-¡Lo último antes de la cueva! -dijo Busorres, observando el denso bosque que se interponía en su camino.
-¡El bosque! -respondió RamGam, mostrando una mezcla de emoción y cautela.
Antes de adentrarse por completo en el bosque, los aventureros decidieron buscar comida y agua. Con paciencia, recolectaron frutas y llenaron sus cantimploras en un pequeño arroyo que encontraron en su camino. Una vez satisfechos, se acomodaron bajo los árboles para descansar, permitiéndose un momento de tranquilidad antes de continuar su misión. Sin embargo, esta paz se rompió abruptamente cuando un grito estremecedor sacudió el bosque, haciendo que las aves huyeran y las hojas temblaran.
-¿Qué fue eso? -preguntó RamGam, poniéndose alerta.
-¡Mira arriba! -gritó Busorres, señalando con el dedo hacia el cielo.
Ambos levantaron la vista y se encontraron con una visión aterradora: un enorme cíclope los miraba desde una colina cercana, con su ojo único fijo en ellos, como si hubiera encontrado su próxima presa.
-¡Un cíclope! -exclamaron al unísono, comprendiendo el peligro que enfrentaban.
Rápidamente, RamGam y Busorres idearon un plan. Sabían que en algún lugar del bosque crecía una planta con propiedades somníferas, que podría ayudarles a vencer al cíclope sin una confrontación directa. La estrategia era sencilla pero arriesgada: Busorres distraería al monstruo mientras RamGam y Maximum se adentraban en la vegetación para buscar la planta.
-¡Oye, grandulón! ¡Aquí estoy! -gritó Busorres, corriendo en círculos para llamar la atención del cíclope.
El plan parecía funcionar hasta que, de repente, el cíclope atrapó a Busorres con una mano, sujetándolo firmemente. El monstruo sonrió de forma perturbadora mientras, con su otra mano, sacaba un gran libro de recetas y empezaba a hojearlo, ignorando los forcejeos de Busorres. Como si preparara un banquete, colocó a Busorres sobre una roca calentada por el sol, listo para ser cocinado lentamente mientras elegía sus condimentos.
Mientras tanto, al otro lado del bosque, RamGam y Maximum corrían desesperadamente entre los árboles, buscando la planta. Después de varios minutos de búsqueda frenética, RamGam finalmente la divisó: una pequeña planta de hojas verdes y espesas, que exhalaba un olor dulzón.
-¡Aquí está! -dijo RamGam, arrancando la planta con cuidado. Sin perder tiempo, los dos volvieron corriendo hacia donde estaba Busorres.
Cuando llegaron, vieron al cíclope levantando a Busorres, listo para devorarlo. Sin dudarlo, RamGam sacó un coco de su bolsa, metió la hoja de la planta en su interior y lo preparó para lanzarlo. Calculando el momento justo, RamGam lanzó el coco con todas sus fuerzas y acertó en la boca del cíclope. Este, sorprendido, se tragó el coco junto con la hoja de la planta sin siquiera pensarlo.
Unos segundos después, el cíclope parpadeó pesadamente, tambaleándose sobre sus pies hasta que, finalmente, se desplomó en el suelo, roncando con una fuerza que hizo temblar la tierra.
-¡Lo logramos! -dijo RamGam, ayudando a Busorres a ponerse en pie.
-¡Vaya distracción! -bromeó Busorres, sacudiéndose el polvo.
Agradecidos por haber escapado del peligro, los tres amigos se dirigieron hacia la entrada de la cueva, listos para enfrentar lo que los aguardaba en su interior.