En el universo donde residían Evil Victor y Victoria, el ambiente era pacífico por primera vez en mucho tiempo. La noticia del nacimiento de su hija, a quien llamaron Mar, llenó sus días de una calma inesperada. El nombre no fue una casualidad: Mar era tranquila, serena y tenía una energía apacible que parecía calmar incluso los pensamientos más oscuros de su padre.
Evil Victor, quien normalmente mantenía una actitud fría y calculadora, se encontraba desarmado ante la presencia de su hija. Sostenía a la pequeña en sus brazos, mirando esos ojos curiosos que lo observaban con total inocencia.
—Es… diferente a todo lo que he conocido —murmuró, más para sí mismo que para Victoria.
Victoria, sentada a su lado, sonrió mientras acariciaba el cabello de su esposo.
—Ella es nuestra paz, Victor. Algo bueno en medio de todo el caos que hemos vivido.
Mar balbuceaba suavemente, ajena a las conversaciones de sus padres, mientras jugaba con los dedos de Evil Victor. Él, sorprendido por la sensación de calma que esto le provocaba, dejó escapar una sonrisa rara vez vista en él.
—Prometo protegerla. Pase lo que pase —dijo con determinación, mirando a Victoria.
Victoria asintió, confiada en que juntos encontrarían una manera de mantener a su familia a salvo. Por primera vez en mucho tiempo, ambos sentían que el futuro podía ser diferente, menos caótico y lleno de esperanza, gracias a la pequeña Mar, quien ya estaba cambiando sus vidas.
Evil Victor suspiró profundamente mientras dejaba a Mar en su cuna, observando cómo la bebé se acomodaba tranquila y cerraba los ojos. Con una mezcla de agotamiento y alivio, se pasó una mano por el rostro y murmuró:
—Voy a necesitar en serio otras vacaciones…
Victoria, recostada en el sofá con una sonrisa divertida, lo observó cruzar los brazos y recostarse contra la pared.
—¿Vacaciones? Apenas sobreviviste a esta —bromeó mientras estiraba los brazos.
Evil Victor soltó una risa seca y se dejó caer en un sillón cercano.
—¿Tú sabes lo difícil que es ser "padre"? —resopló—. Peleas cósmicas, batallas contra clones, maldiciones… Nada me preparó para esto.
Victoria se acercó, cruzando los brazos con una sonrisa burlona.
—Bienvenido a la verdadera guerra, cariño. Y esta batalla no la puedes esquivar.
—Lo sé —admitió Evil Victor, rindiéndose con un gesto—. Pero créeme, cuando crezca un poco más, nos vamos directo a una isla desierta.
Victoria rió y se sentó a su lado, abrazándolo.
—Buena suerte con eso. Mar ya te tiene en la palma de su mano.
Evil Victor suspiró otra vez, pero esta vez con una sonrisa cansada, dejando que el momento se llenara de esa calma que tanto necesitaban.
Evil Victor, mirando a su hija Mar dormida en la cuna, dejó escapar una pequeña risa nerviosa. Luego giró la cabeza hacia Victoria y dijo, con una expresión mezcla de curiosidad y confianza:
—Tendrá un mayor potencial al ser una maldición como yo, tener genes de Yadaratman al utilizar una copia del cuerpo de Victor y, bueno, tener tu raza, Victoria.
Se quedó en silencio por un momento, luego añadió, un poco incómodo:
—Aunque no me acuerdo bien de cómo exactamente todo eso funciona… pero no te preocupes, con el tiempo aprenderé.
Victoria, observando la expresión de su esposo, no pudo evitar soltar una pequeña risa.
—Vaya, parece que nuestra hija tendrá una combinación interesante de poder y genes. Pero te lo dije, Evil Victor, si vamos a criarla, mejor prepárate para lo que viene. No va a ser fácil con todo lo que lleva en la sangre.
Evil Victor, aún algo inseguro por su propia afirmación, se recostó en el sillón con una sonrisa nerviosa, sabiendo que la tarea de ser padre no era tan simple como imaginaba. Pero al menos por ahora, parecía que todo estaba tranquilo… hasta el próximo desafío.
Evil Victor, tras suspirar y mirar a la bebé en la cuna, dijo con una expresión de cansancio:
—Ya no quiero más hijos.
Victoria levantó una ceja, mirando a Evil Victor con una expresión que combinaba sorpresa y diversión. Luego, cruzando los brazos, respondió con tono juguetón pero firme:
—¿De verdad? ¿Después de todo lo que has hecho, ahora no quieres más hijos?
Evil Victor, aparentemente cansado de la idea de más responsabilidades, suspiró y se reclinó en su asiento, mirando al techo mientras respondía:
—Sí, no más hijos. Esto de criar a una pequeña maldición con genes tan… poderosos… es suficiente para mí. No sé cómo lo hacen los demás. Es demasiado trabajo.
Victoria, aún con una ceja levantada, se acercó y, en tono juguetón pero con una pizca de reproche, le dijo:
—No me hagas reír, Evil Victor. Sabías lo que implicaba todo esto. Y además, ¿te imaginas a Mar creciendo sin un hermano o hermana con quien pelearse? Necesita compañía.
Evil Victor resopló, mirando a la bebé en la cuna que parecía dormir tranquilamente, ajena a la conversación.
—Bueno… no más hijos por ahora. Pero, ¡si me pides uno más, me habrás perdido, Victoria! Ya tengo lo suficiente con este caos.
Victoria soltó una risa suave, moviendo la cabeza con resignación pero también con cariño.
—Está bien, no te preocupes, Evil Victor. Por ahora, solo a disfrutar de esta pequeña maldición, que ya es un desafío por sí sola.
Evil Victor observó a su hija en la cuna, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y satisfacción. Luego, con una leve sonrisa, comentó:
—Créeme, yo soy una maldición única en mi raza, y ella ahora tiene tres genes únicos en su linaje. Será difícil para cualquiera que intente comprender su verdadero potencial.
Miró a Victoria con una ligera ironía en su voz.
—Aunque, cuando sea adolescente, será aún más complicado disciplinarla. Sabes que ese tipo de poder tiende a hacer que se les suba la cabeza.
Victoria se rió mientras observaba la expresión de Evil Victor. Este frunció el ceño, como si lo que ella había dicho le hubiera causado algo de molestia, pero al mismo tiempo no pudo evitar un toque de diversión en su rostro.
—No es gracioso, Victoria —murmuró, aunque la ligera sonrisa que se formó en su rostro delataba lo contrario—. Tener una hija como yo... no va a ser fácil.
Victoria, con una sonrisa pícara, lo miró de reojo.
—Lo sé. Pero, ¿qué mejor que tener una pequeña versión de ti para que aprendas un poco de humildad? —dijo con tono juguetón.
Evil Victor la miró un momento antes de soltar un suspiro y asentir.
—Supongo que ambos tendremos que ser más astutos, entonces.
Evil Victor soltó una risa burlona, disfrutando del momento.
—Espero que nuestra hija no sea igual de así como tú, toda celosa y loca —dijo riendo, mirando a Victoria con una sonrisa traviesa.
Victoria, con los ojos entrecerrados y una expresión de advertencia, no tardó en levantar la mano y darle un pequeño golpe en la cabeza.
—A veces necesitas que te dé duro —respondió ella, aún con una sonrisa, pero mostrando un tono firme en su voz.
Evil Victor se frotó la cabeza, fingiendo dolor, aunque la diversión aún brillaba en su mirada.
—¡Oye! ¿Qué pasó con el trato de no hacerme daño? —dijo exagerando, mientras se recostaba en el sillón, disfrutando de la broma.
Victoria solo se cruzó de brazos, manteniendo su aire de autoridad, pero claramente divertida.
—Lo que pasa es que a veces olvidamos cuál de los dos tiene el control aquí, y parece que te hace falta un recordatorio.
Evil Victor se recostó más cómodamente en el sillón, con una expresión de falsa indignación mientras miraba a Victoria.
—Me gustaba cuando estaba soltero y no tenía quien me pegara —dijo con una sonrisa juguetona, como si estuviera en busca de más provocaciones.
Victoria, sin perder la calma, lo miró de reojo y levantó una ceja, claramente disfrutando de la situación, pero no dispuesta a dejarlo salir ileso.
—¿De verdad? Pues entonces, no sé qué haces aquí, buscando una disculpa para escapar de lo que te mereces —respondió con un tono juguetón pero desafiante.
Evil Victor, sin poder evitarlo, se rió, disfrutando de la broma y del lado más relajado de su relación con Victoria.
—Tienes razón, parece que el control se me escapa a veces, pero no te preocupes, lo puedo manejar —dijo, con una sonrisa torcida, aceptando que quizás había comenzado una batalla que no podría ganar.
Victoria lo miró con una expresión divertida, dejando claro que, aunque bromeaban, ambos sabían cómo equilibrar el poder en su relación.
Victoria, con una rapidez que sorprendió a Evil Victor, lo agarró del cabello con firmeza, tirando de él hacia ella. Sin darle tiempo para reaccionar, lo besó con fuerza, mostrando una mezcla de control y pasión. Evil Victor, sorprendido por la actitud de su esposa, no pudo evitar quedarse en silencio por un momento, antes de ceder a la intensidad del beso.
Cuando finalmente se separaron, Evil Victor sonrió de manera juguetona, aunque algo atónito por la acción.
—¿Eso fue necesario? —preguntó con un tono burlón, pero su mirada mostraba una mezcla de admiración y diversión.
Victoria, respirando con algo más de dificultad pero sin perder la compostura, le lanzó una mirada intensa.
—A veces, necesitas ser recordado quién lleva las riendas —respondió con una sonrisa traviesa, mostrando que ella también sabía cómo mantener el control en su relación.
Evil Victor, aunque aparentemente un poco molesto por el tirón de cabello, no pudo evitar reírse ante la determinación de Victoria.
—Nunca pensé que diría esto, pero... me encanta cuando eres tan directa.
En un día soleado y tranquilo, Evil Victor estaba sentado en el balcón de su hogar junto a Victoria, observando cómo su hija, Mar, jugaba en el jardín. El tiempo había pasado rápidamente, y aunque para ellos habían transcurrido muchos años, en el universo de Victor apenas habían sido dos. Mar, ahora con 10 años, mostraba una energía desbordante y una sonrisa contagiosa, pero también dejaba entrever destellos de su herencia única.
—Diez años… —murmuró Evil Victor, cruzando los brazos mientras miraba a Mar con una mezcla de orgullo y preocupación. Sus ojos rojos brillaban con suavidad, algo inusual en él.
Victoria, apoyada contra la barandilla, soltó un suspiro contento.
—¿Quién lo diría? Tú, siendo un padre orgulloso. Pensé que ya habías huido a otro planeta para evitar esto —bromeó, dándole un leve codazo.
Evil Victor sonrió de medio lado.
—Créeme, lo consideré. Pero… ella es diferente. Más fuerte de lo que pensaba. Y también tiene tu terquedad —dijo, lanzándole una mirada cómplice a Victoria.
—Oh, claro. Porque tú eres todo un ejemplo de paciencia y docilidad —replicó Victoria con sarcasmo, riéndose suavemente.
Mar, escuchando algo de la conversación, corrió hacia ellos. Su cabello oscuro brillaba bajo el sol y sus ojos, una mezcla de rojo y azul, mostraban una intensidad que reflejaba el legado de ambos padres.
—¿De qué se ríen? —preguntó con curiosidad.
—De tu padre, como siempre —respondió Victoria, acariciando el cabello de Mar.
Evil Victor suspiró, pero no pudo evitar sonreír.
—Pequeña, solo disfruta de tu cumpleaños. Pronto entenderás que tener padres como nosotros es… un trabajo de tiempo completo.
Mar soltó una risa alegre y volvió a jugar, dejando a sus padres observándola con orgullo y complicidad en el silencio que siguió.
Evil Victor, con el delantal puesto y una expresión mezcla de concentración y desconcierto, estaba en la cocina. Las manos, acostumbradas a empuñar armas y conjurar maldiciones, ahora manipulaban cuchillos y sartenes. Cortaba verduras mientras un aroma suave se expandía por la cocina.
Se detuvo por un momento, apoyando las manos en el borde de la encimera. Miró el reflejo en la ventana: su rostro, marcado por el tiempo y las batallas, ahora sereno pero confundido. ¿Cómo demonios terminé así? Casado… cocinando… con una hija.
Soltó un suspiro, girando los ojos hacia el comedor donde Victoria y Mar charlaban y reían juntas. Mar estaba coloreando un dibujo mientras Victoria le daba consejos. La escena era tan cotidiana, tan… pacífica, que le resultaba casi surrealista.
—Nunca pensé que estaría haciendo esto —murmuró para sí mismo, volviendo a revolver la salsa en la sartén.
Victoria, como si lo hubiera escuchado desde el otro lado de la casa, apareció en la puerta con una sonrisa burlona.
—¿Qué dijiste? ¿Qué nunca imaginaste ser un esposo modelo?
Evil Victor frunció el ceño, fingiendo molestia.
—No te hagas ilusiones. Esto es una excepción, no la regla.
—Claro, claro —respondió Victoria, acercándose para robar una cucharada de la salsa. Lo probó y asintió, divertida—. Pues tu excepción sabe bastante bien.
Mar, curiosa, también se acercó y probó un poco.
—¡Papá, deberías cocinar más seguido!
Evil Victor se quedó en silencio un momento, mirando a su hija. Tal vez esto no es tan malo después de todo, pensó, aunque nunca lo admitiría en voz alta.
—No se acostumbren. Esto es un lujo —dijo, volviendo a enfocarse en el plato, pero no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa mientras sus dos mundos, el guerrero y el familiar, se entrelazaban de una forma inesperada.
Evil Victor observaba con creciente frustración el vegetal frente a él, una especie local con una piel dura y una textura imposible de cortar con cuchillos comunes. El filo del cuchillo que tenía en la mano apenas lograba arañar la superficie. Respiró hondo, tratando de mantener la calma, pero cada intento fallido lo hacía gruñir más fuerte.
—¡Puta madre! —espetó finalmente, soltando el cuchillo con un estruendo sobre la tabla.
Victoria, desde el comedor, levantó la mirada divertida.
—¿Problemas, chef?
—No hables —resopló él, cerrando los ojos un momento.
Con un movimiento rápido, extendió la mano hacia el vegetal. Sus ojos brillaron de un rojo intenso mientras murmuraba:
—Toma esto.
De repente, cortes invisibles surcaron el aire, precisos y letales, como si una lluvia de cuchillas afiladas descendiera sobre el vegetal. En cuestión de segundos, quedó reducido a finas rodajas, perfectamente alineadas sobre la tabla. Evil Victor cruzó los brazos, satisfecho aunque visiblemente molesto.
Mar, que había estado observando todo desde la puerta de la cocina, soltó un pequeño "¡Wow!".
—¡Papá, eso fue genial!
Victoria se rió suavemente mientras caminaba hacia él, dándole un leve empujón en el hombro.
—¿Así es como solucionas tus problemas domésticos?
Evil Victor bufó.
—Si los vegetales quieren guerra, tendrán guerra.
Victoria negó con la cabeza, divertida.
—Solo tú puedes hacer que cocinar sea una batalla épica.
Evil Victor, aún con el ceño fruncido, vertió los vegetales en la salsa que burbujeaba suavemente en la olla. El aroma comenzó a llenar la cocina, inesperadamente agradable. Probó un poco con una cuchara y se sorprendió. "Para ser verdad, esto no está nada mal…", pensó, aunque jamás lo admitiría en voz alta.
Decidido a terminar la tarea, sacó un par de huevos y los estrelló en la sartén, cuidando que no se rompieran las yemas. Mientras se cocinaban, cortó unos plátanos maduros y los frió hasta que quedaron dorados y crujientes. Sirvió los huevos en platos, colocó los plátanos a un lado y luego vertió la salsa sobre los huevos, dejando que se mezclara lentamente. Los colores y el aroma eran perfectos.
Victoria y Mar se asomaron a la cocina, observando con curiosidad mientras Evil Victor ponía los platos en la mesa con una seriedad casi teatral.
—¿Qué opinan? —preguntó, sin poder ocultar cierto orgullo en su voz.
—Se ve delicioso, papá —dijo Mar con una sonrisa radiante, mientras se sentaba.
Victoria lo miró con una mezcla de sorpresa y admiración.
—Nunca pensé que te vería haciendo algo tan… doméstico.
Evil Victor bufó mientras sacaba una licuadora.
—No te acostumbres. Esto es una excepción.
Preparó un jugo de frutas improvisado, mezclando lo que encontró en el refrigerador. Cuando todo estuvo listo, se sentó junto a ellas, cruzando los brazos mientras las observaba probar la comida.
Mar tomó un bocado y sus ojos se iluminaron.
—¡Está buenísimo!
Victoria asintió, tomando un sorbo de jugo.
—Definitivamente te has ganado puntos hoy.
Evil Victor sonrió apenas, disfrutando el momento, aunque en su mente seguía cuestionándose cómo había terminado así: casado, con una hija y cocinando desayunos familiares. "Definitivamente, necesito vacaciones…", pensó, pero en el fondo sabía que no cambiaría nada de lo que tenía ahora.
Mar, sentada frente al espejo, observó con sorpresa cómo su cabello negro comenzaba a cambiar lentamente al blanco plateado, igual al de su madre. Sus ojos, que hasta ese momento habían sido normales, brillaron intensamente antes de adoptar un tono rojo profundo, idéntico al de Evil Victor. Confundida y un poco asustada, llamó a su padre con voz temblorosa.
—¡Papá! ¡Algo raro está pasando! —gritó desde su habitación.
Evil Victor entró rápidamente, aún con el delantal de cocina puesto. Al ver a Mar, frunció el ceño, pero su expresión era más de preocupación que de enojo. Se arrodilló frente a ella y tomó su rostro entre sus manos.
—Tranquila, Mar. Esto es normal… bueno, al menos para alguien como tú. —Intentó sonreír para calmarla, aunque su mente estaba analizando cada detalle.
—¿Por qué está pasando esto? —preguntó Mar, con los ojos llenos de lágrimas.
—Porque eres especial —respondió Evil Victor, limpiándole las mejillas. —Tu cuerpo está despertando tus verdaderos poderes. Tienes mi sangre y la de tu madre. Eso significa que eres única.
Mar parpadeó, intentando asimilar sus palabras.
—¿Eso es bueno?
Evil Victor sonrió de lado, esta vez con auténtico orgullo.
—Es mejor que bueno. Es extraordinario. Pero tendrás que aprender a controlarlo. Y para eso… tendrás a tus viejos padres ayudándote.
Victoria apareció en la puerta, observando la escena con una sonrisa.
—Te dije que sería igual de fuerte que nosotros.
Evil Victor suspiró, aunque en el fondo estaba emocionado.
—Sí, sí… pero no vamos a decirle eso todo el tiempo. No quiero que se vuelva tan arrogante como tú.
Mar rió entre lágrimas, abrazando a su padre con fuerza.
—Gracias, papá.
—De nada, mocosa. Ahora ven, vamos a entrenar.
Evil Victor cruzó los brazos, mirándola con firmeza.
—Ni lo sueñes, Mar. No me pondré un vestido.
Mar, con una sonrisa astuta, se acercó y susurró:
—Si no lo haces… le diré a mamá que dijiste que estabas mejor soltero.
Evil Victor abrió los ojos, alarmado.
—¡No te atreverías!
—¿Quieres comprobarlo? —dijo Mar, levantando una ceja, claramente disfrutando de la situación.
Evil Victor gruñó, pasando una mano por su rostro.
—Está bien, pero solo uno. Y no hagas fotos.
Mar aplaudió emocionada y corrió a buscar un vestido. Regresó con uno azul lleno de volantes y un sombrero a juego. Evil Victor lo miró con desdén.
—¿Esto es una broma, verdad?
—No, es perfecto. Pruébatelo.
Con un profundo suspiro y toda la dignidad que pudo reunir, Evil Victor se puso el vestido. Mar no pudo contener la risa al verlo con el sombrero puesto.
—¿Feliz? —gruñó, cruzando los brazos y mirándose en el espejo.
Mar asintió entre risas.
—Más que feliz. Ahora sí pareces un príncipe… raro, pero príncipe.
En ese momento, Victoria entró en la habitación. Evil Victor y Mar quedaron en silencio. Victoria lo miró de arriba abajo, conteniendo una carcajada.
—Vaya, querido… te queda increíble.
Evil Victor se quitó el sombrero rápidamente, visiblemente avergonzado.
—Fue culpa de Mar.
—¿Ah, sí? —dijo Victoria, levantando una ceja mientras sonreía divertida.
—Totalmente —replicó él, mientras Mar escapaba riendo.
Evil Victor se cruzó de brazos, frunciendo el ceño mientras ajustaba el vestido azul lleno de volantes. Su expresión era una mezcla de vergüenza y frustración.
—Si se ríen… las dejo encerradas en una montaña.
Victoria, mordiendo su labio para no soltar la carcajada que se formaba, levantó las manos en señal de paz.
—Tranquilo, querido, nadie se va a reír… demasiado.
Mar, sin poder contenerse, dejó escapar una risa suave pero rápidamente se tapó la boca.
—Papá, te ves… imponente.
—Imponente, claro —murmuró Evil Victor mientras miraba al techo, como si buscara paciencia divina—. Esto es humillante.
Victoria se acercó, acariciándole el rostro con una sonrisa divertida.
—Vamos, amor. Lo haces por Mar, ¿no?
—Sí, claro. Lo hago por ustedes —respondió, dejando escapar otro suspiro pesado—. Pero en serio, si esto se vuelve a repetir, olvídense de salir de esa montaña.
Mar le guiñó un ojo.
—Entonces, será nuestra montaña de princesas.
Evil Victor cerró los ojos, resignado.
—Necesito un trago.
Evil Victor se quitó el vestido con rapidez y lo dejó caer al suelo sin cuidado. Con una expresión de fastidio, salió de la habitación mientras murmuraba para sí mismo:
—No puedo creer que me haya puesto un vestido… Esto es ridículo.
Mientras bajaba las escaleras, todavía sintiendo el peso de la humillación, se pasó una mano por el cabello. Al llegar a la cocina, abrió el refrigerador buscando algo para calmar su irritación, sacó una botella y se sirvió un vaso.
Victoria apareció detrás de él, apoyándose en el marco de la puerta con una sonrisa divertida.
—Vamos, no fue tan malo.
—No fue tan malo —repitió él con sarcasmo, tomando un sorbo—. Me hizo chantaje. ¿Quién le enseñó eso?
Victoria soltó una carcajada.
—Tal vez lo heredó de ti.
—Genial —respondió Evil Victor, rodando los ojos—. Ahora tengo una versión miniatura de mí misma conspirando en mi contra.
Evil Victor suspiró profundamente mientras dejaba el vaso sobre la mesa. Con una mezcla de resignación y fastidio, murmuró en voz baja, casi para sí mismo:
—Cómo te odio... y te amo igual.
Victoria, que todavía estaba observándolo con esa sonrisa traviesa, arqueó una ceja.
—¿Qué dijiste?
Evil Victor la miró de reojo, cruzando los brazos.
—Nada importante, solo cosas de maldiciones con problemas matrimoniales.
Ella se acercó y le dio un suave golpe en el hombro antes de abrazarlo por la cintura.
—Sabes que no podrías vivir sin nosotras.
—Tristemente cierto —respondió él, rodando los ojos pero devolviendo el abrazo—. Pero no significa que no pueda quejarme al respecto.
Evil Victor sonrió con malicia mientras sus ojos rojos brillaban con una chispa traviesa.
—Me voy a vengar de mi hija —murmuró, casi disfrutando la idea.
Victoria, que lo estaba observando con una mezcla de curiosidad y diversión, cruzó los brazos.
—¿Y qué planeas hacer?
—Oh, nada demasiado cruel —respondió él, levantando una ceja—. Solo lo suficiente para que aprenda a no jugar con fuego.
—¿Fuego literal o figurado? —preguntó Victoria, sospechando de sus intenciones.
—Un poco de ambos —contestó Evil Victor, mientras desaparecía en un destello, dejando atrás solo su risa siniestra.
Al día siguiente Evil Victor, con una sonrisa astuta, se elevó ligeramente sobre Mar mientras la observaba dormir. Un brillo travieso iluminó sus ojos rojos, y sin previo aviso, un chorro de agua helada cayó directamente sobre la cara de su hija.
Mar se despertó de golpe, jadeando por la sorpresa, y abrió los ojos, solo para encontrarse con su padre flotando sobre ella, disfrutando de su pequeña travesura.
—¡Papá! —exclamó Mar, frotándose la cara con las manos, intentando quitarse el agua—. ¡Esto no es gracioso!
Evil Victor se dejó caer suavemente hacia el suelo, aterrizando frente a ella con una sonrisa burlona.
—Solo te estaba despertando de una forma... refrescante —respondió él con una sonrisa amplia, disfrutando de la reacción de su hija.
Mar, aunque molesta por la forma en que la había despertado, no pudo evitar mirar a su padre con una mezcla de irritación y algo de diversión.
—¡Me voy a vengar, papá! —advirtió, aunque su tono estaba lleno de un toque juguetón, sabiendo que de alguna forma su padre se divertiría con eso también.
Evil Victor cruzó los brazos, disfrutando del caos en la vida de su hija, sabiendo que él había iniciado otro juego del cual ambos disfrutarían.
Después de que Mar terminó su desayuno, una idea traviesa cruzó por su mente. Miró a su padre, que estaba distraído por un momento en sus pensamientos, y sonrió de manera maliciosa. Aprovechó la oportunidad, y con rapidez sacó una pequeña navaja de bolsillo que había escondido, luego se acercó sigilosamente a Evil Victor.
Con un movimiento preciso y rápido, cortó un trozo de uno de los pantalones de su padre, justo en el costado. La tela se rasgó fácilmente bajo la presión de su acción. Mar se apartó rápidamente y se alejó unos pasos, conteniéndose la risa mientras observaba a Evil Victor.
Cuando Evil Victor se dio cuenta de la alteración en sus pantalones, sus ojos se iluminaron con sorpresa y algo de furia. Se giró hacia Mar, quien intentaba disimular una sonrisa, claramente satisfecha con la travesura que había hecho.
—¡Mar! —gritó, furioso pero también con un toque de diversión en su voz. — ¡Esto no se va a quedar así!
Mar, sabiendo que su padre rara vez podía enojarse por completo, solo se rio y levantó las manos en señal de rendición.
—¿Qué? ¡Solo quería que fueras un poco más... ventilado! —respondió con sarcasmo, disfrutando del pequeño caos que había causado.
Evil Victor no pudo evitar esbozar una sonrisa, dándose cuenta de que la diversión de su hija siempre lograba hacerle perder el control de su propia seriedad.
Evil Victor, ahora con un traje nuevo que resaltaba su figura, caminaba con paso firme hacia el bosque, su hija Mar siguiéndolo de cerca. Su rostro estaba serio, pero sus ojos brillaban con una mezcla de malicia y diversión.
—Esta vez, Mar, te llevaré a entrenar conmigo —dijo Evil Victor con tono decidido, sin siquiera mirar a su hija.
Mar, por su parte, no parecía muy convencida de la idea. Sabía que su padre no era precisamente el tipo de persona que enseñaba a entrenar de una manera tradicional o suave, y eso siempre significaba que las cosas podrían ponerse complicadas.
—¿De verdad? ¿Entrenar como tú entrenas? —preguntó Mar, su voz llena de duda, pero también de cierta emoción por lo que podría suceder. Sabía que cualquier cosa que su padre hiciera tendría un giro peculiar.
—Exactamente —respondió Evil Victor sin inmutarse—. Es hora de que aprendas lo que significa ser realmente fuerte, no solo jugar con tus poderes.
Al llegar al bosque, Evil Victor comenzó a preparar el ambiente. Miró a su hija de manera seria.
—Hoy no se trata de usar magia ni trucos, se trata de disciplina y control. Quiero que aprendas a depender de tu cuerpo y tu mente, no de tus habilidades malditas.
Mar asintió, decidida a seguir adelante. Aunque la idea de entrenamiento duro no le emocionaba mucho, algo en el tono de su padre le hizo entender que este sería un momento clave para aprender algo importante. Se preparó para lo que fuera que su padre tuviera planeado, sabiendo que de alguna forma, él siempre encontraría una manera de hacer que todo fuera más desafiante.
Mar observaba con atención a su padre, quien, con una sonrisa de satisfacción, flexionaba sus músculos de manera exagerada frente a ella. La expresión de Evil Victor era la de alguien completamente seguro de sí mismo, como si estuviera en su mejor momento.
Mar, sintiendo la presión de imitarlo para no decepcionarlo, decidió seguir su ejemplo. Con un esfuerzo, intentó flexionar sus propios brazos de la manera más similar posible. Sin embargo, su postura era un poco torpe y su expresión facial algo forzada, lo que hizo que la escena fuera aún más cómica.
—¿Así, papá? —preguntó Mar, mirando a su padre con una mezcla de seriedad y diversión, esperando su aprobación.
Evil Victor observó a su hija y, aunque sus ojos brillaban con un toque de arrogancia, un ligero suspiro escapó de sus labios.
—No está mal —dijo con tono autoritario, pero sin ocultar un atisbo de orgullo en su voz—. Tienes que ponerle más fuerza, más control. Pero al menos entendiste la postura.
Mar, aunque satisfecha con la respuesta, no pudo evitar hacer una mueca de incomodidad, ya que no estaba acostumbrada a ese tipo de entrenamiento físico, especialmente con alguien tan… "intenso" como su padre.
—¿Ahora qué? ¿Qué más? —preguntó, queriendo cambiar el enfoque para algo que no implicara tanto esfuerzo físico.
Evil Victor la miró fijamente y luego señaló al frente, hacia un par de árboles.
—Ahora, vas a correr hacia esos árboles, pero no es solo correr. Tienes que hacerlo sin usar tus poderes, sin trucos. Solo tu velocidad, tu agilidad. Y no quiero ver un solo tropiezo.
Mar frunció el ceño, pero asintió. Sabía que su padre no aceptaba excusas. Sin más, comenzó a correr hacia los árboles a toda velocidad, sin emplear ninguna habilidad sobrenatural, aunque su mente ya comenzaba a cuestionarse cuánto tiempo podría mantener ese ritmo sin caer exhausta.
Evil Victor, con su mirada fija en ella, no dejaba de sonreír.
—Bien, bien, vamos a ver qué tan bien puedes manejar esto —murmuró, disfrutando del espectáculo mientras su hija se esforzaba al máximo.
Mar comenzó a ganar velocidad, sus pasos cada vez más ligeros y rápidos, superando sus propios límites mientras sus músculos se acostumbraban al esfuerzo. La energía que corría por su cuerpo la impulsaba a seguir adelante, a desafiar la fatiga que intentaba derribarla. Sin embargo, mientras se acercaba a los árboles, observó cómo su padre la superaba con una facilidad aterradora.
Evil Victor, con su característica sonrisa maliciosa, ya había comenzado a saltar de árbol en árbol, aprovechando la inercia de su velocidad. Cada salto era preciso, su cuerpo se movía con una gracia sobrenatural, como si el aire mismo lo empujara hacia adelante. Su habilidad para manipular la energía acumulada en su cuerpo le permitía impulsarse de manera que parecía desafiar las leyes de la física. Se deslizaba por el aire, avanzando con tal rapidez que Mar apenas podía verlo moverse, solo escuchaba el sonido de los árboles al ser desplazados por su paso veloz.
—¿Eso es todo, hija? —gritó Evil Victor desde lo alto de un árbol, observando a Mar mientras saltaba hacia el siguiente. Su tono era burlón, como si ya supiera que ella no podía alcanzarlo, pero le gustaba desafiarla.
Mar apretó los dientes, desafiada por la velocidad de su padre, pero no se detuvo. Su cuerpo estaba comenzando a acostumbrarse al ritmo de la carrera, y una pequeña chispa de determinación se encendió en su interior. Sabía que si quería estar a la altura de su padre, tendría que superar sus propios límites.
Con un grito de esfuerzo, Mar aumentó la velocidad, sus pies apenas tocando el suelo mientras trataba de alcanzar la velocidad de su padre. Aunque no podía competir con él, algo dentro de ella comenzó a cambiar. La adrenalina fluía en su cuerpo, impulsándola más allá de lo que había creído posible.
Evil Victor, viendo el esfuerzo de su hija, detuvo su salto en el aire por un momento, observándola con una expresión orgullosa. Sin embargo, no mostraría ninguna misericordia. Era su forma de entrenar, su forma de preparar a Mar para lo que venía. Si ella quería ser más fuerte, tendría que ganarse ese derecho.
—Eso es mejor —dijo Evil Victor, saltando una vez más hacia el siguiente árbol.
Evil Victor, con una sonrisa satisfecha, observó a su hija. Sabía que, aunque había ganado, el entrenamiento que le había proporcionado le serviría para aprender y mejorar. Aunque Mar aún no estaba a la altura de su velocidad y destreza, algo dentro de él estaba satisfecho al ver su esfuerzo y determinación.
—Bien hecho, hija —dijo Evil Victor con un tono de aprobación, pero manteniendo su actitud desafiante—. Aunque no me alcanzaste hoy, no está mal para alguien que recién empieza. Con más práctica, podrías llegar a superar mis expectativas.
Mar, agotada pero determinada, respiró con dificultad mientras se acercaba a él. A pesar de la derrota, una chispa de orgullo brillaba en sus ojos. Sabía que aún quedaba mucho por aprender, pero ese entrenamiento había sido una muestra de cuánto podía llegar a lograr si seguía empujándose a sí misma.
Evil Victor, con una sonrisa de orgullo, se acercó a su hija y le alborotó el cabello con una mano, un gesto poco común en él, pero lleno de satisfacción al ver el progreso de Mar.
—Creo que tendré que enseñarte a usar mis cortes —dijo, su tono suave pero con la misma intensidad desafiante de siempre—. Los cortes invisibles, el control de la energía y la rapidez... esos son trucos que te ayudarán a ponerte al nivel de los mejores.
Mar, con los ojos brillando de emoción y desafío, asintió mientras se sacudía el cabello.
—Estoy lista, papá. Quiero aprender todo.
Evil Victor asintió con aprobación y dio un paso atrás, preparándose para comenzar una nueva lección, sabiendo que con el tiempo, su hija podría convertirse en una fuerza formidable, quizás incluso superándolo algún día.
Evil Victor, con una postura de concentración y rapidez, levantó las manos con elegancia, pero una increíble potencia. En un abrir y cerrar de ojos, movió sus manos con destreza, lanzando un corte directo. La velocidad de su ataque fue tan brutal que los árboles cercanos cayeron de inmediato, cortados con precisión perfecta. Pero no solo los árboles fueron afectados; el impacto fue tan grande que una montaña entera comenzó a resquebrajarse, su cima partió en dos, cayendo en pedazos hacia abajo.
La fuerza de su corte resonó en el aire, dejando a Mar completamente impresionada y, al mismo tiempo, aterrada ante la magnitud de la habilidad de su padre.
—Esto es lo que te enseñaré —dijo Evil Victor, con voz grave y solemne, observando la destrucción con una sonrisa satisfecha—. El control absoluto sobre la energía y la precisión en cada movimiento. Si aprendes a canalizar todo esto, podrás destruir cualquier cosa en tu camino.
Mar miró la escena, sintiendo tanto la presión como la admiración por la habilidad de su padre, comprendiendo que el camino por delante sería mucho más difícil de lo que había imaginado, pero también mucho más emocionante.
Mar, con determinación, intentó imitar a su padre. Cerró los ojos y concentró toda su energía en sus manos, recordando cada uno de los movimientos que Evil Victor había realizado. Con una rápida y precisa flexión de sus muñecas, movió sus manos con la esperanza de emular la destreza que su padre había mostrado.
Sin embargo, cuando abrió los ojos, vio que solo había cortado una rama pequeña de un árbol cercano, dejando el tronco intacto. El corte fue limpio, pero nada como la demostración impresionante que su padre había hecho.
Evil Victor observó en silencio, sin mostrar ninguna expresión de decepción. Se acercó a su hija, con una ligera sonrisa.
—Es un buen intento —comentó, aunque su tono reflejaba que aún había mucho por aprender—. Pero no basta con solo mover las manos. Necesitas comprender el poder que hay detrás de cada golpe, la energía que debe canalizarse. No se trata solo de cortar, Mar. Es sobre el control total.
Mar, sintiendo tanto frustración como determinación, asintió con la cabeza.
—Lo intentaré de nuevo, papá —dijo con un suspiro, levantando su mirada hacia el cielo como si estuviera buscando el enfoque correcto.
Evil Victor la observó con una mirada orgullosa, sabiendo que la verdadera enseñanza apenas estaba comenzando.
Evil Victor observó en silencio, con una ligera sonrisa de satisfacción, mientras su hija, Mar, se concentraba. Sus ojos se entrecerraron con atención mientras ella dirigía toda su energía en un solo punto, un espacio de "cero existencia", como él mismo lo llamaba. El aire a su alrededor parecía cambiar, se sentía tenso, como si el tiempo mismo estuviera ralentizado por un breve momento.
Con un rápido movimiento de su dedo, Mar lanzó el corte, su energía fluyendo perfectamente a través de su cuerpo. La precisión era perfecta, y el corte se desplegó con una fuerza descomunal.
Los árboles a su alrededor fueron destruidos instantáneamente, sus troncos astillándose y cayendo en pedazos. Pero lo más impresionante fue que, al final de su trayectoria, dos montañas cercanas fueron desgarradas, sus cumbres desmoronándose en una explosión de rocas y polvo, como si nunca hubieran existido.
Evil Victor no pudo evitar mostrar una expresión de orgullo genuino en su rostro, observando el caos que había dejado su hija.
—Bien hecho, Mar —dijo con voz grave, la admiración en sus palabras—. Has comprendido la esencia del corte. No es solo sobre el poder bruto; es sobre la precisión y la concentración en el momento exacto.
Mar, respirando con dificultad por la tensión, sonrió satisfecha, aunque sabía que aún había mucho que aprender.
—Lo logré, papá... —murmuró, con un brillo en sus ojos.
Evil Victor se acercó a ella, colocando una mano sobre su cabeza con un gesto de aprobación.
—Es solo el comienzo —dijo, mirando las montañas destruidas—. Pero has demostrado que tienes lo que se necesita. El siguiente paso es dominar la cantidad de energía que canalizas. Control total.
Mar asintió, lista para seguir aprendiendo.
Evil Victor, sintiendo una presencia extraña acercándose, su sonrisa desapareció al instante, reemplazada por una concentración mortal. Rápidamente giró sobre sus talones, sus ojos escaneando el área en busca de cualquier amenaza. Sin embargo, al mirar a su hija, vio algo que no esperaba: un hombre, desconocido, con una daga apuntando directamente al pecho de Mar.
Su respiración se detuvo por un momento, y sus ojos brillaron con furia contenida. En un parpadeo, Evil Victor estuvo frente al hombre, su velocidad increíble, sin que este tuviera la menor oportunidad de reaccionar.
—¿Quién te crees para amenazar a mi hija? —gruñó, su voz llena de veneno y poder.
El hombre, sorprendido por la velocidad con la que apareció Evil Victor, intentó retroceder, pero antes de que pudiera mover un dedo, Victor lo tomó por el cuello, levantándolo del suelo con facilidad. La daga cayó de las manos del hombre, quien ahora luchaba por respirar mientras miraba aterrorizado al ser que lo tenía prisionero.
—Te daré una oportunidad de explicar quién eres y por qué intentas matarla —dijo Evil Victor, su voz fría como el hielo, mientras lo apretaba un poco más.
Mar, aún sorprendida, se apartó lentamente, mirando a su padre y al extraño con cautela. No entendía por qué alguien intentaría atacarla, pero confiaba plenamente en su padre.
El hombre, con el rostro rojo por la presión en su cuello, tartamudeó.
—No… no soy… un enemigo... —dijo, con dificultad. —Solo… era una prueba… para ver qué tan fuerte es… el legado… de Victor...
Evil Victor frunció el ceño al escuchar esas palabras. "¿Una prueba?", pensó.
—¿Qué sabes sobre el legado de Victor? —preguntó, la presión en su agarre aumentando, haciendo que el hombre se ahogara un poco más.
El extraño apenas podía hablar, pero logró sacar unas palabras.
—Vinimos… de otro universo... —murmuró, su respiración entrecortada—. Estamos buscando al verdadero Victor... para... para detener algo... que viene.
Evil Victor lo miró con desdén. Su mente procesaba rápidamente la información. Había algo más detrás de este intento de asesinato, algo mucho más grande que una simple amenaza.
Con un gesto rápido, lanzó al hombre hacia atrás, dejándolo caer al suelo con fuerza.
—Levántate —ordenó Evil Victor, mirando a Mar, quien ahora parecía más preocupada que nunca.
—No sé qué tan estúpido seas al pensar que podrías hacerle daño a mi hija, pero me has dado una pista... y eso te salvará la vida por ahora —dijo Evil Victor, su tono aún sombrío.
Mar, viendo la situación, se acercó lentamente a su padre.
—Papá, ¿quién es este tipo? ¿De qué habla? —preguntó, confundida.
Evil Victor, mirando al hombre tirado en el suelo, respondió con voz grave:
—Parece que la paz no va a durar mucho, Mar. Esto es solo el comienzo de algo mucho más grande.
Mar observó en silencio mientras su padre, Evil Victor, se mantenía tranquilo, pero su mirada era tan fría que parecía cortar el aire. El hombre, aún tirado en el suelo, miró con terror cómo Evil Victor levantaba la mano y la movía con precisión mortal. Antes de que pudiera reaccionar, vio cómo dos de sus dedos fueron cortados limpiamente, cayendo al suelo con un sonido sordo.
El hombre soltó un grito de dolor, sujetándose los muñones sangrantes mientras caía al suelo. Mar, sorprendida, retrocedió un paso, sin decir palabra alguna, pero comprendiendo la gravedad de lo que acababa de suceder. El poder y la precisión de su padre siempre la dejaban asombrada.
—La próxima vez que intentes hacerle daño a mi hija, no serás tan afortunado —dijo Evil Victor, su tono mortalmente calmado. Su rostro era una máscara de indiferencia mientras observaba al hombre, que ahora estaba temblando de dolor y miedo.
Mar miró a su padre, su expresión seria pero también algo preocupada por lo que acababa de ver. Aunque ella ya sabía lo que su padre era capaz de hacer, la brutalidad con la que trató al hombre la hizo reflexionar sobre el poder que tenía realmente. A pesar de eso, no dudaba de que él haría lo que fuera necesario para protegerla.
El hombre, de rodillas en el suelo y luchando por respirar a causa del dolor, miró a Evil Victor con desesperación.
—Por favor… no... no era mi intención... —gimió, sudando frío.
Evil Victor lo observó en silencio, evaluando si le daría alguna oportunidad de redención. Pero su paciencia era limitada, y este hombre, claramente, había cruzado una línea que no se podía perdonar fácilmente.
—Me has fallado —dijo, y su voz sonó más como una sentencia que una advertencia. —Nunca más me hagas perder el tiempo.
Antes de que el hombre pudiera siquiera responder, Evil Victor levantó la mano y lo envió volando hacia atrás con un simple gesto, haciendo que se estrellara contra un árbol a varios metros de distancia. El impacto fue tan fuerte que el hombre quedó inconsciente, su cuerpo colgando inerte.
Mar lo observó todo en silencio, sintiendo la mezcla de admiración y algo de temor por lo que su padre era capaz de hacer. Ella entendía que era necesario, pero algo en su interior le decía que su padre no era alguien con quien quisiera estar en deuda.
Evil Victor, con una sonrisa que no alcanzó a ser cálida, se acercó a ella, poniéndole una mano sobre el hombro.
—Vamos, Mar —dijo, su voz volviendo a ser tranquila—. Hemos terminado aquí. Pero recuerda, hay que estar preparados para lo que viene. Esto es solo el principio.
Mar asintió, mirando a su padre con respeto, aunque también con una sensación de inquietud por lo que el futuro les depararía.
Evil Victor detuvo su paso y, con una expresión inquebrantable, miró al hombre que se acercaba a él, aún tambaleándose por el dolor y la confusión. Antes de que el hombre pudiera articular más palabras, Evil Victor lo levantó del suelo con una mano, forzando su mirada hacia él con una presión palpable.
—Hablas de Xal'Azar... Karla'k... y ahora otro, ¿eh? —Evil Victor frunció el ceño, procesando lo que el hombre le decía. Su mente comenzó a trabajar rápidamente, calculando posibles amenazas, mientras su hija, Mar, permanecía cerca, observando con una mezcla de preocupación y curiosidad.
El hombre, aún temblando por el dolor y el miedo, intentó hablar con urgencia, casi implorando.
—Sí... un nuevo ser. Uno que no es como los demás. Tiene poderes más allá de lo que podemos imaginar... una entidad oscura, un dios antiguo que ha despertado de su prisión. Está... está buscando algo... y puede que lo que busca, lo que ustedes temen, esté relacionado con ustedes —dijo con voz temblorosa, mirando a Evil Victor y Mar con ojos llenos de terror.
Evil Victor lo sostuvo por unos momentos más, su rostro implacable, antes de arrojarlo hacia un lado, dejándolo caer al suelo sin un solo gesto de compasión.
—¿Otro dios? —preguntó con tono frío y calculado, sin mostrarse sorprendido. —Ya veo... lo que sea que busque, lo conseguirá tarde o temprano. Pero no te preocupes, lo que sea que venga, lo destruiremos como todos los demás.
Mar observó en silencio, absorbiendo la información que el hombre había traído. Aunque sabía que su padre podía enfrentarse a cualquier enemigo, una nueva entidad de poder descomunal no era algo que pudiera tomarse a la ligera. Sin embargo, confiaba en que su padre encontraría una manera de manejarlo, como siempre lo hacía.
Evil Victor, sin mirar atrás, tomó la mano de Mar con firmeza y comenzó a caminar hacia la casa. Estaba decidido a proteger a su familia, y no permitiría que ninguna amenaza, por antigua o poderosa que fuera, pusiera en peligro lo que había construido.
—Vamos, ahora sí, Mar —dijo con determinación—. Lo que sea que este nuevo dios quiera, tendrá que enfrentarse a mí.
Mar asintió, consciente de lo que esto significaba. Si realmente había otro dios con el poder de destruir todo a su paso, no sería fácil derrotarlo. Pero estaba segura de que, con su padre al mando, tendrían una oportunidad.
Fin.