El tiempo siguió transcurriendo, y sin darnos cuenta, el año 2019 estaba por terminar.
Mi condición física había mejorado considerablemente e incluso me inscribí en un gimnasio junto a Cristian y Alana, quienes para entonces habían llegado a un acuerdo con Lorenzo Plascencia, un inversionista que convirtió el consultorio odontológico en una franquicia a nivel nacional.
Gracias a ello, mi hermano se hizo millonario en pocas palabras, y la carga laboral que compartía con Alana disminuyó considerablemente, pues incluso su consultorio en el distrito capital contaba con odontólogos igual de capacitados que ellos; aunque no por eso, dejaron de ejercer tres veces por semana.
También, tuvieron la oportunidad de casarse e incluso realizar consultas odontológicas gratuitas en las zonas vulnerables del distrito capital, por lo que no tardaron en hacerse con una buena imagen que, en otras palabras, los hizo famosos.
Yo, por mi parte, seguí trabajando en El Informante, dónde tuve la oportunidad de ejercer como fotógrafo de eventos sociales y deportivos. En pocas palabras, a pesar de la tristeza que mi hermano y yo enfrentamos, fuimos realmente felices en esa época.
Sin embargo, no podía quedarme para siempre bajo el cuidado de mi hermano, sobre todo cuando me dio uno de los mejores consejos que recibí de su parte.
Fue una mañana en la que volvíamos del gimnasio y Alana optó por quedarse en casa, pues se vio en la necesidad de madrugar para estar presente en una videoconferencia motivacional que se llevó a cabo en España y en la que el señor Plascencia le pidió que hablase de su éxito profesional.
A Cristian se le notaba un tanto afligido cuando me dijo que no me estancase en la zona de confort.
Comentó que no me conformase con lo que tenía, que aspirase a más y tuviese un poco de ambición en el ámbito laboral.
Desde que las acciones en las que invertí aumentaron su valor considerablemente, más lo que ahorré en mi tiempo laborando en El Informante, se podía decir que yo también tenía bastante dinero, aunque no tanto como para considerarme millonario.
Era evidente que mi hermano anhelaba mi éxito profesional, que me superase y demostrase a nuestra familia lo mal que actuaron al darme la espalda.
—Deberías vender tus acciones y aprovechar ese dinero para explorar el mundo. Date la oportunidad de perfeccionar en tu profesión y luego busca un trabajo bien remunerado —comentó.
—¿Explorar el mundo?
—Es un decir… Solo me gustaría que fueses un poco más ambicioso, porque sé que podrías lograr más de lo que has logrado —dijo.
—Entiendo, pero siento que eso no te alegra del todo —repliqué.
—Sí —musitó—. Eso es porque si te vas, ya no podré cuidar de ti, pero tengo que aceptar que no siempre estarás a mi lado —alegó.
—Bueno, de igual manera tenía planificado irme, pero quería consultarlo con ustedes —revelé.
Mi hermano esbozó una media sonrisa y me dio un par de palmadas en la espalda, a lo que yo correspondí por impulso con un efusivo abrazo.
No sé si eso fue suficiente para demostrarle lo mucho que lo amaba, pero su semblante cambió cuando lo hice.
Ese mismo día, por la tarde, consideré el consejo de mi hermano y aproveché mi descanso en la oficina para buscar algunas oportunidades laborales en el extranjero.
Envié mis referencias laborales a un par de compañías relacionadas con el turismo e incluso tuve la ambición de postularme en la reconocida revista argentina Tourist Adventure.
—¿Qué haces? —preguntó Lucy cuando echó un vistazo a la pantalla de mi laptop.
Lucy había ido a comprar su almuerzo, por lo que tuvo la amabilidad de comprarme un jugo de durazno.
—Buscando un trabajo —respondí al aceptar el jugo con gratitud.
—¡Vaya! ¿Tourist Adventure? Eso sí que es ambicioso de tu parte —comentó.
—Estoy siguiendo el consejo de mi hermano —respondí.
—Me da gusto… Aunque, en caso de conseguir algo, deberías mudarte a Argentina, pues dudo que puedas trabajar remotamente con esa empresa —alegó.
—Sí, eso me emociona un poco y…
Me interrumpí a mí mismo porque justo en ese momento, y para nuestro asombro, me llegó un correo electrónico de Tourist Adventure. Lucy y yo cruzamos miradas y mantuvimos el silencio conforme abría el mensaje.
El correo contenía un extenso texto que me vi obligado a leer para no perderme de ningún detalle importante, aunque era un mensaje protocolar e informativo respecto a la historia de la empresa y sus objetivos.
Por suerte, al final del texto, leí que si bien requerían los servicios de un fotógrafo capacitado, lo que necesitaban con urgencia era un community manager. Al terminar de leer, le comenté a Lucy las necesidades de la empresa, esto en busca de una opinión que me ayudase a decidir.
—Bueno, tomar esa oportunidad sería una excelente manera de ganarte la confianza de la empresa, ¿no crees? —inquirió.
—Sí, pero no sería necesario viajar a Argentina, pues este trabajo lo puedo ejercer de manera remota —respondí.
—Aun así, estarías trabajando para una de las empresas más grandes de Sudamérica en caso de aceptar, por lo que sigue siendo una gran oportunidad —alegó.
Siendo honesto, quería trabajar como fotógrafo, pero dado que priorizaban al community manager, terminé respondiendo con mi disposición a aceptar la oferta laboral.
Entonces, una vez más recibí una respuesta rápida por parte del gerente de recursos humanos de la empresa, en la que me pidió que nos comunicásemos vía Skype para realizarme una entrevista; realmente estaban urgidos.
La entrevista transcurrió con normalidad y tuve la agilidad de responder a cada pregunta sin titubear.
Se notaba mi experiencia laboral al hacerlo. Sin embargo, el gerente se mostró preocupado cuando mencionó que debía hacerme cargo de otras labores, pues habían despedido a todo el equipo encargado de la presencia online de la empresa.
Esto me permitió presumir de mis otras habilidades, pues el manejo del diseño gráfico era pan comido, y administrar un sitio web no me generaba un problema; me causó gracia el alivio en su rostro.
Entonces, cuando acepté hacerme cargo de todo el trabajo que un equipo de siete personas realizaba, fui yo quien se asombró, pues el gerente no se mordió la lengua al momento de revelarme que mi salario sería de novecientos cincuenta dólares mensuales.
Haciendo la conversión de la moneda local a dólares, lo que ganaba en El Informante apenas representaba la mitad, así que era un excelente ingreso que no podía rechazar.
Tras finalizar mi entrevista y recibir un contrato en formato PDF, lo mandé a imprimir para leerlo y firmarlo; no había condiciones extrañas ni detalles que me perjudicasen.
Después de escanear y reenviar el contrato firmado, fui a la oficina del señor Lovera para comentarle que había aceptado un empleo en Argentina, pero que lo podía ejercer de manera remota.
A él no le molestó que le trabajase a otra compañía desde una de sus oficinas. Quizás Tourist Adventure no significaba una competencia directa para El Informante, sino un posible aliado comercial.
Más tarde ese día, cuando regresé al apartamento de mi hermano y le di la buena noticia, tanto él como Alana tomaron la decisión de invitarme a cenar en un lujoso restaurante. No quise aceptar al principio porque no creí necesario que celebrásemos de esa manera, pero tal fue la insistencia de ambos que terminé aceptando.
También, antes de salir, les envié un mensaje a Eva, Susi, Valeska y Uriel. Esto con la intención de saber que opinaban al respecto.
Todos se alegraron y me incitaron a seguir luchando para superarme y lograr una mejor versión de mí mismo. Sus menajes de aliento fueron un gran impulsor emocional que me ayudó a tomar decisiones importantes sin importar qué obstáculos se me presentasen en la vida.