—Corría, mi corazón martilleaba salvajemente en mi pecho mientras mis botas se clavaban en la tierra.
—Mi respiración era superficial y agitada por el peso de la armadura que llevaba encima.
—Esto era extraño, ajeno a mí —todo se sentía mal. Miré hacia abajo, para ver el metal brillante que cubría mi pecho y mis brazos. En una mano tenía una lanza y en la otra un escudo.
—Me detendría por un segundo y abriría la boca para gritar, pero ningún sonido salía.
—Estaba frustrada, pero seguía en movimiento, cargando contra los lobos que venían hacia mí. Lancé la lanza al primer lobo que saltó alto en el aire, apuntando a mi garganta, y usé mi escudo para derribar al otro que venía de otro ángulo.
—Pronto, el sonido de espadas chocando y cuchillos llenó el aire.
—Los lobos con los que luchábamos no eran ordinarios. Sus ojos estaban llenos de un odio profundo que emanaba de cada poro de su cuerpo. Luchaban con venganza; era como si estuvieran poseídos por algo.