Melisa estaba sentada en la sala de estar, aún aturdida por los eventos del día.
La pelea con los Magos de las Sombras, la revelación de que existían personas como esas, la forma en que Javir los había despachado con tanta habilidad y ferocidad...
Era mucho para que Melisa procesara.
Pero a medida que pasaban los minutos, los pensamientos de Melisa se desviaban hacia un asunto completamente diferente.
—¿Qué les está llevando tanto tiempo? —se preguntaba, mirando hacia la puerta cerrada del dormitorio donde Javir y su madre habían desaparecido—. ¿Cuánto tardan en limpiar un pequeño corte?
Justo entonces, como si sus pensamientos los hubieran invocado, la puerta se abrió y Javir y Margarita salieron.
Las cejas de Melisa se alzaron.
Sus rostros estaban enrojecidos y sus ropas desordenadas.
—Oh. OH.
Melisa, o Alicia, había muerto virgen a los 28 años. Pero no era tan ingenua. Sabía exactamente lo que había sucedido.
Pero sinceramente, a Melisa no le importaba. Tenía cosas más importantes en mente.
—¡Javir! —exclamó, acercándose rápidamente a la mujer mayor—. ¿Puedes enseñarme cómo hacer algunos de esos asombrosos hechizos que usaste en la pelea? ¿Por favor? ¿Porfa porfi?
Javir parpadeó, sorprendida por la repentina petición. Pero luego sonrió, revolviendo el cabello de Melisa con cariño.
—Claro, niña. Sería un placer enseñarte una cosa o dos. Pero vamos despacio, ¿vale? Algunos de esos hechizos son bastante avanzados. No quiero que te desintegres y termines en una tumba prematura, ¿vale?
Melisa asintió.
Justo entonces, se abrió la puerta principal y Melistair entró, su rostro lleno de preocupación.
—Escuché que hubo algún tipo de conmoción en el bosque. ¿Están todos bien? —sus ojos se agigantaron al ver a Javir, de pie allí con su esposa e hija.
Melisa tuvo que contener la risa al ver la expresión en el rostro de Javir. Se veía tan agitada.
Pero Margarita solo sonrió, acercándose a su esposo y dando un suave beso en su mejilla.
—Todo está bien, querido. Solo un pequeño problema con algunas personas indeseables. Pero Javir se ha encargado de ello.
Ella gesticuló hacia Javir, quien parecía querer hundirse en el suelo.
—Oh, oh, gracias a los dioses. Gracias, Javir, por mantener a mi familia segura.
Él extendió su mano, y Javir la tomó, luciendo ligeramente aliviada.
—Fue un honor, señor. Su hija es una joven excepcional, y su esposa es... bueno, ella también es algo especial.
Margarita se sonrojó, bajando la cabeza para ocultar su sonrisa. Melisa simplemente rodó los ojos, impaciente por volver al tema principal.
Después de eso, Melistair y Margarita volvieron al interior.
Melisa aprovechó su oportunidad.
—Oye, Javir, ¿puedo preguntarte algo?
Javir miró hacia abajo, curiosidad en sus ojos.
—Claro, niña. ¿Qué tienes en mente?
Melisa vaciló por un momento, sintiéndose un poco tímida.
—Bueno, es solo que... mencionaste que eras de Syux, ¿verdad? ¿Qué hacías allí, antes de venir aquí?
Javir sonrió, una mirada lejana en sus ojos.
—¿Aparte de ser profesora? No mucho.
Melisa asintió, su interés despertado.
—Pero, ¿qué era eso? ¿Qué enseñabas?
Javir soltó una risita, sentándose en un banco cercano y golpeando el espacio a su lado.
—Oh, todo tipo de cosas. Magia, principalmente, pero también un poco de esgrima de vez en cuando, aunque está lejos de ser mi especialidad.
—¡Oh! —Javir suspiró.
—Fue una buena vida. Desafiante, pero gratificante. Amaba a mis estudiantes, me encantaba verlos crecer y aprender y convertirse en las mejores versiones de sí mismos. —Melisa se sentó a su lado, colgada de cada palabra.
—¿Entonces por qué te fuiste? —preguntó, con el ceño fruncido en confusión—. Si te gustaba tanto, ¿por qué venir aquí?
Javir guardó silencio por un momento, su mirada distante.
Javir respiró hondo, sus ojos se tornaron distantes mientras se sumergía en los recuerdos.
—Es... complicado, niña. Pero supongo que te mereces saber la verdad.
Se recostó.
—Había esta niña nim, ya ves. Se había casado con un humano y comprado su libertad, y se inscribió en la Academia de Syux como erudita.
Los ojos de Melisa se agrandaron, su interés despertado.
—¿Una nim? ¿En una escuela humana? Eso debe haber sido raro.
Javir soltó una risita, una sonrisa irónica en su rostro.
—¿Raro? Más bien inaudito. Pero esta chica, ella era especial. Inteligente como un látigo y doblemente determinada. Ella merecía estar allí, tanto como cualquier otro.
Su expresión se volvió seria.
—Pero... no todos lo veían de esa manera. Enseñé una de sus clases de Historia, y algunas personas pensaban que le estaba dando un trato preferencial. Favoreciéndola sobre los otros estudiantes, literalmente por ninguna otra razón que porque la elogiaba cuando respondía preguntas correctamente, obtenía buenas calificaciones en un examen, ese tipo de cosas.
Melisa frunció el ceño.
—Pero, si estaba haciendo bien, debería haber sido reconocida por ello.
Javir suspiró, pasando una mano por su cabello.
—Tienes razón, niña. Era, francamente, muy estúpido. En fin, las cosas llegaron a un punto crítico. Hubo una gran discusión con algunas personas importantes, y se lanzaron algunas acusaciones. Aparentemente... —Miró hacia abajo a Melisa y Melisa pudo decir que Javir estaba ajustando sus palabras en tiempo real—. Ella fue, supuestamente, atrapada tratando de conseguir que alguien hiciera algo malo. No creía que ella fuera de ese tipo, así que la defendí. A la gente no le gustó eso.
Melisa se inclinó hacia adelante, su corazón doliendo por la injusticia de todo.
—¿Qué pasó? ¿Te hicieron irte?
Javir bufó.
—No, me fui por mi cuenta. Pensé que no valía la pena el problema, lidiar con tanta gente así. Pensé, quizás ese no era el lugar adecuado para mí después de todo.
Miró hacia abajo a Melisa, una suavidad en sus ojos.
—Y, casualmente, tan pronto como me voy, encuentro a una joven nim llamada Melisa que me ha impresionado más que cualquiera de esos estudiantes. Loco, ¿verdad?
Melisa sintió un calor floreciendo en su pecho, un sentimiento de orgullo y gratitud.
—Lamento escuchar que las cosas no salieron bien en casa, pero... estoy contenta de que estés aquí, Javir. Estoy contenta de que seas mi maestra.
—Ay, —sonrió Javir, revolviendo el cabello de Melisa con cariño—. Yo también, niña. Yo también.
Se levantó, estirando los brazos por encima de su cabeza.
—Ahora, basta de hablar de mi aburrido pasado. Volvamos a lo emocionante. ¡La magia!
Melisa sonrió.
—¡Sí! Quiero aprender ese hechizo de enredadera, el que usaste en el kitsune. ¡Fue tan genial!
Javir se rió, sacudiendo la cabeza divertida.
—Está bien, está bien. El hechizo de enredadera es. Pero, no te obsesiones tratando de dominarlo en una hora o lo que sea, es complicado, ¿vale?
Melisa solo sonrió con ironía, un destello de determinación en sus ojos.
—¿Es eso un desafío?
Javir alzó una ceja.
—Si quieres gastar toda tu Esencia intentándolo, adelante.
—¡Trato hecho, profe!
Y, con eso, Melisa se puso manos a la obra.
Melisa se encontraba en el jardín, con el rostro fruncido en concentración mientras intentaba replicar el hechizo de la vid que Javir había usado contra el kitsune.
—Radix, ligare, vinculum! —cantaba, moviendo sus manos en lo que esperaba fuera el patrón correcto.
Pero en lugar de una exuberante vid verde brotando del suelo, todo lo que Melisa consiguió fue un chisporroteo de Esencia y un montón de nada.
«¿Qué demonios?», pensó, frunciendo el ceño en confusión. «¡Pensé que lo había conseguido esta vez!»
Intentó de nuevo, poniendo más fuerza detrás de sus palabras y movimientos.
—Radix, ligare, vinculum!
Aún nada. Ni siquiera un brote.
Melisa resopló, su frustración aumentando.
«Esto es mucho más difícil que Ilumina. ¿Qué pasa?»
Siguió intentándolo, decidida a demostrarle a Javir que podía dominar este hechizo en tiempo récord.
Pero a medida que los minutos pasaban y los fallos se acumulaban, Melisa empezó a sentir una extraña pesadez en sus extremidades y una niebla se infiltraba en su mente.
«Ugh, ¿qué está pasando? Me siento tan... tan...»
Y entonces, sin previo aviso, el mundo se inclinó y se volvió negro.
Y Melisa cayó de bruces.
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Melisa despertó con la sensación de ser cargada, unos brazos fuertes la acunaban contra un pecho cálido.
«¿Eh? ¿Qué...»
Parpadeó, su visión enfocándose lentamente. El rostro de Javir apareció a la vista, luciendo irritantemente divertido.
—Bienvenida de nuevo. ¿Dormiste bien? —preguntó Javir.
Melisa gimió, los eventos de los últimos minutos regresando a ella en un torrente.
—No sabía que un fallo de hechizo podía dejarte inconsciente —murmuró, sus mejillas ardiendo de vergüenza.
Javir soltó una carcajada, cambiando a Melisa de brazos mientras caminaba.
—Bueno, ahora lo sabes. El agotamiento de Esencia no es ninguna broma, especialmente para una nim joven como tú. Una vez que te quedas sin Esencia, intentar usarla es como intentar exprimir agua de una piedra. Y, en un momento dado, tu cuerpo simplemente se apaga un rato.
La llevó a la casa, donde una preocupada Margarita estaba esperando.
—¡Oh, mi bebé! ¿Está bien? —preguntó Margarita.
Javir asintió, pasando cuidadosamente a Melisa a su madre.
—Estará bien, Margarita. Solo necesita descansar y un vaso de agua fría para reponer su Esencia.
Margarita abrazó a Melisa con fuerza, presionando un beso en su frente.
—Gracias, Javir. Dios mío, yo... Ugh.
Javir solo sonrió, guiñándole un ojo a Melisa.
—Cuando quieras, Margarita. Cuando quieras.
Y con eso, el día llegó a su fin, los sueños de Melisa llenos de visiones de vides y hielo y la sensación de la hierba contra sus mejillas.
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{Javir}
Melisa se metió a la casa un momento mientras Javir la ayudaba a entrenar en el jardín.
Cuando volvió a salir, llevaba un montón de pergaminos.
«¿Hm?»
—¿Qué estás tramando, Melisa? —preguntó Javir, levantando una ceja con curiosidad.
Melisa sonrió, extendiendo los pergaminos en la hierba.
—¡Quiero ver si puedo usar los nuevos hechizos que me enseñaste, los hechizos de hielo y el hechizo de la vid, para crear uno nuevo! ¿No sería genial?
...
Javir parpadeó.
[¿Pero qué...?]
—No pierdas el tiempo —le dijo Javir, con los ojos ligeramente entrecerrados y sin sonreír—. La creación de hechizos está muy, muy fuera de tu alcance ahora mismo. Concéntrate en lo básico.
Pero Melisa no escuchaba.
—¡V-Voy a intentarlo! Quiero decir, si pude aprender estos hechizos tan rápido, ¿quién dice que no puedo crear los míos?
Javir sacudió la cabeza.
[Supongo que no hay mal en dejar que la niña intente y falle. Solo significa que podré abrazarla un poco después~]
—Bueno, lejos de mí sofocar tu creatividad. Pero no vengas llorando cuando malgastes toda tu Esencia otra vez como ayer.
Melisa solo sonrió.
—Si eso pasa, puedes abrazarme mucho y todo estará bien, ¿verdad? Transferencia de Esencia y todo eso.
[Descubierta.]
Antes de que se diera cuenta, Melisa estaba perdida en su trabajo, sus manos volando sobre los pergaminos mientras esbozaba signos de hechizo y murmuraba encantamientos en voz baja.
A pesar de sus reservas, Javir no pudo reprimir su curiosidad.
Se levantó, moviéndose para mirar por encima del hombro de Melisa mientras trabajaba.
Y lo que vio le quitó el aliento.
Melisa estaba dibujando signos de hechizo como una auténtica profesional, sus trazos confiados y precisos. Parecía entender instintivamente cómo funcionaban, qué representaba cada línea y cómo combinarlas apropiadamente.
Javir observó, cautivada, mientras Melisa ponía los toques finales a su creación.
—¡Listo!
La chica inhaló profundamente, sus ojos brillando con determinación.
—Glacies, radix, crescere!
Extendió su mano y...
Allí, brotando del suelo, había una pequeña planta cristalina, sus hojas y tallos hechos completamente de vidrio esmerilado.
—Eh... —Melisa rió nerviosa—. Hubiera jurado que iba a ser... diferente. Bueno.
Ahora, Javir era la que no estaba escuchando.
Avanzó y se agachó, inspeccionando esa creación. No se sentía segura de tocar la maldita cosa sin un alquimista cerca, probablemente Melisa misma no conocía los efectos del hechizo que acababa de usar, pero necesitaba confirmar que era real.
Era una planta. Al menos, en apariencia, eso era todo lo que se podía considerar. No era el hechizo más impresionante que Javir había visto, pero ese no era el punto. El punto era que Melisa lo había creado, justo frente a sus ojos, con nada más que unos pocos pergaminos y su propio entendimiento innato de la magia.
Javir miró a la pequeña niña nim, frunciendo el ceño con fuerza.
«Esta niña... No es solo talentosa. Es una auténtica genio.»
Retrocedió unos pasos, tambaleándose hacia atrás.
«Esto cambia todo,» pensó Javir, su mente revoloteando con las implicaciones. «¡Melisa no es solo una prodigio. Es un talento único en la vida!»
Siguió caminando de un lado para otro.
«Una niña así, nacida en un pueblucho como este, es... ¿Es tan hábil? ¿A los 9 años!?»
En verdad, Javir no estaba muy segura de que, si tuviera la misma instrucción, podría haber hecho lo que Melisa acababa de hacer.
Al menos, no tan rápidamente.
Se volvió. No podía dejar de ver a Melisa bajo una nueva luz.
Ver este momento, esta época en la vida de Javir, bajo una nueva luz.
Un pensamiento se coló en la mente de Javir entonces que no podría extraer, no importa cuánto lo intentara.
«... Que ella esté aquí, repasando sus estudios en secreto, en aislamiento, así, es un desperdicio. ¿No es así?»