Salimos a explorar, pero yo todavía pensaba en la vida antes del Limbo, pensaba en si el mundo notaría mi falta, pensaba en si mi familia me extrañaría, mis amigos o mi novia, puesto a que sentía que no fuí la mejor persona que pude en mi vida. Pensaba en si el tiempo pasaría igual de rápido del otro lado del piso, pues en muchas historias o películas, el tiempo pasa diferente en una dimensión que en otra, entonces cuándo regrese, si es que regreso, ¿Habría pasado la misma cantidad de tiempo? Tal vez podrían haber pasado Miles de millones de años o incluso, ¿Regresaría en el exacto momento en el que me fuí? Traté de ignorarlo pero la duda me carcomía el cerebro.
Extrañaba los regaños de mi madre, que me aventaba la chancla por no ordenar mi cuarto cuando tenía una capa de ropa cubriendo el piso del mismo. Extrañaba las peleas con mi hermana, que se enojaba hasta por acercarme a ella. Pero por encima de todo, extrañaba a mi novia, a quién veía todos los días y que su ausencia se hizo presente a los pocos minutos de llegar aquí, el miedo de no verla nunca más me destrozaba el alma, yo no podría vivir sin ella, pero más me dolería si al volver a verla, no me recordara o peor, que ella ya no existiera.
Recordé a mis aficiones, cómo el ajedrez, el placer de saber que estás haciendo algo bien, así como superar a otra persona llena a cualquiera. No tenía mucha experiencia a diferencia de otros jugadores, puesto que apenas contaba con 1200 puntos de Elo. Ya había participado en un torneo importante de mi país, pero no me fué tan bien como lo esperaba.
Recordé a mi padre, que siempre me contaba historias fantásticas al dormir, mundos nuevos maravillosos, regidos por la magia, dónde cualquier cosa era posible, yo pensaba que si algún día aparecía en otro mundo, sería algo parecido, y yo lograría ser importante ahí, pero en cambio, estoy atrapado, en un mundo, que aunque a primera vista parecería vasto y vivo, está desolado y lo único aparentemente vivo aquí, somos Alex, yo y los monstruos que nos asechan en la noche.
—Pues, definitivamente la reencarnación en un mundo nuevo no es lo que me prometieron los animes — dijo Alex, en tono de burla.
—Deberíamos de llevar seguimiento de los días que llevamos aquí, así como de las casas que hemos visitado, ¿Recuerdas que número tenía esta casa? — le pregunté.
—Creo que era 567, solo lo recuerdo porque son números consecutivos.
Buscaba un cuaderno en mi inventario cuando me di cuenta que tenía mi celular en el bolsillo, que no había notado puesto a que era una sensación que ya tenía muy normalizada, pero el hecho de llevarlo conmigo podría cambiar por completo la dirección de las cosas. Le recordé a Alex:
—Wey, ¿tu también tienes tu teléfono? — Le pregunté a Alex.
—Es cierto, no lo había pensado, ¿Tienes señal aquí?.
—No parece, pero al menos puedo jugar ajedrez en mi celular, para no perder la práctica jajajaja — dije, un poco más aliviado.
—Busquemos una toma de luz para cargar el teléfono, ¿Allá abajo había una pantalla no?
Bajamos para investigar la pantalla, para encontrarnos con el cuerpo del monstruo del día pasado que parecía que ya había empezado a descomponerse. Tras un poco de nauseas después de ver esa escena, investigamos la televisión para encontrarnos con que estaba desconectada, lo que me hizo darme cuenta de que no podría practicar muy seguido al ajedrez. De inmediato activé el modo de ahorro de energía y lo guardé en mi inventario. Regresamos por la cama, esta vez separando el colchón de la base antes de guardarla y no sé si tan sorprendentemente, se guardó solo.
»"Capacidad de inventario: [23.45kg/500kg] "«
—Te dije que era la base de la cama — presumió Alex
Nos apresuramos a salir de ahí para empezar a explorar más casas. Fuimos a la mas cercana a nosotros y entramos, no sin antes anotar el número »553« en nuestra lista.
Al entrar, no vimos más que basura y muebles rotos, pero igual entramos por si acaso. Cerca de la puerta, vimos una especie de clóset pequeño de madera, que tenía unos cortes muy finos, que lo hacía parecer caro y daba la impresión de algún día haber sido muy bien cuidado aunque ya se notaba abandonado, debido a que estaba lleno de grietas, tan grandes que mi mano cerrada podía caber en una de ellas, dentro, había un bate de béisbol de metal con estampado de los diablos rojos, el equipo favorito de Alex. Antes de que pudiera siquiera tocarlo, Alex lo agarró y me dijo:
—Muy lento — dijo haciendo cara de burla.
—Bueno pero si encontramos algo mejor ahorita no me lo podrás reprochar — dije, aprovechandome de la situación.
Tras seguir buscando, encontramos otro clóset en el que había una gran variedad de herramientas, en nuestro mundo, nos habría servido de algo, pero no creímos que nos ayudaría aquí, sin embargo, anotamos lo que dejamos atrás en nuestra lista de casas. En medio de las herramientas, se encontraba un hacha, que agarré de inmediato, el mango era de madera y tenía una forma perfecta, pero de alguna forma parecía que no tuviera peso, cómo si fuera tan ligero cómo una pluma y tenía un agarre perfecto, que evitaba que se resbalara de mis manos, pero la cabeza, parecía de un metal muy duro y denso, por lo que pesaba bastante, tenía un filo que parecía cortar de solo mirarlo y daba la impresión de que no requeriría ser vuelto a afilar en un buen tiempo.
—Yo digo que mi bate sigue estando mejor por ser de los Diablos — dijo Alex, todavía presumiendo
Subimos al piso de arriba y, extrañamente, las paredes parecían estar recién pintadas, y en todo el piso, solo se encontraba un mueble de color blanco en medio de una de las paredes, que parecía muy alto puesto que llegaba desde el suelo hasta el techo prácticamente, un haz de luz proveniente de las ventanas se enfocaba justo en todo el mueble y cuando intenté abrirlo, no pude, cómo si algo lo evitara:
—Déjame ver — dijo Alex acercándose al mueble y tras inspeccionarlo unos segundos dijo — Oye, hay como unos ojos ahí dentro...
Repentinamente, se abrió el clóset a gran velocidad y de él, salió un pequeño monstruo, de no más de un metro, que tenía unas orejas puntiagudas que parecían alas de murciélago, tenía unos ojos verdes con pupilas que parecían las de un gato y una nariz grande y con filo, cómo la de un vampiro. Soltó un gruñido que se asemejaba al de un jaguar y se abalanzó sobre mi amigo, intentó morderlo con sus dientes puntiagudos y grandes cómo un dedo, así como rasguñarlo con sus garras afiladas como cuchillas, pero sin éxito, ya que Alex logró cubrirse con su bat, abriéndome una oportunidad para agarrar mi hacha y clavarsela en la cabeza. De él, salió una especie de moco verde viscoso, que se quedaba pegado en todos lados y se le empezaba a escurrir a mi amigo, que seguía abajo de él.
—Que ascoo — dijo, mientras se limpiaba aquella sustancia verde — ¿Porqué tienen que tocarme a mi ambos ataques de monstruos?
Tras unos pocos segundos, vimos que el monstruo ya se empezaba a descomponer hasta convertirse en polvo y cenizas. No nos extrañamos, puesto a que ya no sabíamos que más esperar de ese mundo, pero nos dimos cuenta de que el peligro no solo se hacía presente en la noche, sino que también a plena luz del día. Investigamos dentro del clóset para encontrarnos nada más que ese moco verde cubriendo todas las paredes del mueble. Pensé que tal vez se creaban a partir de ese moco, ya que salió un poco del mismo de adentro del monstruo que nos atacó, por miedo a que empezara a crearse otro, nos fuimos de esa casa y caminamos un poco más lejos, en búsqueda de un lugar seguro para pasar la noche.