El corazón de Atenea latía acelerado y su mente estaba confundida, incapaz de comprender la profundidad de las emociones de Dominique. «¿Estoy viendo cosas? ¿Por qué parece tan triste?»
Dominique apretó los puños. Normalmente era sereno y seguro de sí mismo. Pero en ese breve instante, Atenea presenció su vulnerabilidad.
Sin decir una palabra, Dominique giró rápidamente y salió del lugar. La presencia de Atenea volvió a sumir sus emociones en el caos. Antes de que pudiera perder el control, Dominique se alejó inmediatamente de ella.
Dominique ya había desaparecido de su vista, pero la mirada de Atenea aún se demoraba en la puerta de vidrio. No pasó mucho tiempo antes de que Lanny entrara a la tienda, corriendo hacia su dirección.
—Atenea, ¿estás bien? ¿Qué pasó? Vi a Dominique salir precipitadamente del lugar —le preguntó Lanny a Atenea con curiosidad.
—No sé. Simplemente se fue sin decir una palabra. Por cierto, ¿dónde está Aaron? —Atenea buscó a su hijo.