Liffel se volvió a tambalear ligeramente cuando intentó ponerse de pie, y Lesky, sin dudarlo, la ayudó. Después de que descansara unos minutos más, ambos salieron de la cabaña, con el bosque extendiéndose como un océano de sombras y ramas retorcidas. Sin embargo, apenas habían dado unos pasos cuando una figura conocida bloqueó su camino.
El brujo emergió de las sombras, su rostro marcado por una expresión de profunda desconfianza y desagrado.
—¡ALTO! ¿Pensabas que podrías salir de aquí tan fácilmente? —gruñó con su voz cargada de autoridad —. Por fin percibí tu aura… El aura oscura que tratas de ocultar. Liffel, la Bruja del Fin, tal como profetiza la leyenda. No puedo permitir que una criatura tan peligrosa ande libre, y ahora que estás debilitada, es el momento perfecto para detenerte.
Lesky se puso en guardia y dio un paso adelante, interponiéndose entre el brujo y Liffel.
—Déjala ir —dijo con firmeza, su mirada clavada en el brujo.
El brujo lo miró incrédulo, y luego soltó una risa amarga.
—¿Dejarla ir, Lesky? ¿Estás loco? Ella es una amenaza para este mundo. Te está manipulando, y cuando tenga la fuerza suficiente, no dudará en destruir todo a su paso. No te engañes, su debilidad es solo temporal.
Liffel, pálida pero decidida, levantó la mirada y dio un paso al frente.
—Hagamos un pacto —dijo, su voz firme a pesar de su evidente agotamiento—. Lesky vendrá conmigo, y si en algún momento me convierto en una amenaza, él tendrá el derecho de matarme.
El brujo frunció el ceño, claramente desconfiado.
—¿Un pacto? —repitió, escéptico—. ¿Crees que no veo a través de tus mentiras? Matarías a Lesky en cuanto te diera la oportunidad. Ese pacto no vale nada.
Liffel sostuvo la mirada del brujo con una intensidad que parecía rasgar el aire.
—No si es un pacto de sangre mágica.
El brujo la miró en silencio, considerando la propuesta. Finalmente, asintió con un gesto lento y desconfiado.
—De acuerdo. Si Lesky tiene el poder de detenerte en cualquier momento… quizás podamos tomar el riesgo —aceptó, aunque su tono aún estaba cargado de recelo.
Lesky asintió, y sin decir nada más, sacó una pequeña daga y se hizo un corte en la palma de la mano. Liffel lo imitó, y cuando ambas manos sangrantes se unieron, una energía cálida los rodeó. Las palabras antiguas que Liffel murmuró eran apenas audibles, y sin embargo, cada sílaba parecía encerrar una fuerza antigua. Un brillo profundo surgió de su pecho, conectando sus corazones con una luz tenue que luego se desvaneció.
Una niebla oscura apareció detrás del brujo, extendiéndose entre los árboles. De la bruma surgieron siluetas armadas y hostiles: cazadores de recompensas. Sus rostros eran impenetrables, y la ferocidad en sus ojos reflejaba un solo objetivo.
El brujo retrocedió, maldiciendo en voz baja.
—Parece que nuestros problemas apenas comienzan, —murmuró, sin apartar la mirada de los recién llegados.
Lesky y Liffel se prepararon para lo que estaba por venir, sintiendo que en aquel pacto de sangre se encontraban unidos no solo por una promesa, sino por la necesidad de sobrevivir juntos en medio de aquella amenaza imprevista.
La tensión en el bosque creció como una sombra oscura y palpable cuando el brujo fijó la vista en los recién llegados. Su expresión cambió a una mezcla de sorpresa y rabia.
—¿Qué hace el grupo de asesinos de Balker aquí? —gruñó, con los ojos entrecerrados.
Uno de los asesinos, un hombre de ojos desquiciados llamado Isker, soltó una risa chillona y trastornada.
—Simplemente venimos a cazar mariposas, ¡jajaja! —rio con una demencia palpable en su tono.
A su lado, otro asesino de complexión robusta llamado Taunt, se tronó los nudillos con una sonrisa cruel.
—A destrozar huesos —añadió, con una voz gruesa y ronca.
Fillus, un hombre con una mueca afilada y un destello perverso en los ojos, miró hacia Liffel.
—A robar una dama.
Falkon, de rostro sombrío y voz fría, lanzó su amenaza como un cuchillo afilado.
—A matar a esa bruja.
Entonces, un hombre alto y aparentemente apacible, conocido como Fliork, habló con una voz calmada mientras encendía un cigarro.
—Y a tomar el té.
Finalmente, Kario, con los ojos entrecerrados, miró al brujo y luego a Liffel con una expresión de puro desprecio.
—¿No es obvio? Venimos a mataros a todos. Especialmente a la bruja.
De pronto, una figura imponente emergió de entre los asesinos: Balker, su jefe, un hombre de presencia dominante y despiadada. Su voz cortó la atmósfera como una hoja de acero.
—Silencio —dijo en un tono mortal—, ya me tenéis harto de tanta conversación. Matadlos de una vez. Quiero sus cabezas.
El brujo apretó los dientes y avanzó un paso, su energía arremolinándose a su alrededor como una tormenta.
—¡Balker, pedazo de idiota! ¿Sabes contra quién te enfrentas? Soy el brujo más poderoso de este maldito mundo. —Sus palabras estaban cargadas de un poder casi tangible.
Balker lo miró con desdén.
—¿Y eso qué? Me importa muy poco. —Luego miró a sus hombres y comenzó a repartir órdenes con una precisión letal—. Isker, Falkon, Fliork, id a por la bruja. Taunt, tú encárgate del mocoso. Fillus, Kario y yo nos ocuparemos del brujo.
En un instante, Balker, Kario y Fillus se lanzaron hacia el brujo, pero este levantó ambas manos, de las que emergieron ondas de poder que giraban en espirales. Con un hechizo corto, el brujo invocó fragmentos de hielo tan finos que parecían invisibles, lanzándolos como proyectiles letales. Kario desvió varios de ellos hacia el suelo, Balker alzó un escudo mágico y Fillus intentó esquivarlos, pero el brujo manipuló el viento, redirigiendo los fragmentos y sorprendiendo a Fillus, que cayó sin vida al instante, atravesado por el hielo.
Mientras tanto, Liffel enfrentaba a sus propios atacantes. Con un gesto rápido, lanzó tres rayos invisibles hacia Isker y Falkon, quienes cayeron al suelo sin vida en una fracción de segundo. Fliork, sin embargo, esquivó con agilidad sobrenatural, y al instante sacó un arco. Unos Portales se abrieron alrededor de Liffel y una lluvia de flechas comenzó a salir de ellos, redirigiéndose hacia Liffel desde todas las direcciones.
Liffel conjuró un escudo de magia alrededor suyo y lo expandió, bloqueando todas las flechas. En un último empuje, logró redirigir la fuerza del escudo hacia Fliork, derribándolo con un golpe de energía que lo lanzó hacia atrás.
Fliork se puso de pie lentamente y encendió otro cigarro, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y respeto.
—Increíble… Has matado a dos de mis compañeros en un segundo y has repelido un ataque con múltiples portales. —La sonrisa en sus labios era un tanto siniestra.
Liffel lo miró con frialdad.
—¿De verdad pensaste que saldrías ileso?
Fliork soltó una risa breve.
—Era de esperar de una bruja de un linaje poderoso. —Sin embargo, sus ojos notaron algo: Liffel sangraba por los ojos y escupía sangre al suelo.
—Y pensar que has usado tan poca magia, y ya lo estás pasando mal. Son las consecuencias de ser un ser incompleto —dijo Fliork con una sonrisa venenosa.
Liffel se tambaleó, pero su mirada seguía ardiendo de determinación.
—Puedo… destruirte en un segundo.
Fliork soltó una carcajada burlona y negó con la cabeza.
—Lo dudo en tu estado actual. No suelo matar a las damas, pero son órdenes de mi jefe.
Liffel le lanzó una mirada cargada de desprecio.
—¿Debería agradecerte por tales palabras?
Fliork alzó el arco, su sonrisa burlona.
—Descansa en paz, mi dulce dama.
Lanzó una flecha a través de los portales, que comenzó a moverse cambiando de dirección tantas veces que Liffel, con la vista borrosa, apenas pudo seguirla. La flecha se desvió y la impactó en el hombro izquierdo, y Liffel cayó al suelo con un gemido de dolor.
Fliork observó el impacto y luego sonrió, decepcionado pero satisfecho.
—He fallado el tiro. La próxima vez, irá directo a la cabeza.
El enfrentamiento entre Lesky y Taunt se desarrollaba como una danza peligrosa. Taunt, con su enorme armadura pesada, lanzaba golpes devastadores, pero Lesky, ágil y rápido, esquivaba cada ataque con destreza. Aprovechando un instante de distracción, Lesky se deslizó detrás de él y, con un movimiento preciso, cortó el cuello de Taunt. El coloso cayó de rodillas, su cuerpo tembló un instante antes de desplomarse sin vida.
Lesky no perdió tiempo; su mirada se dirigió rápidamente hacia donde Liffel yacía en el suelo, herida y vulnerable. Sin dudar, corrió hacia ella, su instinto de protección más fuerte que cualquier temor.
—¡Eh, mocoso! —gritó Fliork, con una sonrisa burlona en el rostro—. Deja de hacerte el héroe. No podrás protegerla.
Mientras Lesky llegaba junto a Liffel, Balker, el líder de los asesinos, desenvainó una espada larga y afilada, cargó hacia el brujo. Kario, su leal seguidor, lanzó unas cadenas que se enrollaron alrededor de la pierna del brujo, tirándolo al suelo con fuerza. Pero el brujo, aún en el suelo, canalizó su magia con una rapidez impresionante y lanzó un hechizo devastador hacia Fliork. Este apenas tuvo tiempo de alzar una barrera, que se desmoronó en el impacto; Fliork cayó al suelo, derrotado.
—¡Lesky, huye con la bruja! —gritó el brujo con desesperación—. ¡Llévatela lejos, rápido!
Lesky asintió, entendiendo la gravedad de la situación. Con suavidad, levantó a Liffel en brazos, sosteniéndola como si fuera una princesa y comenzó a correr en dirección contraria, internándose en el bosque.
El brujo, mientras tanto, reunió toda su energía, sus ojos llameando con un poder desbordante. Canalizó un hechizo de fuego que envolvió las cadenas y las destruyó en un instante. Con un último esfuerzo, generó una explosión que sacudió el área, levantando una nube de humo y cenizas. Cuando la visión se despejó, el brujo había desaparecido.
Lesky, en su huida, se giró un momento y vio la explosión iluminando el cielo. Su corazón se encogió; aunque el brujo había sido un amigo cauteloso, le había salvado la vida y la de Liffel. Sus pensamientos se llenaron de una tristeza inesperada.
—Tranquilo, chico… —dijo Liffel con una voz apenas audible, intentando calmarlo—. Seguro que está bien.
Lesky miró hacia adelante, tratando de enfocar su atención en el camino, aunque el dolor y la incertidumbre pesaban sobre él.
—Tienes razón —murmuró, intentando sonreír para infundirle algo de esperanza—. Es un tipo duro.
Mientras tanto, en el lugar de la batalla, Kario observaba las ruinas y el silencio que dejaba la explosión.
—¿Ese brujo habrá muerto? —preguntó a Balker con un tono de duda.
Balker sacudió la cabeza, con los ojos aún fijos en el humo disperso.
—No lo creo, pero seguramente estará medio muerto después de eso.
Kario miró en dirección hacia donde Lesky y Liffel se habían ido.
—¿Los perseguimos?
—Déjalos estar —respondió Balker, con una expresión de cálculo en el rostro—. Ya tendremos otra oportunidad para acabar con ellos. Además, los cazabrujas están en camino. Nos conviene desaparecer antes de que lleguen.
Sin más, Balker y Kario abrieron un portal y desaparecieron en él, dejando atrás a Fliork, abandonado entre los escombros.