La tensión flotaba en el aire como una niebla espesa, densa, que parecía tragarse la luz. El bosque, antes sereno, se había transformado en un laberinto de sombras que se movían a su propio ritmo. Aleron, Kael y Aria estaban alerta, los sentidos al máximo, esperando cualquier movimiento o sonido que indicara la cercanía de lo que los acechaba. Los árboles crujían bajo el peso de una fuerza invisible que se movía entre ellos, pero no podían identificar de dónde provenía.
"Algo está aquí... y no es natural", murmuró Aleron, sintiendo la energía oscura que envolvía el lugar. Era como si la tierra misma estuviera cargada de maldad. Su conexión con el Grifo zumbaba en su mente, como si la bestia percibiera algo que él no podía ver. "Mantente alerta."
El susurro en el aire se intensificó, y pronto, una figura emergió de las sombras. Al principio, parecía una ilusión, un destello fugaz entre los árboles, pero rápidamente se hizo más clara: era una criatura humanaide, alta, con piel de un tono azulado que parecía reflejar la luz de la luna, su rostro cubierto por una máscara oscura que solo dejaba ver unos ojos brillantes como gemas. El ser caminaba sin hacer ruido, moviéndose como si el suelo mismo cediera bajo su peso. Su presencia era intimidante, como si cada paso estuviera cargado con un poder antiguo, imposible de comprender.
"¿Quién eres?" preguntó Aleron, su voz firme pero con un destello de duda. La criatura no respondió, pero su mirada se clavó en él, como si evaluara cada uno de sus movimientos.
"¿Una sombra más?" dijo Kael, apretando su espada. "¿Vas a quedarte ahí observándonos o vas a hablar?"
La criatura no parecía interesada en responder. De repente, levantó su mano y, en un solo movimiento, el aire a su alrededor se distorsionó. La magia oscura comenzó a concentrarse, formando un vórtice de energía negra que giraba con rapidez a su alrededor. Un rugido gutural resonó, y del vórtice emergieron más figuras, iguales en apariencia pero distintas en su energía. Seres como sombras vivas, casi humanos, con cuerpos delgados y alargados, cuyas máscaras reflejaban destellos de la misma oscuridad. Eran muchas. Y cada una de ellas irradiaba la misma sensación de maldad que Aleron había sentido antes en el Nexo.
"Es una trampa", dijo Aria, tomando su espada con firmeza. "No podemos quedarnos aquí mucho más tiempo."
Aleron observó a la criatura que había comenzado todo esto. "¿Qué eres?" volvió a preguntar. "¿Por qué estás aquí?"
La figura alzó la máscara que cubría su rostro, revelando una sonrisa enigmática, una sonrisa que no parecía humana, sino algo más antiguo y malévolo.
"Soy un eco del Nexo", dijo la figura, su voz resonando en sus mentes, como un susurro que venía de todas partes. "Soy lo que queda después de que las puertas se cerraron. Lo que aguarda para regresar. El Nexo nunca muere. Y tu... tú eres el elegido para ser parte de mi regreso."
"El Nexo...", murmuró Aleron, entendiendo lentamente. "¿Qué significa eso? ¿Qué buscas?"
"Lo que busco es lo que me pertenece", respondió la criatura con una calma perturbadora. "Y lo que te pertenece a ti también. Las bestias... las bestias son solo una parte de la ecuación. Tú, el maestro de las bestias, has tocado lo que no debías tocar. El poder de la esencia del Nexo te consume, Aleron. Y te he estado observando desde el principio. Mi propósito no es destruirte... sino hacerte parte de lo que está por venir."
Las palabras resonaron en la mente de Aleron con una claridad espantosa. La criatura no era simplemente una amenaza física. Era la manifestación de una fuerza más allá de lo que entendían, una fuerza que había estado esperando el momento adecuado para reclamar a Aleron. Y ese momento había llegado.
Con un grito de furia, Aleron levantó su espada, invocando la magia del Grifo. La luz dorada se extendió desde su cuerpo, pero la oscuridad de la criatura se mostró igual de poderosa. El campo de batalla se llenó de una energía pesada y cargada, y las sombras que las criaturas generaban comenzaron a rodearlos, cada uno de los seres que surgían del vórtice emanando una magia oscura capaz de corromper la luz.
"¡No vamos a dejar que te lleves todo!" gritó Aria, lanzándose al ataque con agilidad, pero las sombras eran más rápidas de lo que esperaban. Se deslizaban entre los árboles como espectros, evitando los ataques con facilidad.
Kael, con su espada empapada en la luz dorada de Aleron, se lanzó contra uno de los seres, pero fue detenido en su camino cuando la criatura levantó su mano, bloqueando su avance con un escudo de energía oscura. "Esto es solo el comienzo", dijo la sombra con una voz que parecía surgir de todas partes. "El Nexo es infinito. El poder que buscas, Aleron, es solo una parte de lo que se avecina. La verdadera lucha comienza ahora."
El viento soplaba con furia mientras el vórtice de oscuridad aumentaba en intensidad, arrastrando todo a su paso. Aleron sentía el peso de la energía oscura presionando sobre él, pero no iba a ceder. Su conexión con el Grifo se intensificó, y la luz dorada que emanaba de él comenzó a expandirse, formando un campo de energía protectora.
"¡Vete de aquí!" gritó Aleron, dirigiendo la luz hacia la criatura. Un rayo de energía dorada cruzó el aire y golpeó el cuerpo de la sombra, pero no fue suficiente. La criatura se deshizo de la energía como si fuera solo un obstáculo insignificante.
"Lo intentas, pero eres débil. El Nexo es una corriente que no se detiene. Te has enfrentado a la superficie, pero aún queda lo peor", dijo la criatura, su risa reverberando en la mente de Aleron. "El precio que pagaste por acceder a su poder... será tu condena."
Aleron cerró los ojos, respirando profundamente. Sabía lo que tenía que hacer. Sabía que la única forma de ganar no era con más poder, sino con control. La habilidad de dominar las bestias no solo estaba relacionada con la fuerza física o mágica, sino con la conexión, con la voluntad de comprender la esencia misma de la criatura.
"¡Grifo!" exclamó, invocando todo lo que quedaba de la conexión que habían compartido. La energía dorada explotó alrededor de él, cubriendo la oscuridad con una brillante capa de luz que no se detendría hasta consumirla por completo. El Grifo apareció a su lado, materializándose como una fuerza titánica de luz y fuego.
"Este es el verdadero poder", dijo Aleron, su voz ahora resonando con una claridad sorprendente. "No solo soy un maestro de las bestias. Soy el portador de la esencia del Nexo. Y no voy a dejar que esta oscuridad controle mi destino."
La batalla estaba lejos de terminar, pero ahora Aleron entendía que el verdadero enemigo no solo era la criatura frente a él. El Nexo, con todo su poder, había despertado una fuerza aún más grande en su interior.