Hoy empezó como un día normal, iba camino a la escuela tal y como lo hacía siempre arriba del pecero, jugando una partida de ajedrez en mi teléfono porque no hay nada mejor que una buena partida de ajedrez a esa hora, aunque a veces por estar modorro pierdo humillantemente.
Llegué a la escuela a las 6:00 am, a pesar de que empiezan las clases a las 7:00 am y me puse a hacer la poca tarea que me quedaba ya que acaba de empezar el parcial, pero mientras me dirigía a mi clase, sentí como que el piso se elevaba, hasta quedar enfrente de mi cara, como si el mundo entero se acercara a mí, para luego atravesarlo, como si no existiera, hasta completar una vuelta de 180°.
Tras vivir este extraño evento, me vi parado en una llanura con un pasto repleto de un color verde hermoso que podría calmar a cualquiera. De alguna forma, esta llanura parecía infinita, se extendía hasta la más remota lejanía y todavía más allá, de tal forma que el horizonte se hacía pálido gradualmente, hasta que se perdía en la limitada capacidad del ojo humano. De vez en cuando se distinguían unas casas, con una estructura tan simple que parecería que hasta un niño de kínder podría dibujar las fachadas de estas, convirtiendo este mundo en un paisaje monótono, lo único que distinguía a una de otra era que casa una tenía un número diferente en su puerta, pero fuera de eso, sus techos estaban hechos por tejas color café, tenían paredes rectangulares, de una altura que sugería que eran de dos pisos de alto, las cuales eran de color amarillo en todas, aunque algunas de las casas tenían un tono más descolorido, probablemente por la exposición continua al sol, aunque sería algo extraño, debido a que el calor del sol era tan débil, que parecía que era otoño en este lugar aunque en México, de donde venía, apenas empezaba el verano. Cada una de las casas contaba con varias ventanas rectangulares en cada piso, que pocas veces cambiaban de lugar en cada una, y por último, todas tenían una puerta blanca de madera en el frente, en la izquierda de una de las paredes.
Tras recuperarme del aturdimiento de este cambio repentino entre mundos observé a mi alrededor para luego ver al pasto, que, aunque no me cubriera más que la suela de mis zapatos, parecía profundo, repentinamente, el pasto a mi derecha empezó a estremecerse, y de él, agarrándome completamente desprevenido, emergió mi mejor amigo.
— Su puta madre — dije tras llevarme tremendo susto.
— ¿Diego? — preguntó mi amigo, todavía confundido — ¿Dónde estamos?
— Están en el limbo — dijo una voz, que resonaba en nuestras mentes, y daba la sensación de que venía de adentro de nosotros.
— ¿El limbo? — preguntamos los 2 a la vez.
— Un mundo entre mundos, un lugar en el que puede pasar cualquier cosa, y para salir de aquí, deben de viajar a través de él, y conforme más avancen, más difícil será hacerlo. Tienen acceso ilimitado a cada una de las casas que se ven al horizonte, podrían ayudarles en su camino... o no. El resto lo averiguaran por su cuenta a su debido tiempo, buena suerte — dijo la voz misteriosa, tras lo cual nunca la volvimos a oír.
Tras eso, una bolsa emergió de entre el pasto y cual videojuego, un mensaje apareció flotando frente a nuestras caras.
»"Bienvenidos al Limbo, su nueva vida dentro del futuro inmediato. Este es su inventario, el cual les podrá ayudar a llevar cosas pesadas con facilidad, en este pueden llevar hasta 500kg de cosas sin importar su volumen, pero deberán de gestionarlo cuidadosamente, ya que se darán cuenta de que podría llegar a ser insuficiente."
— Siempre quise un día llegar a un mundo distinto— dijo mi amigo.
— La verdad yo también, pero me preocupan las advertencias de la voz, Alex.