Sin embargo, el camino hacia la sanación no era lineal. Un día, Rose se encontró en medio de una crisis emocional. Había tenido un mal día, lleno de recuerdos dolorosos que la golpearon con fuerza. Las sombras la envolvieron, y se sintió más sola que nunca.
Decidió alejarse de Camilo, convencida de que era mejor no arrastrarlo a su tormenta. Se refugió en su habitación, donde el silencio se convirtió en un refugio doloroso. Pasó horas mirando al vacío, sintiendo que el mundo exterior no tenía sentido. Las voces de sus amigos, los intentos de contacto de Camilo, se desvanecieron en el aire.
Pero a medida que pasaban los días, la ausencia de Camilo se hizo evidente. Su preocupación y su deseo de ayudar la llenaban de culpa. Se dio cuenta de que su lucha no solo la afectaba a ella, sino también a quienes se preocupaban por ella. En su aislamiento, comenzó a reflexionar sobre cómo el dolor puede convertirse en una barrera, pero también en un puente hacia la conexión.