Después de la noche de desahogo, Rose decidió que era momento de buscar ayuda profesional. A pesar del miedo que sentía, sabía que había llegado a un punto en el que no podía enfrentarlo todo sola. Camilo la apoyó en este proceso, acompañándola a su primera sesión de terapia.
La terapeuta era comprensiva y cálida. Rose comenzó a hablar sobre su pérdida y su lucha con la depresión. Cada palabra que pronunciaba parecía liberar un peso que había estado guardando durante demasiado tiempo. Las lágrimas caían, pero en lugar de sentirse débil, Rose sintió que estaba tomando el control de su vida.
Las sesiones se convirtieron en un espacio de sanación. Aprendió a identificar sus emociones, a entender que cada una de ellas tenía su lugar. Camilo siempre estaba allí, esperándola después de cada sesión, listo para escuchar y ofrecer su apoyo.