Hoy empezó como un día normal, desperté en mi cama, sin cobijas puesto a que hace demasiado calor debido a que ya había empezado el verano, me cambié la pijama y sali de mi cuarto para dirigirme a la escuela. Mientras esperaba a la combi me puse a reflexionar y sentí que algo estaba mal, como si algo estuviera olvidando, como si alguien faltara. Cuando llegó la combi, me subí a ella y al atravesar la puerta me ví parado en la escuela, buscaba a mi mejor amigo pero no recordaba su nombre por alguna razón, a su vez, buscaba a mi novia, "¿Novia?" Pensé, puesto a que no recordaba ni su cara. Ahí fué cuando observé que había cientos de carteles pegados en los tableros de anuncios, que decían que yo estaba desaparecido y cuando volteo al lado de uno, leí su cartel y recordé su nombre, Alex, en cuánto quité los ojos de el mismo, me ví parado en una llanura con un pasto asperjado de un color verde que podría calmar a cualquiera, pero había algo en él que me inquietaba demasiado, que me provocaba miedo y desconcierto.
— El Limbo... — dije, al recordarlo.
De repente, frente a mí se apareció el monstruo de mi primer día aquí, que se acercaba a mi rápidamente, para luego frenarse en frente de mi, lo observé bien y ví que tenía la cara de Celeste, a quién recordé en ese instante, para ver qué en lugar de atacarme, abrió la boca, y de ella escuché:
— Diego, despierta, rápido — dijo, con una voz que pasó de escucharse como la de Celi, a escucharse cómo Alex.
Desperté de nuevo en la casa color sol, en el mundo que estaba del otro lado del mundo que soñé con Alex a mi lado, despertándome:
— Ya es de día Diego, apúrate, tenemos que seguir avanzando, presiento que hoy haremos grandes avances — dijo Alex, que parecía estar animado hoy — te estuve despertando, pero no lo logré hasta ahorita, así que investigué esta casa y encontré esto, mira.
Me dió una nota que parecía estar hecha en un papel viejo, puesto que ya se encontraba llena de polvo, el papel estaba arrugado, las orillas estaban maltratadas, la esquina superior derecha se encontraba rota y la del otro extremo, doblada, tenía unas cuantas manchas de café y en ella se leía:
"Rey Eduardo V de Inglaterra
Noviembre de 1483
(No recuerdo con exactitud el día)
Llevo aquí aproximadamente cinco meses, aunque ya he perdido la cuenta precisa de los días. Un día, me enviaron junto a mi hermano, Eduardo de Shrewsbury, a la Torre de Londres, mientras viajábamos en nuestra carroza, ocurrió algo insólito: el asiento nos absorbió y, cuando volvimos a ser conscientes, nos hallábamos en un mundo extraño que desafía toda comprensión. Este lugar es tan vasto e infinito como uno solo podría imaginar.
He entrado en numerosas casas desde entonces, pero, por suerte, no he perdido la cuenta, pues me he dedicado a anotarlas. Aquí dejo una lista de lo que he encontrado en cada una de ellas, por si alguien encuentra este escrito. Me ahorraré los detalles obvios que cualquiera en mi situación podría deducir. Es preciso señalar que, aunque las casas se encuentran una tras otra, los números que las identifican rara vez siguen un orden consecutivo.
Espero que, si estas palabras llegan a manos de alguien, puedan brindarles un rayo de luz si están igual de perdidos que yo"
Era una lista de más de cien casas, en dónde explicaba los peligros y objetos que encontraron los hermanos en cada una, al final había una nota que decía que escribía en Español la carta, debido a que tenía un asunto pendiente con el Rey Fernando II de Aragón, por lo que quería practicarlo. De entre las casas, reconocí el número »"567 "«, que me saltó a la vista de inmediato, en esa casa, el Rey Eduardo explicaba que había encontrado mucha ropa que le había llamado la atención y un libro llamado "The Canterbury tales", aparte de una espada "longsword" que describía como "digna de su posición". Esto cambiaba las cosas, ya que probablemente al llegar nosotros, los objetos que se encuentran en las casas podrían regenerarse y cambiar dependiendo de la época de los que lleguen al Limbo, esto también se nota ya que él no contaba con pistolas como nosotros, ya que en su tiempo las armas a distancia portátiles aún no eran muy utilizadas.
— Deberíamos de buscar las casas que tengan cosas buenas, ¿que tal y ahora son mejores? — le recomendé a Alex
De entre la lista, nos llamó la atención el número «"471 "», que decía que tenía la comida más deliciosa que nunca había probado. Nos dimos cuenta de que desde nuestra llegada no habíamos comido absolutamente nada y que se nos olvidó el hambre de tan ocupados que nos tenían esas bestias, por lo que creímos buena idea ir, servía que nos adentrabamos un poco más adentro del Limbo. En la nota decía que esta casa se encontraba directamente al norte de la casa «"655 "» que, curiosamente, era en la que nos encontrábamos ahora, así que guardé la cama y nos dirigimos ahí.
Al entrar a la casa, nos dimos cuenta que se parecía bastante a la que tenía el número «"567 "», con la diferencia de que en esta casa, si había una toma de luz que daba energía a un refrigerador. El refrigerador tenía adentro una pasta alla bolognesa en este, también había ingredientes varios en ella, que nos podrían servir para hacernos comida en un futuro. En las alacenas encontramos un par de platos, un par de cubiertos de cada tipo y un par de vasos, así como sartenes, ollas, un pocillo, un molcajete y una tetera, también encontramos té y un garrafón de agua, la cocina contaba con una estufa portátil en lugar de una fija convenientemente y un pequeño cilindro de gas conectado a ella. Guardamos todo dentro del inventario, dividiendonos las cosas entre nosotros:
»"Capacidad de inventario: [34.75 kg/ 500 kg] "«
Nos sentamos a comer la pasta en el comedor, dándonos cuenta de que al sacarlo del refrigerador se calentó como por arte de magia, era suficiente pasta cómo para alimentar a 5 personas aproximadamente, pero del hambre que teníamos nos lo acabamos entre los dos, tal vez no fué lo más inteligente pero fué lo que deseábamos.
Al comer la pasta, recordé a mi novia, que alguna vez me preparó una tan rica que creo que nunca comeré nada igual en mi vida, recuerdo bien que era fusilli, preparado con mantequilla y una pasta bolognesa que hizo ella que sirvió a un lado, ya que ella es vegetariana, esa pasta se me quedó con el sabor en mi boca desde entonces y nunca la voy a olvidar.
Después de comer, no dijimos nada, ya que entendíamos nuestro disfrutar con solo vernos la cara, pero no fué por mucho ya que al ver por la ventana, nos encontramos con que ya había anochecido y uno de los monstruos jorobados nos observaba desde lejos. Nos subimos al piso de arriba para encontrarnos un cuarto vacío, en dónde pusimos la cama para dormir al siguiente día, aunque yo no dormiría, pues está noche le tocaba a Alex.