Algunas horas después, pasada la hora de la comida, en una mansión cerca del centro de la ciudad, tan grande como una villa, lo suficientemente grande cómo para dar alojo a una pequeña guarnición de caballeros.
— Joseph: Señora, por favor, piénselo con cuidado.
— Seredine: No tengo nada que pensar, tenemos que hacer ésto si queremos proteger nuestras tierras y mejorar la vida de nuestro pueblo.
— Joseph: Pero señora, ¿no es mejor deshacerse de ellos directamente y enviar al ejército a encargarse de las minas?
— Seredine: No podemos hacer eso Joseph, si logran destruir las pruebas de los planes que se encuentran en ésta Ciudad, las otras ciudades en nuestro territorio podrían caer en sus manos, perderíamos la confianza de los nobles y seríamos cuestionados abiertamente, eso complicaría mucho más la tarea de mi esposo Vincent.
— Joseph: Entiendo, no voy a cuestionar su determinación, perdóneme por ser tan atrevido, le juro que protegeré su vida. Así tenga que sacrificar la mía.
Seredine suspiró lentamente mientras observaba por la ventana, un poco preocupada por sus planes, esperando que todo salga de la mejor manera.
— Seredine: Te agradezco mucho Joseph por apoyarme, es agradable escuchar eso de ti.
Necesito que hagas algo antes de partir a la mansión del señor de la ciudad.
Ve a la zona secreta en el pueblo exterior y entrega ésta carta al Comandante Ronan.
Debes ordenarle partir hacia Aden y hacer entrega de esta carta al General Phillipe o al General Marcus. Estoy seguro que alguno de ellos habrá sido enviado a éstas alturas, una vez que los encuentre, debe decir la siguiente frase: La luz de la luna entró a la cueva después del atardecer, eliminando la oscuridad.
— Joseph: Su siervo cumplirá la tarea que le ha encomendado, regresaré con buenas noticias. Descanse segura mi señora, volveré para acompañarla en su misión y protegerla.
— Seredine asintió con la cabeza, girando lentamente hacia la ventana, sonriendo a la calle que se extendía frente a ella pensando para sí misma. "Cariño, lo has hecho muy bien todo éste tiempo, ahora es el momento de demostrarte que yo también puedo ayudarte a alivianar la carga que llevas sobre tus hombros".
Levantó su mirada al cielo, imaginando la silueta de su amado esposo, ésta vez hablando en voz baja; te estarás preguntando que estoy haciendo, pero confía en mí, me aseguraré de que Memphis sirva cómo ejemplo a los que traicionan a nuestra Familia y a nuestro Reino.
Se dió la vuelta y se recostó en la cama, mientras que sus párpados se cerraban por el cansancio del viaje.
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5 Días antes, castillo de Aden.
Llegaron las fuerzas del Duque Vincent, comandadas por el General de los caballeros Shwarts, Phillipe, comandando alrededor de 5 mil caballeros y el General Marcus, comandando alrededor de 2 mil caballeros de infantería y mil magos de 2da categoría. Hicieron un campamento rápidamente alrededor de la entrada del castillo.
Del campamento partieron 5 jinetes a la ciudad, siendo recibidos apresuradamente por un hombre grande con una armadura plateada y brillante.
— ???: Caballeros, necesitan identificación para poder ingresar a la ciudad con sus armas. No está permitido portar armas en el interior, sin excepciones.
— ???: Se acercó desde atrás uno de los caballeros de Shwarts. Soy el comandante de 2da categoría Heregor, mientras mostraba una insignia de plata con forma de escudo, con su símbolo reconocido de los caballeros Shwarts arriba en la parte superior.
— Heregor: Éstos hombres que me acompañan son miembros de los caballeros Shwarts de 2da y 3ra categoría.
— ???: Una placa de los caballeros Shwarts no es suficiente. No los puedo dejar ingresar a la ciudad.
Sin dar una respuesta, Phillipe bajó de su caballo, se acercó a aquel hombre y dijo unas palabras.
— Phillipe: Podría cortarte la cabeza por no reconocer ni obedecer a los caballeros que actúan bajo las órdenes del señor de éstas tierras. ¿O es que acaso tú señor planea sublevarse en contra del Ducado?
— No debes preocuparte, tú sólo sigues las órdenes de tu señor, si actúas así ante los caballeros del Duque, significa que tu señor no nos da cara y nos desprecia.
— Llévame con tu señor, él es el único que debe dar explicaciones. No hagas que pierda mi preciado tiempo. Expresó Phillipe, con muecas de disgusto, mientras sacaba una placa de oro con 3 incrustaciones de cristal de aurora, en un ángulo que sólo fue visible para éste caballero.
— ???: ¡Gener... Dijo el hombre pero fue interrumpido
— Phillipe: ¡Shhhhh! Mantente tranquilo.
— ???: no tengo justificación para tal falta, le suplico me perdone. Dijo apresuradamente el caballero mientras se arrodillaba y hacía una reverencia, detenido por Phillipe, quién no quería causar revuelo.
— Phillipe: lo dejaré pasar sólo está vez, es agradable ver que reaccionaras a tiempo o me temo que tus compañeros ya estarían recogiendo tu cuerpo sin cabeza. Finalizó mientras volteaba su mirada hacia sus compañeros caballeros, quienes tenían caras de enojo y muecas de psicópata.
— ???: no pudo evitar tragar saliva ante las palabras de Phillipe. Gene... digo, caballero de Shwarts. ¿A dónde desea ir?
— Phillipe: Vamos con tu señor, no perdamos el tiempo.
— ???: entendido, sígame, lo llevaré con el Señor Harris.
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Momentos después, Salón principal del Castillo de la ciudad.
— ???: Señor, tenemos un problema, desde la entrada oeste nos llegó un mensaje urgente, dice que llevaron algunos caballeros Shwarts de 2da y 3ra categoría, ocasionaron algunos problemas y ahora vienen en camino.
— ???: Bien, trae a los caballeros de la ciudad y rodeen el salón cuándo ellos entren, les mostraré que este no es un lugar al que puedes ir y venir cuando quieras.
— ???: Entendido señor, saldré a organizar todo.
— ???: Vizconde Gredan, Espero que este encuentro con los caballeros Shwarts no afecte nuestros planes. Se escuchó una voz gruesa y suave, proveniente de un hombre de armadura color plomo y una capa negra.
Aquel hombre tenía una cicatriz en su ojo izquierdo desde su frente hasta su mejilla y su ojo tapado con un parche rojo brillante.
Salió caminando desde atrás de un pilar, acercándose con pasos firmes, que producían un sonido metálico pesado, provocaban inconscientemente que su corazón estuviera inquieto.
— Gredan: No se preocupe General Dreyfus, todo saldrá según lo planeado, es muy probable que sólo sean unos cuántos caballeros arrogantes que vienen a ocasionar problemas, nada que un par de monedas no puedan solucionar.
— El Duque Valens es un señor muy predecible e inocente, no es alguien capaz, no sabe siquiera que su territorio está siendo controlado por Nórdic, en lo que estalle la guerra, nosotros inmediatamente formaremos parte de Nórdic y proclamaremos la Provincia de Valen cómo nuestra.
— Dreyfus: Me agradas, pero nunca debes de tomar todo por hecho, muchas veces la excesiva confianza te lleva a subestimar al enemigo, en la guerra esa es la principal razón del fracaso. Dijo el hombre lanzando una mirada amenazante con su ojo, para luego darse la vuelta y salir por la puerta del gran salón.
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Media hora más tarde.
— ???: Señor, ya llegamos al Castillo de Aden, lamento mucho lo ocurrido, sólo lo podré acompañar hasta éste lugar, no tengo permitido ir más allá de éstas puestas. Mi nombre es William Seris capitán de la guardia exterior de Aden, estaré a su disposición cuándo lo necesite.
— Phillipe: ¡Bien! Capitán Seris. Desde ahora me haré cargo yo, puedes irte. Dijo mientras agitaba su mano izquierda, indicándole que se marchase.
— Heregor: Señor, ¿Está seguro que sólo nosotros seremos capaces de obligarlos a obedecer?
— Phillipe: no tengas miedo, conociendo lo arrogante que es Gredan, tal vez piensa que sólo venimos a extorsionar, pero mientras yo esté aquí, nadie podrá detenerme.
— Heregor: Entendido señor. Respondió mientras inclinaba la cabeza y retrocedía sin volver a discrepar en algo durante la caminata.
— ???: ¡Alto ahí! ¡Quién se atreve a irrumpir en el castillo de Aden!
Los caballeros del castillo reaccionaron agresivamente rodeándolos y apuntando sus armas hacia ellos.
Heregor mostró apresuradamente la insignia de los caballeros de Shwarts.
— Heregor: ¡Somos enviados del duque Valens, los caballeros Shwarts, insolentes caballeros de Cuarta categoría, ¿Se atreven a entorpecer las labores de los caballeros de su señor?
— ???: Mi nombre es Fred soy el capitán de la guardia del castillo interior. No puedo dejar ingresar a nadie, ni siquiera al mismísimo Duque. Son órdenes del señor de la ciudad, debemos detenerlos aquí.
Además, si desean entrar deben ser despojados de todas sus armas, sólo así podrán ver al señor Gredan y hablar con él.
— Rock: ¡Es un insulto! Creen que deja... Después de intentar desenfundar su espada, aquel caballero sintió una mano en su hombro que lo detuvo.
— Phillipe: Cálmate Rock, deja que yo me encargue de éste asunto. Caballeros, permítanme presentarme, yo soy el vizconde Marcus señor de ciudad Esmeralda. Dijo Phillipe, haciéndose pasar por uno de los nobles más fieles a su señor.
— Mi deber es venir a supervisar y evaluar el cobro de los impuestos en la ciudad, dejaré que mis caballeros aquí sean despojados de sus armas, pero yo no puedo dejar la mía, es una herencia familiar y tengo miedo que alguien pueda dañarla o incluso robarla, es invaluable.
— Phillipe: Rock, Heregor, Franco, Julius. Por favor, entreguen sus armas a éstos honorables caballeros, venimos en paz después de todo, será sólo un momento mientras hacemos unas preguntas para retirarnos rápidamente de la ciudad sin ningún tipo de conflicto.
— Franco: Suspirando despreocupadamente habló. Haaa, terminemos con ésto rápido, estoy cansado por el largo viaje, se acercó a los caballeros y entregó su espada. Deben de cuidarla adecuadamente, me la regaló mi esposa hace algunos años antes de morir.
Uno tras otro los cuatro Caballeros entregaron sus espadas, aunque de muy mala gana.
— Fred: ¡Bien! Sigan mis pasos, los guiaré al salón principal del castillo. ¡Notifiquen al señor Gredan! Envíale un informe sobre éstos caballeros y que nos de órdenes de qué hacer con ellos.
Pasaron alrededor de 10 minutos hasta que el mensajero volvió.
— Capitán Fred, Nuestro señor ha dicho que los guíe al gran salón, allí los estará esperando.
— Fred: Entendido, te puedes retirar. Le respondió mientras agitaba su mano tal cómo si hubiera una mosca molesta.
— Adelante, los llevaré con el señor.
El palacio era un edificio único, la puerta doble de hierro, de al menos 5 metros de alto, era imponente, en ella se podía ver dos caballeros, uno en cada puerta chocando sus espadas y en el centro una estrella brillante, representando el uso del aura de los caballeros de categoría especial.
Después de entrar al Salón, el caballero que los guiaba se arrodilló.
— Fred: Señor, aquí le he traído a los visitantes, esperaré afuera de las puertas sus órdenes.
En el asiento del señor de la ciudad, se encontraba un hombre pequeño, con túnica plateada de incrustaciones de oro y piedras de aurora. Su ropa ajustada lo hacían lucir de al menos 10 años menor. Con una sonrisa en su rostro, recorrió la mirada por cada uno de los caballeros delante de él.
— Phillipe: Tu debes ser el Vizconde Gredan, ¿Correcto? Preguntó de manera despectiva, rompiendo el hielo.
— Gredan: Mmm, para preguntar el nombre de un señor, es tu obligación dar tu nombre primero.
— Phillipe: Yo soy Vizconde Marcus. Respondió asintiendo con la cabeza, al mismo tiempo que sacaba de su cintura un pergamino.
Los caballeros que se encontraban a su alrededor de inmediato sacaron sus espadas y se preparaban para atacar.
— Gredan: ¡Deténganse! ordenó con voz firme, mientras alzaba una mano para calmar a los caballeros. ¿No pueden ver que es un simple pergamino?
Phillipe avanzó un par de pasos, desenrollando el documento con solemnidad.
—Phillipe: Por decreto del Duque Vincent Neils Non Valens:
Se le ordena al señor Sneijder Gredan de Aden, derogar su título nobiliario, renunciar a su puesto como señor de Aden y entregar la ciudad a un consejo temporal de gobierno a cargo de los caballeros de Shwarts, por conspirar contra el reino y desestabilizar sistemáticamente la región.
El salón quedó en silencio, sólo se podía escuchar un murmullo nervioso entre los caballeros.
— Heregor: desde este momento, todos los caballeros asentados en la ciudad estarán bajo las órdenes del General de los Caballeros, Shwarts Phillipe Von Tier. Los oficiales de alto mando de los caballeros de Aden, de tercera categoría o superior, serán puestos bajo arresto hasta que se descarte su participación en la traición.
Gredan, con una sonrisa helada y ojos de furia contenida, alzó la voz. ¿Disculpe? ¿Lo he escuchado bien?
Phillipe no respondió. En cambio, desenvainó su espada con un sonido seco y metálico. Apuntó directamente a Sneijder y avanzó un paso firme.
— Phillipe: ¡Soy el General Phillipe, General de los caballeros Shwarts de categoría especial! Su voz resonó como un trueno en el salón. ¡Quienes se resistan serán castigados con prisión o muerte!
— Gredan: dio un paso atrás, sus labios temblando, ¡¿Qué están esperando?! ¡Ataquen! ¡Son impostores!
Algunos caballeros vacilaron, sus manos tensas sobre las empuñaduras de sus espadas. Uno de ellos gritó y avanzó con un rugido de guerra, seguido por una marea de hombres armados.
El acero canta la batalla.
¡Clang! El estruendo metálico de espadas chocando llenó el aire cuando Phillipe bloqueó el primer ataque con precisión letal. En un solo movimiento, giró su espada y lanzó un corte que atravesó el cuello del oponente. Un chorro de sangre pintó el suelo de piedra mientras la cabeza del caballero rodaba hacia el suelo.
— Rock, quien había estado observando con calma, se lanzó a la refriega, recogiendo la espada del hombre caído. ¡Toma! gritó, arrojando el arma a Heregor mientras esquivaba un corte que pasó rozándole la oreja.
Heregor atrapó la espada en el aire con precisión y, con un giro rápido, atravesó el torso de un caballero. La sangre brotó mientras el hombre caía con un grito de agonía.
—¡Ting! resonó otra espada contra el suelo cuando Heregor, con una agilidad sorprendente, cortó limpiamente la pierna de otro enemigo, quien cayó gritando hasta que el filo de su espada acabó con su sufrimiento.
Phillipe avanzaba como una tormenta, sus golpes eran implacables. Caballeros intentaron detenerlo, pero caían uno tras otro, incapaces de igualar su habilidad y ferocidad.
El caos se extiende.
Franco, un caballero ágil y mortal con dagas y cuchillos arrojadizos, había escondido varias armas bajo su armadura, aprovechó la confusión eliminando a sus enemigos antes de que siquiera pudieran reaccionar. Siete hombres cayeron bajo sus cuchillos en un abrir y cerrar de ojos.
En el centro del salón, Julius y Heregor peleaban codo a codo, su coordinación perfecta derribando a cualquiera que se atreviera a acercarse.
Mientras tanto, los caballeros fieles a Gredan comenzaban a vacilar. El salón estaba manchado de sangre, y los cuerpos caídos cubrían el suelo. Antes de la batalla 40 caballeros custodiaban el salón, ahora, la mayoría de ellos se encontraban muertos o heridos.
Todos los caballeros que anteriormente se apresuraban a la batalla, al ver la carnicería, comenzaron a retroceder hacia las puertas.
— ¡Huyan! Gritó uno de ellos. ¡Son unos monstruos!
Sin embargo, al intentar escapar, Phillipe avanzó hacia ellos como un depredador, su espada brillando como un rayo bajo la tenue luz.
— Phillipe: ¡Si no quieren morir, suelten sus armas y arrojenlas lejos!
El sonido de espadas cayendo al suelo resonó por todo el salón.
La caída del señor de Aden.
— Phillipe se giró lentamente, acercándose a los caballeros que se interponian entre él y Gredan. ¡Apartar o morir! Ustedes decidan su destino.
Tan pronto como escucharon esa amenaza, algunos de ellos soltaron sus armas y dando al menos cinco pasos al costado, luego se acostaron en el suelo boca abajo.
— Gredan: al ver ésto comenzó a gritar desesperado. ¡Detenganse!, ¡Quién se atreva a desobedecer mis ordenes, haré que los lleven al calabozo y los torturen!
Las amenazas de Gredan, ante el poder absoluto de Phillipe, no era más que un simple rabieta.
— Phillipe: al parecer te has quedado solo. Ahora, es mi turno de cumplir con mis promesas.
— Phillipe: ¡Sneijder Gredan!, ¡A partir de ahora, serás despojado de tu título nobiliario y serás condenado según las leyes del Reino, por traición a la corona, cobro de impuestos excesivos y malversación de los fondos del reino.
Al acercarse, Gredan desenvainó su espada, pero momentos antes de siquiera pensar en atacar, sintió una punzada muy fuerte a la altura de su codo.
Cuando todo pareció calmarse, un grito de furia rompió el silencio.
— Gredan: ¡Bastardo! ¿Cómo te atreves a atacarme? Estaba lleno de miedo, pues su brazo derecho yacía en el suelo con su espada.
Retrocedió un par de pasos, con el rostro desencajado de miedo, se sujetaba el hombro. Donde antes estaba su brazo derecho, ahora solo quedaba un muñón ensangrentado.
Desesperado, Sneijder Gredan corrió hacia una puerta lateral del salón, llamando a sus hombres. Sin embargo, los caballeros que entraron lo miraron con desprecio y apuntaron sus espadas hacia él.
— Gredan: ¿Qué hacen? ¡Yo soy su señor!
Antes de que pudiera seguir hablando, Phillipe lo golpeó con el mango de su espada, dejándolo inconsciente en el acto.
Phillipe: ¡Rock! Asegurate de que busquen un médico. No debe morir sin pagar por sus crímenes.
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Momentos después de la captura de Gredan.
— Franco: ¡tú! Ve arriba y toca la campana del castillo siete veces. Ordenó a un aprendiz de caballero que se encontraba en la entrada.
—Sí, señor. Respondió sin hacer preguntas.
Las campanadas resonaron con fuerza en toda la ciudad. Después de aquel evento, los caballeros de mayor categoría fueron arrestados y puestos bajo investigación por las fuerzas de Shwarts.
Mientras Phillipe se encontraba en el castillo, sus fuerzas habían ejecutado un ataque sorpresa, lograron ingresar rápidamente con todo su ejército. La estrategia tomó completamente desprevenidos a los caballeros de Aden, confiados en que el grueso de su ejército, estaría estacionado en los campamentos, mientras sus oficiales estaban en el palacio rodeados por sus líderes.
La lucha terminó antes de que la última campanada se apagara en el aire.
— ¡Hurra! ¡Waaaaah! gritaron los caballeros de Shwarts, proclamando su victoria—. ¡Aden ha caído! ¡El señor de la ciudad ha sido capturado!
— ¡Imposible! El señor de la ciudad está protegido en el pala...
Otra serie de campanadas rompió sus dudas: la señal de rendición oficial del Reino de Mercia. Al sonar la séptima campanada, los caballeros de Aden depusieron sus armas.
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La ciudad de Aden
Aden era un caos. Decenas de caballeros fueron arrestados, algunos llevados a prisión, otros conducidos a la plaza principal. Para la tarde, el bullicio había cedido a un tenso silencio. Los nobles estaban inquietos, temerosos de lo que pudiera ocurrir. En contraste, muchos plebeyos siguieron con su día a día, aliviados de ver caer al tirano Sneijder, quien gobernaba con mano de hierro sobre ellos mientras favorecía a los poderosos.
Dentro del cuartel, Heregor, un caballero veterano, no ocultaba su incertidumbre:
— Heregor: Señor, ¿por qué hemos actuado ahora y no antes?
— Phillipe: Es difícil de explicar, pero básicamente nuestro señor no tenía antes la fuerza necesaria para enfrentar a los señores del norte. Respondió con calma. Durante tres años, el duque Valens ha reunido aliados y recursos en secreto. Este ataque no fue impulsivo, pero sí apresurado.
— Heregor: ¿Apresurado?
— Phillipe: hace más de un año la señora Seredine descubrió mediante sus negocios en el norte que el Reino Nórdic estaba influenciando a los señores de varias ciudades, buscando desestabilizar a Mercia. No podíamos esperar más.
— Heregor: ¿Entonces vamos a la guerra con Nórdic, General? preguntó incrédulo.
— Phillipe: No, nuestro objetivo es evitar la guerra a toda costa. Debemos demostrarle a los espías, que tomar nuestro territorio no será tan fácil cómo ellos creen, guíame a la Plaza de los Guardianes y reúne a todos los caballeros disponibles. Tengo un anuncio importante que hacer.
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Dos horas después. Plaza de los Guardianes
Phillipe portaba una majestuosa armadura dorada decorada con un león en el pecho. Los ojos de la figura estaban hechos de cristales de Aurora de alta calidad, que brillaban intensamente bajo el sol.
Heregor y Julius, por su parte, vestían armaduras ligeras de color negro con detalles de color dorado, cada una adornada con un lobo en el pecho, cuyos ojos eran cristales de elemento fuego.
Franco y Rock, tenían armaduras ligeras plateadas, con detalles de color azul, cada una con un diseño de águila en el pecho, cuyos ojos eran cristales elemental de viento.
El murmullo entre los caballeros presentes era ensordecedor.
— Franco: ¡Silencio! ¡Escuchen al general Phillipe!
— Phillipe: ¡Caballeros de Aden! Habló con voz firme y el silencio se apoderó del lugar.
— Nuestro deber siempre ha sido proteger este reino, sus tierras y, sobre todo, a su gente. Durante demasiado tiempo hemos sido testigos del sufrimiento de los plebeyos bajo el yugo de señores corruptos como Sneijder, quien ha sido juzgado y sentenciado por traicionar al Reino.
La multitud permanecía en absoluto silencio, escuchando cada palabra del general.
— La situación en nuestras fronteras es grave. Hemos recibido información que confirma alianzas entre algunas ciudades del norte y los Reinos vecinos.
Un murmullo de indignación recorrió a los caballeros.
— Es por eso que el duque Valens ha promulgado un decreto de emergencia. Se convoca a los caballeros de Shwarts, Aden y otras ciudades leales para tomar acción inmediata contra los traidores.
Mañana seis de cada diez caballeros en Aden partirán hacia el norte, pasando por las ciudades de Greenwich, Denim Village y Memphis.
Phillipe levantó su puño derecho sobre el pecho, su voz resonando con intensidad.
— Sólo les pido cumplir con nuestro juramento, juramento que nos une como caballeros de Mercia.
—¡Juro ante ti, Dios de la Luz, protector del Reino, ante el Rey, mi señor y mi pueblo, proteger el honor de mi estirpe, la justicia de estas tierras y la vida de los inocentes! Que mi espada se alce solo por la verdad, y que mi escudo detenga las sombras que amenacen nuestra paz. ¡En tiempos de guerra, seré el escudo de los indefensos; en tiempos de paz, el guardián de la justicia! Con mi vida, mi honor y mi sangre, cumpliré este juramento hasta mi último aliento. ¡Que la traición nunca toque mi corazón, ni el miedo a mi espada, pues mientras respire, mi lealtad será inquebrantable!
—¡MI LEALTAD SERÁ INQUEBRANTABLE! —gritaron los caballeros al unísono.
El suelo pareció temblar con su clamor, y la fuerza de sus voces resonó por toda Aden.
— Rock: Descansen esta noche, caballeros. Al amanecer partiremos. Hagan los preparativos necesarios y pidan a los dioses que nos guíen hacia la victoria y nos dejen volver con vida.
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