Chapter 24 - El Ojo de la Tormenta

El sol apenas comenzaba a asomar en el horizonte cuando Aleron, Kael y Aria se encontraron de pie frente a la grieta que se había abierto en el aire, una cicatriz visible en la realidad. El espacio parecía temblar, distorsionándose, como si la misma tela del mundo estuviera siendo rasgada por algo más allá de la comprensión humana. La marca dorada en el pecho de Aleron brillaba con fuerza, respondiendo al llamado de la grieta, mientras las sombras a su alrededor se alargaban, como si intentaran alcanzarlos.

Aleron apretó los dientes y dio un paso hacia adelante, con la mirada fija en el vacío que se extendía frente a él. El viento que emergía de la grieta traía consigo ecos distantes, susurros que no podían ser comprendidos pero que se sentían extrañamente familiares. Eran voces, voces antiguas, como si el tiempo mismo se estuviera deshilachando a su alrededor.

"Esto no puede ser real…" murmuró Aria, dando un paso atrás, claramente perturbada por la visión de la grieta que parecía absorber la luz. "Aleron, ¿qué demonios es esto?"

Kael se preparó, poniéndose en guardia, su mano aferrada con fuerza a su espada. "No sé qué es, pero no me gusta. Esto no es una puerta normal. Y las puertas, hasta ahora, nunca han sido algo bueno."

Aleron observó la grieta con una determinación fría en sus ojos. Podía sentir la tensión acumulándose a su alrededor, un poder ancestral que se agitaba en la grieta como una bestia esperando para salir. La marca dorada en su pecho seguía latiendo, pulsando con una energía que él no comprendía completamente, pero que sabía que de alguna manera estaba conectada con lo que estaba por venir.

"Escuchen," dijo, su voz firme pero baja. "Lo que estamos viendo aquí no es algo que se pueda ignorar. Esta grieta, este portal… No es como los demás. Es algo más grande, más viejo, algo que ha estado esperando su momento. Y si no lo enfrentamos ahora, puede que nunca tengamos una oportunidad."

La grieta tembló de nuevo, y el aire se volvió más denso, como si la misma atmósfera se estuviera alterando alrededor de ellos. De repente, una figura emergió de la grieta, deslizándose hacia el mundo físico como una sombra de pesadilla. Su cuerpo era una amalgama de oscuridad, apenas definida, como si la misma luz temiera tocarlo. Su rostro era una máscara, completamente plana, de obsidiana, sin ojos ni rasgos visibles. Solo dos puntos brillaban en su interior, como estrellas muertas en la negrura del espacio.

El aire a su alrededor parecía doblarse y distorsionarse a medida que la figura avanzaba, y Aleron sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. La sensación de poder emanaba de ella, tan densa que casi podía tocarse. Era como si la figura fuera el centro de todo lo que estaba sucediendo, el origen de la tormenta que los rodeaba.

"¿Quién eres?" Aleron preguntó, su voz firme pero cargada de tensión. La figura no respondió de inmediato, pero la respuesta llegó de una manera extraña. La grieta detrás de ella comenzó a cerrar lentamente, como si fuera un ojo que se cerraba para siempre. Sin embargo, la figura permaneció, suspendida en el aire frente a ellos.

"Soy… el primero," dijo finalmente la figura, su voz resonando en sus mentes más que en sus oídos, profunda y antigua. "El primero de muchos. El ciclo comienza de nuevo."

Aleron frunció el ceño, confundido. "¿Ciclo? ¿Qué ciclo?"

La figura levantó una mano, señalando el horizonte. "Lo que comenzó antes de tus recuerdos, lo que comenzó antes de tu nacimiento, ha regresado. La puerta no es solo un portal, es un vínculo. Y tú, Aleron, eres la llave."

El guerrero se tensó, sin entender del todo, pero sintiendo la gravedad de las palabras. "No soy ninguna llave."

La figura inclinó ligeramente su cabeza, como si el concepto de contradicción fuera una curiosidad para ella. "Crees que has vencido, pero solo has comenzado. La magia de las bestias, los nexos, las puertas… Son solo fragmentos de lo que está por llegar. El verdadero enemigo está más allá de tu comprensión."

Antes de que Aleron pudiera responder, la figura levantó ambas manos y, con un movimiento fluido, la grieta comenzó a expandirse nuevamente, no solo en el espacio, sino en el tiempo. La realidad misma comenzó a distorsionarse como si todo lo que conocían estuviera a punto de colapsar. La tierra tembló bajo sus pies, y el cielo se oscureció, como si una sombra gigantesca cubriera el mundo.

"¿Qué quieres de nosotros?" gritó Kael, avanzando, su espada brillando con la magia en su hoja.

"Nosotros no queremos nada de ti," respondió la figura con una calma inquietante. "Solo venimos a observar el final de los tiempos. El ciclo no puede ser detenido. No por ti, no por nadie."

La grieta detrás de la figura explotó en luz, una luz tan brillante que Aleron tuvo que cerrar los ojos. Cuando los abrió de nuevo, la figura había desaparecido, dejándolos con más preguntas que respuestas.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Aleron miró a Kael y Aria, quienes compartían una mirada de incertidumbre y miedo. El aire a su alrededor todavía vibraba con la energía de lo que acababa de ocurrir.

"Esto no es el final," murmuró Aleron, mirando al vacío donde la figura había estado. "Es solo el principio."

Aria se acercó lentamente, colocando una mano en el hombro de Aleron. "Entonces… ¿qué hacemos ahora?"

Aleron miró hacia el horizonte, donde la grieta ahora estaba cerrada, pero las sombras seguían acechando en las profundidades. La marca dorada en su pecho seguía latiendo, como un recordatorio de que algo mucho más grande y peligroso estaba por venir.

"Ahora…" dijo Aleron, con una determinación renovada, "debemos prepararnos para lo que viene. El ciclo no terminará hasta que lo detengamos. Y para hacerlo, necesitaremos más que magia o poder. Necesitamos respuestas."