Chapter 5 - UN ENCUENTRO AMISTOSO

La penumbra de la cabaña se llenaba de un silencio espeso, roto solo por el leve murmullo de Lesky, que observaba a Liffel con preocupación.

—¿Cómo está? —preguntó, sin apartar la vista de la joven, que yacía sobre un lecho improvisado de hojas y mantas desgastadas.

El brujo, un hombre de mirada reservada y gestos cautelosos, inspeccionó a Liffel con concentración.

—He aplicado un hechizo curativo, pero sigue sangrando sin razón aparente. Es como si su cuerpo estuviera luchando contra algo invisible... Parece fruto de una maldición. Despertará en unos minutos, aunque necesitará reposo.

Lesky miró a Liffel, cuya respiración era errática, como si aún estuviera librando una batalla en su interior.

—¿Qué sucede con ella? —preguntó, sin apartar la vista.

—Detecto un poder inmenso en su interior. Ten cuidado —advirtió el brujo, mientras recogía sus cosas y se preparaba para irse—. No me gusta estar cerca de otras brujas.

Lesky esbozó una sonrisa irónica.

—Es gracioso que digas eso siendo tú mismo un brujo.

El hombre lo miró con seriedad.

—A veces hay que ser precavido, especialmente con una desconocida como ella. Con el poder que tiene, deberías mantenerte alerta.

Sin más, el brujo salió de la cabaña y desapareció entre los árboles.

Unos minutos después, Liffel comenzó a moverse. Sus párpados temblaban antes de abrirse, y en un instante se levantó rápidamente, como si aún estuviera atrapada en una pesadilla. Su cuerpo temblaba, su respiración era rápida y errática.

—Tienes que reposar, no te levantes —dijo Lesky con suavidad—. Estás a salvo.

Liffel intentó ponerse de pie, pero su cuerpo no respondía bien; cayó del lecho de hojas, y al abrir los ojos, estos comenzaron a sangrar lentamente . Lesky se arrodilló a su lado, alarmado.

—¿Estás bien?

Liffel apretó los puños, aún débil.

—Creo que me excedí… —murmuró, apenas audible.

Lesky la miró, confuso.

—¿En qué te excediste?

—Usé demasiado poder… Estoy… Incompleta… —respondió ella, su voz un susurro apenas audible, como si temiera admitir en voz alta aquella fragilidad.

Lesky frunció el ceño, intentando comprender.

—¿Incompleta?

Liffel intentó regular su respiración, sus manos temblorosas limpiando la sangre que brotaba de sus ojos. Con un tono apenas audible, comenzó a hablar.

—Ciertas brujas, como yo, necesitan encontrar a su alma gemela para poder liberar su verdadero poder —comenzó, con la voz temblorosa pero decidida—. Nuestro poder está limitado por un hechizo ancestral, obra de un mago que vivió hace siglos y que lanzó una maldición sobre las últimas siete brujas nobles, las últimas más poderosas de todos los tiempos.

Lesky la miraba con atención, casi sin respirar, como si cada palabra pronunciada le revelara un mundo desconocido.

—Ese mago —continuó Liffel, sus ojos fijos en un punto perdido— utilizó un hechizo para restringir las habilidades de aquellas brujas y sus descendientes. Al hacerlo, nos dejó un marca, una maldición, que nos impide usar todo nuestro poder hasta que encontremos a nuestra alma gemela. —Hizo una pausa, su rostro reflejando cansancio y algo de dolor—. Pero la leyenda no explica qué significa el 'alma gemela', ni tampoco cómo encontrarla…

Liffel empezó a toser de nuevo, esta vez con más intensidad. La tos se intensificó y pequeñas gotas de sangre mancharon sus manos.

Lesky, alarmado, se inclinó hacia ella.

—¿Estás bien? ¿Por qué estás tosiendo sangre?

Ella forzó una sonrisa, tratando de restarle importancia.

—Como te conté, me excedí usando mi poder. Las brujas como yo podemos sufrir lesiones si utilizamos demasiada magia por culpa de la maldición. Estoy pagando el precio por ese exceso.

Lesky asintió, comprendiendo la gravedad de lo que ella le confesaba. Después de un breve silencio, él intentó aligerar el ambiente con un tono más amigable.

—Entiendo… Bueno, ya que compartiste todo eso conmigo, al menos debería saber tu nombre, ¿no?

—Liffel —respondió ella, su voz un poco más fuerte, aunque marcada por la fatiga.

Lesky esbozó una sonrisa amistosa.

—Soy Lesky. Es un placer conocerte, Liffel, aunque las circunstancias no sean las mejores.

Un silencio cargado de complicidad cayó entre ambos. Al cabo de un momento, Lesky le hizo otra pregunta, tratando de acercarse más.

—¿A dónde te diriges?

Liffel bajó la mirada, como si buscara la respuesta en su interior.

—Principalmente… Voy en busca de alguien que desapareció y de algunas respuestas —respondió Liffel, con la mirada perdida.

Lesky la observó un momento, sintiendo algo en su interior que no podía identificar del todo, un impulso de cuidarla, de protegerla, quizás de acompañarla en ese camino incierto.

—Si necesitas una mano amiga en el camino… —dijo, esbozando una sonrisa amable— aquí tienes una.

Liffel lo miró sorprendida y, después de un instante de duda, le devolvió la sonrisa, agradecida. Tal vez, en ese encuentro inesperado, ambos habían encontrado algo que les faltaba: una amistad naciente, en medio de los misterios y la oscuridad que envolvía sus caminos.