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Chapter 15 - 15) Preparándonos para el 2° desastre

El momento del segundo desastre se acercaba, y habíamos hecho todo lo que estaba en nuestras manos para estar preparados.

Se adquirieron armas, y todo hombre capaz recibió un curso corto pero intenso de entrenamiento en su uso, impartido por quienes ya tenían experiencia. En ese momento me di cuenta de lo decadente que era la capacidad combativa de mi pueblo. Como mencioné antes, solo disponíamos de cuatro clases combativas, porque eran las únicas que existían entre mi gente; la mayoría se dedicaba a trabajos civiles. Tenía que buscar una forma de cambiar esto, o a largo plazo no tendríamos cómo defendernos.

Dado que contábamos con más individuos no combativos, decidí utilizar esa mano de obra para continuar con las construcciones. Hombres o mujeres, si no podían emplearse en un trabajo más adecuado, eran destinados a las obras. Mi objetivo no era solo construir más casas para albergar a toda la población que todavía vivía en tiendas, sino también levantar otros edificios esenciales.

Los edificios, al igual que las personas, tienen funciones específicas y niveles que influyen en su utilidad. Por ejemplo, el corral permite domesticar y manejar mejor a los animales, mientras que el cuartel acelera el progreso de las clases bélicas que entrenan bajo su jurisdicción.

Un pequeño grupo de constructores trabajó junto a los agricultores para ampliar las granjas y construir el corral que alojaría a los animales que poseíamos. Con una población tan numerosa, resolver el problema del suministro de alimentos se convirtió en una prioridad.

Por otro lado, los leñadores continuaron trabajando en dirección al río, despejando la zona. La empalizada de estacas que rodeaba nuestra aldea estaba hecha con madera de los árboles cercanos, lo que nos había dejado un campo visual amplio y despejado. ¿Nos perjudicaría esto de algún modo? No lo sabía con certeza, pero al menos podríamos detectar con mayor antelación peligros como los lobos o incluso necrarios, como a los que enfrentamos la última vez.

En cuanto a las construcciones más complejas, decidí que lo más urgente era un centro de gobierno, un ayuntamiento. Nuestra población no dejaba de crecer, y organizarla sería esencial. Aunque inicialmente pensé en construir la mansión del maestro, tras investigarla me di cuenta de que no sería práctica en nuestra situación.

La mansión del señor es, en esencia, una residencia lujosa destinada únicamente a gobernantes. Si lográramos construirla antes de que mi clase evolucionara, se convertiría en un edificio relativamente inútil, ya que yo, su único usuario, no podría emplear todas sus funciones sin retrasar mi progreso como mendigo. Aunque sería agradable tener una vivienda adecuada, con comodidades como un sistema de drenaje —arcaico pero funcional—, no todo lo que ofrecía era estrictamente necesario. Por ejemplo, la pequeña mazmorra/sótano no estaba en mis planes de uso, ya que para eso planeaba construir una prisión. Además, la mansión tiene constantes actualizaciones, dependientes de mi nivel/estatus, lo que implicaría un gasto continuo que solo mejoraría mi calidad de vida, pero no la situación general de la aldea.

Aunque los materiales necesarios no eran exactamente los mismos, muchos de los destinados a la mansión podían reutilizarse para el ayuntamiento. Con algo de recolección adicional y comprando lo que faltaba, podíamos lograrlo. Decidimos ubicar el ayuntamiento en lo que considerábamos el centro de la aldea, tomando algunas libertades con el diseño. Al estudiar los planos de la civilización "???", identificamos patrones constructivos que podíamos adaptar para añadir detalles funcionales a nuestros edificios neutrales, en especial las características defensivas. Aunque esto sería mucho menos efectivo sin arquitectos o clases especializadas, al menos podríamos incorporar medidas básicas de seguridad.

La construcción del ayuntamiento tomaría tiempo, pero eventualmente estaría listo. Con él, se establecería un sistema de gobierno más estable. Hasta ese momento, solo podía dar órdenes directas o asignar líderes intermedios que actuaban como enlaces entre la gente y yo. Ya sentía el peso de esta responsabilidad y su baja eficiencia, temía imaginar lo difícil que hubiera sido manejar todo esto sin mi capacidad para ganar su lealtad gracias a mis habilidades.

...

Sentado en uno de los troncos tirados por el campamento, que servían como sillas improvisadas, me puse a reflexionar sobre cómo podría mejorar este lugar, hacerlo más eficiente y enfrentar los problemas actuales, además del desastre que se aproximaba.

Mi población seguía creciendo gracias a los saqueos que continuábamos realizando hasta el día del desastre. Mis habilidades, con sus límites ampliados, me habían permitido aprovechar al máximo esta situación. Sin embargo, como mencioné antes, la comida y el agua eran problemas cada vez más apremiantes. Por suerte, el dinero obtenido como recompensa me ayudaba a mantener a todos alimentados, aunque solo de manera temporal.

La escasez de recursos alargaba la duración de cada incursión. Con la fauna y flora recuperándose, ahora era más fácil encontrar ciertos alimentos o recursos naturales. Así, cada vez que realizábamos un saqueo, si no detectábamos peligros cercanos, explorábamos los alrededores del campamento en busca de algo útil que llevarnos y aliviar nuestra situación.

Debo decir que la 'restauración' del mundo trajo consigo otros cambios. Al principio eran sutiles, casi imperceptibles, pero con el paso del tiempo se volvieron más evidentes.

Muchos de los campamentos que visitábamos estaban destruidos, arrasados o completamente vacíos, especialmente aquellos pertenecientes a civilizaciones [Neutras]. Era lógico pensar que los nativos del lugar supieran manejar mejor los peligros de esta tierra, pero no dejaba de ser desalentador. Cuando encontrábamos cadáveres, solo quedaban restos incomprensibles: algunos desecados, otros con agujeros en el estómago, y en ocasiones, los campamentos estaban llenos de esqueletos mezclados con cuerpos frescos. Incluso en los asentamientos donde había sobrevivientes, al explorar los alrededores era común hallar cadáveres putrefactos, huellas extrañas y señales de cosas que antes no habíamos presenciado.

Algo que me sorprendió, interesó y aterrorizó a partes iguales, fue notar que mi gente parecía volverse más consciente de los horrores de este lugar. La primera vez que enfrentamos a un necrario, nadie sabía lo que era. Ahora, más personas parecían reconocerlo, incluso quienes no habían estado presentes aquel día. Algunos empezaron a recordar cosas vagas, como si hubieran conocido estas amenazas en el pasado, pero las hubieran olvidado por alguna extraña razón.

Por si fuera poco, comencé a escuchar relatos cada vez más inquietantes. No eran necesariamente experiencias directas, sino rumores o extraños recuerdos que parecían sueños. Hablaban de fantasmas, demonios, arañas gigantes, árboles asesinos, insectos del tamaño de manzanas que devoraban carne en segundos sin dejar tiempo para gritar. Historias de animales heridos que, al acercarse, revelaban patas y tentáculos ocultos bajo su piel, mostrando que solo eran algo mas aterrador usando la piel de otro animal como cebo para su próxima presa. Estos relatos de terror surgían de todas partes, y aunque en circunstancias normales podría descartarlos como supersticiones o mitología de las personas ignorantes de esta época, aquí sabía que los monstruos eran reales. ¿Cuántas de esas historias serían falsas y cuántas no?

El miedo recorría mis huesos mientras escuchaba estas narraciones. Me preguntaba si realmente valía la pena seguir adelante con mi objetivo de fundar una tierra propia. Las muertes horribles que describían no eran algo que quisiera experimentar, incluso sabiendo que no serían definitivas para mí. La desesperación y la idea de abandonarlo todo me asaltaban en mis momentos más débiles. Quizás este extraño lugar estuviera jugando con mis emociones nuevamente, sumiéndome en dudas y temores.

Sin embargo, no podía permitir que esas historias, por aterradoras que fueran, definieran mi destino. Había demasiado en juego, y aunque el temor era real, también lo eran mis ganas de construir algo que valiera la pena.

Pero bueno, dejando de lado esas cosas horribles, también han aparecido algunas situaciones extrañas que, aunque no son peligrosas, resultan inquietantes. Entre ellas, un misterio que hasta ahora no hemos podido resolver. Podría parecer algo simple, pero una sensación en mi interior me dice que hay algo más detrás de esto.

Mi mirada se posó en una chica sentada no muy lejos de mí. Su rostro estaba perdido, con los ojos fijos en el vacío. Apenas se movía, salvo para respirar o, con suerte, ahuyentar alguna mosca que se posaba sobre ella. Nadie sabía quién era. Nunca nos dijo su nombre, si es que siquiera podía hablar. Hasta ahora, solo la hemos escuchado emitir sonidos guturales o monosilábicos sin sentido.

La encontramos durante uno de los saqueos, en un campamento situado en un terreno despejado. No estaba en el campamento propiamente dicho, sino en los alrededores. Uno de mis hombres la divisó cerca del inicio de un bosque cercano y me informó. Cuando nos acercamos, la vimos intentando comer musgo de un arbol.

Intentamos hablarle desde la distancia, pero su reacción fue mínima. Ni siquiera al acercarnos mostró mucho más que un ligero gesto de tensión. Estaba desnuda, cubierta de suciedad, y no respondió ni a nuestras preguntas ni a nuestras amenazas. Pensamos que estaba en shock por algún trauma que habría vivido en este tenebroso lugar, así que decidimos llevarla con nosotros. Sin embargo, con el tiempo, esa teoría se desmoronó.

No estaba catatónica, pero tampoco era normal. Era difícil describirlo... ¿Tonta? Quizás, pero en un sentido muy literal. Su inteligencia apenas era perceptible, y si hubiera comenzado a babear constantemente, habría podido compararla con alguien lobotomizado. Sin embargo, incluso en esos casos se esperaría más expresividad. Ella no sonreía ni reaccionaba como cualquier ser humano normal lo haría. Y si lo hacía, era de forma extremadamente tenue, casi imperceptible.

Se movía erráticamente por el campamento, sin rumbo, salvo cuando tenía necesidades básicas. Parecía no entender lo que era comida. En varias ocasiones la vimos intentar comer frutos silvestres, cereales de nuestros cultivos e incluso pasto del suelo. Al principio no reconocía ni el pan ni la carne como alimentos. Solo cuando se lo poníamos directamente en la boca parecía comprender que debía comerlo, y aún así, tuvimos que repetir este proceso varias veces antes de que comenzara a hacerlo por sí sola y comerlo cuando se lo dabamos sin tener que empujarlos a su boca.

No parecía entender nuestras palabras. Nos miraba con ojos vacíos y perdidos. Incluso, si la empujabas suavemente con un palo, podías guiarla hasta donde quisieras. Las mujeres del campamento tuvieron que bañarla y vestirla al llegar, pero ni siquiera esas acciones provocaron reacción alguna. Si sentía incomodidad, apenas lo demostraba, y cualquier resistencia era tan débil que las mujeres podían manejarla sin problemas.

Otro gran inconveniente era su incontinencia. No tenía control alguno sobre sus funciones corporales, o quizás ni siquiera lo intentaba, hacía sus necesidades donde estuviera, sin importar el lugar. Lo mismo ocurría con el sueño; podía quedarse dormida en cualquier parte, e incluso, aunque muy raramente, lo hacía de pie.

Fácilmente podría haberla catalogado como alguien con retraso mental severo o algún otro trastorno cognitivo. Pero había algo en ella, algo que me impedía aceptar esa conclusión. Sentía que había algo más, algo que se me escapaba. Curiosamente, no era el único que lo percibía. Algunas personas del campamento también notaban algo extraño, como si supieran cuál era el problema, pero no lograban recordarlo con claridad.

A pesar de los inconvenientes que trajo, su presencia no fue tan problemática. La manteníamos en una zona algo apartada debido a sus problemas de higiene, pero no causaba conflictos graves. Comía poco y, en general, era fácil de manejar. Decidimos mantenerla con nosotros, esperando que con el tiempo pudieran surgir respuestas a este enigma.

Pero ya era suficiente de mi descanso reflexivo. Tenía que volver a mis prácticas con la espada. El próximo desastre estaba a la vuelta de la esquina, y necesitaba estar preparado. Ya me había acostumbrado a la armadura de cuero, y mis cortes eran menos torpes, aunque todavía me quedaba mucho por mejorar.

Practicar mis habilidades como matarife habría sido de gran ayuda, pero era complicado. Los animales que teníamos aún eran pocos como para desperdiciarlos, y los campamentos que saqueábamos rara vez ofrecían resistencia suficiente para practicar. Me preocupaba que, cuando llegara el momento de usarlas de verdad, no estuviera preparado y terminara en una mala situación.

A veces, en mis momentos más oscuros, consideraba usar a los miembros de mi grupo como práctica. Cuando llegara al límite de mis habilidades de liderazgo, quizá habría personas que dejaran de ser leales a mí. Tal vez entonces... No, ese pensamiento no estaba bien...