Quizás fueron veinte minutos, tal vez una hora, el tiempo que permanecí tendido en el suelo, exhausto, herido. Todo lo que sabía era que, al menos a simple vista, había terminado.
El sol, como un antiguo enemigo natural de los no muertos, hacía su trabajo. Los cadáveres esparcidos comenzaban a deshacerse poco a poco. No era instantáneo, pero en muchos se podía ver claramente cómo sus restos se consumían lentamente. Incluso aquellos zombis que aún se movían parecían debilitados por los rayos del sol. No tendríamos que hacer mucho más: mientras no encontraran refugio, el tiempo y la luz se encargarían de ellos.
Las mujeres salieron de las casas, aún aferradas a sus armas, algunas reales y otras improvisadas: sartenes, jarrones de arcilla, lo que estuviera a su alcance. Se movilizaron rápidamente para socorrer a los heridos. Yo estaba entre ellos. Mi visión seguía borrosa, pero pude sentir cómo alguien presionaba mi herida, probablemente para detener el sangrado. En el fondo, esperaba que las habilidades que había adquirido como mendigo ayudaran a prevenir una posible infección... especialmente al haber sido mordido por un cadáver.
-Varias horas después...-
Me encontraba sentado, semi-recostado contra unas cajas. El sudor me corría por la frente y el dolor en mi cuerpo era insoportable. Dormí por un rato, pero ni siquiera eso fue suficiente para recuperar fuerzas. El mareo seguía presente y mi cabeza latía como un tambor. Muchos de mis hombres estaban igual que yo, completamente agotados. Aquellos que no habían luchado fueron los que ahora sostenían el campamento: recogiendo los cuerpos de nuestros aliados, trayendo agua, y repartiendo algo de comida entre los heridos.
Había sido una batalla devastadora, física y emocionalmente. Luchar contra seres como los zombis, criaturas que no buscan nada más que arrancarte la vida, había desgastado incluso a los más fuertes. Este desastre superó mis peores expectativas. Si solo hubieran sido los primeros cincuenta, podríamos haber salido casi ilesos, perdiendo tal vez a una o dos personas descuidadas. Pero la realidad fue mucho más cruel.
El karma, como dicirlo... fue una perra. Y quizás ahora me estaba juzgando por mis propias acciones pasadas, por todas las muertes que cause... En mi mente no dejaba de resonar la cifra: es posible que haya perdido la mitad de mis hombres...
Pero al menos había acabado. El desastre no escaló más allá de lo que ya habíamos enfrentado. Si las cosas hubieran empeorado, no sé cómo habría reaccionado. Sí, con el sol de nuestro lado, derrotar a los zombis parecía fácil, incluso sin hacer nada, pero este lugar… este maldito mundo, nunca nos da nada sin luchar.
[Tu "Aldea Pequeña" ha derrotado un gran número de no muertos (300 zombis) y ha mantenido viva a una gran cantidad de supervivientes, demostrando superar sus capacidades. Has obtenido un logro que quedará registrado en tu libro de registros.]
[Debido a que no hay registros heroicos previos de tu "Aldea Pequeña", recibes una pequeña bonificación para intentar alcanzar el nivel heroico. Probabilidades actuales de ascenso: Muy bajas.]
[Como no estás entre los que acabaron con el mayor número de no muertos, las probabilidades de crear/modificar una clase relacionada al logro son: Bajas.]
[Recompensa por el logro: Artículo relacionado, nivel (Cobre).]
Leí los mensajes con mi mente aún confusa. Apenas podía concentrarme en lo que significaban, y mucho menos en lo que debía hacer. No estaba bien. No quería pensar en logros, bonificaciones ni probabilidades. Lo único que deseaba en ese momento era descansar… dormir. Dormir mucho.
Y eso fue lo que hice.
...
El tiempo pasó, y no puedo decir que estuviera mejor; tal vez incluso estaba peor. Pero no tenía muchas opciones. Los recursos curativos que teníamos eran escasos, insuficientes para tratar a todos los heridos. Se tomó la difícil decisión de priorizar a algunos, mientras que los más graves... bueno, dejamos sus vidas en manos del destino. Si se recuperaban, sería un milagro. Si no...
Fue por la tarde cuando finalmente pude caminar, apoyándome en un bastón y con mi herida vendada. Me dirigí hacia el lugar donde yacían los cuerpos de los caídos, alineados uno junto al otro. Eran mis hombres, aquellos que habían dado sus vidas en esta lucha. Sus cuerpos habían sido reunidos para que yo decidiera qué hacer con ellos. Pensé en enterrarlos, pero eso requeriría una fosa común debido a la cantidad de cadáveres. Cavar tumbas individuales era imposible en nuestro estado actual y con tan pocos hombres en condiciones de trabajar, tomaría demasiado tiempo.
Al acercarme, algunos de mis soldados, que también estaban recuperándose, comenzaron a discutir las opciones. Estaba a punto de darles mi orden cuando algo me heló la sangre: uno de los cadáveres comenzó a moverse entre los demás.
Llamó nuestra atención de inmediato. Algunos pensaron que tal vez no estaba realmente muerto. Sin embargo, esas dudas se disiparon en un instante cuando una de las mujeres intentó acercarse para ayudar y fue atacada. Mi gente y yo nos lanzamos al rescate, logrando salvarla. Salió casi ilesa, aunque con una herida de dientes en el brazo.
Lo que presenciamos después nos dejó perplejos. Nuestro camarada caído se había transformado en la misma abominación que les arrebató la vida. Los rayos del sol, que aún iluminaban débilmente, quemaban su piel visible al instante. Mis temores se hicieron realidad, y una sensación de angustia me oprimió el estómago al pensar en mi propia herida...
"¡Rápido! ¡Reúnan a todos los que puedan sostener un arma! Que no quede un solo cadáver con la cabeza intacta" ordené con voz débil, pero firme, y fui el primero en comenzar.
No podía permitirme correr riesgos. Mi espada no estaba conmigo; la había dejado olvidada en algún lugar. Pero aún tenía mi daga, con la cual perforé el cerebro del cadáver más cercano, hundiéndola con esfuerzo a través del ojo. Una vez terminé, pasé al siguiente.
Mis hombres, al principio, parecían disgustados por la idea de profanar aún más los cuerpos de sus compañeros caídos. Pero ya habían visto lo que podía pasar. Poco a poco, más personas se unieron a la tarea, atacando los cadáveres, algunos de los cuales ya empezaban a moverse. Por suerte, aún quedaban unos minutos de sol, lo que debilitaba a cualquier muerto que intentara levantarse, e incluso los destruía directamente.
Por precaución, ordené otra ronda de búsqueda para asegurarnos de que no quedara ningún cadáver sin inspeccionar. Los reuniríamos en una zona visible, fueran zombis o de los nuestros. Me uní a la búsqueda, aunque dejé el transporte de cadáveres a los demás. Fue entonces cuando encontré a la niña zombi que me había mordido. Su cuerpo, ahora apenas cubierto por carne consumida por el sol, dejaba a la vista sus huesos en varias partes. Tal vez por despecho o por venganza, pedí a alguien que la cubriera y la llevara a un lugar apartado. Decidiríamos qué hacer con ella más tarde.
Nuestro trabajo de rematar cadáveres terminó, pero el ambiente se volvió aún más sombrío y deprimente. No podía ignorar la preocupación que pesaba sobre mí: si los cadáveres se levantaban, los heridos también podrían convertirse en no-muertos. Yo estaba incluido en ese grupo, aunque no tenía que preocuparme debido a que como "extranjero" la muerte verdadera aún tendría que esperar, esa no era mi mayor preocupación en ese momento.
Llamé a las personas más aptas para los cálculos y les pedí un recuento de los heridos. Sus palabras fueron un balde de agua fría: ya habíamos perdido al menos la mitad de nuestra población en la batalla. Y ahora me enteraba de que los heridos componían prácticamente la mitad de los sobrevivientes. La situación era desesperante.
Estuve sumido en la depresión durante un buen rato, pero sabía que no podía permitírmelo por mucho tiempo. Tenía que tomar decisiones difíciles y arriesgadas. Finalmente, mientras trataba de sobrellevar mi condición y pensaba cómo garantizar la supervivencia de la otra mitad de mi gente, decidí reclamar las recompensas por mis logros. Tal vez, solo tal vez, podría obtener algo útil que iluminara mi camino.
Lo primero que consideré fue intentar la ascensión a la clase heroica. Observé las opciones disponibles y, con cierta vacilación, decidí intentarlo. Sin embargo, apenas acepté, un mensaje apareció frente a mí:
[Intento de ascensión fallido]
No me sorprendió. En el fondo lo esperaba. No era alguien particularmente afortunado, y convertirse en héroe no era algo sencillo ni garantizado.
Pasé entonces a revisar la opción de clases. Aquí el proceso tomó más tiempo, pero el resultado tampoco me satisfizo. Varias nuevas clases aparecieron ante mis ojos, como [Cazador de Zombis] o [Asesino de Zombis], pero había un problema: adoptar una de ellas significaba perder mi clase actual de [Matarife]. Podría retomarla más adelante, sí, pero no era una opción práctica en este momento. Esas nuevas clases eran demasiado específicas, centradas únicamente en eliminar zombis. Si al menos alguna prometiera una solución al problema de la infección que devastaba a mi pueblo, lo habría considerado. Pero no podía permitirme perder una clase tan versátil como la de [Matarife], especialmente si los zombis no iban a ser una amenaza constante… o eso esperaba. Para compensar, mi clase actual subió de nivel gracias a todas las muertes que había causado.
Con eso decidido, pasé a la última recompensa: un objeto relacionado. Rezaba porque fuera una cura para la zombificación. Aunque si resultaba ser una vacuna para una sola persona, mi problema seguiría igual de grave. Un destello cobrizo apareció frente a mí.
[Fragmento del Monstruario (Cobre)]
[Fragmento de Tomo I: Zombi]
>Todo aquel que lo lea obtiene un +1% de daño contra zombis.
Observé con sorpresa cómo un grupo de páginas apareció frente a mí, recordándome la situación similar anterior. Tomé las hojas y comencé a leerlas con detenimiento. La información era clara y precisa, aunque no conseguí directamente una cura, sí obtuve algo invaluable: conocimiento. Tal vez, con el tiempo, podría derivar una solución.
Regresé a mi casa, me senté en la silla y comencé a leer en busca de respuestas. El texto era fascinante, pero lo que más me interesaba era la parte sobre la infección. Y lo que encontré no era alentador: efectivamente, los zombis eran contagiosos. Esto significaba que yo, junto con muchos otros heridos, estábamos condenados. La enfermedad nos mataría eventualmente y nos levantaríamos como cadáveres andantes. Afortunadamente, según el monstruario, los zombis a los que nos enfrentábamos no eran del tipo más infeccioso o poderoso, lo que me daba algunos días antes de sucumbir.
Al terminar de leer, dejé caer las páginas. No tenía fuerzas para continuar. Como ya tenía un fragmento sobre los necrarios, decidí unirlo al de los zombis. Tan pronto como lo hice, otro mensaje apareció:
[Dos fragmentos del mismo objeto se han reunido]
[No se requieren requisitos particulares para la unión.]
[Fragmento del Monstruario (Cobre)]
[Fragmentos de Tomo I: Necrario, Zombi]
>Todo aquel que lo lea obtiene un +3% de daño contra necrarios y zombis. (Leer solo una sección otorgará la bonificación contra la criatura correspondiente.)
Observé con asombro cómo las páginas se unían, atadas por un pequeño hilo en un costado. Aunque el contenido parecía el mismo, las páginas ahora se veían más resistentes, y la bonificación era mayor. Una pequeña chispa de esperanza iluminó mi interior. Si lograba reunir más fragmentos, este objeto podría volverse aún más poderoso y beneficioso para futuros enfrentamientos. Aunque, sinceramente, preferiría no enfrentarme jamás a enemigos tan destructivos como estos.
Mi ánimo mejoró y decidí reunir a los sobrevivientes que estaban conscientes y hacer varios anuncios. Lo primero fue admitir que los heridos estábamos infectados. Nuestra muerte significaría un zombi más en el mundo. Era algo que no se debería decir abiertamente en un pueblo, pero decidí hacerlo gracias a las habilidades que me aseguraban su lealtad.
Ordené que se tomaran precauciones. Los sanos tendrían prioridad sobre las casas. Los heridos dormirían alejados, vigilados constantemente. Los grilletes que teníamos serían colocados en el cuello, pies y manos de los mordidos al dormir. Cualquier persona que mostrara signos de estar en sus últimos momentos o se comportara de forma extraña debía ser reportada de inmediato.
Lo que más me preocupaba era la noche. Durante el día, la luz del sol era una barrera efectiva contra los no muertos. Según el Monstruario, los no muertos más débiles se consumían bajo su resplandor, mientras que solo los más fuertes eran inmunes. Los zombis recién convertidos entraban en la categoría de los vulnerables; incluso en días nublados, aunque no llegarían a desintegrarse rápidamente como otros, seguirían debilitados.
Con esas instrucciones dadas, fui a descansar. Estaba agotado, tanto física como mentalmente. Ni siquiera las notificaciones que llegaron a la medianoche lograron arrancarme de las pesadillas que me atormentaron mientras dormía.