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History academy arco 6: the end of the world.

🇸🇻Victor_Jose_Perez
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Synopsis

Chapter 1 - Episodio 1: Entrenamiento

El viento arrasaba el vasto desierto mientras los cielos se abrían, tornándose de un rojo profundo. En el horizonte, Xar'Khal, la entidad primordial del caos, observaba la batalla que se desataba a su alrededor. Su presencia, tan poderosa como el vacío mismo, llenaba el aire con una tensión palpable.

En la primera línea de combate, Victor y Nine Sharon se enfrentaban cara a cara con las fuerzas de Xar'Khal, mientras Evil Victor, con una risa macabra, destrozaba todo a su paso. José y Rigor trabajaban juntos, utilizando sus poderes combinados para desatar una lluvia de energía devastadora que parecía doblar la realidad misma. Tino y Normado, aunque no tan poderosos como los demás, luchaban con valentía, cubriendo las brechas y enfrentando hordas de criaturas conjuradas por la oscuridad.

Victor, agotado pero resuelto, se teletransportó hacia el costado de Xar'Khal, su cuerpo envuelto en la luz intensa del Usagi Instantáneo. De un solo golpe, su puño destelló con un poder catastrófico, chocando contra la carne de la entidad con la fuerza de una supernova. El impacto resonó a través del desierto, haciendo temblar las dimensiones a su alrededor.

Pero Xar'Khal sonrió, su forma distorsionándose momentáneamente como si la realidad misma se quebrara a su alrededor. "¿Crees que eso es suficiente, Victor?" Su voz era como un eco retumbante en el vacío, provocando que el aire se volviera pesado, como si el tiempo mismo se viera atrapado en su oscuridad.

Nine Sharon, a su lado, se preparó para atacar, pero una explosión de energía lo hizo retroceder. Un rayo de energía roja se estrelló contra el suelo, creando un cráter que arrasó con todo lo que tocaba. "¡Debemos unirnos, o esta batalla estará perdida!" gritó, mientras sus ojos brillaban con furia.

En ese momento, la escena de batalla se fragmentó por un instante, y el flujo del tiempo se alteró para otros. En el interior de las habitaciones temporales, un espacio fuera del tiempo y la percepción de los demás, varios héroes entrenaban, enfrentando los retos más difíciles que sus cuerpos y mentes podían soportar.

Yasane, con sudor corriendo por su frente, concentró su poder en sus manos, rodeadas de una energía pura y vibrante. "Debo dominar mi energía... Si quiero ser de ayuda para ellos..." murmuró, mientras veía sus manos brillar con fuerza. La habitación en la que se encontraba estaba diseñada para maximizar el entrenamiento: una simulación infinita de paisajes y criaturas formidables, cada uno más desafiante que el anterior.

En otra habitación temporal, Tino y Normado estaban en un campo de combate que parecía extenderse hasta el horizonte, luchando contra ilusiones que replicaban sus miedos más profundos. Tino se zambulló bajo un golpe, esquivando una criatura de oscuridad, y respiró profundamente. "Solo un poco más. Esto es lo que me permitirá ayudar a mis amigos..." pensó, mientras su entrenamiento se intensificaba.

Mientras tanto, Rigor y José se encontraban en una simulación más compleja, enfrentando a versiones distorsionadas de ellos mismos, proyectadas por la inteligencia artificial de la habitación. Ambos luchaban con destreza, pero también con incertidumbre. "Tu velocidad y fuerza son impresionantes, pero todavía te falta control, José," dijo Rigor, con su voz firme, mientras ejecutaba un movimiento rápido que lo hizo chocar contra la versión oscura de sí mismo.

José, exhausto pero determinado, respondió con una sonrisa. "Lo sé, pero tengo que mejorar aún más si quiero vencer a ese monstruo... A Xar'Khal." Con su cuerpo iluminado por las energías cósmicas de su Ira Dansandankai, lanzó un golpe que fracturó el aire, derribando a su oponente.

Lejos de esa zona de entrenamiento, Victor y los demás, atrapados en la intensidad de la batalla, sabían que su única esperanza de supervivencia era vencer a Xar'Khal, o al menos retrasarlo el tiempo suficiente para que los héroes entrenados pudieran regresar y ayudar.

Xar'Khal, al notar el esfuerzo de sus oponentes, lanzó una ola de energía pura hacia Victor, golpeándolo con tal fuerza que lo envió volando hacia el abismo que se había abierto en el desierto. "Están desperdiciando su energía," dijo el ser cósmico, "El fin está cerca."

Pero, en ese instante, una explosión de luz se desató, señalando la llegada de los héroes entrenados. Yasane, Tino, Normado y los demás, ahora con un poder superior, se unieron a la batalla, sus ojos brillando con la determinación de aquellos que no cederán sin luchar.

El terreno de combate cambió de inmediato. El golpe de Xar'Khal, que parecía aplastarlo todo, ahora encontraba resistencia en la nueva fuerza que se levantaba. Victor, ahora con renovada fuerza gracias a los esfuerzos de sus compañeros, volvió a levantarse, preparándose para lo que sería la batalla definitiva.

Las fuerzas del caos y la luz se entrelazaban, y solo aquellos que hubieran superado sus límites personales podrían salir victoriosos en este último enfrentamiento por el destino del omniverso.

El tiempo se había acabado.

La guerra parecía interminable. El desierto estaba devastado, el suelo retorcido por las explosiones, y el cielo se oscurecía por la influencia de Xar'Khal. La presencia de la entidad primordial del caos era tan abrumadora que la misma realidad comenzaba a desmoronarse bajo su poder. Victor, Nine Sharon, Rigor, José, y los demás luchaban con todas sus fuerzas, pero sabían que necesitarían más tiempo para entrenar si querían tener una oportunidad real de derrotarlo.

En medio de esta desesperación, San Miguel, el arcángel guerrero, apareció en el campo de batalla. Con un resplandor celestial que deslumbraba todo a su alrededor, su presencia otorgó una pequeña esperanza a los héroes que aún quedaban. Su espada, Gladius Divinus, brillaba con luz pura, reflejando la intensidad de la batalla.

"¡Yo me encargaré de detenerlo!" gritó San Miguel, con una determinación inquebrantable. "Necesito que todos ustedes se preparen. ¡El tiempo se está agotando!"

Sin darles tiempo para responder, San Miguel se teletransportó directamente frente a Xar'Khal y desató un golpe celestial con toda su fuerza. La espada cortó el aire, liberando una onda de energía que iluminó el campo, pero Xar'Khal, con una sonrisa malévola, bloqueó el ataque con una mano gigante que emergió de su forma distorsionada.

"¡Tú!" rugió Xar'Khal, su voz resonando como un terremoto. "¿Crees que tu luz puede detenerme? Soy el caos eterno, ¡nada puede detenerme!"

San Miguel no se inmutó. Con una mirada decidida, lanzó un rayo de luz pura desde su espada, creando una explosión que sacudió el aire. "Mi luz no es solo para iluminar el camino, sino para destruir la oscuridad. ¡No serás el fin de la existencia!" afirmó con firmeza.

El combate se intensificó, y mientras San Miguel mantenía a Xar'Khal ocupado, dando a sus amigos la oportunidad de tomar un respiro, los héroes entrenaban en las habitaciones temporales. En un espacio donde el tiempo fluye de manera distinta, donde tres meses de entrenamiento se sentían como tres años.

En el interior de una de las habitaciones, Victor se encontraba respirando pesadamente, su cuerpo cubierto de sudor y magulladuras. Los habitáculos temporales creaban una simulación que desafiaba sus límites: montañas que caían, océanos que se desbordaban, monstruos que parecían imbatibles.

"¡No puedo quedarme atrás!" pensó, mientras ajustaba su postura. Se preparaba para enfrentar una versión más feroz de sí mismo en la simulación, la cual tenía todo el poder de Xar'Khal concentrado en una forma duplicada. La batalla dentro del campo virtual era solo un reflejo del campo real: una lucha por la supervivencia y el equilibrio de todo.

Nine Sharon entrenaba de manera similar, sus ojos brillando con la intensidad de su dolor y furia. "¡No me rendiré ahora! ¡No cuando mi planeta está en juego!" rugió, mientras un remolino de energía oscura giraba a su alrededor. Se concentraba en controlar su poder, no solo su fuerza física, sino también su alma. Sabía que enfrentarse a Xar'Khal requeriría más que solo velocidad y habilidad; necesitaba coraje.

Mientras tanto, Rigor y José continuaban luchando contra versiones distorsionadas de ellos mismos, perfeccionando cada técnica y cada movimiento. Rigor, con su implacable concentración, se mantenía firme. "Cada batalla es una lección," pensó, evitando el ataque de su oponente, una sombra de él mismo que podía anticipar cada uno de sus movimientos.

José, por su parte, se estaba forjando a través de la dificultad. Cada golpe que recibía era una oportunidad para crecer más fuerte. "No puedo fallar. No puedo perder esto." Era un pensamiento constante en su mente mientras la energía cósmica fluía por sus venas.

Tino y Normado, los más jóvenes del grupo, también entrenaban incansablemente. Aunque sentían la presión de ser los más débiles del equipo, no pensaban rendirse. En su habitación temporal, cada enemigo que derrotaban se volvía más fuerte. Eran desafiados a sus límites una y otra vez, y sabían que debían alcanzar el poder necesario para contribuir a la batalla final.

Cada uno de ellos sabía que la hora final se acercaba. San Miguel no podría sostener a Xar'Khal por mucho más tiempo, y la única manera de derrotarlo sería unirse con el poder combinado de todos ellos.

La pregunta que rondaba en la mente de cada héroe mientras entrenaban era simple: ¿Serían lo suficientemente fuertes cuando el tiempo se acabara?

Con cada día que pasaba, su poder aumentaba, pero el enemigo se hacía más fuerte. Tres meses habían pasado, pero el tiempo aún no estaba de su lado. Mientras San Miguel mantenía a raya a Xar'Khal, luchando por cada segundo que sus amigos necesitaban, ellos seguían entrenando, sabiendo que el momento de enfrentarse al caos eterno estaba más cerca que nunca.

Y aunque los días se acortaban y la batalla se intensificaba, algo en sus corazones les decía que aún podían ganar.

Los héroes sabían que el tiempo corría en su contra, y el destino del omniverso descansaba sobre sus hombros. Tras la feroz confrontación contra Xar'Khal, Victor, Daiki, Nine Sharon, Rigor, José, Tino, y Normado tomaron una decisión crucial. Decidieron ingresar a las habitaciones temporales para entrenar durante 30 años, lo que en la realidad equivaldría a solo tres años. Cada uno de ellos, al tomar una pastilla que ralentizaba su envejecimiento, aseguraba que su cuerpo y mente se mantuvieran igual, sin que el paso del tiempo afectara su físico.

El ambiente dentro de las habitaciones temporales estaba cargado de una energía única. El tiempo, en su esencia misma, se desfiguraba y ralentizaba, permitiendo a los héroes perfeccionar sus habilidades, superar sus límites, y alcanzar niveles de poder que ni siquiera imaginaban. Era un lugar donde las simulaciones de batalla se adaptaban a sus miedos, fortalezas y debilidades, empujándolos más allá de todo lo conocido.

Victor, con su fuerza solar y su habilidad de Usagi Instantáneo, se enfrentaba a versiones de él mismo en las simulaciones, luchando contra su propio ego, buscando dominar las fuerzas que alguna vez pensó incontrolables. Nine Sharon, cuya habilidad para manipular energía oscura se veía amplificada en las habitaciones, hacía resonar cada golpe con la furia acumulada de años de sufrimiento y venganza. Rigor, un maestro de las artes de combate, practicaba una y otra vez, perfeccionando sus ataques mientras sus músculos se volvían más ágiles y su mente más fría.

José, con su determinación y poder cósmico, se enfrentaba a desafíos que forjaban su carácter, mientras Tino y Normado demostraban que la juventud no era un obstáculo, sino un motor de motivación. Cada uno de ellos estaba decidido a no ser un simple espectador en la batalla que se avecinaba, sino una fuerza capaz de derrotar a Xar'Khal.

Afuera, en el mundo real, sus esposas también se entrenaban en paralelo. Luci, Spajit, Beasty y las demás luchadoras sabían que no podían quedarse atrás. En un campo de entrenamiento especialmente diseñado para ellas, entrenaban sus habilidades, perfeccionando tanto sus técnicas de combate como sus estrategias mentales. Sabían que la batalla no solo se ganaba con fuerza, sino con astucia y unidad.

Luci, con su impresionante agilidad y destreza con las espadas, dominaba cada técnica de combate, mientras Spajit perfeccionaba su habilidad para utilizar la cadena de Leviathan, moviéndose con velocidad y letalidad. Beasty, aún con el alma de Lila tomando el control de su cuerpo, entrenaba sus habilidades de regeneración y poder destructivo, mientras también intentaba controlar la creciente oscuridad dentro de ella.

Junto a ellas, luchadoras como Yenli, Assath, y Lila, cada una con sus propios talentos y habilidades, se preparaban para lo que estaba por venir. Sabían que no solo era una batalla de fuerza física, sino una lucha mental, emocional y espiritual.

Mientras el tiempo en las habitaciones temporales avanzaba, los héroes y sus aliados seguían sus entrenamientos con una dedicación feroz. En sus mentes, el recuerdo de Xar'Khal y de la amenaza que él representaba nunca se desvaneció. Sabían que el enfrentamiento final estaba cada vez más cerca, y la única forma de derrotar al caos y la oscuridad era trabajando juntos, más fuertes que nunca.

En un rincón apartado de la academia, Yaneth, la hija de Rigor y Dariel, estaba lista para enfrentar lo que fuera necesario para proteger a sus seres queridos. A su lado, Toby, su hermano, compartía la misma determinación. Aunque la batalla que se avecinaba era monumental, ellos sabían que debían entrenar con todo su ser, porque el futuro de todos dependía de su fuerza.

Ambos entraron en una habitación temporal, donde el tiempo avanzaba a su propio ritmo, permitiéndoles entrenar durante 10 años. El lugar estaba lleno de simulaciones y retos que desafiaban constantemente sus límites.

Yaneth era un prodigio de la velocidad y el combate físico. Su estilo de lucha era explosivo, pero también lleno de astucia, y cada movimiento que realizaba en las simulaciones parecía un reflejo de su deseo de proteger. Cada golpe que daba resonaba con una fuerza increíble, y sus habilidades de combate solo mejoraban con cada día que pasaba. Sabía que no solo entrenaba por su propio bien, sino para salvar a la humanidad de la destrucción que acechaba.

Toby, por otro lado, era un estratega nato. Su entrenamiento se centraba en el uso de su poder mágico, combinando sus habilidades en combate físico con su dominio de la energía cósmica. Aunque menos agresivo que su hermana, su enfoque meticuloso y su inteligencia lo convertían en un combatiente único. Su control sobre su poder era admirable, y se entrenaba sin descanso para perfeccionar cada aspecto de su técnica.

Los dos hermanos se entrenaban juntos casi todos los días, complementándose a la perfección. Yaneth, con su estilo de lucha feroz y rápido, cubría cualquier brecha en las defensas de Toby, mientras que él, con su mente estratégica, guiaba sus ataques y la manera en que utilizaba su magia. Aunque sus estilos de combate eran diferentes, su conexión como hermanos les permitió crear una sinergia que los hacía imparables.

A medida que pasaban los años, la conexión entre ellos se profundizaba, y su poder se incrementaba. Al salir de la habitación temporal, 10 años después, ambos hermanos habían evolucionado, no solo en sus habilidades, sino también en su carácter. Estaban listos para enfrentar la gran batalla que se avecinaba, sabiendo que su entrenamiento era lo único que los separaba de la destrucción del omniverso.

Yaneth y Toby, fortalecidos por el sacrificio y el amor familiar, se unieron a los demás héroes en la lucha que definiría el destino de todos. Con la esperanza renovada y sus corazones llenos de determinación, enfrentaron la oscuridad que se cernía sobre ellos, dispuestos a luchar hasta el final.

En una habitación aislada de las habitaciones temporales, un grupo de héroes se preparaba para el desafío más grande de sus vidas. Dentro, Trapecio, Palitogood, Asagi, Kiara, Mariwiwi, Alpacafacio, Shiro, Frank, Chomosukez, y Lulu entrenaban con una determinación feroz. Sabían que su fuerza y habilidades serían la clave para cambiar el destino del omniverso, por lo que cada uno de ellos se empujaba al máximo, sin descansar ni un solo día.

Las paredes de la habitación vibraban con la energía de su entrenamiento. Cada uno de ellos poseía habilidades únicas, y el reto era combinar sus poderes individuales, perfeccionarlos y prepararse para el combate final.

Trapecio, con su agilidad y reflejos superiores, se movía por el campo de entrenamiento como un relámpago, dominando cualquier arma en su mano, desde espadas hasta lanzas. Cada movimiento que hacía estaba destinado a deslumbrar y desorientar a cualquier enemigo. Su lucha era precisa, un verdadero maestro en el arte de la evasión y el ataque.

Palitogood, conocido por su fuerza bruta, usaba su poder para transformar su cuerpo en una fortaleza imparable. Golpeaba el aire con sus puños, creando ondas de choque que sacudían las paredes de la habitación. Con cada golpe, su fuerza aumentaba, y su resistencia parecía ser infinita. El entrenamiento físico era su principal prioridad, buscando la perfección en su resistencia y potencia.

Asagi, el experto en el sigilo y el combate táctico, se movía como una sombra. Dominaba el arte de la evasión y las estrategias encubiertas, siempre anticipándose a cualquier ataque enemigo. Su entrenamiento no solo consistía en el combate directo, sino también en el manejo de armas de corto alcance, haciendo que cada enfrentamiento fuera aún más impredecible. Era un maestro en la manipulación del entorno para su ventaja.

Kiara, con su control sobre los elementos, estaba en su elemento. Llamas danzaban alrededor de ella, ráfagas de viento azotaban la habitación y la tierra temblaba bajo su control. Dominaba cada elemento con maestría, controlando la naturaleza misma para crear ataques devastadores y defensas impenetrables.

Mariwiwi, una guerrera con habilidades místicas, invocaba poderes de otras dimensiones, creando barreras de energía, telequinesis y control del tiempo. Cada conjuro que realizaba se volvía más fuerte y preciso, un dominio total de las artes místicas.

Alpacafacio, su estilo de lucha era impredecible y basado en la adaptabilidad. Movimientos rápidos y técnicas innovadoras llenaban el espacio. Podía adaptar su estilo de combate en fracciones de segundo, lo que le daba una ventaja estratégica que pocos podían prever.

Shiro, experto en técnicas de espada, entrenaba su cuerpo y mente para convertirse en el mejor espadachín. Sus movimientos fluían como el agua, cada corte realizado con precisión milimétrica. Su espada era una extensión de sí mismo, un símbolo de su habilidad para cortar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.

Frank, el maestro de la fuerza espiritual, invocaba su energía interna para potenciar sus ataques y habilidades. El aura que emanaba de él creaba ondas expansivas que alteraban la gravedad misma, haciendo que sus enemigos se sintieran abrumados antes de recibir sus golpes. La concentración de su poder espiritual le daba una ventaja en el combate a largo plazo.

Chomosukez, un hombre de tácticas agresivas, entrenaba con todo su ser en técnicas destructivas. Su dominio de las artes marciales combinadas con su poder destructivo hacía que cada uno de sus ataques pudiera desintegrar un enemigo con facilidad. Su objetivo era volverse más letal y explosivo con cada golpe que daba.

Lulu, la experta en manipulación psíquica, era capaz de controlar las mentes de sus oponentes y alterar la percepción de la realidad. Usaba su poder para entrenarse en control mental, mejorando sus habilidades de manipulación y telequinesis para ser una de las guerreras más formidables en el campo de batalla.

Los héroes, aunque venían de diferentes orígenes y estilos de combate, compartían una misma meta: superar sus límites y alcanzar su máximo potencial. Dentro de la habitación temporal, el tiempo no pasaba igual que en el mundo exterior, lo que les permitió entrenar durante 10 años a su ritmo sin temor al envejecimiento.

Cada uno de ellos, en su rincón, se concentraba en mejorar sus habilidades. Sabían que la próxima vez que se enfrentaran a las fuerzas del caos, no podían fallar. Las batallas que librarían serían decisivas para la supervivencia de todos los seres vivos, y su única opción era la victoria.

En un rincón apartado de la dimensión, en una de las muchas habitaciones temporales que los héroes habían utilizado, Asagi, en su versión femenina, entrenaba sola. A diferencia de sus compañeros que compartían espacios y se entrenaban juntos, ella prefería el aislamiento, pues el silencio le permitía enfocarse completamente en su técnica. Sabía que su camino era uno de solitaria perfección, y no necesitaba distracciones.

La habitación que elegía era pequeña pero inmensa en posibilidades. No tenía más que un espacio vacío, iluminado por un brillo suave que parecía surgir de la nada, y paredes invisibles que generaban una atmósfera ideal para concentrarse al máximo. A su alrededor, el aire vibraba con una energía contenida. Los pasos de Asagi resonaban como ecos a medida que se movía rápidamente, ejecutando con precisión sus movimientos.

Asagi no era solo una guerrera hábil en el combate directo, sino también una estratega consumada. Su entrenamiento no solo consistía en mejorar su destreza física, sino también en cultivar su mente y perfeccionar su capacidad de tomar decisiones en fracciones de segundo. Podía ver el futuro inmediato de cualquier enfrentamiento, una habilidad que la hacía extremadamente peligrosa.

Su primer ejercicio consistió en evadir ataques invisibles, una técnica que había perfeccionado a lo largo de los años. Asagi se movía entre sombras, esquivando ráfagas de aire y movimientos invisibles, desafiando las leyes de la física con cada giro. Su agilidad era imparable, su cuerpo un reflejo de su mente calculadora.

Luego, Asagi comenzó a trabajar con su arma preferida: una katana especial forjada por ella misma, capaz de cortar casi cualquier cosa. Realizaba movimientos fluidos, cada corte marcado por la velocidad y la precisión que la distinguían de cualquier otro espadachín. Su katana brillaba en la oscuridad mientras la usaba para realizar ataques impredecibles, cortando el aire y los obstáculos con una suavidad mortal.

Pero lo que realmente la distinguía era su habilidad en el sigilo y la invisibilidad. Con un simple movimiento de las manos, Asagi desaparecía de la vista, moviéndose por la habitación como un espectro. Nadie podría percibir su presencia, ni siquiera aquellos que tuviesen los sentidos más agudos. El verdadero desafío de su entrenamiento era anticiparse a los movimientos de su oponente sin que estos pudieran percibir su presencia.

A medida que pasaba el tiempo, Asagi aumentaba la dificultad de sus ejercicios. Desmaterializaba y volvía a materializar su cuerpo en cuestión de segundos, desorientando a cualquier ser que intentara atraparla. En su mente, no solo luchaba contra la necesidad de derrotar a un enemigo, sino contra su propio límite de resistencia y concentración.

A pesar de estar sola, su determinación era más fuerte que nunca. Sabía que en la batalla final no podía permitirse fallar. No solo estaba luchando por ella misma, sino por todos los que dependían de su éxito. Cada golpe que lanzaba, cada maniobra que perfeccionaba, era un paso más hacia la victoria que todos deseaban.

Al finalizar su entrenamiento, Asagi se detuvo frente al espejo, respirando profundamente. Sabía que sus capacidades ahora estaban más allá de cualquier límite conocido. Estaba lista para lo que fuera que el destino le tuviera preparado. No necesitaba de la compañía de los demás; su mejor aliado era ella misma.

El sol se ponía en el horizonte de una tierra olvidada, un paisaje desolado donde el polvo levantaba pequeñas columnas al viento. En este lugar, apartado del mundo, Mahin Max entrenaba, aislado de todo y todos. Había estado retirado por años, alejado de las batallas y de los conflictos que una vez definieron su vida. Sin embargo, algo había cambiado. La amenaza que se cernía sobre el mundo era demasiado grande, demasiado peligrosa, y Mahin sabía que su tiempo como guerrero no había terminado.

Con cada golpe que daba, el suelo temblaba ligeramente bajo sus pies, y el aire a su alrededor se cargaba de una tensión palpable. Su cuerpo, antes joven e inexperto, había crecido en poder, sabiduría y determinación. Mahin Max era un hombre distinto, uno que había aprendido las lecciones más duras de la vida: que la verdadera fuerza no solo radica en los músculos, sino también en la mente y en el espíritu.

Él sabía que este entrenamiento no solo era una cuestión de recuperar habilidades físicas. Era algo más profundo: era un regreso al hombre que solía ser, al guerrero que se había perdido en las sombras del pasado. Y, aunque su cuerpo ya no estaba tan ágil como antes, su corazón seguía siendo el de un luchador.

Con un suspiro profundo, Mahin Max cerró los ojos y comenzó a concentrarse, dejando que el viento acariciara su rostro. A medida que lo hacía, su poder comenzó a elevarse, como una energía interna que se expandía desde su pecho hacia el resto de su cuerpo. Se sentía como si el mundo entero estuviera escuchando cada pensamiento, cada intención. El poder de su "Revenge Aura", una técnica que había forjado en su juventud, comenzó a manifestarse.

Mahin no solo tenía el poder de controlar el flujo de su energía, sino que había perfeccionado el arte de la "calma antes de la tormenta". Su técnica implicaba una calma profunda que precedía a un estallido de poder incontrolable. Durante años había trabajado para dominar esta habilidad, y ahora su dominio sobre ella era absoluto.

De repente, el aire comenzó a girar a su alrededor. Cada músculo en su cuerpo se tensó, y en un rápido movimiento, Mahin Max lanzó un "Flash Strike", su técnica más poderosa, una serie de golpes a velocidad de la luz, proyectando ondas de energía a través del aire que desgarraban el terreno que tocaban. Cada golpe resonaba con la fuerza de un trueno, como si su puño fuera el brazo de la misma naturaleza.

Su respiración se aceleró, pero no se detuvo. La última parte de su entrenamiento era la más difícil: el control de la ira y la desesperación. Había aprendido, a lo largo de su retiro, que para vencer a un enemigo de su calibre, debía hacerlo no solo con poder, sino con mente fría y calculada. Los fantasmas de sus pasadas batallas, de sus fracasos y de las pérdidas que había sufrido, comenzaron a invadir sus pensamientos, pero Mahin Max se enfocó en su objetivo. Tenía que ser fuerte, no solo por él, sino por todos aquellos que dependían de su regreso.

Al final del entrenamiento, Mahin Max se detuvo, respirando con pesadez. El suelo a su alrededor estaba cubierto de grietas y marcas profundas de la energía que había desatado. Aunque se sentía agotado, una sonrisa ligera apareció en su rostro. Había vuelto a ser el guerrero que alguna vez fue. El entrenamiento lo había llevado al límite, pero había alcanzado una fuerza interior que no tenía antes.

Con los ojos brillando con determinación, Mahin Max sabía que este era solo el comienzo. El regreso del joven guerrero había llegado, y ahora, más que nunca, estaba listo para enfrentarse a la amenaza que pondría en riesgo la existencia misma.

Este era el regreso de Mahin Max, y estaba listo para demostrar que incluso en su retiro, su poder nunca se desvaneció.

La tierra temblaba bajo los pies de Xar'khal y el Arcángel Miguel. La batalla entre ambos era una danza de poder cósmico y pura furia divina, un enfrentamiento entre la oscuridad primordial y la luz celestial. Mientras las energías chocaban en el aire, se formaban grietas en el suelo que se expandían como heridas abiertas en el mismo tejido de la realidad.

Xar'khal, el ser inmortal de caos y destrucción, se mantenía firme, su poder creciendo con cada segundo. Su forma era una amalgama de sombras y una energía negra que corría por su cuerpo como una tormenta incontrolable. Sus ojos brillaban con la furia de mil mundos colapsados. No era solo un ser de fuerza bruta; cada golpe que daba parecía atravesar las mismas leyes de la naturaleza, desquiciando la realidad a su alrededor.

San Miguel, el Arcángel de la justicia y la guerra, respondía con una calma sublime. Su armadura resplandecía con la luz de los cielos, y sus alas, grandes y radiantes, batían con el poder de los vientos divinos. Era el defensor del bien, y aunque Xar'khal representaba una amenaza única, Miguel estaba decidido a mantener la luz viva, aunque su energía se desvaneciera con cada golpe.

En medio de la lucha, Xar'khal se movió rápidamente, su figura difusa y distorsionada por la velocidad. Con una sonrisa torcida en su rostro, apareció detrás de Miguel, con la malicia reflejada en su rostro. Aprovechó un momento de distracción del arcángel y con una habilidad sobrenatural, lanzó un golpe devastador directo hacia la espalda de Miguel.

Miguel apenas tuvo tiempo de reaccionar, pero se dio cuenta de la gravedad del ataque demasiado tarde. La fuerza de Xar'khal lo empujó hacia adelante con tal potencia que el Arcángel fue lanzado hacia atrás, atravesando el aire como una flecha en caída libre, y estrellándose contra una pared invisible en el espacio. El impacto resonó como el retumbar de un trueno cósmico, enviando ondas de energía por todo el campo de batalla.

Xar'khal se rió, la risa retumbando en el vacío mientras su figura se mantenía erguida, casi indestructible. Miguel, que apenas se levantaba, podía sentir cada fibra de su ser retorciéndose por la fuerza del ataque. La sensación de estar siendo aplastado por el caos mismo lo invadió.

"¿Creías que podrías detenerme, Miguel?" dijo Xar'khal, su voz resonando como un eco lejano. "Soy el caos. Soy la eternidad que no conoce fin. No importa cuántos de tus cielos intentes proteger, la destrucción siempre llegará."

Miguel, aún tambaleante pero no derrotado, respiró con dificultad. Su mirada se llenó de determinación. "No podrás consumir todo lo que existe. La luz siempre encontrará su camino, incluso en la oscuridad más profunda," dijo con una voz que, aunque débil, seguía siendo firme.

Pero Xar'khal solo sonrió más ampliamente, su energía oscura se expandió aún más, envolviendo todo a su alrededor. "Entonces, ven. Lucha hasta que todo lo que conoces sea nada. Verás lo que realmente significa la desesperación."

La batalla continuaba, con el peso de todo el universo sobre los hombros de ambos combatientes. Miguel sabía que esta pelea sería la más difícil de su vida. Xar'khal era un enemigo diferente a todo lo que había enfrentado, pero el arcángel no se rendiría. Había algo más en juego aquí: la existencia misma, y Miguel lo defendería con cada gramo de su ser, no solo por el bien del mundo, sino por todos los que confiaban en él.

Ambos continuaron, inmersos en la batalla eterna, sin saber quién prevalecería, pero sabiendo que el resultado decidiría el destino del universo.

Fin.