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Chapter 11 - Episodio 11: Sin bolitas

Durante un mes entero, Joel y Gaby habían disfrutado de una paz que parecía casi irreal, una calma que contrastaba profundamente con el caos y la destrucción de los meses anteriores. Después de las intensas batallas y la amenaza constante de Xar'khal, este período de serenidad se sintió como un regalo inesperado. Ambos se mudaron a un apartamento pequeño pero acogedor, situado en un barrio tranquilo donde podían empezar a reconstruir sus vidas lejos del campo de batalla.

El apartamento era modesto, con paredes claras y grandes ventanas que dejaban entrar la luz del sol. Había una pequeña cocina donde Gaby había comenzado a experimentar con recetas nuevas, algo que siempre había querido hacer pero nunca había tenido el tiempo ni la estabilidad para intentar. Joel, por su parte, se había tomado un descanso de todo lo que tuviera que ver con combates, dedicando sus días a labores cotidianas y disfrutando de los momentos simples que antes daba por sentado.

Pero esa tranquilidad tenía un precio que ninguno de los dos esperaba.

Jehová, en un acto que solo él comprendía, había borrado de la realidad todo rastro de que alguna vez Joel y Gaby iban a tener un hijo. Los recuerdos, las ilusiones y los planes que alguna vez compartieron simplemente dejaron de existir. Aquella pequeña vida que una vez llenó sus corazones de esperanza, había sido arrancada de su realidad como si nunca hubiera sucedido.

Joel fue el primero en darse cuenta. Aunque su mente no recordaba exactamente qué era lo que faltaba, había un vacío en su corazón, un dolor inexplicable que no lograba entender. A menudo, en las noches, se despertaba con una sensación de pérdida, como si estuviera buscando algo que no podía recordar.

Gaby también lo sentía. En las mañanas, cuando el sol iluminaba el apartamento, se quedaba mirando por la ventana con una expresión distante. Había un anhelo en su mirada, una tristeza que no podía explicar. Como si una parte de su alma supiera que había perdido algo invaluable, aunque no pudiera ponerle nombre.

—Joel... —dijo ella una tarde mientras se sentaban en el sofá, el silencio entre ellos era cómodo, pero teñido de melancolía—, ¿alguna vez has sentido que... olvidaste algo importante? Algo que era parte de ti, pero ya no está...

Joel la miró, con el ceño fruncido, tratando de entender ese sentimiento que él también había estado sintiendo. —Sí... —respondió finalmente—, es como si... hubiera un sueño que tuvimos juntos, pero que se desvaneció antes de que pudiéramos hacerlo realidad. Pero... no sé qué era.

Ambos se miraron, sintiendo un dolor compartido que ninguno de los dos podía entender completamente. Sabían que algo faltaba, algo que Jehová, en su sabiduría insondable, había decidido borrar. Pero aunque sus mentes no lo recordaban, sus corazones se resistían a olvidar.

Durante ese mes, vivieron con esa extraña sombra sobre ellos, una paz que se sentía incompleta. Y aunque intentaron disfrutar de la tranquilidad que tanto se habían ganado, había noches en las que Gaby lloraba en silencio, sin saber por qué, mientras Joel la abrazaba, tratando de consolar un dolor que él tampoco entendía.

Al final, Jehová les había otorgado una vida nueva, un comienzo fresco, pero había tomado algo a cambio. Y mientras Joel y Gaby continuaban con su vida, esa ausencia seguía latente, como una cicatriz invisible en sus almas, un recordatorio de que no todo en el universo era justo, y que incluso la paz tenía un precio.

Era una noche tranquila, como tantas otras desde que Joel y Gaby habían comenzado su nueva vida en el pequeño apartamento. Joel había adoptado una rutina casi terapéutica: cada noche, justo antes de dormir, tomaba la basura y la dejaba en el contenedor afuera para asegurarse de que estuviera lista para el camión de la mañana siguiente. Ese ritual le daba un extraño sentido de normalidad en un mundo que, durante tanto tiempo, había estado plagado de caos y destrucción.

Esa noche no fue diferente, o al menos eso pensó al principio. El aire era fresco, el cielo despejado, y la única luz provenía de los faroles de la calle que lanzaban sombras alargadas en la acera. Joel bajó los escalones, sintiendo el crujido del suelo bajo sus pies, y caminó hacia el contenedor de basura al final del callejón. El lugar estaba en silencio, tan tranquilo que podía escuchar sus propios pasos resonando en el eco de la noche.

Dejó caer la bolsa dentro del contenedor y se dio la vuelta, listo para regresar al calor de su hogar. Pero algo lo detuvo. Un escalofrío recorrió su espalda, como si una ráfaga de viento helado hubiera pasado a través de él. Se giró de nuevo, sus ojos escudriñando la penumbra, pero no vio nada fuera de lo común. Fue entonces cuando la vio.

Una figura femenina apareció ante él, flotando a unos centímetros del suelo. Tenía un aire espectral, con un cabello negro que flotaba como si estuviera bajo el agua, y un vestido antiguo que ondeaba con un viento invisible. Su rostro estaba cubierto por un velo, pero sus ojos brillaban con un resplandor siniestro que hacía que la piel de Joel se erizara.

—¿Quién eres...? —preguntó Joel, dando un paso atrás instintivamente, con el corazón acelerado. La mujer no respondió. En su lugar, extendió una mano pálida y huesuda hacia él. Joel sintió una fuerza invisible atraparlo, una sensación de tirón en lo más profundo de su ser, como si algo dentro de él estuviera siendo arrebatado.

Joel cayó de rodillas, incapaz de comprender lo que estaba ocurriendo. El dolor fue repentino, agudo, como si algo esencial hubiera sido arrancado de su cuerpo. Intentó gritar, pero su voz no salió, ahogada por el horror de la experiencia. La mujer espectral se desvaneció en la oscuridad tan rápido como había aparecido, dejando a Joel jadeando en el suelo, sudando frío.

No se dio cuenta de lo que había perdido hasta la mañana siguiente. Se despertó en su cama, sintiéndose extraño, vacío de una manera que no podía explicar. Fue al baño, como hacía cada mañana, pero al mirarse al espejo y examinarse, el horror lo golpeó como un martillo: sus genitales, todo lo que lo hacía hombre, había desaparecido. No había heridas, ni cicatrices, solo una piel lisa y plana, como si esa parte de él nunca hubiera existido.

—¡¿Qué demonios...?! —gritó, tambaleándose hacia atrás, golpeando la puerta del baño con un estruendo que hizo que Gaby despertara alarmada.

Al principio, pensó que todo era una pesadilla, un truco de su mente. Pero no, era real. En su lugar, sentía una energía nueva y poderosa fluyendo por sus venas, como si hubiese recibido un don sobrenatural a cambio de su pérdida. Sin embargo, el precio que había pagado era más que alto.

Cuando Gaby entró corriendo al baño, preocupada por los gritos, Joel no supo cómo explicarle lo que había sucedido. Había sido despojado de su virilidad, de su identidad física como hombre, pero en su lugar, ahora sentía un poder latente que nunca antes había poseído.

La mujer espectral se había llevado algo muy íntimo y esencial de él, dejándole con un enigma perturbador: ¿Por qué él? ¿Qué significaba este nuevo poder, y a qué precio vendría? Joel sabía que tendría que encontrar respuestas, pero mientras tanto, su vida había cambiado para siempre en una noche que había comenzado como cualquier otra.

A partir de ese día, comenzó a notar habilidades que antes no tenía, una fuerza que surgía en momentos de necesidad, pero todo ello acompañado de una sombra de duda y un vacío emocional que no sabía cómo llenar. Aquella entidad había tomado algo irremplazable, y Joel sabía que tendría que enfrentarse a ella de nuevo para recuperar lo que le había sido arrebatado, o al menos para comprender el propósito detrás de su nueva y extraña condición.

Al llegar a la casa, Joel y Gaby no sabían exactamente qué esperar. Pero lo que sí sabían es que necesitaban ayuda urgente, y el único que podía darles alguna respuesta era Victor, el padre de Gaby. Victor, el legendario guerrero, un hombre que había enfrentado dioses y demonios, y que ahora se encontraba en un retiro casi forzado, alejado de los conflictos que una vez definieron su vida.

La casa de Victor estaba ubicada en un lugar apartado, rodeada por densos bosques y montañas. Parecía un santuario de paz en medio del caos que alguna vez fue su vida. Gaby golpeó la puerta con urgencia, y después de unos instantes, la puerta se abrió para revelar a un Victor demacrado, con cicatrices que cruzaban su rostro y un brazo aún vendado, resultado de su último enfrentamiento con Xar'khal.

—Gaby, Joel... ¿qué ha pasado? —preguntó con una voz ronca, su mirada cansada pero alerta al ver la expresión desesperada de su hija.

Gaby no pudo contenerse más y se lanzó a los brazos de su padre, sus lágrimas brotando al instante.

—Papá... Algo terrible le ha pasado a Joel. —dijo entre sollozos.

Victor la abrazó con fuerza, aunque su brazo herido temblaba por el esfuerzo. Luego, sus ojos se posaron en Joel, quien lucía pálido, desorientado y con una energía perturbadora emanando de él. Victor frunció el ceño, percibiendo de inmediato que algo oscuro lo envolvía.

—Entra, cuéntame todo —ordenó con firmeza, guiándolos hacia el interior.

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Dentro de la casa, el ambiente era cálido, pero el aire estaba cargado con una sensación de tensión. Victor se sentó en su antigua silla de roble, el lugar donde había meditado tantas veces sobre la vida y la muerte, sobre los sacrificios que había hecho. Miró a Joel, quien apenas podía mantener la compostura, y a su hija, que intentaba contener su pánico.

—Dime exactamente lo que sucedió —dijo Victor, con un tono serio que no admitía evasivas.

Joel tomó aire profundamente y le contó a Victor todo lo que había ocurrido la noche anterior: la misteriosa mujer espectral que había aparecido, y cómo en un instante, algo le fue arrebatado, algo íntimo y vital. Victor escuchó en silencio, su expresión se oscurecía con cada palabra. Cuando Joel terminó su relato, Gaby sostuvo la mano de su esposo, temblando al recordar la angustia de esa mañana.

Victor cerró los ojos, tomando unos segundos para procesar lo que acababa de escuchar. Él había enfrentado entidades de todo tipo, desde demonios hasta seres cósmicos, pero lo que describía Joel era algo diferente. Algo más personal, más vil.

—Lo que describes... —Victor abrió los ojos lentamente, una chispa de ira en ellos—. Parece obra de un Aswang, un espíritu maligno que roba la esencia vital de sus víctimas. Pero en tu caso, parece que no solo te arrebató tu esencia, sino que dejó un vestigio de poder a cambio. Esto no es común, significa que el Aswang tiene un propósito contigo, Joel.

Joel sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar esas palabras. Gaby se aferró a él con más fuerza, sus ojos llenos de lágrimas.

—Papá, ¿hay alguna forma de revertir esto? —preguntó Gaby, su voz llena de desesperación.

Victor asintió lentamente, pero su mirada se tornó sombría.

—Sí, pero no será fácil. Primero, debemos rastrear al espíritu que hizo esto y enfrentarla. Pero debes saber, Joel, que recuperar lo que perdiste podría tener un costo... un costo que quizás no estés dispuesto a pagar.

Joel, aunque aterrorizado, apretó los dientes y asintió.

—Haré lo que sea necesario. No me importa el costo, solo quiero... quiero ser yo de nuevo.

Victor observó la determinación en los ojos de su yerno. Asintió, sintiendo una chispa de orgullo mezclada con preocupación. Aunque había dejado atrás los días de batalla, sabía que no podía dejar solos a Joel y Gaby en este desafío.

—Muy bien. Nos prepararemos para el enfrentamiento. Pero necesito que ambos entiendan algo... —Victor los miró con severidad—. Esta no será una batalla sencilla. Este espíritu juega con las reglas del mundo sobrenatural, y lo que arrebató no lo devolverá sin luchar. Y puede que, al final, lo que se recupere no sea exactamente lo que perdiste.

Gaby asintió, limpiando sus lágrimas.

—Lo entiendo, papá. Pero confiamos en ti. Sabemos que con tu ayuda, podemos enfrentarnos a lo que sea.

Victor dejó escapar un suspiro profundo.

—Entonces, no perdamos más tiempo. Nos enfrentaremos a este Aswang y lo destruiremos. Pero sepan que una vez que comencemos, no habrá marcha atrás.

Y así, con el corazón cargado de incertidumbre pero también de esperanza, Joel, Gaby y Victor se prepararon para un enfrentamiento que pondría a prueba no solo sus habilidades, sino su voluntad de luchar por recuperar lo que les fue arrebatado.

Victor, aún con su cuerpo marcado por las cicatrices de tantas batallas, no pudo evitar soltar una risa baja y algo macabra al escuchar la situación de Joel. El tono de la risa era extraño, una mezcla de cansancio y quizás algo de desdén.

—Así que... ¿perdiste tus "bolitas"? —dijo, con una sonrisa torcida, casi como si se burlara de la ironía de la situación—. Bueno, amigo, eso es... bastante incómodo, supongo.

Joel lo miró con frustración, el dolor físico y emocional en su rostro. No era el momento para burlas, pero era claro que, para Victor, el nivel de absurdidad del momento le parecía digno de una risa amarga.

—Esto no es una broma, Victor. ¡Te estoy hablando en serio! —respondió Joel, apretando los dientes.

Victor levantó una mano, casi como si pidiera disculpas, pero su mirada no perdió el toque de sarcasmo.

—Lo sé, lo sé. Pero, ¿te das cuenta de la situación? Un Aswang, un espíritu maligno que roba... bueno, lo que robó, y lo que nos queda, es una historia que suena como algo sacado de una leyenda absurda. —Victor dejó de reírse, pero sus ojos brillaban con una mezcla de incredulidad y humor—. Y tú, Joel... bueno, esto es solo otro día en nuestra vida llena de caos.

Gaby, que se había mantenido al margen, sonrió levemente por la forma en que su padre lograba, a pesar de la gravedad de la situación, hacerla sentir que aún había algo de normalidad en medio de todo el desastre.

—Papá, por favor. —dijo ella, tocando suavemente el brazo de Joel. —Esto no es el momento de hacer chistes. Sabemos que esto es serio, pero necesitamos que nos ayudes a solucionar esto de la mejor manera posible.

Victor la miró a los ojos y asintió, su tono cambiando rápidamente a uno mucho más serio y sombrío.

—Tienes razón, Gaby. Esto no es momento para bromas. Joel, prepárate, porque vamos a hacer todo lo posible para que recuperes lo que perdiste. Pero debes estar listo para lo que venga. Este espíritu no es algo con lo que puedas simplemente negociar.

Joel, aunque le dolía la pérdida, asintió con determinación. No había vuelta atrás.

—Haré lo que sea necesario, Victor. Vamos a acabar con esto, no importa el precio.

Victor se levantó de su silla, dispuesto a comenzar lo que parecía una misión casi imposible.

—Entonces, empecemos. Y por cierto... cuando te recuperes, tal vez deberíamos pensar en cómo mantener esas "bolitas" más seguras, ¿no? —dijo con un toque de humor negro, aunque ya no era el mismo tono burlón. Ahora era una especie de consuelo inusual.

Gaby y Joel lo miraron con una mezcla de alivio y preocupación. La travesía para recuperar lo perdido apenas comenzaba, y aunque no sabían cómo acabaría, algo en sus corazones les decía que no había nada que no pudieran enfrentar si estaban juntos.

Victor observó a Joel con una mirada penetrante, sus ojos agudos captaron algo en su amigo que no podía ignorar. Algo en su aura había cambiado, como si un poder oculto hubiera comenzado a despertar.

—Vamos, afuera, a campo abierto —dijo Victor con tono firme y sin dar explicaciones. Su instinto le decía que era mejor actuar con rapidez, no solo por lo que había ocurrido con el espíritu que le robó lo más íntimo de Joel, sino por lo que sentía en el aire: algo estaba a punto de suceder, algo que no podían dejar pasar.

Joel, sin cuestionar, asintió. El ambiente a su alrededor se sentía cargado, y aunque había perdido algo tan importante, había un fuego en su interior que no se extinguía. ¿Podría ser que, incluso sin lo que había perdido, algo dentro de él comenzaba a despertar?

Gaby los siguió, preocupada, aunque confiaba en su padre y en Joel. Sabía que cuando Victor daba órdenes de este tipo, las cosas iban más allá de lo que parecía.

Cuando llegaron a un campo despejado, lejos de las construcciones y rodeados solo por la naturaleza, Victor se detuvo y comenzó a observar a Joel con una intensidad aún mayor. Sus ojos recorrían cada detalle de su cuerpo, buscando algo que pudiera indicar qué estaba sucediendo.

—Está claro que algo ha cambiado en ti. —dijo Victor, casi en un susurro, pero con la suficiente autoridad para que todos lo escucharan.

Joel se tensó, sintiendo el peso de la mirada de Victor. No entendía exactamente a qué se refería, pero el hecho de que él lo dijera lo hizo sentirse aún más incómodo.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Joel, su voz un poco entrecortada.

Victor se acercó a él, evaluando cada movimiento.

—Tu energía... —Victor señaló hacia el centro de su pecho—. No es la misma. Ha cambiado. Algo dentro de ti se está transformando, y no sé si es el resultado de lo que ese espíritu hizo... o si es algo que ya estaba dentro de ti, esperando surgir. Pero sea lo que sea, tenemos que asegurarnos de que no pierdas el control.

Joel frunció el ceño, sintiendo una extraña sensación en su interior. Una energía que no podía identificar, que ni siquiera sabía cómo manejar, pero que parecía alimentarse de su frustración y de su dolor.

De repente, una corriente eléctrica comenzó a recorrer su cuerpo, como si algo estuviera despertando dentro de él. La energía se manifestaba con fuerza, haciendo que el aire a su alrededor se distorsionara.

—¡Joel! —gritó Gaby, pero Victor levantó una mano, señalándole que se quedara atrás.

—No te preocupes, Gaby. —Victor dijo, con la calma de alguien que sabe que está lidiando con algo más grande que ellos—. Esto es algo que debemos enfrentar ahora, antes de que se vuelva incontrolable.

Joel comenzó a gritar, su cuerpo convulsionando mientras las energías dentro de él se desbordaban. Una especie de poder oscuro y brillante luchaba por salir, creando pequeñas explosiones de energía a su alrededor.

Victor se adelantó, poniendo una mano en el hombro de Joel, intentando calmarlo. Pero sabía que no era suficiente. Si esa energía explotaba, todos estarían en peligro.

—Joel... tienes que controlarlo. —dijo Victor con firmeza, mientras su propio poder comenzaba a despertar, preparándose para estabilizar la energía del joven.

Joel apretó los dientes, su cuerpo temblando por el esfuerzo.

—No sé cómo... no sé cómo controlarlo, Victor... ¡Lo siento! —gritó, su voz llena de desesperación.

Victor apretó la mano de Joel y, con un susurro bajo, le dijo:

—Te voy a enseñar. Pero tienes que confiar en mí, y confiar en ti mismo. El control comienza con aceptar lo que eres, y la verdad es que, aunque te haya quitado algo, esa fuerza que tienes ahora... también puede ser la clave para que recuperes lo que perdiste.

Y con esas palabras, Victor cerró los ojos, concentrándose. La conexión entre ellos dos se sintió intensa, como si sus poderes se entrelazaran, y poco a poco, Joel sintió que la energía que lo consumía comenzaba a estabilizarse.

La transformación era inevitable, pero con el tiempo, tal vez Joel pudiera aprender a manejarlo... y con suerte, recuperar lo que había perdido.

La transformación de Joel fue un espectáculo aterrador y sublime a la vez. Un halo de energía oscura y luminosa comenzó a envolver su cuerpo, mientras la desesperación y el dolor lo consumían. Los gritos de frustración y enojo se mezclaban con una creciente sensación de impotencia. La pérdida de su virilidad, el robo de algo tan íntimo, no solo le había arrancado una parte física de su ser, sino que también había dejado una huella profunda en su alma.

Victor observó en silencio, su mirada se mantenía fija en Joel, percibiendo el cambio que se desataba ante él. La esencia de Joel ya no era la misma; la energía que emanaba de su cuerpo se sentía como una entidad ajena, algo más allá de lo que podría haber imaginado. El caos, la tristeza y el enojo se habían entrelazado para darle forma a algo completamente nuevo, algo con el poder de desbordar cualquier límite conocido.

—Joel... ¡detente! —gritó Gaby, pero su voz se ahogó en la turbulencia que envolvía a Joel. La atmósfera a su alrededor vibraba con una presión casi insoportable, como si el aire mismo estuviera a punto de romperse.

Joel cerró los ojos, sintiendo cómo su cuerpo cambiaba, cómo su alma se separaba de lo humano, convirtiéndose en una figura que ya no podía reconocer. Su forma se distorsionaba, su piel se tornaba en una mezcla de sombras y luz divina, su energía fluía de manera incontrolable. Era como si una entidad espiritual hubiera tomado su cuerpo, dándole un poder incomprensible y aterrador.

Su voz, cuando habló, no era la de antes. Ahora, su tono era profundo, resonante, como si múltiples voces se hubieran fusionado en una sola.

—¿Por qué? ¿Por qué me duele tanto, Victor? —su voz tembló, aunque aún poseía una fuerza inhumana. Era evidente que la desesperación lo había consumido. —¡¿Qué soy ahora?!

Victor, a pesar de la amenaza que representaba esta nueva forma de Joel, se acercó sin dudar. Su mirada no era de miedo, sino de entendimiento, como si hubiera estado esperando este momento. Sabía que la transformación de Joel era solo el resultado de la tormenta interna que había comenzado con la pérdida, pero también sabía que no podía dejar que esta entidad lo dominara.

—Joel, esto no es tú, no eres esto. Es la energía de lo que te robó, está nublando tu juicio. Pero aún eres tú... aún eres Joel.

Joel, o lo que quedaba de él, se giró hacia Victor, sus ojos brillaban con un resplandor dorado y a la vez sombrío, como si estuvieran reflejando una eternidad de dolor.

—¡No! —gritó, y con un solo movimiento, su nueva energía estalló en una onda de choque que hizo que el suelo temblara—. ¡Soy algo más ahora! ¡Soy... más fuerte que nunca! ¿Por qué seguir siendo humano, si ya no me queda nada de eso?

Gaby, quien observaba con el corazón roto, dio un paso adelante, luchando contra el miedo que sentía por el nuevo poder de Joel, pero también con la esperanza de que aún quedaba algo de él dentro de esa entidad.

—Joel... no estás solo —dijo con voz temblorosa—. Te amo. No te dejes llevar por esta oscuridad. ¡Recuerda quién eres!

El llamado de Gaby parecía alcanzar algo en el interior de Joel, una chispa de humanidad que aún resistía la oscuridad. A pesar de la transformación, algo dentro de él le respondía. La forma de entidad espiritual que había tomado comenzó a vacilar, sus rasgos distorsionados fluctuaban entre la sombra y la luz.

Victor también se acercó más, sabiendo que no podía dejar que este poder se apoderara por completo de Joel.

—No te rindas ahora, hijo —dijo Victor, utilizando esas palabras con un significado profundo, ya que, a pesar de todo, aún veía a Joel como alguien cercano. Algo dentro de él debía resistir esta entidad.

El campo a su alrededor continuó temblando, la energía desbordándose como un río imparable. Pero algo en Joel se estaba quebrando, la furia interna comenzaba a desvanecerse, y su forma fluctuaba, desvaneciéndose entre la energía pura y su humanidad.

De repente, un destello de luz cegadora iluminó todo a su alrededor. La entidad que Joel se había convertido retrocedió un paso, titubeante, como si estuviera vacilando entre el caos y la paz que aún quedaba en su alma.

—¿Quién soy yo ahora? —murmuró Joel, sus ojos luchando por encontrar su identidad entre las sombras de lo que había llegado a ser.

Victor extendió una mano hacia él, su voz grave pero serena.

—Eres Joel. No dejes que la oscuridad te defina. Tú decides quién eres.

Un silencio tenso se apoderó del aire mientras Joel luchaba contra la corriente de poder que lo envolvía. El futuro de su humanidad, de su identidad, dependía de una decisión que solo él podía tomar.

Victor sintió el golpe de Joel en su rostro, el impacto resonando a través de su cuerpo. No fue un golpe común, sino uno cargado de la nueva fuerza que Joel había adquirido, pero a pesar del dolor, Victor no mostró más que una ligera sonrisa, algo que dejaba claro que aún mantenía el control de la situación.

Con un suspiro, Victor dejó que su energía comenzara a fluir con más intensidad. Se puso serio, su rostro reflejaba una determinación inquebrantable. Sabía que esto no era Joel, era una manifestación del poder oscuro que lo había corrompido, y no permitiría que esa oscuridad lo consumiera.

—No tenías que hacer eso, Joel —dijo con voz grave, mirando a su amigo ahora convertido en algo casi irreconocible. Las palabras eran serias, pero también había un toque de dolor en ellas, como si le doliera ver a su compañero transformado en esta entidad.

Con una rapidez y precisión que solo alguien como Victor podría alcanzar, cargó su puño izquierdo con una energía solar pura, concentrando el poder en él hasta que su brazo brilló con una intensidad cegadora. Con un movimiento rápido, lanzó el destello solar hacia Joel, dirigido con fuerza hacia el espíritu maligno que lo había poseído.

El impacto fue masivo. La energía del destello solar atravesó la oscuridad que envolvía a Joel, desterrando la entidad que lo había poseído de su cuerpo. La energía explosiva hizo que el espíritu maligno fuera lanzado hacia lo que parecía ser una muñeca rota, un objeto insignificante y vacío, como si todo lo que había poseído a Joel se hubiera reducido a nada.

Joel, ya liberado de la posesión, cayó al suelo con un golpe seco, su cuerpo regresando a su forma humana, pero exhausto y herido. Aún podía sentir la energía de la entidad residiendo en su interior, pero ya no dominaba su cuerpo. Su respiración era pesada, y su cuerpo temblaba por el esfuerzo de luchar contra esa fuerza que lo había consumido.

Victor se acercó a él lentamente, su mirada seria pero con un toque de comprensión. Sin embargo, el dolor que había experimentado era visible, tanto en su rostro como en su postura. Sabía que, a pesar de todo lo que había pasado, aún quedaba trabajo por hacer.

—Te lo dije... no tenías que llegar a esto —dijo Victor, extendiendo una mano hacia Joel, pero sin forzarlo.

Joel levantó la cabeza, su mirada era débil, pero aún había una chispa de la humanidad que había perdido momentáneamente. No dijo nada, pero su expresión lo decía todo. La lucha interna había sido demasiado, y las cicatrices de lo que acababa de suceder serían difíciles de sanar.

La batalla no había terminado, pero al menos ahora, Joel estaba libre de la oscuridad que lo había poseído. Sin embargo, ambos sabían que el verdadero desafío estaba en lo que vendría después, enfrentarse a las consecuencias de todo lo sucedido y encontrar una forma de sanar.

La entidad, ahora atrapada dentro del peluche de un oso, comenzó a moverse y a retorcerse dentro de su nuevo contenedor, su presencia aún impregnando el aire. Aunque su forma había sido reducida a algo tan trivial y ridículo como un peluche, su voz seguía emanando con una autoridad aterradora, llena de egocentrismo y desdén.

—¡Tontos mortales! —la voz de la entidad resonó desde el peluche, distorsionada, pero aún claramente arrogante—. ¡No sabéis lo que habéis hecho! ¡Soy más que cualquier cosa que podáis imaginar! ¡Este cuerpo insignificante no es más que un juguete para mí! Pronto os daréis cuenta de que nunca podréis deshaceros de mí tan fácilmente.

La risa del espíritu era fría y desafiante, como si estuviera seguro de que este no era el final, sino solo un pequeño contratiempo. El peluche de oso, de alguna forma, parecía cobrar vida con cada palabra que decía la entidad, moviéndose levemente, como si fuera solo el principio de su regreso.

Victor observó la escena con una mirada fría. No iba a dejar que esa entidad hablara sin más, especialmente después de todo el daño que había causado.

—No eres nada —dijo Victor, su voz firme y sin vacilaciones. No había espacio para el miedo o la duda en sus palabras. A pesar de que la entidad estaba en un cuerpo tan diminuto, Victor sabía que el peligro seguía allí, y tenía que ser detenido de una vez por todas.

La entidad, sin embargo, no parecía intimidada. Al contrario, su risa se intensificó, y su voz se volvió aún más venenosamente arrogante.

—¿Crees que puedes detenerme? —dijo, burlándose—. Soy más que una simple entidad. Soy un concepto, un poder, y solo una fracción de mi fuerza ha sido contenida en este pequeño juguete. Vosotros, simples seres mortales, nunca podréis comprender la magnitud de lo que soy. Solo he comenzado.

La risa se desvaneció, pero la amenaza era palpable, aún en su estado reducido. La entidad sabía que su poder no estaba del todo sellado, y que aún quedaba mucho por hacer para poner fin a su existencia. Con una risa macabra y un tono desafiante, continuó.

—Nos veremos pronto, mortales... y cuando lo haga, seréis nada más que polvo bajo mi poder.

Victor, con el rostro impasible, se acercó lentamente al peluche, sin decir una palabra más. Sabía que no podía dejarlo así. Había una razón por la que esa entidad estaba tan segura de sí misma, y no podía permitir que se quedara con ese poder. Sin embargo, también era consciente de que tendría que enfrentarse a algo mucho más grande y peligroso si pensaba deshacerse de esta amenaza de una vez por todas.

La batalla no había terminado. De hecho, estaba a punto de intensificarse aún más.

Victor, con un rostro sombrío, no permitió que la entidad escapara. Aprovechando su poder, concentró una energía intensa y la envolvió, reforzando el encierro en el peluche. Con un chasquido de energía oscura, el espíritu maligno quedó atrapado nuevamente, más fuerte que nunca, pero completamente contenido dentro del juguete.

La entidad, atrapada y con su furia a punto de explotar, comenzó a gritar desde su prisión, pero la risa burlona y arrogante no fue suficiente para disuadir a Victor. Él no iba a dejar que esa criatura pensara que podía ganar, no ahora.

Con determinación, Victor levantó un palo de escoba que había cerca, el cual parecía una herramienta ridícula para lo que estaba por hacer, pero en sus manos, era mucho más que eso.

—No tienes idea de lo que es estar completamente atrapado —dijo Victor, y con un movimiento rápido y preciso, golpeó el peluche con el palo. El sonido del golpe resonó en el aire, haciendo que la entidad dentro se estremeciera, mientras un aura de energía oscura rodeaba el objeto.

Cada golpe con el palo de escoba no solo causaba un pequeño daño físico al peluche, sino que absorbía energía del espíritu atrapado dentro de él, debilitando poco a poco su poder. La entidad, enfurecida, luchaba por liberarse, pero cada golpe la empujaba aún más hacia su prisión.

—¿Sigues pensando que tienes el control? —murmuró Victor, mientras su expresión se volvía más grave. Sabía que la criatura dentro no solo estaba siendo dañada por el físico golpe, sino también por la energía que él estaba canalizando para reforzar su prisión.

La entidad, reducida y atrapada, trató de hacer un último intento de luchar, su furia visible a través de los movimientos descontrolados del peluche. Pero cada golpe parecía ser un recordatorio de que no podía ganar, que había llegado su fin.

Victor, con el último golpe, lanzó un destello de energía final hacia el peluche, que ahora estaba completamente inerte en sus manos.

Con un suspiro, Victor dejó caer el palo de escoba al suelo y miró el peluche. Había ganado, al menos por ahora. La entidad estaba contenida, sin forma, sin poder. Pero algo en su mirada mostraba que esto era solo una pequeña victoria. Sabía que las cosas no terminarían tan fácilmente.

Victor, observando el peluche ahora inerte en sus manos, dejó escapar un suspiro. Sabía que la entidad atrapada dentro de él era peligrosa, aunque por el momento estuviera contenida. Quería algo más que solo derrotarla. Quería entenderla, al menos lo suficiente para manejarla de una forma más efectiva. Después de todo, había demasiadas cosas que no sabía acerca de este ser y, tal vez, un nombre era el primer paso para lograrlo.

Con un tono más calmado pero firme, Victor se inclinó ligeramente hacia el peluche, manteniendo su concentración.

—Sé que estás ahí, atrapado. No puedes mentirme. —Su voz era baja, pero cargada de poder, como si la amenaza estuviera siempre al alcance de su mano. —Quiero que me digas tu nombre. No quiero seguir este juego de tratarte como algo que no es más que una molestia. Dame un nombre, algo que pueda entender.

El peluche se movió ligeramente, como si la entidad en su interior estuviera tomando una forma más tangible. Una energía oscura surgió desde dentro, pero estaba contenida por la fuerza de Victor, quien no mostraba ninguna señal de debilidad.

La voz de la entidad, distorsionada y llena de odio, resonó desde dentro del peluche. Era como si el juguete estuviera tomando vida propia, retorciéndose en un intento de liberarse.

—¿Nombre? —la voz era gutural, áspera, como si estuviera luchando contra las cadenas que lo mantenían atrapado. —No necesito nombre, pero si insistes, llama a esta forma Azrakil.

Victor levantó una ceja al escuchar el nombre, un suspiro de incredulidad escapando de sus labios.

—Azrakil... —repitió en voz baja, observando el peluche con una mezcla de curiosidad y cautela. —¿Eso es todo lo que eres? Un nombre para un espíritu tan lleno de odio. ¿Te parece que eso te da poder, Azrakil?

La criatura dentro del peluche no respondió de inmediato, pero la atmósfera se cargó de tensión, como si cada palabra que Victor pronunciara fuese una amenaza latente. Azrakil, atrapado en su forma física de juguete, respiraba de forma pesada, un sonido casi sibilante.

Victor, aún sin bajar la guardia, dejó caer el peluche al suelo, pero sin soltarlo completamente de su poder. Observó por un momento antes de hablar de nuevo.

—Bien, Azrakil. Ahora que sé tu nombre, dime algo más. ¿Por qué atacaste a Joel? ¿Qué quieres de él? ¿O acaso estás jugando solo por diversión?

La criatura dentro del peluche gruñó, su forma dentro del juguete se aglutinó por un instante antes de responder, aunque la voz que salió esta vez era mucho más profunda y llena de desdén.

—No es cuestión de querer algo de él... Es cuestión de usar lo que me conviene. Como todo lo que he hecho. Y ahora que sabes mi nombre, sabes que tu pequeña victoria ha sido... temporal.

Victor frunció el ceño ante esa respuesta. Azrakil parecía tener más poder del que había imaginado. Sabía que solo había dado un paso más en el entendimiento de esta entidad, pero aún quedaba mucho por descubrir. Aún así, por ahora, controlaba la situación.

—Veremos si tu "temporalidad" dura mucho, Azrakil —dijo Victor, levantando la mano ligeramente para reforzar el campo energético alrededor del peluche. —Te tengo bajo control, y no te voy a dejar ir tan fácilmente.

El aire se tensó mientras Azrakil, aún atrapado en el peluche, comenzó a emitir una risa sibilante, llena de soberbia y burla. A pesar de su posición, su voz resonaba con una autoridad perturbadora.

Victor, aunque controlando la situación, sintió que los ánimos estaban por estallar. Joel estaba visiblemente molesto, con una mezcla de enojo y frustración, mientras Gaby lo observaba preocupada pero decidida. Azrakil, al ver a los jóvenes y notar su creciente impaciencia, no perdió la oportunidad de atacar con sus palabras, sabiendo que aunque estuviera confinado en ese cuerpo diminuto, aún podía generar discordia.

—Oh, ¿qué tenemos aquí? —dijo Azrakil, con un tono que denotaba desdén y burla hacia Joel, pero al mismo tiempo, una risa maliciosa. —¿El "héroe" que ha perdido lo que más valora? Y la "señora" que lo observa, como si eso fuera a cambiar algo. Qué patético.

Joel apretó los puños con fuerza, sus ojos brillando con una mezcla de ira y frustración. Podía sentir la vergüenza, la impotencia, el dolor de lo que había perdido. Aunque trataba de calmarse, las palabras de Azrakil lo hirieron profundamente.

—¡Cállate! —gritó Joel, su voz teñida de rabia mientras daba un paso al frente. —¡Esto no es solo por mí! ¡Es por lo que me has hecho! ¡Me debes algo, y lo voy a tomar de vuelta!

Gaby, al ver la angustia de Joel, se acercó y lo tomó por el brazo, intentando calmarlo, aunque sabía que las palabras no serían suficientes. El hecho de que la situación estuviera fuera de control, incluso con Victor en su forma más poderosa, complicaba todo aún más.

Azrakil, observando la tensión en el ambiente, soltó una carcajada arrogante.

—¿Crees que te devolveré algo? —su voz resonó con un tono burlón, como si estuviera disfrutando cada momento de esa tortura. —Soy Azrakil, y lo que me llevo, se queda conmigo. Aunque ahora me divierte ver sus caras... tanto dolor en tan poco tiempo.

Victor, que había estado observando todo en silencio, sintió que era el momento de intervenir antes de que la situación escalara aún más. Caminó hacia adelante con paso firme, y su presencia emanaba una energía inconfundible. Con su voz grave y calculada, dirigió unas palabras tanto a Joel como a Azrakil.

—Basta, Joel. No te dejaré ser parte de este circo. Azrakil, tus juegos se han terminado —dijo con firmeza, mirando al peluche. —Este será tu último espectáculo. Has tenido tu tiempo, pero ahora tú y tus malditas palabras están encerrados aquí para siempre.

Pero Azrakil, al percatarse de la amenaza que Victor representaba, sonrió maliciosamente, como si tuviera un as bajo la manga.

—¿Crees que tus amenazas significan algo? —dijo mientras se retorcía dentro del peluche, ahora más fuerte debido al odio que generaba en ese momento. —¡Estás jugando con fuego, Victor! No soy solo un espíritu para ser atrapado, ¡te destruiré a todos!

El poder dentro del peluche empezó a incrementarse, pero Victor, con su mirada fija, simplemente levantó una mano, no para amenazar, sino para confirmar que él tenía el control total sobre la situación. Las energías dentro del peluche se estabilizaron por un momento, pero no por mucho.

El ambiente estaba cargado, las emociones de todos a flor de piel, y el futuro de la confrontación dependía de lo que sucediera en los próximos segundos.

Victor, con una expresión seria y completamente imponente, sostuvo el peluche en sus manos mientras la energía a su alrededor parecía cargar el aire con una tensión palpable. Azrakil, atrapado dentro del peluche, soltó un gruñido de frustración, pero Victor no prestó atención a sus palabras. Sabía que la situación se estaba tornando cada vez más peligrosa, no solo para Joel, sino también para todos los que estaban cerca.

Con voz baja pero llena de autoridad, Victor se dirigió a Gaby, quien se encontraba junto a Joel, con una mezcla de preocupación y enojo en su rostro.

—Cuiden a este insecto. No quiero más sorpresas de su parte —dijo Victor, refiriéndose al peluche con Azrakil dentro. Sabía que la entidad no estaba completamente neutralizada, y el peligro seguía presente.

Luego, con un tono más firme, giró su mirada hacia Gaby, que aún tenía a Joel junto a ella.

—Y tú, hija, busca las bolitas de tu marido. Este asunto no se va a resolver si no tomas acción. —Las palabras de Victor no dejaban lugar a dudas. Sabía que había una conexión profunda entre el poder de la entidad que había poseído a Joel y lo que había ocurrido con su cuerpo.

Gaby, aunque desconcertada por las palabras de su padre, asintió y se apresuró a acercarse a Joel. El dolor de su esposo era palpable, pero también lo era la rabia que sentía por lo que había sucedido.

Azrakil, aún dentro del peluche, intentaba provocar con más palabras venenosas, pero Victor estaba completamente enfocado en el objetivo: la resolución de este caos que no había pedido, pero que, como siempre, había tenido que enfrentar. La batalla no solo era externa, sino también interna para todos los involucrados.

El aire se volvió más denso, cargado de tensión, y todos esperaban el próximo movimiento de Victor. El peluche, con Azrakil atrapado dentro, aún vibraba con energía maligna, pero Victor sabía que todo tenía un límite. No podía permitir que este problema continuara más tiempo.

El futuro de todos dependía de las acciones inmediatas que se tomarían a partir de este momento.

Victor, en un momento de soledad en el baño, no pudo evitar reírse. La risa que salía de su pecho era una mezcla de ironía, frustración y algo de alivio. Estaba rodeado de caos, su familia estaba en peligro, y la situación con Joel y la entidad atrapada en el peluche seguía siendo un enredo sin fin. Sin embargo, en ese preciso momento, algo dentro de él encontraba cierta diversión en lo absurdo de la situación.

Mientras las risas se desvanecían lentamente, la tensión volvió a apoderarse de su rostro. Sabía que detrás de esa risa había una verdad más oscura: la batalla interna que estaba librando con el poder, con su familia, y consigo mismo. Pero en ese instante, su humor era un escape, una forma de intentar hallar sentido en un mundo que cada vez se volvía más impredecible.

Finalmente, Victor dejó de reír y, mirándose al espejo, se pasó una mano por el rostro. La risa ya no era más que una fachada. Había trabajo por hacer, y la seriedad del momento pronto lo alcanzaría nuevamente. Con una sonrisa seca, Victor se dio la vuelta, listo para enfrentar lo que fuera que viniera a continuación. Pero en el fondo, sabía que no importaba lo que pasara; estaba acostumbrado al caos.

Gaby y Joel, con el extraño encargo de recuperar las "bolitas" de Joel, caminaban por el desierto que rodeaba la ciudad, buscando en un paisaje casi desolado. Azrakil, el espíritu que antes estaba atrapado en el peluche, ahora se encontraba libre pero atado a sus propios caprichos. Mientras caminaban, se reía con cierto sarcasmo de la situación.

—¿De verdad estamos haciendo esto? —preguntó Azrakil, observando a Gaby y Joel con una mezcla de burla y desdén. —Lo que pasa por tratar de arrebatarme algo que nunca debieron tener. ¿Realmente pensaron que podrían controlar a alguien como yo?

Joel, que aún se sentía frustrado por lo que había sucedido, no podía evitar gruñir ante las palabras de Azrakil.

—¡Cállate! —le gritó, sintiendo la furia aflorar nuevamente en su pecho. —Solo... ayudanos a encontrarlas.

Gaby, que había estado preocupada por la situación y por cómo la entidad parecía disfrutar de la tensión, trató de calmar a ambos.

—Joel, respira. Sabemos que esto es raro, pero tenemos que hacer esto. Vamos a encontrar lo que necesitamos, y después todo esto quedará atrás.

El aire estaba seco y caliente, y el sol se reflejaba en el horizonte como un ojo abrasador. La ciudad se veía lejana, casi difusa. No había señales de vida cerca. Solo el viento y el sonido de sus pasos resonaban en el vacío. Azrakil volaba un poco por delante de ellos, flotando sin esfuerzo, mientras se burlaba de la situación, disfrutando del caos.

—¿Y si les digo que no está ahí? ¿Que no hay nada para ustedes, mortales? —dijo, su tono impregnado de malicia.

Joel lo miró con rabia, pero Gaby lo detuvo antes de que pudiera reaccionar. Ella sabía que no podían dejar que Azrakil los desestabilizara.

—No tienes por qué complicarlo más —dijo ella con calma. —Vamos a encontrarlo, no importa lo que digas.

Finalmente, tras caminar un largo rato, y con la paciencia puesta a prueba, Azrakil se detuvo y miró hacia el suelo. Había algo allí. Algo brillante y pequeño, escondido entre las rocas. Joel se acercó rápidamente y, para su sorpresa, vio que efectivamente era lo que había perdido. Una extraña sensación de alivio lo invadió, aunque también sabía que el poder que le había sido robado era algo más complicado de lo que parecía.

Azrakil observó en silencio, su presencia aún dominante pero ligeramente desconcertado.

—Parece que, por esta vez, los mortales han tenido suerte —comentó con una sonrisa torcida.

Joel, aún nervioso y con algo de rabia por la forma en que había sido tratado, tomó las bolitas y las sostuvo con fuerza. Gaby lo miró, viendo una leve mejora en su expresión, aunque sabiendo que esto no significaba el fin de sus problemas.

—Es solo el principio —murmuró Gaby, con una sensación ominosa en su voz.

Mientras regresaban a la ciudad, el peso de la situación seguía en el aire. A pesar de haber recuperado lo que tanto buscaban, sabían que el futuro seguía siendo incierto, y que Azrakil, por mucho que estuviera colaborando, no dejaba de ser una amenaza.

Azrakil, con su sonrisa burlona, se detuvo y observó a Joel, quien le dio un leve golpe en la cabeza. El espíritu se quedó quieto por un momento, sorprendido por la actitud de Joel, pero rápidamente se recuperó, soltando una risa suave.

—Oh, ¿qué fue eso? —dijo Azrakil, tocándose la cabeza donde Joel lo golpeó. —¿Te sientes mejor ahora? ¿Quieres que te dé una palmadita en la espalda por tu valentía, mortal?

Joel, sin embargo, no se dejó afectar por las palabras de Azrakil. Su frustración seguía siendo palpable. Sabía que había perdido mucho, y no estaba dispuesto a dejar que una simple "bolita" fuera todo lo que recuperaría.

—Solo es una bolita... —dijo Joel con sarcasmo, sin dejar de mirar al espíritu. —Y aún necesito las otras dos, así que más te vale no seguir con tus juegos.

Azrakil, con una risa más fuerte, flotó hacia atrás, a un lado de Joel y Gaby, mirando las rocas y el paisaje árido. Estaba disfrutando del momento, como si todo fuera una broma para él.

—¿Crees que voy a hacer las cosas más fáciles para ti? —preguntó con tono burlón. —Te di lo que pediste, pero ahora quieres que te entregue el resto como si nada. Eres más audaz de lo que pensaba.

Gaby, viendo la creciente tensión, intentó intervenir para evitar que la situación se volviera más caótica.

—Joel, tranquilo. Sabemos que esto es difícil... pero estamos en esto juntos. No lo hagas más complicado —le dijo, poniendo una mano en su hombro para calmarlo.

Joel suspiró, mirando las bolitas que aún sostenía con fuerza. El alivio de haber recuperado una parte de lo que había perdido se vio opacado por el hecho de que aún le faltaba más. Miró a Azrakil, quien lo observaba con un aire de superioridad.

—Entonces, ¿qué más quieres, Azrakil? —dijo Joel, su voz más calmada pero aún firme. —Tienes lo que querías. Ahora dame lo que me falta.

Azrakil se detuvo en su lugar y, con una sonrisa torcida, se inclinó ligeramente hacia adelante.

—Muy bien, Joel —respondió, su voz cargada de desafío. —Solo porque me caes bien... y porque me diviertes. Pero ten cuidado, porque todo esto tiene un precio, y no siempre puedes conseguir lo que quieres sin pagar el costo.

Con un giro rápido, Azrakil desapareció por un momento, dejando a Joel y Gaby mirando las rocas en silencio. Sabían que, aunque la situación se había calmado temporalmente, aún había mucho por resolver y muchas incógnitas que enfrentaban.

La tensión se sentía en el aire mientras Joel se quedaba en silencio, con la mirada fija en el lugar donde había tragado la bolita. Gaby lo observaba con preocupación, sin entender completamente lo que acababa de suceder, pero sabiendo que algo no estaba bien. Azrakil, desde su lugar, se reía suavemente, disfrutando de la confusión y frustración de los dos.

Joel, con el rostro desencajado, miró hacia abajo, sintiendo que algo aún no estaba bien.

—¿Eso es todo? —dijo, la voz llena de desesperación. —¿Dónde están... las otras?

Azrakil, aún con esa sonrisa burlona, flotó alrededor de él, claramente disfrutando del caos que había causado.

—Oh, no tan rápido, mortal —respondió, su tono pesado de sarcasmo—. Una bolita por ahora, y las otras... bueno, eso es parte de la diversión. Tienes que buscar lo que falta, por supuesto, y eso no será tan fácil. Aún no me has demostrado que mereces el resto. Después de todo, no puedes esperar tenerlo todo de inmediato, ¿verdad?

Joel, con el dolor y la frustración acumulándose, dio un paso hacia Azrakil.

—No tienes idea de lo que has hecho —dijo, su tono tenso pero decidido—. Necesito las otras dos. No me hagas perder el tiempo.

Azrakil se quedó flotando en el aire, pensativo por un momento, antes de hablar nuevamente.

—Todo tiene su precio, Joel. Ya tomaste lo que querías, pero no te lo voy a regalar. Tendrás que demostrar que eres digno de las otras dos. Eso es lo que me divierte, después de todo: ver hasta dónde estás dispuesto a llegar.

Gaby, viendo la situación escalar nuevamente, se interpuso.

—¡Azrakil, basta! —dijo con firmeza—. No sigas con estos juegos. Ya le has hecho suficiente daño. Devuélvele lo que le pertenece.

Azrakil dejó escapar una risa sonora antes de mirarla a los ojos.

—¿De verdad crees que algo tan simple como pedirlo va a cambiar las reglas del juego, Gaby? —preguntó con un tono desafiante. —Joel tiene que ganarlo, no sólo pedirlo.

Joel, respirando profundamente, sabía que tenía que controlar sus emociones. No quería caer en la trampa de Azrakil. A pesar del dolor, aún había una posibilidad de recuperar lo que faltaba, pero tendría que ser inteligente. Miró a Gaby, luego a Azrakil, y asintió lentamente, consciente de que el camino por delante no sería fácil.

—Está bien. Si debo ganarlo, lo haré —dijo, con firmeza. —Pero no voy a dejar que sigas jugando conmigo.

Azrakil sonrió, satisfecho con la respuesta de Joel.

—Entonces, prepárate para lo que viene. Porque este juego recién empieza.

Al llegar a la casa de Victor, Joel se sentía completamente frustrado. Había pasado por una serie de eventos extraños e incómodos, y aunque había recuperado una parte de lo que había perdido, el vacío seguía ahí. Esa sensación de incompletitud lo perseguía, y cada paso que daba lo acercaba más a la verdad: aún faltaban las "bolitas", esos testículos que le habían sido robados por la entidad en el peluche.

Gaby, a su lado, no podía evitar mirar con preocupación a Joel. Sabía lo que había estado pasando y lo difícil que había sido para él, pero tampoco entendía por qué Azrakil, siendo quien era, se estaba divirtiendo tanto con todo esto.

—¿Estás bien? —le preguntó Gaby en voz baja, aunque sabía que las palabras no podían realmente aliviar lo que sentía.

Joel no respondió de inmediato. En su lugar, simplemente dio un par de pasos hacia la puerta de la casa de Victor, mirando hacia el interior, sabiendo que aún había más cosas por resolver.

Azrakil, mientras tanto, flotaba detrás de ellos, su presencia pesada y burlona. No había prisa en sus movimientos, y le gustaba ver cómo Joel luchaba con la frustración. El espíritu malicioso disfrutaba de cada momento de incomodidad y conflicto.

Cuando entraron a la casa, Victor, sentado en una silla, observó el trío que acababa de llegar. Su rostro no mostraba sorpresa, pero había una leve sonrisa en sus labios, como si ya supiera lo que estaba ocurriendo.

—Vaya, parece que alguien se ha dejado atrapar en su propio juego —dijo Victor, mirando a Joel con una sonrisa burlona. —¿Te sientes más... completo ahora?

Joel lo miró, pero no respondió de inmediato. Sabía que Victor no iba a hacer las cosas fáciles, y que probablemente lo estaría observando, esperando que tomara una decisión. Con un suspiro pesado, finalmente dijo:

—No tengo tiempo para tus bromas, Victor. ¿Dónde están las otras dos?

Victor se recostó en la silla, cruzando los brazos, mientras Azrakil flotaba cerca, observando cada movimiento con esa sonrisa que exudaba diversión.

—Las otras dos... —dijo Victor pensativo—. Ya lo sabes, Joel. Nada se da sin un precio. Si quieres todo de vuelta, vas a tener que pelear por ello. El camino no es fácil, y aunque yo podría ayudarte, no tengo intenciones de hacerlo sin una razón válida.

Joel apretó los dientes, sintiendo cómo la frustración lo invadía nuevamente. Pero algo en la mirada de Victor lo hizo calmarse, al menos por un momento. Sabía que Victor había pasado por situaciones aún más difíciles, y si alguien podría ayudarlo a superar esto, sería él.

Azrakil, observando la interacción, se rió suavemente, disfrutando del momento.

—¡Eso es, eso es! —dijo Azrakil con entusiasmo—. ¡Esto va a ponerse interesante! Tal vez este juego no esté tan aburrido después de todo.

Victor se levantó lentamente de la silla, sus ojos brillando con determinación.

—Joel, hay cosas que debemos hacer primero. Si realmente quieres las otras dos, necesitarás estar preparado para enfrentarte a lo que venga. Pero recuerda, este no es solo un juego de poder. Es más profundo que eso.

El ambiente en la habitación se tensó al instante. Joel, aún frustrado, comenzó a concentrarse con tal intensidad que su cuerpo comenzó a brillar con una energía oscura y descontrolada. Sin la entidad dentro de él, pero con los poderes que esta le había dejado, su aura se expandió, cubriéndolo con una mezcla de poder espiritual y oscuridad.

Victor observó en silencio, reconociendo la transformación de Joel, pero sin perder su compostura. Sabía que Joel ahora estaba mucho más fuerte, pero también que ese poder podía ser una espada de doble filo. No era solo una cuestión de ganar fuerza, sino de controlar la energía que había adquirido.

Azrakil, desde su posición, no podía evitar reír con malicia al ver el caos que Joel estaba generando. Era como si toda la habitación comenzara a vibrar con el creciente poder de Joel, que no solo parecía estar desbordado, sino que también emanaba una sensación de inestabilidad.

—¡Vamos, Joel! ¡Sigue! —se burló Azrakil, disfrutando del espectáculo mientras su energía se multiplicaba—. ¿Quién necesita a la entidad cuando puedes tener todo esto?

El poder de Joel siguió aumentando, su cuerpo ahora envuelto en una neblina oscura, mientras su expresión se volvía más furiosa, los ojos brillando con un resplandor blanco que reflejaba la tormenta interior que estaba causando. Sin embargo, la lucha interna se notaba: su frustración no era solo por lo que había perdido, sino por la sensación de que ya no podía confiar plenamente en su propio cuerpo. El poder que le había sido dado sin su consentimiento lo estaba consumiendo poco a poco.

Victor, al ver cómo la energía de Joel se disparaba, suspiró y se acercó, manteniendo su calma.

—Tienes que controlar ese poder, Joel —dijo con firmeza, sin el tono burlón que podría haberse esperado. Era un consejo genuino. Sabía lo que ocurría cuando alguien se dejaba llevar por el poder sin entenderlo.

Joel, aún lleno de ira, no escuchaba. La frustración lo cegaba, y el deseo de recuperar lo perdido lo empujaba a dar rienda suelta a su fuerza recién adquirida.

Con un grito, Joel desató una ola de energía oscura, lanzándola hacia el techo, destruyendo parte de la casa y creando una onda expansiva que lanzó a todos al suelo. El aire se cargó con un zumbido eléctrico, y un fuerte viento azotó la habitación.

—¡¿Vas a quedarte ahí sin hacer nada?! —gritó Joel con desesperación y rabia, mirando a Victor con la energía aún chisporroteando de sus manos.

Victor, con un rápido movimiento, levantó una barrera de energía para protegerse y a los demás de la explosión de poder de Joel. El impacto hizo que las paredes temblaran, pero Victor mantenía su postura, sin moverse de donde estaba.

—Esto no te va a llevar a ningún lado, Joel —respondió con calma, mientras su barrera de energía se disolvía lentamente—. Usar ese poder descontroladamente solo te destruirá a ti mismo. ¿Eso es lo que quieres?

Azrakil, todavía flotando, disfrutaba la escena, sabiendo que si Joel no lograba dominar su nueva fuerza, caería en la trampa que la energía oscura siempre ponía a aquellos que no la entendían.

—Este es solo el principio, Joel. El poder te consume, te vuelve... como nosotros —dijo Azrakil, sabiendo que su palabra solo alimentaría la furia de Joel.

Victor, con una mirada seria, comenzó a caminar hacia él.

—Es hora de que tomes el control, o este poder te usará a ti, en lugar de ser tú quien lo controle.

Pero Joel, cegado por la rabia y la desesperación, no parecía dispuesto a escuchar. Su energía continuaba aumentando, y el caos solo parecía crecer.

Con una velocidad impresionante, Victor se movió hacia Joel sin previo aviso. Usando toda su habilidad y experiencia en combate, apareció justo detrás de él en un abrir y cerrar de ojos. Antes de que Joel pudiera reaccionar, Victor aplicó un golpe preciso en la parte posterior de su cuello, aprovechando el instante de distracción para desactivar su energía de forma rápida y efectiva.

El golpe fue contundente, y el poder acumulado dentro de Joel colapsó de inmediato. Con su energía descontrolada en su punto máximo, el impacto del noqueo hizo que su cuerpo se relajara súbitamente, y el chico cayó al suelo, desmayado.

La habitación quedó en completo silencio. La energía oscura que Joel había liberado se disipó, dejando un rastro de devastación, pero con la calma regresando al lugar. Victor, respirando con algo de dificultad debido al esfuerzo, observó la escena con una mezcla de frustración y preocupación.

"No quería llegar a esto... Pero no podía dejar que se autodestruyera." pensó Victor, mientras se agachaba para asegurarse de que Joel estuviera bien. Aunque había logrado detener la furia de su amigo, sabía que era solo una solución temporal. La situación con Joel aún era delicada, y había mucho que aclarar.

Azrakil, quien había estado observando en silencio, alzó una ceja, impresionado por la rapidez de Victor.

—"Bueno, eso fue algo... eficiente." comentó Azrakil con una sonrisa burlona. —"Aunque no creo que esta sea la última vez que ves a tu amigo en ese estado."

Victor no respondió de inmediato, sabiendo que aún quedaban muchos problemas por resolver. Sin embargo, no podía negar que había ganado algo de tiempo. Y con ese tiempo, esperaba poder ayudar a Joel a recuperar el control sobre sí mismo.

Victor observó en silencio cómo Gaby acomodaba a Joel en la cama, asegurándose de que estuviera cómodo antes de retirarse lentamente, dejando que el cansancio de los días pasados la consumiera. Ella lo miró brevemente antes de irse a dormir junto a su esposo, dándole un beso en la frente, pero no intercambiaron muchas palabras. Victor sabía que, en su mente, él era el que siempre ponía las cosas difíciles. El que no comprendía, el que tomaba decisiones que los demás no querían.

Mientras Gaby se acomodaba junto a Joel, Victor, agotado, dejó escapar un suspiro. No era solo cansancio físico lo que sentía, sino algo más profundo. Sentía que cada acción que tomaba, por más lógica o justificada que fuera, siempre lo ponía en el lugar del "villano" a los ojos de los demás. Siempre el malo, el que hacía lo necesario, aunque eso significara ser incomprendido.

Se dejó caer en una silla cerca de la ventana, mirando hacia la luna llena que iluminaba la noche. Las luces de la ciudad parecían lejanas y ajenas a su mundo. Había luchado durante tanto tiempo, y aunque la guerra no había terminado, su cuerpo y mente pedían descanso. Quería desaparecer, alejarse de la constante presión de ser un héroe, o al menos de ser visto como uno.

"Ya no quiero más de esto," pensó, mirando sus manos. "Ya no quiero ser el que siempre tiene que tomar decisiones difíciles. Solo quiero... descansar."

La imagen de su familia, de Gaby, de todos los que estaban cerca, le pesaba. Sabía que no podía simplemente abandonar, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que su humanidad lo estaba alcanzando. La carga de ser un líder, un héroe, un salvador, se había vuelto insoportable.

Cerró los ojos, sintiendo el peso de la fatiga y la frustración. "Tal vez solo soy un hombre cansado... tal vez necesito encontrar algo más para vivir."

La noche continuó su curso, y Victor permaneció allí, inmóvil, meditando en el silencio, esperando que algún día pudiera encontrar la paz que tanto anhelaba. Pero por ahora, todo lo que podía hacer era esperar, y quizás... descansar un poco.

Azrakil, estando a la par de Victor, observaba en silencio la lucha interna de este. Aunque su naturaleza le hacía rechazar todo lo relacionado con la mortalidad y sus limitaciones, no podía evitar entender, al menos en parte, lo que Victor estaba viviendo. A pesar de su desdén por la fragilidad de los humanos, algo en el aire parecía conectar a ambos, en ese momento, más allá de las diferencias.

Azrakil no era de aquellos que mostraban compasión o ofrecían consuelo. Su mirada fría y distante nunca sugeriría tal cosa, y su presencia siempre estaba teñida de una arrogancia inmensa. Sin embargo, algo en el agotamiento de Victor, en su frustración por las decisiones que debía tomar, le provocaba una especie de empatía amarga. Azrakil había sido creado para servir a los más oscuros intereses, para ser la mano que exterminaba sin cuestionamientos. Pero lo que veía en Victor, a pesar de su resistencia a admitirlo, le ofrecía una visión de lo que podría significar ser más que una simple herramienta, ser algo más allá de un ente de poder.

"No te engañes." Azrakil murmuró de manera gélida, su voz tan afilada como siempre. "No eres diferente a mí. Ambos sabemos que la paz que deseas solo es un sueño que no te pertenece. Las decisiones difíciles siempre caerán sobre aquellos que tienen la fuerza para tomarla. Y tú... eres uno de esos pocos."

Aunque sus palabras eran secas, incluso crueles, había algo en ellas que resonaba con la realidad de Victor. Azrakil podía percibir su dolor, su cansancio, y en cierta forma, se le hacía difícil no reconocer esa lucha interna, esa constante batalla contra la vida y la muerte, el bien y el mal. Quizás no lo admitiría jamás, pero en el fondo, entendía lo que era cargar con el peso de un destino que no elegiste, una carga que te desgasta hasta que pierdes toda esperanza de ser algo más que la herramienta que la vida te obliga a ser.

Azrakil se cruzó de brazos, mirando el reflejo de la luna en el vidrio de la ventana, y después desvió la mirada hacia Victor. "¿Qué esperas de todo esto?" preguntó finalmente, aunque no en busca de una respuesta. "¿Paz? El universo no permite tal cosa. Los mortales siempre se consumen en sus propios dilemas. Tú también lo harás, Victor, tarde o temprano. Pero por ahora, sigues siendo útil, y eso, para mí, es suficiente."

La frialdad de Azrakil era palpable, pero en su tono había una rara comprensión. Un reconocimiento de que, por más poder que uno tuviera, las dudas, la fatiga y la desesperación eran cosas que todos, incluso seres tan poderosos como él, podían llegar a sentir.

Mientras Victor se quedó dormido en la silla, agotado por la lucha interna y física que había estado enfrentando, Azrakil se alejó silenciosamente. Su mirada, siempre distante, recorrió la habitación con una fría desinterés. No importaba cuánto tiempo pasara, Azrakil siempre era un ser de oscuridad y complejidad, incapaz de entender la verdadera debilidad de los mortales, pero sin embargo, aún encontrando cierto placer en la contemplación de sus circunstancias.

Se dirigió hacia una estantería, donde viejos libros descansaban cubiertos de polvo. Aunque su naturaleza lo llevaba a despreciar todo lo relacionado con los humanos y sus limitaciones, había algo fascinante en la vastedad del conocimiento humano. Curiosidad, una palabra que no le era familiar, pero que de alguna forma, despertaba una chispa en su ser. Azrakil abrió uno de los libros, sumido en un silencio absoluto, y comenzó a leer. A pesar de que los libros de esa habitación no le ofrecían respuestas sobre su propia existencia o su destino, el simple acto de hojearlos parecía calmar, de alguna manera, esa constante vorágine de pensamientos y emociones que a veces lo asaltaban.

Aunque su rostro permanecía imperturbable, la lectura comenzaba a tener un efecto que no podía controlar completamente. Quizás no era el conocimiento lo que realmente buscaba, sino algo mucho más profundo. Entender, aunque él nunca admitiría abiertamente que algo tan trivial como eso pudiera tener alguna relevancia para su ser. Pero los libros que pasaba página tras página eran historias humanas, relatos de personas que vivían, amaban, sufrían, y eventualmente morían.

En un rincón de su mente, Azrakil no podía evitar preguntarse si, en alguna parte del alma humana, había algo que él había perdido en su propia existencia eterna. Sin embargo, esa duda era rápida y fugaz, como la sombra de una estrella fugaz, y pronto se desvaneció en el mismo abismo de indiferencia que siempre había habitado.

Fin.