Hoy desperté para sentir la sensación pegajosa, mojada y fría de mi sudor, que me cubría de manera espesa el cuerpo entero, cuando me senté en la cama ví como caía de mi cabello, resbalando por mi rostro hasta empapar las cobijas mientras el sol caía sobre mí atravesando la ventana, caía con un ardor tan fuerte que sentía que me iba a dejar completamente chamuscado, hacía un calor infernal, casi como si estuviera en un desierto al mediodía y no hubiera nada alrededor mío. Volteé a ver a Alex y él estaba igual, solo que parecía haberse acostumbrado ya.
—¡No puede hacer tanto calor! — dijo en un tono desesperado.
—¿Porqué hace tanto calor si cuando llegamos hacía un clima templado? — pregunté, extrañado.
—No lo sé pero tenemos que salir de esta casa para ver si afuera está igual.
Casi no podía respirar, ardía tan fuerte el sol que el aire por encima del suelo parecía estar bailando, cómo si se alegrara de hacernos sufrir en este mundo que parecía el infierno cada vez más. En poco tiempo, Alex y yo sacamos el agua que teníamos en el inventario para refrescarnos aunque sea un poco. Empecé a caminar completamente desorientado, mis pensamientos se ahogaban completamente en el mar de sudor que recorría mi cuerpo, mi mente estaba en rojo por el calor, sentí como si me estuviera dando un derrame cerebral.
Cuando recuperé el control de mi mente, me ví parado en la llanura verde, ya sin calor, en la que ahora no se alzaba ninguna casa, solo era una llanura vacía, vacía e infinita, tan infinita como uno solo podría soñar. Cuando voltee de nuevo frente a mi ví, no muy lejos, a Celeste.
—Al fin puedo volver a hablar contigo, Diego — dijo, aliviada. Su voz se escuchaba lejana, cómo si me hablara desde otra aviación, aunque estaba frente a mi — Te extraño, tu familia y amigos te extrañan, la policía busca por mar, tierra y viento para encontrar la forma de sacarlos de aquí. ¿Han descubierto algo Alex y tú?
—Solo creemos saber cuál va a ser el número de la casa que nos va a sacar de aquí, pero no sabemos dónde está — dije, decepcionado.
—Tranquilo, no te apures pero debes despertar ahora para que puedas salir de esta casa.
Tras eso desperté, y ví a Alex agitandome con desesperación en el intento de despertarme. Las paredes se cubrían en el naranja intenso del fuego que se encontraba quemando la casa en la que estábamos, aquella que unas horas antes nos brindó pistas sobre la salida de este mundo, llenándola de un calor intenso cómo con el que soñé. Teníamos que salir de ahí o moriríamos agonizando, incluso aunque era de noche y los monstruos nos atacarían al poner un pie afuera en el pasto.
Nos apresuramos en salir atravesando la puerta, con las armas en mano, dejando atrás la casa que ahora parecía una antorcha que brillaba igual que el sol, brillaba tanto que podría dejar ciego a cualquiera si se le quedaba viendo por mucho tiempo, pero ningún jorobado nos atacaba, se quedaban alelados por el brillo de la casa, viéndola fijamente con la boca abierta como si la estuvieran admirando, completamente estupefactos. No sabíamos ni porqué ni cómo sucedió todo esto, pero corrimos a la casa más cercana a nosotros, con el paso apresurado para evitar que nos notaran los monstruos, pero por estar distraídos con la extraña escena que dejábamos atrás, no nos dimos cuenta que dentro de la casa en la que estábamos entrando, se encontraba una figura humanoide, era alta como un adulto promedio de tez blanca, vestía un pantalón de mezclilla y tenía una sudadera con el gorro puesto que justo no dejaba ver sus ojos. Se abalanzó de la nada sobre Alex con un cuchillo que pareció haber salido de la nada y cuando dejó ver su cara por completo, en lugar de ojos tenía una oscuridad tan profunda como la casa del número «608», tan profunda que se perdía la mirada en ella.
Intenté atacarlo con mi hacha pero parecía que mis ataques atravesaban su cuerpo, como si fuera un fantasma, tras eso redirigió sus ataques a mí y mientras yo trataba de esquivarlos Alex logró quitarle el cuchillo con su bat, tras eso desapareció pero nos dimos cuenta de que habíamos hecho demasiado ruido y ahora los jorobados se acercaban a rápida velocidad hacia nosotros, nos apresuramos a entrar a la casa y cerrar la puerta con seguro, tras lo cuál escuchamos los fuertes golpes de los monstruos de afuera que parecía que iban a romperla, tras unos minutos cesaron y volteamos al frente para encontrarnos a una persona encadenada, parecía de nuestra edad, de tez oscura, más o menos de 1.75m de altura y tenía la ropa desgarrada y tenía unas cuantas cortadas aparte de bastantes cicatrices que parecían ya ser antiguas.
—Ayudenme, por favor — dijo, con una voz apagada.
Del otro lado de la habitación había un mueble que encima tenía una llave para esposas, pero más grande y robusta, que nos apresuramos a usar para desencadenar al pobre hombre.
—¿Cómo te llamas? — pregunté mientras sacaba agua y rompía una prenda de ropa para cubrir sus heridas.
—Iker — dijo, aliviado, después de darle un sorbo al agua — llevo aquí unos cuatro días sin acceso ni a comida ni bebida, ese ciego me atrapó y me torturó desde entonces, no sé ni cómo logré sobrevivir tanto tiempo.
Le dimos algo de comer a Iker y un poco de ropa, tras lo cuál nos agradeció y aceptó unirse a nosotros.
—Un día solo aparecí en esta casa y cuando volteé enfrente mío estaba esa cosa que de inmediato se abalanzó sobre de mí y me ató a estas cadenas, como dije, no me dió nada para comer o beber. Se la pasaba afilando su cuchillo y cortándome después de hacerlo, como si me utilizara para probar su filo pero en lugar de hacerlo rápido lo disfrutaba, lo movia en zigzag, hacía varios cortes uno tras otro y una vez, la única vez que lo oí hablar, me preguntó con una voz demoníaca, que parecía venir de un pozo, "¿Cuál es tu nombre?" y lo talló en mi joroba disfrutando el cómo gritaba, hacía sonar gritos tan intensos que me hacían pensar que mi alma se me saldría por la boca, todavía tengo esa sensación en mí y el dolor creo que nunca en mi vida se me va a ir — dijo mientras comía y le regresaba el color a la cara.
—Al menos ya se fué, y espero que no vuelva a aparecer dentro de un buen rato ese maldito ciego — dijo Alex, tratando de aliviarlo.
—¿A ustedes también les dieron una bolsa? A mí me apareció al lado mientras estaba encadenado aquí, por lo que no metí nada en ella, ¿Ya saben cómo funciona?
Le explicamos con detalle todo lo posible sobre el inventario, tras lo que investigamos alrededor de la casa, ya que ya se había convertido en un hábito, lo único que encontramos una cantidad exagerada de cuchillos de diferentes tamaños y formas, alguna formas incluso solo tenían sentido para utilizarse como tortura, como un cuchillo con forma de espiral, otros con sierras malgastadas en el filo, que parecían haberse usado frecuentemente e incluso un látigo que tenía puntas con forma de garras afiladas que estaban llenas de sangre
No creímos prudente que Iker se quedara despierto esta noche, puesto que probablemente no ha dormido en estos cuatro días para que no se le subiera el muerto, por lo que esa noche dormimos Iker y yo, ya que técnicamente la noche no había terminado aún, aunque tememos por nuestra salud, debido a la cantidad de tiempo que llevamos intercalando el sueño y sabemos que tarde o temprano nos va a cobrar renta el sueño.
Desde entonces, me ha dolido la cabeza, así como todo el cuerpo, me duele como si estuviera estresado y me cuesta concentrarme en cualquier cosa, no sé si sea por todo lo que he vivido o por algún factor externo pero si sé que no es normal, lo ignoré hasta este momento, pero se está volviendo demasiado, ya no puedo vivir como normalmente lo haría porque se me olvidan las cosas, incluso aunque acaben de pasar, yo solo deseo que nos encontremos a alguien o algo que nos ayude en esto.