Era una mañana perfecta. El sol brillaba intensamente en el cielo, y una suave brisa acariciaba el rostro de RamGam, quien se sentía lleno de energía. Después de semanas de trabajo arduo y dedicación, finalmente había terminado el nuevo circuito para fútbol que tanto había anhelado. Miró el campo recién trazado, sintiendo una mezcla de orgullo y emoción.
Tras realizar unos estiramientos para preparar su cuerpo, RamGam decidió probar el circuito por primera vez. El aroma del césped fresco lo motivaba aún más. Justo cuando se disponía a dar su primera carrera, un grito desgarrador lo interrumpió.
—¡RamGam! —exclamó Busorres, su voz resonando en el aire como un eco.
El susto lo hizo frenar de golpe, perdiendo el equilibrio y cayendo de cara al suelo. Se levantó rápidamente, tratando de sacudirse la tierra que se había pegado a su ropa.
—¡RamGam! Es hora de ir al supermercado —dijo su amigo, sonriendo mientras extendía una mano para ayudarlo a levantarse.
—Bueno, ahí voy —respondió RamGam, aún un poco aturdido pero contento de pasar tiempo con su amigo.
Ambos se dirigieron al supermercado, riendo y conversando sobre sus planes para el día. Mientras recorrían los pasillos, seleccionaron cuidadosamente lo que necesitaban: pan crujiente, sándwiches variados, queso fresco y un tarro de mayonesa. Tenían la intención de hacer un picnic en el parque, disfrutando de una jornada al aire libre.
Sin embargo, al llegar a la puerta del parque, un pequeño detalle se hizo evidente: se habían olvidado de llevar agua. Se miraron el uno al otro, y la risa se desvaneció por un momento.
—Vamos de vuelta a casa —sugirió Busorres.
—Sí, eso haremos —asintió RamGam, un poco decepcionado, pero decidido a no dejar que eso arruinara su día.
Regresaron rápidamente a su hogar, recogieron varias botellas de agua y se prepararon nuevamente para salir. Mientras caminaban hacia el parque, algo inesperado llamó su atención: una puerta entreabierta en un edificio al costado de la calle.
—¡Mira eso! —exclamó RamGam, señalando el lugar—. ¡Es un laboratorio abandonado!
La curiosidad llenó sus rostros, y RamGam sintió una oleada de adrenalina.
—Entremos —dijo, emocionado por la aventura.
—¡No! —respondió Busorres, dudoso—. Tenemos que ir al parque, recuerda.
—Vamos, solo un vistazo rápido. Después podemos ir al parque —insistió RamGam, sus ojos brillando con la posibilidad de explorar lo desconocido.
Busorres pensó por un momento, la tentación de la aventura pesando en su mente.
—Bueno, entremos —finalmente cedió, con una mezcla de nervios y emoción.
Ambos amigos se acercaron al laboratorio, sin saber que lo que encontrarán cambiaría el rumbo de su día por completo.