Unos días después, Melisa se encontraba frente a un espejo de cuerpo entero, ajustando el cuello de su nuevo uniforme escolar, mirándose en el espejo con el orgullo de un caballero con una armadura recién puesta.
La tela azul profundo de su camisa era más suave que cualquier cosa que hubiera usado antes, y el bordado de plata a lo largo de los bordes brillaba con la luz de la mañana.
Margarita flotaba cerca, con los ojos neblinosos mientras se preocupaba por cada pequeño detalle.
—Oh, Mel, ¡te ves absolutamente adorable!
—[Realmente lo estoy~] Melisa guiñaba los ojos hacia su reflejo en el espejo. [Tengo que tener cuidado. Este nivel de ternura podría causar al menos un par de ataques al corazón.]
Hacia fuera, sin embargo, dejó su ego de lado y simplemente dijo:
—Gracias, mamá.
Mientras Margarita seguía efusiva, la mente de Melisa divagaba. Nunca había sido fanática de la escuela en la Tierra. Demasiados deberes sin sentido y no suficiente aprendizaje real.