Chereads / Ser inmortal (Libro 2) / Chapter 3 - Capítulo 3

Chapter 3 - Capítulo 3

Dos días antes de visitar a mis padres, me encontré con Cristian en el restaurante del hotel en el que se hospedaba, pues quería saber cómo iba mi progreso y hablar de un tema que catalogó de importante conmigo.

Mi hermano seguía asombrado por el hecho de estar viviendo con Valeska, aunque rápido aclaré que lo hacía mientras me preparaba anímicamente para disculparme con mis padres. Incluso revelé que ella también haría lo propio con los suyos.

Cuando supo que estaba dispuesto a dar la cara después de un año, su semblante cambió.

Fue inesperado verlo tan preocupado y serio. De hecho, le pregunté si no le agradaba la idea, a lo que respondió que no, pues quería que me olvidase de nuestra familia.

—¿Cómo puedes decir eso? —pregunté confundido.

—Sé lo que digo, hermano, ellos no merecen que los perdones —respondió afligido.

—Soy yo quien debe ser perdonado —alegué.

—Te aseguro que no lo harán, Paúl… Papá y mamá no quieren verte ni en pintura, ni hablar de nuestros hermanos. Están exagerando y no han tomado el tiempo de comprender tu error —replicó.

Escuchar que mis padres no querían verme fue realmente doloroso, pero era otro castigo que debía aceptar.

—Al menos, quiero ir a disculparme y mostrar mi arrepentimiento —dije.

—No te detendré en ello, pero te digo que perderás tu tiempo —contestó.

Di un sorbo a mi vaso de agua y rasqué mi entrecejo.

El estrés se apoderó de mí por unos instantes, pero me calmé cuando me centré en ese tema importante que mi hermano quería conversar.

—Y… ¿qué es eso tan importante que querías mencionar? —pregunté.

Cristian también dio un sorbo a su vaso con agua y se mostró un poco nervioso, aunque inesperadamente emocionado.

—Quiero que te mudes al distrito capital conmigo —reveló.

—¿Eh? —fue lo único que pude expresar.

—Tal como escuchaste… Quiero que te mudes conmigo y termines allá tu recuperación. Sé que eres un excelente fotógrafo, además de community manager, y ya que conozco personas que pueden ofrecerte excelentes oportunidades laborales, te puedo garantizar que en unos meses podrías tener un empleo bien remunerado y lograr tu independencia —dijo con emoción.

—Espera un segundo, déjame asimilar lo que acabas de decir —repliqué, más asombrado que confundido.

—Paúl, tu situación en Ciudad Esperanza es adversa, y sé muy bien que no querrás seguir viviendo con Valeska —dijo con seriedad.

—Pero si mis padres me perdonan…

—No lo harán, Paúl, lamento ser tan duro al respecto, pero papá y mamá ya no te quieren, y creo que a mí tampoco —objetó al interrumpirme.

Fue impactante escuchar esas palabras por parte de mi hermano, y se le notaba bastante afectado por el hecho de afrontar algo tan complejo como eso.

—Al menos, deja que me disculpe con ellos —musité.

Mi hermano dejó escapar un suspiro y masajeó sus sienes con un dejo de frustración.

—Está bien, pero iré contigo —dijo.

●●

Al cabo de dos días, tal como acordamos y con la compañía de Valeska, fuimos al que una vez fue nuestro vecindario.

Se sintió raro volver a un lugar familiar después de tanto tiempo.

A Valeska se le notaba nerviosa, mientras que yo me sentía un poco seguro, aun con las palabras de Cristian haciendo eco en mi mente.

Fue un trayecto que se tornó largo a pesar de lo cerca que estábamos del hotel en que mi hermano se hospedó, y cuando finalmente llegamos, mi corazón empezó a latir con rapidez.

La respiración de Valeska se aceleró de repente, aunque, con una breve meditación, se reencontró con la calma.

El rostro de Cristian estaba más blanco de lo usual y yo no pude controlar la repentina tembladera que se apoderó de mi cuerpo.

—Bien, yo iré a hablar con mis padres. Cualquier cosa, les enviaré un mensaje por WhatsApp —dijo Valeska.

—Buena suerte —le dijimos mi hermano y yo, casi al unísono.

—Igualmente —respondió ella.

Mi hermano y yo permanecimos en su auto por unos segundos, reflexionando respecto a lo que estábamos a punto de hacer.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó.

—Lo único que perderíamos es tiempo, ¿no? —respondí.

—Pues, sí, supongo —dijo.

De repente empecé a frotar mis manos a causa de los surgentes nervios y solté un largo respiro.

A Cristian se le notaba más sereno, salvo por el repentino tic que evidenciaba su nerviosismo, pues cada dos o tres segundos tocaba su nariz inconscientemente.

—Bien, vamos —dijo antes de bajar del auto.

Unos segundos después, y como si fuésemos niños a punto de hacer una broma, discutimos infantilmente e incluso jugamos piedra, papel y tijeras para ver quién tocaría el timbre; fui el perdedor.

Toqué el timbre en dos ocasiones hasta que, al cabo de unos dos minutos, salió mamá que no pudo ocultar el asombro. Sin embargo, frunció el ceño e hizo el amague de regresar adentro, pero Cristian la retuvo con un grito, en el que le pidió que nos dejase pasar para conversar.

—No tengo nada que hablar con ustedes —dijo mamá con notable molestia.

De repente, salió papá, mostrándose confundido, aunque al igual que mamá, frunció el ceño cuando nos vio.

—¿Qué hacen ustedes aquí? —preguntó papá con notable molestia.

—Quiero hablar con ustedes y pedirles perdón por lo que sucedió —respondí temeroso.

—Pierdes tu tiempo… Lárguense —replicó papá.

—¡Oh, vamos, papá! Paúl vino arrepentido a pedirles perdón. Al menos déjanos pasar —intervino Cristian a modo de reclamo.

—¡Que se larguen dije! —exclamó papá.

Mis palabras simplemente no pudieron salir a partir de entonces, y quien siguió hablando con insistencia fue mi hermano.

—Bueno, al menos sepan que Paúl estará conmigo en el Distrito Capital —reveló Cristian.

—Haz lo que quieras, Cristian. Pero te advierto una cosa… Cuando ese mocoso sufra otra recaída, no quiero que vengas a quejarte —replicó papá con notable desprecio hacia mí.

—¿Por qué dices esas cosas delante de Paúl? ¿Acaso ya no te importa su vida?

—Él ya no es mi hijo —respondió.

—¡Papá! —reclamó Cristian.

—¡Nada, Cristian!… Si tanto quieres apoyarlo, está bien, pero aquí no lo queremos más.

Cristian estuvo a punto de explotar a causa de la frustración, pero evité que lo hiciese pidiéndole que nos fuésemos de ahí.

—¿Qué hay de Valeska? —preguntó.

—Le enviaré un WhatsApp —respondí.

Tomé el celular que compré al salir de rehabilitación con el dinero que me envió Susi a modo de compensación, y le escribí un mensaje a Valeska, quien emocionada dijo que pasaría la noche en casa de sus padres.

Yo le dije que regresaría al departamento y la esperaría para comentarle de mi mudanza y agradecerle por todo lo que hizo por mí.

—Al menos Valeska pudo reconciliarse con sus padres —le comenté a Cristian cuando subimos al auto.

—Qué bueno —musitó, y de pronto rompió a llorar.

Que mi hermano se mostrase tan frustrado me hizo sentir culpable y responsable de haber separado a mi familia como lo estaba en ese momento.

No fueron muchas las palabras de consuelo que expresé, así que me centré en la gratitud y el dejo de esperanza a la que me aferré cuando aseguré que daría mi mayor esfuerzo en el Distrito Capital.