Con el tiempo, Rose se encontró cara a cara con una persona de su pasado que representaba un dolor no resuelto: una antigua amiga que había perdido contacto después de la muerte de su hermano. El reencuentro fue inesperado y cargado de emociones.
Se sentaron a hablar, y Rose sintió que podía expresar su dolor, no solo por la pérdida de su hermano, sino también por la pérdida de su amistad. La conversación se tornó sincera, y ambas comenzaron a compartir sus luchas. Descubrieron que ambas habían estado lidiando con el dolor de maneras similares, aunque de maneras diferentes.
Ese encuentro se convirtió en una oportunidad para sanar viejas heridas. Rose se dio cuenta de que perdonar no era olvidar, sino liberarse del peso que llevaba. En su camino hacia la sanación, había espacio para la reconciliación y el entendimiento.