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Chapter 4 - Capítulo 4

Haberme recuperado del accidente tras un año de terapia y empezar a valerme por mí mismo pudo ser un motivo de alegría, pero ser rechazados de tal manera por nuestros padres nos afectó bastante en lo anímico.

Entonces, dado que no teníamos nada que hacer en Ciudad Esperanza, tomamos la decisión de irnos al Distrito Capital, aunque antes hicimos una especie de fiesta de despedida en el departamento de Valeska, quien también viajaría con nosotros para aprovechar el aventón.

Más que una fiesta de despedida, fue una reunión en la que hablamos de nuestros sueños, siendo Cristian y Valeska quienes se mostraron emocionados respecto al futuro.

Mi hermano quería formar una familia con Alana y contratar a odontólogos recién graduados que pudiesen tener la oportunidad de familiarizarse con el ámbito profesional, mientras que Valeska deseaba graduarse de la universidad y mudarse a los Estados Unidos.

En cuanto a mí, no fue mucho lo que pude decir, pues nunca me había planteado la idea de perseguir un sueño, aunque de pronto, más que imponerme alguno, revelé lo que en ese preciso momento anhelaba.

—¿Saben qué me gustaría? —pregunté. Ambos centraron su atención en mí.

Unos segundos de reflexión bastaron para imponerme, más que un sueño, un objetivo que me permitiese superar la pena que me generaban los errores que cometí.

—Quiero desintoxicarme totalmente. También me gustaría ir a terapia para afrontar la depresión y tener la oportunidad de trabajar en algo relacionado con la fotografía —revelé.

—¡Bien por ti, hermano! —exclamó Cristian, levantando su vaso con gaseosa.

—Estaremos siempre a tu lado para apoyarte en cualquier decisión que tomes —continuó Valeska.

Esas palabras reconfortantes fueron un gran consuelo impulsor que me ayudó, más allá de persuadir la tristeza, a enfrentar el futuro incierto que se nos aproximaba.

●●

Con el paso de unas semanas, y ya establecido en el cómodo apartamento de mi hermano, empecé a hacer algunos ejercicios y ayudar a Alana en las labores domésticas, aun cuando me decía que no hacía falta.

Algo que me sorprendió fue el balance con el que mantenían su apasionada relación, porque vaya que eran románticos.

Ya que Cristian y Alana eran profesionales de la odontología, ambos ejercían en el consultorio que fundaron, pero con el detalle de no compartir el mismo turno, pues mi hermano laboraba de siete de la mañana a dos de la tarde, y mi cuñada continuaba hasta las ocho de la noche.

De ese modo, podían encargarse de las labores domésticas por partes iguales y tener la oportunidad de llevar a cabo sus diligencias personales, aunque el que yo llegase al apartamento les permitió administrar de mejor manera su tiempo.

Valeska, por su parte, me visitaba los domingos por la tarde, y con ella salía a caminar cerca de la urbanización. Me dio gusto que mi amiga revelase lo bien que le iba en sus estudios y lo atraída que se sentía de un compañero de clases que se le declaró.

En cuanto a mi situación, mi hermano, junto con el apoyo económico de Eva y Susi, se encargó de pagar mis sesiones de terapia en el centro de rehabilitación, así como también con un psicólogo de confianza al que asistían él y Alana cada quince días.

El apoyo de Cristian fue un pilar fundamental en mi definitiva desintoxicación y superación de mis problemas psicológicos. Por eso, mi hermano y yo afianzamos nuestra hermandad como nunca; él fue mi héroe.

Sin embargo, no todo era armonía, superación y felicidad, pues Alana y Cristian no dejaban de tratarme como a un niño, llegando incluso a prohibirme ciertas actividades en los ejercicios que realizaba.

Obviamente, me molestaba en esas ocasiones, como todo hermano menor, pero cuando sufrí una lesión en mi pierna que me llevó a depender de una andadera, tuve que escucharlos decir: Te lo dije.

No me avergonzaba utilizar andadera, aunque sí tuve que hacer caso a los consejos de Cristian y Alana por mucho que me molestase y aburriese.

Lo bueno fue que mi hermano, al notar mi aburrimiento, me sugirió que buscase opciones de empleo en casa, por lo que la opción de ejercer como community manager fue la mejor forma de distraerme y generar dinero.

Presenté mi currículo a empresas del país y extranjeras, esto con la esperanza de ampliar mis horizontes en un futuro en el que pudiese valerme por mí mismo.

Las oportunidades no tardaron en llegar, aunque al final acepté trabajar con dos compañías de publicidad del distrito capital y un restaurante mexicano en España.

Ciertamente, me distraje trabajando como community manager, y con el primer mes de salario que obtuve, me di la oportunidad de pagar un curso en línea de diseño gráfico y otro de programación web.

Los ingresos que obtuve fueron regulares, aunque considerando que no tenía gastos, ya que mi hermano pagaba todo por mí, me empezó a sobrar el dinero, así que me ofrecí para realizar los mercados mensuales durante la cena de un fin de semana.

—No te preocupes por eso, guarda ese dinero para tus gastos personales —alegó mi hermano.

—¿Cuáles gastos personales? Si todo me lo pagan ustedes —repliqué.

—Es cierto —dijo Alana.

—Yo sé, pero no siempre estarás viviendo con nosotros… Así que ahorra tu dinero o, mejor aún, inviértelo en algo que lo multiplique a futuro. ¡Ya sé! Compra acciones en la bolsa de valores y luego, cuando suban su valor, las vendes —sugirió Cristian.

—Suena fácil, pero no es así —repliqué.

—Bueno, el punto es que no te preocupes, ¿sí? Nosotros estamos felices de ayudarte, y si quieres retribuirnos lo que hemos hecho, demuéstralo con la desintoxicación, asistiendo a las sesiones con el psicólogo sin faltar y dejando de ser tan terco con los ejercicios… Tienes que terminar de recuperarte para poder hacer esfuerzos grandes.

No pude argumentar contra la lógica de mi hermano, así que dejé el tema de lado y tomé en cuenta su sugerencia; invertí mi dinero en la bolsa de valores.

Semanas después, dejé de depender de la andadera, aunque pasé a usar un bastón a recomendación del médico, ya que mi pierna izquierda fue la más afectada tras el accidente.

Cristian me puso el apodo de Dr. House a modo de burla, y aunque no me gustaba que me llamase de esa manera, estaba feliz por mi progreso.

Cada día que transcurría significaba estar más cerca de mis posibilidades de trabajar en algo que me hiciese sentir útil.

En momentos de tristeza y frustración, encontraba consuelo en Alana y los consejos de mi hermano; tenerlos a mi lado fue sin duda alguna la más grande fortuna de mi vida.

En su tiempo libre, a Cristian le encantaba pasear conmigo. Decía que caminar, además de ser un ejercicio adecuado para mí, permitía que nuestras conversaciones fluyesen mejor.

—Oye, Cristian —musité.

Era una tarde fresca; la brisa venía desde el sur anunciando que el invierno se aproximaba.

—Sí, dime.

—A veces no logro entender cómo hallaste la forma de perdonarme y apoyarme después de todo lo que hice —respondí.

Él me miró y esbozó una sonrisa.

—Es sencillo —hizo una pausa y rodeó mis hombros con su brazo—, porque eres mi hermano, tonto, y te amo como no tienes idea… Eso no debes dudarlo nunca.

—Es que no me siento merecedor de tu compasión —repliqué avergonzado.

—A la familia nunca se le debe abandonar, Paúl… Papá y mamá fallaron en su forma de actuar, pero yo no soy como ellos. Tú siempre serás importante para mí, y aunque cometas mil errores, estaré a tu lado porque eres mi hermano.

Responder a esas palabras fue imposible.

El nudo en mi garganta me imposibilitó incluso el hecho de llorar.

—Paúl, somos seres humanos propensos a cometer errores… Y sé que es horrible cuando la cagamos, pero recuerda que tras cada error hay un aprendizaje, y aprender en ocasiones duele.