La oscuridad en el bosque comenzó a disiparse lentamente, como si el amanecer estuviera haciendo su aparición, pero la sensación de inquietud no desapareció. Aleron, agotado pero aún de pie, observaba cómo la criatura enmascarada se levantaba, tambaleándose, pero con una sonrisa cruel en su rostro.
"No has ganado", murmuró la figura, su voz grave y temblorosa. "El Nexo se ha roto, pero es solo un fragmento. Los verdaderos horrores aún están por llegar."
Aleron no podía dejar de mirar a la criatura. Cada palabra que salía de su boca era una amenaza, una premonición de algo mucho más grande. Algo más allá de las sombras que había enfrentado. Era claro que lo que había comenzado esa noche no era el fin, sino el principio de algo mucho más aterrador.
"Lo sé", respondió Aleron con voz firme, su cuerpo aún zumbando con la energía de la batalla. "Pero este mundo no será tuyo. No mientras yo esté aquí."
Kael y Aria llegaron a su lado, aún respirando pesadamente. El primero estaba cubierto de tierra y hojas, su espada empapada en sudor. Aria, con su agilidad habitual, estaba más tranquila, pero sus ojos reflejaban la tensión de la batalla.
"¿Estás bien?" preguntó Kael, viendo a Aleron, aunque podía adivinar que algo en él había cambiado. La batalla con la criatura había dejado marcas, no solo físicas, sino espirituales.
"Sí", respondió Aleron, aunque su tono revelaba una mezcla de agotamiento y determinación. "Pero esto está lejos de terminar."
La criatura, aunque debilitada, aún mantenía una presencia imponente. Su figura enmascarada comenzó a distorsionarse, como si se fundiera con la oscuridad misma. Los ojos brillaban con furia contenida.
"Muy bien, joven maestro de las bestias", dijo la figura, su voz transformándose en un eco aterrador. "Si es la batalla lo que deseas, la tendrás. Pero no será solo contra mí. Los que vienen detrás de mí son mucho más poderosos. Tú… solo eres una chispa en la tormenta."
Antes de que Aleron pudiera responder, la criatura desapareció en una explosión de oscuridad. El vórtice que había abierto en el cielo comenzó a cerrarse, pero con cada segundo que pasaba, Aleron sentía que algo se rompía en su interior. La conexión que había hecho con el Grifo parecía más débil, como si la misma esencia del Nexo estuviera intentando apoderarse de él.
"¡Aleron!" gritó Aria, mirando con preocupación cómo el aura de luz que rodeaba al joven se desvanecía, siendo sustituida por una oscuridad tenue que parecía envolverlo.
"No es nada", respondió Aleron, apretando los dientes, mientras sentía el peso de una magia ajena apoderándose de su ser. "Es solo un golpe. Necesito centrarme. El Nexo no puede influir en mí."
Pero dentro de su mente, la voz resonaba una y otra vez. El Nexo está dentro de ti. Ya no hay vuelta atrás.
Aleron luchaba por mantener el control, pero la conexión que había establecido con el Grifo, aunque poderosa, ahora parecía más distante, como si estuviera luchando contra algo mucho más grande que él.
"¡Aleron, no lo hagas solo!" exclamó Kael, viéndolo tambalearse. "¡Tienes que luchar contra eso!"
El joven maestro de las bestias miró a sus amigos, su rostro reflejando tanto determinación como miedo. La magia que sentía no era suya, pero estaba conectada a él. El Nexo ya lo había marcado, y no sabía cómo podría liberarse de esta maldición.
"¿Qué… qué me está pasando?" murmuró Aleron, mirando sus manos, viendo cómo la energía dorada del Grifo empezaba a mezclarse con oscuridad.
"Este no es solo un hechizo", explicó Aria, con voz grave. "Lo que ha hecho la criatura es fragmentar tu alma. Te ha conectado directamente al Nexo. Y si no actúas rápido, esa oscuridad consumirá tu voluntad."
Kael, observando con desesperación, intentó acercarse, pero Aleron levantó una mano.
"No, Kael", dijo, su voz firme a pesar de la tormenta que comenzaba a desatarse dentro de él. "No puedo dejar que me controlen. Debo… debo encontrar la forma de cerrar esto."
En ese momento, el cielo sobre ellos comenzó a cambiar. Las nubes se agolpaban en un torbellino sobre sus cabezas, y el suelo tembló ligeramente. El Nexo estaba reaccionando. No solo a Aleron, sino a todo lo que lo rodeaba. La puerta, que había sido cerrada brevemente, comenzaba a abrirse de nuevo.
"Es ahora o nunca, Aleron", dijo Aria, mirando el cielo oscuro. "La batalla aún no ha terminado. Esta vez, el Nexo no solo nos enfrentará a él. Nos enfrentará a todos."
"Lo sé", respondió Aleron, cerrando los ojos con fuerza, concentrándose en la última chispa de su conexión con el Grifo. "Pero yo soy el maestro de las bestias. Y no permitiré que una puerta de oscuridad controle mi destino."
La bestia en su interior, el Grifo, sentía su dolor, su lucha interna. La magia dorada comenzó a manifestarse nuevamente, aunque débilmente. Aleron sabía que no era suficiente. No podría hacer esto solo. Necesitaba algo más. Necesitaba la esencia de todas las bestias que había dominado, la fuerza de cada vínculo que había formado a lo largo de su camino.
Con una respiración profunda, levantó su espada hacia el cielo, y de inmediato, un resplandor dorado comenzó a emanar de su espada, como si todas las bestias, todas las fuerzas que había entrenado y controlado, se unieran bajo su voluntad.
El Grifo apareció a su lado, imponente y lleno de poder. Su mirada ardía con la misma determinación que la de Aleron.
"Juntos", murmuró Aleron, y al decir esas palabras, una onda de energía dorada se expandió desde su cuerpo, empujando la oscuridad que lo rodeaba.
Pero no fue suficiente para destruir el Nexo. No aún. El verdadero desafío estaba por venir.
Un rugido resonó desde las profundidades del bosque, y la tierra comenzó a temblar con fuerza. Algo mucho más grande que ellos se estaba despertando.
Y Aleron lo sabía.
La verdadera batalla, la lucha contra el Nexo, apenas comenzaba.