Chapter 22 - El Último Sacrificio

El viento soplaba con furia, llevando consigo la energía que vibraba en el aire. El Nexo, que antes parecía una fuerza inamovible, ahora estaba siendo empujado hacia atrás, pero no sin luchar. Aleron, agotado y con las fuerzas al límite, sentía que cada segundo contaba. El vórtice, esa puerta hacia lo desconocido, era el verdadero centro de todo. Sabía que destruirlo era la única forma de poner fin a este caos.

"¡Kael, Aria, están a punto de venir más!" gritó Aleron, su voz teñida de desesperación. La criatura del Nexo, aunque debilitada, no había sido destruida. Solo había retrocedido momentáneamente, como un animal acorralado buscando la oportunidad para atacar de nuevo.

Kael asintió y se adelantó, su espada levantada. Aunque su rostro estaba cubierto de sudor y su respiración agitada, sus ojos brillaban con determinación. "¡Te cubrimos, Aleron! ¡Haz lo que tengas que hacer!"

Aria, al igual que Kael, se posicionó a su lado, su magia resonando en el aire. No había duda en su mirada; ella también estaba dispuesta a darlo todo para ayudar a su amigo.

Aleron, sin embargo, sentía que el peso de la batalla recaía sobre sus hombros. El destino del mundo entero estaba en sus manos. El vórtice que se alzaba frente a él era más que solo una puerta; era una manifestación del Nexo mismo, un sistema de raíces que se conectaba con todo lo que lo rodeaba. Para destruirlo, necesitaba cortar esas raíces, pero no solo con poder. No sería suficiente solo con fuerza bruta.

El Grifo, su compañero y protector, emitió un rugido profundo, como si compartiera la misma fatiga que Aleron. Aunque su poder era vasto, algo en la energía del Nexo lo hacía luchar contra él, despojando a Aleron de su propia vitalidad. El vínculo que habían formado estaba siendo probado al límite, pero Aleron no podía permitir que esa conexión se rompiera. El Grifo era más que una bestia. Era parte de él. Era su voluntad materializada.

"Grifo…" murmuró Aleron, cerrando los ojos. "Es el momento. Ayúdame a cortar esto."

El Grifo levantó su cabeza, sus ojos dorados brillando con una determinación feroz. Su cuerpo resplandeció en un resplandor cegador, y de inmediato, las alas del Grifo comenzaron a agitarse, emitiendo ondas de energía que resonaban con la naturaleza misma del mundo. La magia que Aleron había absorbido a lo largo de su viaje, los lazos que había formado con sus bestias y aliados, comenzaron a converger hacia él, creando una esfera de luz que lo rodeaba.

El vórtice, al percibir el aumento de poder, se agrietó. La criatura dentro de él rugió, intentando controlar la puerta de la oscuridad, pero algo comenzaba a cambiar. La energía que Aleron había liberado comenzaba a cortar las raíces del Nexo, debilitando la conexión.

"¡Aleron, ahora!" gritó Kael, mientras se lanzaba hacia la criatura que comenzaba a manifestarse de nuevo. Sus movimientos eran rápidos, certeros, pero no lo suficiente como para detener el avance de las sombras.

Aleron asintió, sin apartar la vista del vórtice. Aquel vórtice era el núcleo, el corazón del Nexo. Para destruirlo, debía llegar hasta su centro, cortar el lazo entre ambos mundos. Tomó una respiración profunda, sintiendo la conexión con el Grifo. Con un solo movimiento, alzó la espada hacia el cielo.

"¡Por el futuro de este mundo!" gritó Aleron, canalizando toda la magia restante en su cuerpo hacia el filo de la espada.

La luz dorada del Grifo rodeó su espada, aumentando su poder. Aleron sintió que su alma se conectaba directamente con la esencia del Grifo, y por un momento, se sintió invencible. Toda la energía que había reunido a lo largo de su viaje estaba condensada en ese único momento, listo para dar el golpe final.

La espada descendió con un resplandor cegador, y cuando tocó el vórtice, la tierra misma tembló. Una explosión de luz y oscuridad estalló, enviando ondas de energía a través del campo de batalla. Aleron cayó al suelo, el impacto de la explosión arrojándolo varios metros hacia atrás. Su cuerpo estaba agotado, pero sus ojos brillaban con el ardor de la victoria.

El Nexo comenzó a desmoronarse. Las raíces, antes firmemente ancladas al suelo, comenzaron a pudrirse, disolviéndose en el aire como polvo. El vórtice se cerraba lentamente, pero con cada segundo, Aleron sentía la oscuridad ceder, mientras la luz prevalecía.

El Grifo, a su lado, se desplomó al igual que él, su forma desvaneciéndose lentamente mientras su energía se agotaba. Pero antes de desaparecer por completo, la criatura giró su cabeza hacia Aleron y, con una última mirada, dejó una marca dorada en su pecho, como un símbolo de su vínculo eterno.

El vórtice se cerró con un rugido final, y la oscuridad que había amenazado con consumir el mundo desapareció, dejando solo silencio.

Aleron se levantó lentamente, sintiendo el peso del sacrificio, pero también la paz que seguía a la tormenta. El aire estaba limpio, y aunque el campo de batalla estaba destruido, el mundo seguía en pie.

Kael y Aria se acercaron, sus rostros aliviados pero serios. La batalla había terminado, pero el precio había sido alto.

"Aleron…" dijo Kael, poniendo una mano sobre su hombro. "Lo lograste. Lo hiciste."

"Pero no lo hice solo", respondió Aleron, mirando al horizonte. "Este mundo sigue siendo mío, y no hay oscuridad que pueda borrarlo."

Aria, con una sonrisa débil, se acercó y le ofreció su mano. "¿Qué haremos ahora?"

Aleron la miró por un momento, reflexionando sobre todo lo que había pasado. Sabía que el camino no había terminado. De hecho, sentía que el verdadero viaje apenas comenzaba. Había conquistado una batalla, pero la guerra aún estaba en curso.

"La vida sigue", dijo Aleron, su voz más firme que nunca. "Pero ahora, mi destino es claro. Seré el maestro de las bestias más poderosas que este mundo haya conocido."

Con una sonrisa, Aleron dio un paso adelante, sus amigos siguiéndolo. El mundo que conocían ya no era el mismo. Nuevos desafíos se avecinaban, y Aleron estaba listo para enfrentarlos, sabiendo que con el poder de sus bestias y su determinación, nada sería imposible.