siento, Gaby.

Ella tomó su mano y la apretó con cariño. —No tienes que disculparte, Joel. Entiendo lo ocupado que estás. Pero sí quiero que recordemos por qué hacemos todo esto. Lo importante que es no perder de vista lo que realmente importa.

Joel sonrió, agradecido por sus palabras. —Tienes razón. Tú siempre lo tienes.

El momento se prolongó en silencio, ambos disfrutando de la tranquilidad compartida. En ese instante, el mundo exterior parecía distante, y lo único que importaba era la conexión que compartían.

Gaby miró a Joel con seriedad, sus ojos reflejaban una mezcla de amor y preocupación. Había llegado el momento de hablar de algo que llevaba tiempo en su mente, algo que sabía que Joel evitaba.

—Joel… —dijo suavemente, tomando su mano—. ¿Has pensado en… tener un hijo?

Joel se quedó en silencio, su mirada fija en un punto indefinido del suelo. Su respiración se volvió más profunda mientras intentaba procesar lo que Gaby acababa de decir. No era una pregunta sencilla para él. Los recuerdos del pasado, de todo lo que perdió y no pudo proteger, comenzaron a inundar su mente. La imagen de lo que ocurrió antes, esa sensación de impotencia, aún lo atormentaba.

—Gaby… —respondió finalmente, con voz quebrada—. No sé si estoy listo para eso. No es que no quiera… Es solo que… no pude protegerlos antes. ¿Y si pasa otra vez? ¿Y si no puedo hacer nada?

Ella apretó su mano con más fuerza, acercándose más a él. —Joel, no eres el mismo de antes. Has cambiado, has aprendido, y lo más importante, nunca estarías solo en esto. No tienes que cargar con todo tú solo.

Joel suspiró, cerrando los ojos por un momento. Sentía el peso de sus temores, pero también el amor y la confianza de Gaby. —Es difícil… pensar en traer a alguien a este mundo cuando ni siquiera estoy seguro de poder proteger lo que ya tengo.

—Entiendo tus miedos —dijo Gaby, con voz suave pero firme—, pero no podemos vivir siempre con miedo. Si dejamos que el miedo decida por nosotros, nunca tendremos nada. Joel, no estoy pidiéndote una respuesta ahora, solo quiero que lo pienses.

Joel la miró a los ojos, viendo en ellos la esperanza y la confianza que él mismo necesitaba encontrar. Asintió lentamente. —Lo pensaré, Gaby. Prometo que lo haré.

Ella sonrió y lo abrazó, dejando que el silencio los envolviera nuevamente. Ambos sabían que la conversación no había terminado, pero al menos habían dado el primer paso para enfrentarse juntos a sus temores.

Joel se encerró en su cuarto, sumido en sus pensamientos. El peso de la conversación con Gaby aún rondaba en su mente. Se sentó en el borde de la cama, con la mirada perdida en el techo. Los recuerdos del pasado seguían acosándolo, pero también estaba la voz de Gaby, suave y firme, dándole esperanza.

Mientras tanto, Gaby, decidida a animarlo, buscó entre su ropa algo que pudiera sorprenderlo. Eligió un conjunto atractivo, algo que sabía que solía llamarle la atención. Se miró en el espejo, acomodando los últimos detalles antes de dirigirse al cuarto.

Abrió la puerta suavemente y entró con una sonrisa coqueta, pero Joel apenas reaccionó. No era que no la notara, sino que sus pensamientos seguían atrapados en otro lugar. Gaby suspiró internamente, acercándose a él.

—Joel… —susurró, colocándose frente a él.

Joel levantó la vista y, sin decir nada, la tomó suavemente por la cintura, atrayéndola hacia él. La abrazó con fuerza, como si quisiera transmitirle todo lo que no podía expresar con palabras. Luego, sin previo aviso, la besó en los labios, lento y profundo, dejando que el momento hablara por ambos.

Gaby correspondió al beso, cerrando los ojos y disfrutando de la calidez de ese instante. Sabía que Joel estaba luchando con sus propios demonios, pero ese gesto le dejó claro que, a su manera, él estaba tratando de acercarse a ella.

Gaby se apartó suavemente del abrazo, mirando a Joel con una mezcla de frustración y tristeza en sus ojos. Se cruzó de brazos y respiró profundamente antes de hablar.

—¿Sabes, Joel? A veces siento que sigues atrapado en el pasado —dijo, con la voz temblorosa pero firme—. Como si... como si lo único que importara fuera ese bebé que perdimos. Y yo... yo sigo aquí. Yo también sufrí, pero parece que no lo ves.

Joel bajó la mirada, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que tenía razón, pero también le costaba soltar el dolor que llevaba dentro.

—Gaby, no es que no me importe... tú eres todo para mí —respondió, tratando de encontrar las palabras correctas—. Solo que... me duele. Y no sé cómo dejar de pensar en ello.

—¡Pues empieza a pensar en nosotros! —exclamó Gaby, dando un paso hacia él—. Estoy aquí, Joel. Estoy luchando por nosotros, por nuestro futuro. Pero tú solo estás luchando con fantasmas. ¿Y yo? ¿Dónde quedo en todo esto?

Joel se quedó en silencio, incapaz de responder. Gaby lo miró unos segundos más, esperando una reacción, algo que le indicara que estaba dispuesto a seguir adelante con ella.

Finalmente, soltó un suspiro pesado y se dirigió hacia la puerta.

—Cuando decidas vivir el presente y no el pasado, me avisas. Porque no voy a esperar para siempre, Joel.

Y con esas palabras, salió del cuarto, dejando a Joel solo, sumido en sus pensamientos, enfrentándose no solo a su dolor, sino también al riesgo de perder a la persona que más amaba.

Joel, sintiéndose abrumado y sin poder aclarar sus pensamientos, decidió que necesitaba un respiro. Empacó algunas prendas, lo justo para unos días, y salió de la casa en silencio, evitando cualquier confrontación con Gaby. Sabía que no podía seguir en ese estado sin encontrar una forma de despejar su mente.

Condujo durante horas hasta llegar al puerto, donde abordó un ferry que lo llevaría a la isla en la que su suegro, Victor, aún disfrutaba de sus vacaciones junto a Luci. No había avisado a nadie, ni siquiera a Gaby, confiando en que el tiempo lejos le ayudaría a recuperar el equilibrio.

Al llegar a la isla, el calor del sol y el sonido del mar le dieron una sensación de alivio temporal. Caminó por la playa hasta el hotel donde sabía que Victor estaba hospedado. Al encontrarlo, Victor estaba en la terraza, relajado, con una bebida en la mano.

—¿Joel? ¿Qué haces aquí? —preguntó Victor, levantando una ceja, claramente sorprendido.

Joel se dejó caer en una silla cercana y suspiró profundamente.

—Necesito una noche de chicos... o varias. No puedo con todo esto, Victor. Necesito tu ayuda.

Victor, aunque desconcertado, entendió la seriedad en la voz de Joel. Dejó su bebida a un lado y asintió.

—Bien. Vamos a hablar y a despejar tu mente. Pero prepárate, porque no te voy a dar respuestas fáciles.

Joel asintió, agradecido. Sabía que Victor siempre era directo, pero también sabía que era justo lo que necesitaba en ese momento.

Joel y Victor se sentaron frente a una mesa en la terraza, con un tablero de damas chinas entre ellos. A su alrededor, el sonido del mar y la brisa cálida creaban un ambiente relajante. Ambos tenían vasos con bebidas refrescantes, y el juego comenzó en silencio, con movimientos calculados.

—¿Así que todo esto es por el bebé? —preguntó Victor, colocando una ficha de manera estratégica.

Joel suspiró, moviendo una ficha sin pensar demasiado. —No es solo eso. Es… el miedo. No quiero fallar otra vez. No quiero perder todo de nuevo.

Victor asintió lentamente, observando el tablero. —Lo entiendo. Pero la vida no te garantiza nada, Joel. Puedes hacer todo bien y aun así perder. Lo importante es si estás dispuesto a intentarlo de nuevo.

—¿Y si no lo estoy? —preguntó Joel, bajando la mirada.

Victor tomó un sorbo de su bebida antes de responder. —Entonces ya has perdido. No se trata de no tener miedo, Joel. Se trata de no dejar que el miedo decida por ti.

Joel meditó en esas palabras mientras movía otra ficha. El juego continuó en silencio por unos minutos más, hasta que Joel habló nuevamente.

—¿Y tú? ¿No tienes miedo? Tienes a Luci, y están tranquilos ahora. ¿No temes que algo cambie?

Victor sonrió de manera casi melancólica. —Claro que sí. Pero no dejo que eso me paralice. Prefiero disfrutar lo que tengo mientras lo tengo.

Joel asintió lentamente, comenzando a comprender. —Tal vez… debería intentar lo mismo.

Victor movió su última ficha, ganando el juego. Se recostó en la silla y sonrió. —Tal vez deberías. Pero por ahora, toma otra bebida. Mañana, veremos cómo enfrentamos el mundo.

Joel sonrió por primera vez en mucho tiempo y levantó su vaso. —Gracias, Victor. Necesitaba esto.

Gaby, al descubrir que Joel no estaba en casa, sintió una mezcla de frustración y desilusión. Después de dar vueltas por el lugar, suspiró profundamente, dándose cuenta de que necesitaba un respiro tanto como él. Sin pensarlo dos veces, empacó una maleta ligera, tomó las llaves del auto y salió rumbo a un lugar que siempre le había brindado paz: las montañas de New Honduras.

El trayecto fue largo, pero la vista valía cada minuto. Al llegar, el paisaje era imponente: montañas verdes cubiertas de neblina y un cielo despejado que parecía tocar las cumbres. El hotel, pequeño y acogedor, estaba enclavado en un valle tranquilo, rodeado de naturaleza en su estado más puro.

Gaby se registró en recepción y subió a su habitación, que tenía un balcón con vistas a las montañas. Se sentó en una silla, dejando que la brisa fresca acariciara su rostro mientras reflexionaba. ¿Por qué siempre tenía que cargar con el peso emocional de todo? Joel estaba herido, lo sabía, pero ella también lo estaba. Ambos necesitaban sanar.

Después de unos minutos, se levantó, decidida a aprovechar su tiempo allí. Caminó por los senderos del lugar, respirando el aire puro y escuchando el sonido de los pájaros. Con cada paso, sentía cómo su mente se despejaba. Al llegar a una cascada cercana, se detuvo, dejando que el sonido del agua la envolviera.

—Tal vez… necesitamos esto —susurró para sí misma, cerrando los ojos. Por primera vez en días, se sintió en paz.

Joel, con el ceño fruncido, movió una ficha en el tablero de damas chinas. Victor, sentado frente a él con una expresión relajada, observaba los movimientos de Joel con atención, dejando que el silencio llenara el espacio. Las bebidas sobre la mesa permanecían intactas, y la brisa marina de la isla les acariciaba el rostro.

—No puedo sacarme esto de la cabeza, Vic —dijo Joel finalmente, rompiendo el silencio. Miraba el tablero, pero sus pensamientos estaban en otra parte—. Gaby quiere tener un hijo, pero… no sé si puedo hacerlo otra vez. No después de lo que pasó.

Victor, apoyando los codos en la mesa, entrelazó los dedos y lo miró fijamente.

—Te entiendo, Joel. Pero aferrarte al miedo no va a ayudarte a avanzar. ¿Quieres protegerlos, verdad?

—Claro que sí —respondió Joel rápidamente, con un brillo de frustración en los ojos—. Pero, ¿y si fallo otra vez? ¿Y si no soy suficiente?

Victor se encogió de hombros, moviendo una ficha con precisión.

—No es cuestión de ser suficiente o no. Es cuestión de estar ahí, pase lo que pase. Nadie puede garantizarte que todo saldrá bien, pero si no lo intentas, ya estás perdiendo.

Joel suspiró, inclinándose hacia atrás en su silla y mirando el cielo. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el horizonte de tonos naranjas y rosas. Se quedó en silencio por unos minutos, considerando las palabras de Victor.

—Supongo que necesitas más que una charla para decidirte —agregó Victor, levantando una ceja—. Pero, por ahora, ¿te vas a mover o vas a dejarme ganar sin esfuerzo?

Joel soltó una pequeña risa, algo que no había hecho en días. Volvió a concentrarse en el juego, aunque su mente seguía debatiéndose entre el miedo y la esperanza.

Gaby se recostó en la amplia cama del hotel, rodeada de sábanas suaves y acolchadas. El ambiente era perfecto: una mezcla de tranquilidad y lujo que proporcionaba el refugio que necesitaba. Las cortinas blancas danzaban suavemente al ritmo del viento que entraba por el balcón abierto, ofreciendo una vista impresionante de las montañas y el cielo estrellado.

A pesar de la comodidad, su mente no descansaba. Pensaba en Joel, en todo lo que habían pasado juntos, y en el vacío que aún sentía. Se preguntaba si alguna vez podrían superar el dolor del pasado o si siempre estaría presente, como una sombra entre ellos. Suspiró, pasando una mano por su cabello mientras miraba al techo.

"¿Por qué no puede entender que también estoy herida?" pensó, apretando ligeramente las sábanas. Sentía que Joel estaba atrapado en su propio dolor, dejando de lado el hecho de que ella también necesitaba apoyo. No solo quería un hijo, quería avanzar, sanar juntos.

Tomó el control remoto y encendió la televisión, buscando algo que distrajera sus pensamientos. Sin embargo, después de unos minutos, la apagó de nuevo. Nada parecía llenar el silencio ni aliviar el peso en su pecho. Se levantó, caminando hacia el balcón para sentir el aire fresco en su rostro.

El hotel era perfecto, sí, pero lo único que realmente quería era que las cosas volvieran a ser como antes. "Tal vez este tiempo separados nos ayude", se dijo a sí misma, intentando convencerse. Pero en el fondo sabía que solo el tiempo diría si podrían sanar juntos o si sus caminos estaban destinados a separarse.

Victor colocó una ficha en el tablero, asegurándose de tener el control del juego, y comentó con calma: "De hecho, Gaby se fue de la casa."

Joel levantó la vista, sorprendido. "¿Cómo que se fue?" preguntó, tratando de ocultar el nerviosismo que comenzaba a invadirlo.

Victor, con una expresión despreocupada, continuó jugando. "Se fue a despejar la mente, supongo. A un hotel en alguna montaña o algo así. No es gran cosa."

El rostro de Joel se tensó. "¿Y por qué no me lo dijiste antes?"

Victor se encogió de hombros. "Pensé que ya lo sabías. Además, es Gaby. Sabe cuidarse sola. Pero tú... parece que no sabes manejar bien estas cosas."

Joel apartó su atención del tablero, la preocupación creciendo en su mirada. "Necesito encontrarla."

Victor esbozó una sonrisa tranquila mientras movía otra pieza en el tablero. "Ve entonces, Joel. Encuentra a Gaby y arregla tus asuntos."

Luego señaló las fichas con una mirada divertida. "Pero recuerda, quiero seguir con estas partidas de damas chinas cuando regreses. No me dejes con la victoria incompleta."

Joel se levantó rápidamente, asintiendo. "Lo haré, pero prepárate para perder la próxima vez."

Victor rió suavemente. "Eso lo veremos."

Joel se impulsó al aire con un poderoso salto, dejando atrás la maleta sin dudarlo. Con una velocidad impresionante, atravesó el cielo, decidido a encontrar a Gaby. El viento golpeaba su rostro mientras aumentaba el ritmo, cada segundo contaba.

"Gaby... espérame," murmuró para sí mismo, sintiendo la urgencia en su pecho. Sabía que debía hablar con ella y arreglar lo que había dejado pendiente.

Joel abrió la puerta de su casa con fuerza, llamando a Gaby desesperadamente, pero solo el silencio le respondió. Recorrió cada habitación, revisó la cocina, el salón y su cuarto, pero no había señales de ella. Encontró su teléfono móvil abandonado sobre la mesa, lo que aumentó su ansiedad. Se llevó las manos al rostro, intentando controlar el pánico.

"Dios... ayúdame, por favor." murmuró con la voz quebrada, dirigiéndose hacia el cielo.

En ese instante, un sonido profundo resonó en el aire, como un aplauso distante pero poderoso. El cielo se iluminó por un momento, y Joel sintió una energía envolviéndolo. Sin previo aviso, fue teletransportado a una habitación completamente diferente.

El entorno cambió abruptamente, y ahora estaba en una suite de hotel elegante. Frente a él, Gaby estaba sentada en la cama, sorprendida al verlo aparecer de la nada.

Joel apareció de repente en la habitación del hotel donde Gaby se hospedaba. La luz tenue iluminaba el espacio elegante, y el sonido del viento golpeaba suavemente las ventanas. Gaby, sentada en la cama, se sorprendió al ver a Joel materializarse frente a ella.

"¿Qué haces aquí?" preguntó con frialdad, cruzando los brazos.

Joel respiró profundo, tratando de calmarse. "Gaby, por favor, escúchame. No podía quedarme sin hacer nada. Me preocupé cuando supe que te habías ido. No quiero seguir así, necesitamos hablar."

Gaby lo miró fijamente, todavía dolida. "Joel, siempre estás atrapado en el pasado, y no me dejas entrar en tu presente. ¿Cómo se supone que construyamos un futuro juntos si sigues cerrándote?"

Joel se acercó lentamente, arrodillándose frente a ella. "Tienes razón. He estado huyendo de mis propios miedos. Pero te amo, y quiero enfrentar todo contigo. Solo dame otra oportunidad."

Gaby lo miró a los ojos, viendo sinceridad en sus palabras. "Está bien, Joel. Pero esta vez, necesito que seas fuerte para los dos. No más huir."

Joel asintió y la abrazó con fuerza, prometiéndose a sí mismo no volver a fallarle.

Fin.