{Una semana después}
Al acercarse el carruaje espectral a las puertas de la Academia de Syux, Melisa no pudo evitar pegar su rostro contra la ventana, sus ojos llenos de asombro.
—¡Guau, este lugar es increíble!
Edificios altísimos que desafiaban los cielos, pintados con tonos cálidos de oro y llama. Las calles adelante bullían de actividad, la gente apresurándose en sus quehaceres. Melisa vio varios kitsunes, sus esponjosas colas y orejas destacándose entre la multitud.
—Justo como Isabella y su mamá.
Pero mientras seguía escudriñando la multitud, Melisa notó algo extraño.
—Eh, eso es raro. No veo a ningún dariano por aquí. Hay muchos humanos y kitsunes, e incluso algunos nim, pero ningún pueblo dragón. A menos que sus rasgos de dragón no sean tan, eh, prominentes como las características de zorro de los kitsunes. —frunció el ceño, reflexionando sobre esta peculiaridad—. Todavía no he visto a ninguno. Me pregunto por qué será. ¿Quizás no les gustan las ciudades?