Pronto, Melisa se encontraba delante de un grupo de magos, intentando no incomodarse bajo sus intensas miradas.
No podía ver bien sus rostros. Estaba oscuro en la habitación, excepcionalmente oscuro, pero podía sentir sus ojos sobre ella.
Todos parecían humanos, y todos desprendían un aire de poder y autoridad que hacía sentir a Melisa diminuta.
—Vamos, Melisa, respira hondo. Tú puedes con esto. Todo estará bien. No arruinarás tu única oportunidad de tener una vida impresionante. No, claro que no—. Pensó para sí misma, intentando calmar sus nervios.
Uno de los magos, un hombre mayor con una larga barba blanca, habló, su voz impregnada de escepticismo.
—Javir, ¿cuál es el significado de esto? ¿Finalmente estás regresando a la Academia, o simplemente has venido a hacernos perder el tiempo con... con esto? —Hizo un gesto despectivo hacia Melisa—. Dijo el anciano.
Javir solo sonrió.