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Chapter 6 - Capítulo 6: Superación

Mientras tanto, en el Reino Nórdic.

Lejos de las profundidades de la mina, El dominio de Leblanc se encontraba sumido en el caos. Tras la devastación de Ciudad Blanca, los rumores sobre la masacre de la familia Ashki se habían extendido por todos los rincones del Reino.

Los ciudadanos temían que se iniciara una guerra, mientras que, el Consejo de Nobles trataba de averiguar qué fuerza había perpetrado tal atrocidad.

Un mes después de la masacre de los Ashki, El Barón Ashki, junto con el Vizconde Leblanc, aceleraban su marcha hacia la Cuidad Blanca, pero lo que no sabían era que un destino aún más cruel los aguardaba.

Tenían un camino muy difícil por delante, al atravesar el bosque que marcaba el límite de su territorio, los interceptaron inesperadamente, era un ejército no identificado, de al menos 5 mil caballeros, equipados con armaduras negras, surgieron de entre los árboles como sombras vivientes.

El Barón Ashki intentó parlamentar, pero pronto se dio cuenta de que no tenían buenas intenciones.

Las fuerzas que los acompañaban eran pocas, habían dejado atras a la mayoría de sus hombres, mientras la caballería los acompañaba acelerando la marcha, el Barón Ashki a pesar de aún no haberse recuperado completamente, quería llegar lo más pronto posible, después de haber recibido las noticias del ataque a su familia.

Lo acompañan 2 mil jinetes de elite de la casa Ashki, junto a 4 mil jinetes del señor Leblanc. Aunque muchos de ellos estaban agotados del extenuante viaje.

— Vizconde Le Blanc: ¡Nos han tendido una emboscada! —gritó, desenvainando su espada.

El caos estalló. Las flechas llovieron desde todas direcciones, el caballo de Le Blanc se encabritó, iniciando el ataque de sus tropas.

El Barón Ashki luchaba por mantenerse firme, cortando a los enemigos que se acercaban demasiado. Pero por cada hombre que derribaba, parecían aparecer tres más, ¡estaba siendo rodeado!

— Caballero: ¡No podemos ganar! gritó . ¡Debemos huir!

— Vizconde Le Blanc: ¡Retirada, reorganicen las tropas en retirada!

Con el enemigo siguiéndolos de cerca, huyeron a través del bosque, dejando atrás a varios de sus compañeros caídos. Pasaron varias horas huyendo hasta la llegada del atardecer. Sólo la oscuridad de la noche les dio refugio, ocultándose de la vista de sus perseguidores.

En el caos, el Vizconde Le blanc desapareció, Ashki decidió buscar refugio en un territorio vecino con sus soldados, mientras enviaba un mensajero a reportar a las fuerzas de infantería que todavia marchaban para que cambiaran su dirección.

Los fieles soldados heridos en su mayoría lo siguieron con firmeza, hasta llegar a un pueblo en la orilla de un río.

La pequeña ciudad Diroth, en ella un conocido de la familia, podría ser su última oportunidad para reestablecer guarniciones y retomar su largo camino a casa.

Aunque todos estaban preocupados por llegar a casa en sus corazones, sabían que aquello no era el fin. La ciudad Blanca no seguirá siendo su hogar, no sólo la ciudad, el Reino Nórdic estaba siendo atacado desde las sombras y la Ciudad Blanca, su ciudad hogar, era solo el comienzo.

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Arthur ya estaba acostumbrado al ritmo de la vida en la mina, la habilidad de excavación y su propia fuerza había aumentado significativamente.

Al principio, fue muy difícil adaptarse, pero a medida que los días pasaban, algo dentro de él cambió. El ritmo monótono de golpear las rocas, día tras día, le brindaba un extraño espacio para reflexionar, aunque su cuerpo se debilitaba por el esfuerzo, su mente se afilaba como la hoja de un cuchillo.

En algún momento sus pensamientos sobre su hermana no dejaban de repetirse en su cabeza. Los recuerdos de aquel día, mientras la dejaba atrás, sin pensar que sería una despedida.

— Arthur: "¿Estará bien? ¿Habrá logrado escapar? ¿Papá sabrá lo que ha sucedido?" Estas preguntas lo atormentaban, pero con el tiempo, aprendió a dejar de lado esas preocupaciones, al menos temporalmente.

Se había convertido en uno de los mejores extractores de la mina. Y esa habilidad le otorgaba algo valioso: respeto.

Esa noche, su maestro lo llamó.

— Lee: Arthur, ya han pasado algunas semanas desde que comenzamos a entrenar tu capacidad de adaptarte a la mina y fortalecerte, ya puedes extraer piedras lo mas rápido posible. Habló dándole una palmada en la espalda.

— Arthur: Asintió, limpiando el sudor de su frente. Le costaba admitirlo, pero su maestro tenía razón. La mina, aunque agobiante, le había enseñado algo invaluable: disciplina.

— Lee: Hoy podríamos descansar un poco, nos tomaremos la noche para beber algo y compartir con los otros. Es hora de que conozcas a los demás.

— Arthur: Pero, Maestro, he pasado la mayor parte del tiempo dentro de la cueva, nunca he compartido con ellos.

Lee soltó una risa grave.

— Lee: No te preocupes por eso, tu maestro se ha encargado de hacer conexiones aquí y allá. Incluso he investigado mucho sobre cómo funcionan las cosas en esta mina. Y déjame decirte, no es tan diferente de lo que ocurre afuera. Mientras paguemos a los jefes de la mina a tiempo, podremos hacer reuniones y compartir todo lo que queramos.

— Arthur: frunció el ceño. Pero ¿Y el guardian?

— Lee: No es tan difícil, podrías tener libertad de salir, si ocupas los primeros puestos de extracción, tenemos la libertad de salir dos días de la semana a abastecernos o depositar nuestras piedras.

Pero no debes llevar muchas piedras de un solo viaje, si haces eso, solo harás que vayan tras de ti y te maten. La lucha por el poder en la mina es más cruel de lo que piensas.

Arthur suspiró, sabiendo que la libertad de salir no era más que una ilusión.

— Lee: De las facciones que conocí, cada una tiene su propio territorio, si no tienes cuidado, podrías caer en medio de sus disputas.

Supremacy: una organización de asesinos.

Jefes del Abismo: los líderes de la mina, una de las facciones más poderosas.

ShadowDemon: cuyo propósito sigue siendo desconocido.

— Lee: Según he escuchado, la quinta entrada podría estar cerca del área donde trabajamos, conectada con túneles más antiguos. Hace muchos años uno de los esclavos dijo haber encontrado la salida e intentó escapar por allí, pero desapareció y nunca se supo si logró su objetivo.

Pero una cosa llamó especialmente su atención.

— Arthur: ¿Dices que existe una quinta entrada, señor? ¿Y que estamos más cerca de ella?

Lee sonrió, con una sonrisa astuta.

— Lee: según las historias, existe un mapa antiguo y algunos esclavos tienen información de cómo está distribuida la mina, han hecho la comparación con mapas actuales de la mina, es por eso que las 3 facciones principales han enviado muchos espías hasta esta zona, así que si descubres algo, nadie debe enterarse, sólo tienes que decirme a mí.

— Arthur: Pero para descubrirlo, tendremos que investigar por nuestra cuenta. Asintió lentamente. Tenía claro lo que debía hacer, si había una forma de escapar de esta pesadilla, era por esa entrada antigua.

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Cueva principal de la sección.

Era donde se reunían los otros 8 esclavos de la sección dónde Arthur y Lee estaban excavando.

Las paredes de piedra húmeda y el tenue brillo de las antorchas creaban un ambiente primitivo, pero el grupo de esclavos lograba transformar el lugar con su camaradería y risas ruidosas.

Un grupo peculiar y bullicioso los recibió con bromas y miradas curiosas.

— Lee: ¡Chicos! anunció con una sonrisa satisfecha. Aquí está mi gran discípulo Arthur. Si no fuera por él, no podríamos disfrutar de esta noche de camaradería.

—¡Salud por el chico! —gritó uno de los esclavos mientras levantaba una jarra de metal.

Arthur se incomodó un poco por ser el centro de atención.

— Lee: ven, te los presentaré a todos.

Este es Claus; dijo señalando a un hombre enorme, de músculos abultados y barba descuidada; no te dejes engañar por su tamaño, es más sentimental que cualquier otro.

Le dio un apretón de manos que hizo que Arthur sintiera la presión en sus huesos.

— Claus: Encantado, chico. Espero que no te dé miedo socializar, porque aquí nos reímos o morimos.

Arthur asintió, aturdido por sus palabras, aunque empezando a relajarse por el ambiente de la cueva.

— Lee: Este es Justo. Ten cuidado con él, sus manos son las más rápidas que he visto.

Aquel hombre, con pasos torpes se acerca a Arthur, tenía una mirada amigable, se para frente a él y le extiende su mano, al apretar fuerte las manos, le da un par de palmadas en la espalda, cuando estaba a punto de retirarse se voltea y le muestra algo que sostenía en su mano.

Mostraba un anillo que, para sorpresa de Arthur, era suyo.

—Justo: Se te cayó esto —dijo con una sonrisa burlona.

— Arthur: ¿Cómo?... ¿En qué momento...?

Los demás estallaron en carcajadas.

— Rubén: Guarda tus cosas mejor la próxima, amigo. Por que le llaman el "".

Arthur recuperó el anillo, fingiendo una sonrisa, con un poco de disgusto.

— Lee: Bueno, sigamos con las presentaciones. Él es Rubén, el más antiguo del grupo. Dijo mientras señalaba a un hombre corpulento, con rasgos bien marcados, de entre 35 y 40 años de edad. Tiene más tiempo aquí que cualquier otro de nosotros.

Rubén sonrió, mientras levantaba un vaso hecho de un cuerno de animal y se bebía salvajemente el licor, mientras se deslizaban algunas gotas por su mejilla.

— Rubén: Si necesitas consejos sobre cómo sobrevivir aquí, soy el hombre. Su tono era paternal, pero había algo extraño en sus ojos.

— Lee: Y este es Rein, también conocido como serpiente venenosa. No habla mucho, pero cuando lo hace, vale la pena escuchar.

Rein, un hombre maduro, delgado y con ojos afilados. Apenas inclinó la cabeza en señal de saludo, sin decir una palabra.

— Lee: ellos son los tres hermanos: Fred, Ted y Jet, todos parecidos físicamente, de diferentes estaturas y cada uno con una personalidad única. Fred, el mayor, era serio y tranquilo; Ted, el del medio, no dejaba de bromear; y Jet, el más joven, siempre observaba todo con una sonrisa en su cara.

— Ted: Nosotros somos inseparables, aunque no somos hermanos de sangre, hemos vivido desde pequeños juntos.

— Jet: hace mucho que te hemos visto trabajar, eres muy joven, es increíble creer que alguien como tú puedas caer en un lugar cómo éste.

— Fred: Jet, no seas tan hablador, nadie quiere estar reviviendo las tragedias del pasado.

— Lee: Finalmente, la persona más misteriosa de la cueva, era un joven adulto con cicatrices en el rostro y una postura firme.

— Rubén: él es Jean, un excaballero. No habla mucho, pero es el mejor guerrero que tenemos. Añadió con una sonrisa. O al menos lo era antes de que lo trajeran aquí.

Jean asintió brevemente, sin apartar la mirada del fuego que iluminaba el salón.

El grupo se sentó alrededor de una pequeña fogata improvisada, la cuál tenía una salida del humo hacía una especie de túnel que había en el techo.

Habían unos recipientes de arcilla, con pedazos de pan, algunos frijoles y carne seca, era poca la comida, que apenas saciarían su hambre.

— Arthur: ¿Cómo... cómo llegaron ustedes aquí? Preguntó con curiosidad, rompiendo el silencio que había caído sobre el grupo.

— Claus fue el primero en responder, con una sonrisa melancólica. Yo era herrero en una pequeña aldea al norte del Reino Nórdic. Todo iba bien hasta que los soldados de Kayros llegaron y arrasaron con todo. Luché, claro que sí, pero... no puedes enfrentarte a un ejército solo con un martillo. Me capturaron y me trajeron como esclavo.

Claus bajó la vista, su sonrisa desvaneciéndose.

— Rubén: A mí me traicionaron mis propios hombres, dijo con amargura. Era comandante de una pequeña guarnición. Éramos más de mil, nos dedicamos a cortar rutas de suministros, Fui acusado de conspirar contra la corona y me condenaron a la esclavitud. La lealtad no vale nada en este mundo.

— Justo: yo era un simple hombre al que le gustaba la colección de objetos. Dijo encogiéndose de hombros. Demasiado bueno para mi propio bien. Robé a la futura esposa del principe de Kayros, después de recibir la recompensa y huir fui descubierto gastando el dinero en apuestas y acabé aquí. Pero no me arrepiento de nada.

Fred, Ted y Jet compartieron su historia en conjunto, vivían como cazadores y recolectores en las montañas del sur de Kayros en la frontera con Seredine, hasta que algunos asaltantes invadieron su territorio y los trataron como esclavos, Cuando no pudieron pagar por su libertad, los vendieron cómo esclavos a Kayros.

—No era justo, pero... bueno, aquí estamos —dijo Fred con resignación.

Finalmente, Jean habló por primera vez, su voz profunda y llena de gravedad.

—Yo elegí estar aquí.

El grupo se quedó en silencio, sorprendido.

— Jean: Servía a un noble del Reino de Kayros. Cuando descubrí que había participado en la masacre de varias aldeas inocentes, lo maté. Sabía que me condenarían, pero preferí estar aquí que seguir sirviendo a ese monstruo. Aquí, al menos, sé quién es el verdadero enemigo.

Las palabras de Jean resonaron en la mente Arthur.

"El verdadero enemigo", pensó para si mismo, aún desconocía realmente quienes eran sus enemigos, de quién debía vengarse. Acaso, ¿Podrá lograr salir algún día? Negando con la cabeza y con un suspiro, decidió dejar a un lado esos pensamientos, poniéndose de pie y caminando hacia dónde se encontraban los vasos con licor.

¡Salud! ¡Por nuestra confraternidad!

¡Salud!

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Mientras bebían, los temas de conversación fluían como río en temporadas de lluvia, que se desbordan en cualquier parte.

Comenzaron a hablar y mencionar las historias de la mina, su voz resonaba grave mientras golpeaba ligeramente la mesa con su puño.

— Claus: se dice que hay más de una entrada en esta maldita mina. Puso una cara de intriga, recorrió su mirada por cada uno y luego continuó, algunos creen que es posible salir de aquí si encuentras la quinta puerta. Aunque, claro... eso es lo que dicen los viejos cuentos.

Arthur, siempre atento, levantó una ceja. No había escuchado tanto sobre ese rumor, pero algo en la forma en que Claus lo dijo despertó su interés.

Lee, por su parte, guardó silencio, como si midiera las palabras antes de intervenir.

— Arthur: ¿Qué puerta? Preguntó con curiosidad. ¿Dónde está?

— Justo: quién hasta entonces había estado jugueteando con uno de sus anillos, sonrió de manera astuta. Ah, eso es lo que todos quieren saber, amigo. Algunos dicen que está al sur, cerca de donde trabajamos, bajó la voz, inclinándose hacia Arthur. Quienes buscan la salida, desaparecen, nadie se atreve a preguntar.

— Rein: quien solía mantenerse en silencio la mayor parte del tiempo, habló por primera vez esa noche, su voz era apenas un susurro. Yo escuché que un grupo de esclavos intentó cavar hasta esa entrada hace años. Pero, no encontraron cadáveres, ni siquiera huesos. Es como si la mina se los hubiera tragado.

— Jean: Esas son meras supersticiones. Dijo, cruzando los brazos. Si hubiera una quinta entrada, ¿por qué no habrían intentado sellarla los que controlan la mina?

— Justo: chasqueó la lengua, haciendo un gesto de desdén. ¿Y por qué lo harían? respondió, casi desafiante. Es posible que ni siquiera ellos sepan dónde está. Después de todo, esta mina es más antigua que muchos de los reinos que conocemos.

Mientras todos discutían, Arthur incluído. No pudo evitar notar que Rubén, que tenía más tiempo en la mina, había estado observando todo con una atención inusualmente cautelosa, como si analizara las reacciones de cada uno. Rubén, recorrió su mirada por todos, tomó un sorbo largo antes de intervenir.

— Rubén: Cuentos de viejas. Aunque su tono no era convincente. Se inclinó hacia el grupo, manteniendo un tono bajo pero lleno de autoridad. Pero les diré algo, muchachos.

— Hace unos años, escuché a un supervisor hablar sobre esa quinta entrada. Lo llamó... "La Puerta del Tigre blanco". Según él, estaba sellada hace siglos, mucho antes de que el Reino de Kayros la tomara cómo su propiedad, y no era para que la gente no entrara. El volúmen de su voz bajó aún más, sino para que algo no saliera.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Arthur.

Rein se retorció en su lugar, incómodo, mientras Justo soltaba una carcajada nerviosa, tratando de disipar la tensión.

— Justo: ¡Bah! Historias para asustar a los niños. Lo que importa es que, si hay una salida, necesitamos saber dónde está. Arthur, ¿no es cierto que el viejo Lee aquí te ha estado llevando cerca de esas cuevas? preguntó con una mirada curiosa.

Arthur notó la súbita atención que captó esa pregunta. No solo Justo lo observaba con ojos escrutadores, sino también Rubén y, lo más sospechoso, Rein, cuyos ojos se habían fijado en cuanto el tema de la exploración salió a la luz.

Arthur, que había escuchado de su maestro sobre las luchas de poder en la mina, sabía que había espías en el grupo. Debía responder con cuidado para disipar sospechas.

—Sí, hemos trabajado en esa zona, pero solamente es parte de mi entrenamiento, la roca en ese lugar es un poco más suave, lo que me permite mejorar mi agilidad con el pico.

— Lee: hasta ahora había permanecido en segundo plano, decidió intervenir. Los rumores tienen una vida propia en este lugar. Un hombre habla de una puerta al sur y pronto todos creen haberla visto. Pero les diré algo. Su voz adquirió un tono más conspirativo; si existiera una salida, sería mucho más peligrosa de lo que todos imaginan. Ésta mina está maldita y no deja escapar a nadie con vida sin pedir algo a cambio.

La afirmación de Lee hizo que algunos pensaran un poco, Arthur sintió una chispa de esperanza. El hecho de que no negara directamente la existencia de la quinta entrada, sino que la envolviera en misterio, le confirmó que su maestro sabía más de lo que estaba dispuesto a compartir abiertamente.

— Rubén: con su experiencia, cambiando el tema para relajar el ambiente, no pudo contener su curiosidad. Arthur, y tú, ¿ Qué piensas de la posibilidad de encontrar una salida de éste lugar.

— Arthur: un poco sorprendido por la pregunta, pensó por unos momentos para luego contestar. Creo que en un lugar como este, cualquier posibilidad de escapar es mejor que rendirse, dijo firmemente. Pero también sé que si hay una salida, no será fácil. La mina no es solo piedra, hay algo que me pone nervioso cuando termina el trabajo cada día, puedes escuchar sonidos extraños que provienen de algún lugar en lo profundo de la mina.

Las palabras de Arthur sembraron una mezcla de miedo y esperanza en el grupo. Rein intercambió una rápida mirada con Justo. Jean, por su parte, observaba a Arthur con curiosidad.

En cuanto a Rubén, dejó escapar un resoplido, como si la respuesta del joven no hubiera sido suficiente para saciar su curiosidad.

El ambiente en la mesa se tensó. Aunque seguían bebiendo y bromeando en ocasiones, la sensación de incomodidad llegó a su final cuándo todos dejaron a un lado el tema y cada uno contó sus propias historias de vida.

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Arthur tomó un trago de su jarra, dejando que el calor del líquido recorriera su garganta. Miró a su alrededor, viendo no solo a esclavos, sino a guerreros, luchadores y hombres que, al igual que él, habían sido arrojados a las profundidades, pero que no se habían rendido.

— Arthur: Gracias por compartir sus historias. Con su voz llena de respeto. Puede que estemos atrapados aquí, pero... algún día saldremos. Y cuando lo hagamos, vengaremos todo lo que nos han quitado.

El grupo asintió en silencio, compartiendo un entendimiento tácito.

La comida continuó entre murmullos y bromas, ahora, se sentía más conectado con ellos. Sabía que no estaba solo en su lucha, y eso le daba fuerzas.

Mientras las risas y bromas llenaban el aire, no pudo evitar pensar que, a pesar de todo, tenía una nueva familia en ese infierno subterráneo. Perdiendo el control de sus pensamientos, bebiendo sin parar hasta agotar todas las jarras de alcohol que tenía.