Rigor estaba sentado en una pequeña sala del hotel, con la luz suave de una lámpara iluminando la habitación. En el sofá frente a él, sus dos hijos pequeños estaban acurrucados en su regazo, rodeados por mantas y almohadas. Los dos bebés, todavía tan frágiles y vulnerables, estaban tomando el biberón que él les ofrecía, mientras sus ojitos parpadeaban lentamente de sueño.
Rigor los miraba con una mezcla de ternura y pesar. Sabía que, por más que intentara, las cosas no estaban bien entre él y Spajit. Pero, en ese instante, con los pequeños en sus brazos, nada parecía más importante que su bienestar. Ellos eran su prioridad, la única razón por la que luchaba para seguir adelante, a pesar de las tormentas emocionales que lo envolvían.
Mientras uno de los bebés tomaba su leche, el otro comenzó a hacer pequeñas burbujas de aire, provocando que Rigor esbozara una ligera sonrisa. Su mirada se suavizaba al ver a esos pequeños, como si en ellos hallara una paz que hacía tiempo había perdido.
Pero la imagen de Spajit seguía acechando su mente, esa imagen de ella con su fuerza implacable, su temperamento explosivo y, sobre todo, el peso de sus decisiones erradas. ¿Cómo llegó todo a esto? pensaba. La tristeza lo envolvía, pero también había un rencor latente que no podía ignorar.
Rigor sabía que debía hacer algo, que no podía seguir huyendo de las cosas. Había enfrentado peligros mucho mayores en su vida, pero el dilema que tenía con Spajit y sus sentimientos por ella lo superaba en muchos aspectos.
Su mente se llenaba de recuerdos, de los momentos felices que compartieron, y también de los conflictos que surgieron. A veces, pensaba que tal vez su relación con Spajit había llegado a su fin, pero al ver a sus hijos, sentía que aún había algo más por lo que luchar.
Un suave susurro de la ventana, el viento se colaba en la habitación, moviendo ligeramente las cortinas. Rigor levantó la vista por un momento, mirando el cielo oscuro y despejado afuera, pero su mente no encontraba consuelo en la quietud del mundo exterior.
Sus hijos terminaron su biberón, y Rigor, con mucho cuidado, los acomodó en su pecho, dándoles un pequeño arrullo mientras los acariciaba.
"Todo estará bien", susurró, aunque su propia voz sonaba vacía, como si intentara convencerse a sí mismo más que a ellos.
El silencio de la habitación le ofrecía una sensación de calma momentánea, pero en el fondo, sabía que las decisiones que debía tomar pronto lo llevarían a enfrentarse a su propia turbulencia interna. Y mientras sus hijos dormían tranquilamente, Rigor se preguntaba si podía seguir adelante con su vida sin resolver los conflictos que lo atormentaban.
"Tal vez mañana", pensó, "tal vez mañana tendrá sentido todo esto".
"Podemos hablar, Rigor", dijo Dariel con una mentalidad seria mientras tocaba la puerta de la habitación. Rigor, de espaldas a ella, observaba la ventana sin moverse. Dariel asomó la cabeza al abrir la puerta, y al ver que él no respondía, decidió entrar con cuidado. Cerró la puerta suavemente detrás de ella y, con pasos lentos, se fue acercando a él, notando cómo su figura se recortaba contra el brillo lejano de las estrellas. Rigor, aún sin voltear, mantenía su mirada fija en el horizonte, su cuerpo tenso y su silencio palpable.
Dariel, con los brazos cruzados y una expresión apática en su rostro, se acercó más y, sin rodeos, dijo: "Llevarte a los niños fue una mierda, Rigor. Eso es lo más bajo que podías hacer." Su tono era frío, lleno de frustración.
Rigor, sorprendido por sus palabras, se volvió lentamente hacia ella, con un aire de cansancio. "Dariel... ¿qué? Sabes que no lo hice con esa intención. Solo necesitaba espacio para pensar."
Mientras él intentaba explicarse, Dariel se mantenía inmóvil, su expresión no cambiaba. La apatía en su rostro mostraba que sus emociones estaban contenidas, pero había un enojo silencioso. Ella no estaba dispuesta a ceder, y las palabras de Rigor parecían no afectarle, como si su mente estuviera en otro lugar, distante, más allá de la explicación de él.
Dariel, con los ojos clavados en Rigor, dejó escapar las palabras con un tono frío y cortante: "Todavía tienes sentimientos por ella, ¿verdad?"
Rigor se quedó paralizado, sorprendido por la acusación directa. Su mente se llenó de confusión, y el silencio entre ambos se hizo denso. No podía encontrar las palabras adecuadas, y en lugar de hablar, solo la miraba, incapaz de negar o afirmar lo que ella acababa de decir.
Dentro de él, algo se rompió. Sabía que ya no amaba a Spajit, pero no podía entender por qué las acciones que había tomado lo hacían sentir culpable. Un sentimiento de traición hacia Dariel crecía en su pecho, aun cuando sabía que no había sido infiel. Esa sensación de que algo no encajaba, de que había hecho algo mal, lo invadía completamente, dejándolo mudo, atrapado entre lo que sentía y lo que no podía expresar.
Dariel, al ver su incapacidad para responder, se cruzó de brazos, y su apática molestia creció. "Eso es lo que pensé..." murmuró, dejando que el silencio los envolviera una vez más.
Evil Victor, en la distancia, observaba la escena desde las sombras, una sonrisa torcida dibujándose en su rostro. "Plan perfecto," murmuró con satisfacción.
Con una ligera inclinación de su cabeza, activó su habilidad Nexus. En ese instante, su alma oscura abandonó su propio cuerpo y se adentró en el de Rigor, como si fuera un parásito invisible que tomaba el control sin ser detectado. Rigor, que ya estaba abrumado por la situación, apenas pudo notar el cambio. El dolor repentino que sintió lo desconcertó por un segundo, pero rápidamente Evil Victor, ahora dentro de él, reprimió cualquier señal de malestar.
Rigor (o lo que quedaba de él) levantó la cabeza para mirar a Dariel. Aunque en su interior la lucha por controlar su propio cuerpo era silenciosa, su rostro mostraba una calma inquietante. Dariel, aún apática y molesta, no percibió el cambio, pero la frialdad con la que Rigor la observaba parecía, de alguna manera, suavizar la tensión.
Evil Victor, controlando cada gesto de Rigor, jugaba con la situación. Sabía exactamente cómo mantener las apariencias para que Dariel no sospechara nada, mientras asentaba poco a poco su influencia en el cuerpo y mente de Rigor. Aunque Dariel no lo sabía, la situación no estaba ni cerca de solucionarse. El verdadero caos estaba a punto de comenzar, con Evil Victor moviendo los hilos desde las sombras, esperando el momento adecuado para desatar el desastre.
Rigor, o mejor dicho, Evil Victor, sintió un intenso dolor irradiar desde su abdomen, pero no hizo más que soltar una leve carcajada. Sus ojos se tornaron de un rojo profundo, brillando con una malicia que no pertenecía al verdadero Rigor. La sonrisa despiadada que emergió en su rostro confirmó lo que había sucedido: Evil Victor ya tenía casi el control completo del cuerpo.
"Un poco de diversión," murmuró con voz baja, pero llena de siniestro placer. Dariel, que había estado observando, se detuvo por un momento, notando algo extraño en la actitud de Rigor. La calma inquietante que le había ayudado a suavizar su enojo ahora se sentía amenazante.
Evil Victor, usando la mano derecha de Rigor, se echó el cabello hacia atrás, con un gesto calculado, mirándola con esos ojos llenos de maldad pura. "¿Qué pasa, Dariel?" Su tono, frío y burlón, era una versión distorsionada de la voz que Dariel conocía. "¿Acaso no te diviertes? Todo esto podría ser mucho más interesante si dejas de resistirte."
Dariel frunció el ceño, sintiendo que algo estaba terriblemente mal. Pero antes de que pudiera reaccionar, Evil Victor, controlando a Rigor, dio un paso adelante, cerrando la distancia entre ellos, disfrutando de la confusión en los ojos de Dariel. "Ahora... juguemos."
Evil Victor soltó una carcajada maniática, su risa resonaba en la habitación como un eco oscuro y perturbador. El sonido era una mezcla de locura y triunfo, muy diferente a cualquier cosa que Rigor hubiese expresado antes. La risa se prolongó, mientras sus ojos rojos brillaban intensamente, disfrutando cada momento de su recién adquirido control.
"¡Ah, Dariel!" exclamó, aún riendo entre dientes, acercándose más a ella, deleitándose con la tensión palpable en el aire. "¿No es esto simplemente perfecto? Finalmente, puedo divertirme... ¡sin limitaciones!" Su voz era un susurro retorcido, lleno de arrogancia.
Dariel lo observaba con desconfianza, su aprecio por Rigor se mezclaba con la creciente sensación de peligro. Sabía que algo estaba profundamente mal. Evil Victor, mientras tanto, seguía sonriendo con esa expresión desquiciada, disfrutando del caos que estaba por desatar.
Evil Victor, con una risa maniaca que resonaba por la habitación, se acercó lentamente a Dariel, quien aún estaba tratando de recuperar el aliento tras el brutal golpe en su plexo solar. Su cuerpo temblaba, no solo por el dolor físico, sino también por la devastadora realización de lo que estaba ocurriendo.
—"¿Te duele?" —preguntó Evil Victor, su tono burlón y gélido mientras la miraba con una expresión retorcida—. "Rigor nunca te haría esto... pero yo no soy Rigor."
Dariel lo miraba, con sus ojos llenos de confusión y dolor, incapaz de reconciliar al hombre que tenía frente a ella con el padre de sus hijos. A pesar de la agonía que la dominaba, trató de hablar.
—"¿Qué... qué te pasó?" —susurró con la voz rota, llevando una mano a su pecho, intentando calmar el ardor en su cuerpo.
Evil Victor se acercó aún más, su presencia oscura y amenazante envolviéndola. Colocó un dedo bajo su barbilla, levantando su rostro con una fuerza que parecía suave pero era intimidante.
—"Lo que pasó..." —susurró cerca de su oído—, "es que todo este tiempo estuve esperando. Ahora soy el verdadero dueño. Rigor... es historia."
Dariel sintió un nudo en el estómago, sus piernas empezaban a flaquear mientras el horror de la situación la aplastaba. Intentó dar un paso atrás, pero su cuerpo no reaccionaba como deseaba. Su corazón latía con fuerza, no por el dolor físico, sino por la desesperación de estar frente a alguien que ya no era su amado.
Evil Victor soltó una carcajada que resonó como una sentencia de muerte, y dio un paso hacia ella, inclinando su rostro hacia el de Dariel, sus ojos rojos brillando con una amenaza insoslayable.
—"Y ahora, querida," —susurró con una sonrisa cruel—, "vamos a divertirnos mucho más."
Evil Victor, sin perder un segundo, levantó a Dariel con una velocidad escalofriante. Con una sonrisa desquiciada, la sostuvo en el aire por un instante antes de lanzarla violentamente contra el suelo. El impacto fue tan brutal que el piso crujió y se resquebrajó bajo sus pies.
Pero no se detuvo ahí.
Con una fuerza imparable, Evil Victor sujetó el rostro de Dariel con una mano, como si fuera un simple juguete, y la arrastró hacia abajo, rompiendo con ella cada piso del edificio mientras la golpeaba sin piedad contra los suelos de concreto. Los escombros volaban a su alrededor mientras descendían en caída libre, cada golpe resonando con un eco de crueldad.
Dariel apenas podía reaccionar. Cada impacto contra el suelo la dejaba más aturdida, su cuerpo ya sin fuerzas para resistir. La sensación de impotencia y el dolor inhumano la consumían mientras descendía con violencia a través de cada nivel, su mente nublada por el sufrimiento.
Evil Victor, con una expresión de éxtasis maniático, no aflojaba su agarre, disfrutando de cada segundo de la destrucción que provocaba. Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, ambos aterrizaron en el último nivel del edificio. Dariel yacía en el suelo, herida y casi inconsciente, mientras Evil Victor, aún con esa sonrisa despiadada en su rostro, se inclinaba sobre ella, observando su obra.
—"¿Eso fue todo?" —murmuró con una risa fría—. "Esperaba más diversión, Dariel... pero no te preocupes, aún no he terminado."
Se levantó despacio, preparándose para el siguiente ataque, disfrutando de la angustia que había provocado.
Evil Victor, con una calma aterradora, se acercó a una mesa cercana, donde había un plato con comida. Su risa maniaca aún resonaba en el aire, pero no parecía apresurado. Con una sonrisa despiadada, levantó el plato y lo miró, como si estuviera disfrutando de la tranquilidad que seguía a la tormenta.
Con una mano aún manchada de sangre, comenzó a comer como si nada hubiera ocurrido. Cada bocado lo acompañaba con una risa sutil, su rostro iluminado por una satisfacción inhumana.
—"Vaya... qué deliciosa." —murmuró, mientras masticaba con calma—. "¿Y tú, Dariel? ¿Te estás divirtiendo también?"
Su mirada se posó en Dariel, aún tirada en el suelo, completamente derrotada. Sin embargo, la indiferencia de su actitud dejaba en claro que ni siquiera se molestaba en sentir remordimientos o preocupación por ella.
—"Es una pena que no tengas la energía para disfrutar de una buena comida." —dijo con sarcasmo, antes de dar otro bocado—. "El estrés me da hambre... y creo que a ti también te hará falta un poco de consuelo, pero no esperes que te ofrezca algún tipo de alivio."
Victor siguió comiendo, disfrutando de la incongruencia entre la violencia que acababa de desatar y su tranquila actitud, mientras su conciencia maligna se adueñaba completamente de su ser. Dariel, en el suelo, podía sentir la opresión del ambiente, el peligro latente que emanaba de cada gesto de Victor. El poder de Evil Victor estaba por encima de cualquier expectativa, y la lucha parecía ser ya una ilusión, una condena irremediable.
Evil Victor, con una sonrisa oscura y peligrosa, se levantó lentamente, su paso resonando en los pisos del hotel con una calma inquietante. La risa maniaca que había estado reteniendo comenzó a emerger nuevamente mientras avanzaba, como si disfrutara del miedo palpable en el aire.
—"¿Quizás debería darte un verdadero motivo para pelear?" —murmuró, su tono cargado de ironía y crueldad. Sus ojos rojos brillaban con una intensidad malsana, y su energía oscura envolvía cada rincón del lugar.
Se detuvo frente a una de las habitaciones, la puerta de la cual estaba entreabierta. A través de la ventana, podía ver a los bebés, los hijos de Dariel y Rigor, descansando tranquilamente en sus cuna. Evil Victor los miró, su sonrisa ensanchándose.
—"Mmm... ¿qué tal si les doy un pequeño 'regalo'? Un motivo que te hará sentir la necesidad de luchar con todo, ¿no crees, Dariel?" —dijo con tono de diversión.
Con una mano, levantó uno de los bebés en el aire, casi como si fuera un juguete, pero sus ojos fríos y su sonrisa cruel mostraban que no había nada de amable en su gesto. Su poder negro se concentró alrededor de él, distorsionando el aire a su alrededor mientras lo mantenía suspendido en su palma.
—"Es curioso, Dariel. Pensé que ser madre te haría más fuerte, pero parece que solo te hace vulnerable." —susurró, su tono bajo y venenoso.
El silencio que siguió fue tan denso que podía cortarse con un cuchillo. El ambiente estaba cargado con la amenaza de la inestabilidad de Evil Victor, y la conexión entre él y el niño era lo suficientemente peligrosa como para hacer que el corazón de Dariel se acelerara.
—"¿Tienes algo que decir? ¿Vas a rogar por ellos?" —preguntó, su voz impregnada con la promesa de que lo peor estaba por venir.
El niño, ajeno al peligro, continuaba durmiendo, mientras que la presencia de Evil Victor lo hacía aún más aterrador. Sus ojos se mantenían fijos en Dariel, esperando su reacción, disfrutando cada segundo del pavor que causaba.
La sala temblaba bajo la intensidad de la batalla. Dariel, sus ojos llenos de furia y desesperación, avanzaba a través de la destrucción que Evil Victor había causado. La energía a su alrededor chisporroteaba, hirviendo como si fuera un reflejo de su dolor interno. Cada paso que daba hacia Evil Victor era una explosión de fuerza incontrolada, como si cada latido de su corazón marcara la cuenta regresiva hacia el desenlace final.
Con lágrimas de rabia y dolor, ella soltó un rugido desgarrador.
—¡No te atrevas a tocar a mis hijos! —su voz retumbaba como un trueno que resonaba a través de la estructura colapsada.
Evil Victor, completamente ajeno al sufrimiento que causaba, se mantuvo en pie con una sonrisa desquiciada, disfrutando cada segundo. Su poder era tangible, negro y retorcido, llenando el aire con una atmósfera opresiva. Pero cuando vio la furia de Dariel, su sonrisa se ensanchó aún más.
—¿Crees que puedes detenerme, Dariel? —su voz sonaba como un susurro oscuro, burlándose de su desesperación. —¿Con esa rabia descontrolada, piensas que puedes salvar a los pequeños?
En ese instante, Dariel lanzó un ataque devastador, con las manos iluminadas por una energía cegadora, que se estrelló contra el suelo. El impacto envió ondas de choque por la habitación, haciendo que el aire vibrara con fuerza. Las paredes crujieron y el techo se desgajó, pero en su intento de liberar a sus hijos, la lucha era más personal de lo que había imaginado.
Dariel cayó de rodillas, su energía consumida por la fuerza de su propia ira, el dolor de ver a sus hijos en peligro, y el desgarro en su corazón por lo que estaba sucediendo. La desesperación se reflejaba en su rostro, la tristeza había reemplazado por una furia ciega. Sus manos temblaban al levantar su mirada hacia Evil Victor.
—¡No puedes ganar! —gritó, su voz rota y llena de dolor. Se levantó con esfuerzo, sus piernas tambaleaban bajo la carga de su energía agotada, pero no podía detenerse. —¡No voy a dejar que se salgan con la suya!
Evil Victor, viendo cómo Dariel luchaba, su risa se volvió aún más intensa. Agarró a uno de los bebés y lo levantó en el aire con una mano, mientras que con la otra, gesticulaba como si fuera un espectáculo. Se deleitaba en su sufrimiento.
—Vaya, vaya... tan valiente, tan llena de furia... pero al final, todo es en vano —dijo con una voz más sutil, casi como si estuviera disfrutando del desastre que había provocado. —No tienes la fuerza para derrotarme.
Dariel, con el rostro empapado de lágrimas, gritó con desesperación.
—¡No... no me importa! ¡No te llevaré a mis hijos! ¡No dejaré que destruyas todo lo que amo!
Con un último esfuerzo, el suelo se estremeció, y de repente, una explosión de luz estalló de las manos de Dariel. Pero en el instante final, antes de que pudiera dar el golpe decisivo, Evil Victor la lanzó hacia atrás con un simple movimiento de la mano. La energía oscura de su poder la arrojó contra el suelo con tal fuerza que un grito de dolor escapó de sus labios.
Los escombros volaron, y Dariel cayó pesadamente, herida y agotada. Pero no estaba vencida.
—No… —susurró, entre lágrimas, mientras sus ojos, ahora apagados por el dolor, miraban hacia donde los bebés estaban siendo sostenidos por Evil Victor.
La última palabra de Dariel resonaba en la sala, tan cargada de tristeza y rabia que pareció detener el tiempo por un momento.
—¡No!
Y, a pesar de la gravedad de la situación su corazón estaba desesperado de salvar a su familia.
Evil Victor observó con una sonrisa maliciosa cómo los bebés volaban por los cielos, como si fueran simples muñecos lanzados al viento. Su risa resonaba por toda la sala, llena de crueldad y placer por la desesperación de Dariel. El caos a su alrededor no hacía más que alimentar su poder. Sin embargo, su sonrisa se desvaneció momentáneamente cuando vio a Dariel, con una determinación inquebrantable, lanzándose tras ellos.
—¿Crees que puedes salvarlos, Dariel? —su voz, llena de burla, retumbó en el aire.
Con una rapidez sobrenatural, Dariel despegó del suelo, saltando hacia el cielo. Su cuerpo se elevaba con una velocidad vertiginosa, su energía fluyendo como un torrente de luz. La batalla interna entre el dolor, la desesperación y la voluntad de salvar a sus hijos la empujaba más allá de sus límites, sus brazos extendidos en busca de los pequeños.
El viento golpeaba su rostro mientras ascendía, pero su mirada nunca perdió el objetivo. Los bebés flotaban hacia el espacio, sus cuerpos diminutos aún en el aire, inalcanzables para el ojo común. Pero Dariel no era común. No podía permitirse fallar.
Con cada segundo que pasaba, el dolor en su pecho aumentaba, el miedo a perderlos era insoportable. A medida que alcanzaba el nivel de los bebés, su corazón latía con fuerza, pero la voluntad de salvarlos era más fuerte que el agotamiento que la consumía. En su mente, solo había espacio para una cosa: alcanzarlos.
Y en un destello de luz cegadora, Dariel se lanzó con una fuerza sobrenatural, sus manos estiradas hacia los pequeños. Con un movimiento preciso, las atrapó con gracia y delicadeza en su abrazo. El instante de miedo y tensión fue reemplazado por una calma que solo una madre puede conocer al proteger a sus hijos.
En ese momento, Dariel y los bebés se comenzaron a descender, con la misma velocidad con la que subieron. La vista del suelo estaba de vuelta a su alcance, y la esperanza renacía en el corazón de Dariel. La batalla no había terminado, pero ella había demostrado que su amor por los niños era más fuerte que la oscuridad de Evil Victor.
Sin embargo, mientras caía de nuevo, el aire aún vibraba con la amenaza de Evil Victor. Al verla regresar con éxito, la ira de este comenzó a acumularse, pero no iba a dejar que fuera tan fácil. Con una mirada furiosa, preparó su siguiente ataque.
—Es un juego, Dariel. Pero tu misión no ha terminado —dijo, su voz resonando como un rugido a través del espacio.
Dariel, mientras descendía, se preparaba para el enfrentamiento final. Los bebés estaban seguros en sus brazos, pero ahora era el momento de enfrentarse a Evil Victor una vez más, con su corazón lleno de determinación. No solo por ellos, sino por ella misma.
Evil Victor sonrió de nuevo. El desenlace de la batalla estaba por llegar.
Evil Victor, con una sonrisa oscura en el rostro, comenzó a emanar una energía abrasadora de su cuerpo. El fuego de Victor, distorsionado por su maldad, se transformaba en una llama negra y carmesí que giraba alrededor de sus manos, brillando con intensidad. Su aura, cada vez más poderosa, se expandía a su alrededor, creando un ambiente lleno de calor y tensión.
—¡Es hora de terminar esto! —gritó Evil Victor, su voz resonando con una mezcla de locura y odio.
La energía oscura de sus llamas se concentró en su mano derecha, ardiendo con una intensidad que hacía temblar el aire. La oscuridad se enroscaba en sus dedos, formando una esfera de fuego negro, que comenzaba a crecer y a brillar con cada segundo que pasaba.
—¡No te atrevas a detenerme, Dariel! —la voz de Evil Victor retumbó con fuerza mientras levantaba su brazo, preparándose para lanzar el devastador ataque.
En el cielo, Dariel aún descendía con sus hijos seguros entre sus brazos. El aire a su alrededor era denso y caliente debido al poder de Evil Victor, pero su determinación era más fuerte. Sabía que el peligro era inminente y que el único modo de salvar a sus hijos era enfrentarse a esta amenaza con todo lo que tenía. El fuego negro de Victor parecía envolver todo el espacio, y Dariel se preparaba para la última fase de la batalla.
Mientras caía, su mente estaba enfocada. Se le venían a la mente las imágenes de sus hijos, su vida con Rigor y los momentos felices que habían compartido. Esa protección maternal, ese deseo de preservar lo que aún le quedaba de familia, la hacía más fuerte.
Evil Victor no era solo una amenaza física, sino un reflejo del caos y la desesperación que había consumido a su víctima original. El mismo fuego que había creado en su día, ahora se volvía contra ella.
Con una explosión de energía, Evil Victor lanzó la esfera de fuego negro directo hacia Dariel y sus hijos, creando una onda de calor que se expandía rápidamente. La llamarada giraba como un tornado oscuro, un ataque final de destrucción.
Pero Dariel, en el aire, estaba lista. Sus ojos brillaban con una intensidad que contrarrestaba el fuego de Evil Victor. Con un grito fuerte, extendió sus brazos, creando un escudo de energía pura alrededor de ella y los bebés. La barrera de luz comenzó a brillar con fuerza, una defensa formada por la voluntad indomable de una madre.
La esfera de fuego negro se estrelló contra el escudo con una explosión atronadora. La onda de choque sacudió el cielo y la tierra, creando una tormenta de energía. Los dos poderes colisionaron en una explosión tan brillante que parecía devorar el espacio y el tiempo mismo.
Dariel, con su escudo de luz resistiendo el impacto, se mantuvo firme en el aire, su rostro concentrado pero determinado. Las llamas de Evil Victor chocaban contra su barrera, pero no podían atravesarla. El calor era abrasador, pero su determinación no flaqueaba.
—¡Esto no terminará así! —gritó Evil Victor, con su voz llena de rabia.
Pero Dariel no retrocedía. Su amor por sus hijos, su lucha por la familia y su resistencia ante la oscuridad de Evil Victor estaban mucho más allá del simple combate físico.
—¡No los vas a tocar, Evil Victor! —respondió Dariel, su voz llena de furia.
Finalmente, con un grito de fuerza, Dariel expulsó una onda de energía brillante desde su escudo, desterrando el fuego negro de Evil Victor y forzando a este a retroceder. La luz envolvió todo a su alrededor, dissipando la oscuridad y alejando la amenaza que representaba el malvado reflejo de Victor.
El combate estaba lejos de terminar, pero ahora la batalla entre la luz y la oscuridad, entre el amor y el caos, estaba a punto de decidir su desenlace.
Evil Victor, con su risa maniaca resonando en el aire, salió disparado hacia Dariel, su cuerpo envuelto en llamas oscuras mientras su expresión de locura se intensificaba. La furia en su mirada era palpable, como si estuviera deseando destruir todo a su paso.
Pero Dariel no estaba dispuesta a dejarlo ganar. En un destello de velocidad, sus movimientos se volvieron borrosos, casi imposibles de seguir. Con precisión y rapidez, comenzó a golpear el cuerpo de Rigor, ahora controlado por Evil Victor, con una serie de puñetazos que hacían retumbar el aire. Cada golpe era más rápido y feroz que el anterior, y sus brazos se movían como si fueran extensiones de su propia voluntad.
Las explosiones generadas por sus ataques sacudían el entorno, creando ondas de choque que hacían temblar el suelo. Los golpes impactaban en la carne de Rigor, haciendo que Evil Victor retrocediera por la fuerza de los impactos. Cada explosión parecía debilitar su control sobre el cuerpo, causando que su expresión de desesperación y rabia aumentara.
—¡No puedes ganar, Evil Victor! —gritó Dariel, su voz llena de determinación, mientras continuaba su ataque. Cada golpe hacía que la energía oscura de Victor retrocediera, debilitándose lentamente.
Con cada explosión, Evil Victor se veía obligado a defenderse. Su risa maniaca se tornaba en gruñidos de frustración mientras intentaba mantenerse firme, pero la presión de los ataques de Dariel lo hacían vacilar. Su fuego negro no parecía capaz de contrarrestar la fuerza bruta de los golpes y la energía luminosa de Dariel.
Evil Victor lanzó un grito furioso, tratando de defenderse con el poder de las llamas oscuras que emanaban de sus manos, pero Dariel era imparable. Se acercó aún más, con velocidad vertiginosa, y con un golpe final, lanzó a Evil Victor hacia atrás, enviándolo volando por varios metros. El suelo se rompió bajo el impacto, dejando una estela de destrucción a su paso.
Evil Victor, tambaleándose mientras caía al suelo, gritó de rabia, su cuerpo golpeando la arena con estruendo. Estaba claramente debilitado por los ataques continuos de Dariel, su control sobre Rigor disminuyendo a medida que la luz de Dariel se expandía.
La furia en los ojos de Evil Victor era palpable. Su poder seguía intacto, pero sus intentos de atacar a Dariel ahora se volvían torpes. El control sobre el cuerpo de Rigor estaba debilitándose cada vez más.
Dariel aterrizó con firmeza, sus ojos brillando con la determinación de una madre que no dejaría que sus hijos sufrieran. Sus puños seguían rodeados por energía luminosa mientras observaba a Evil Victor, lista para lo que fuera necesario.
—Esto... —Dijo Dariel, respirando profundamente—. Esto termina aquí.
Evil Victor, respirando con dificultad, levantó la cabeza, con su expresión aún llena de odio. Intentó levantarse, pero los golpes de Dariel habían sido demasiado devastadores, y su fuerza había disminuido considerablemente. Las llamas que lo envolvían vacilaban, titilando como si estuvieran a punto de extinguirse.
Con un gruñido de rabia, Evil Victor intentó lanzar un último ataque desesperado, una onda de energía negra que emergió de su cuerpo, pero Dariel fue más rápida. Con un movimiento fluido, creó un escudo de luz que absorbió el ataque con facilidad, disipándolo en el aire.
—¡Tu caos no tiene cabida aquí! —gritó Dariel mientras corría hacia él. Con un salto imponente, descargó un golpe directo en el pecho de Evil Victor, haciendo que el control sobre el cuerpo de Rigor finalmente se rompiera.
El cuerpo de Rigor, que había sido poseído y maltratado por la influencia de Evil Victor, cayó al suelo, derrotado. El malvado reflejo de Victor se desvaneció, dejando a Rigor vulnerable y de nuevo a su normalidad.
Rigor, mal herido y con el cuerpo exhausto, intentaba forzar uno de sus ojos para abrirse. Sin embargo, el daño era evidente. Su visión estaba completamente nublada, y una sensación de ceguera temporal lo invadía, como si la conexión con su propio cuerpo hubiera sido alterada. El poder oscuro de Evil Victor lo había dejado debilitado y vulnerable, su respiración era entrecortada, y su mente aún luchaba por encontrar la claridad.
"¿Qué... ha sucedido?" pensó, mientras sus párpados intentaban mantenerse abiertos, pero la luz lo eludía.
Desde el fondo, una risa fría y perturbadora comenzó a llenar el aire. Evil Victor, aún con el cuerpo de Rigor debilitado y sin su control total, se había retirado por un breve momento. Sin embargo, esa risa demoniaca no solo resonaba en el espacio, sino que también estaba imbuida de una nueva confianza. El plan de Evil Victor había dado frutos; había logrado copiar una habilidad de Rigor.
"La habilidad del salto temporal... ¡es mía ahora!"
La risa de Evil Victor se mezclaba con el sonido de su propia voz, y por un instante, su presencia se sintió aún más amenazante. Con una sonrisa macabra, la figura de Evil Victor se manifestó nuevamente, pero esta vez con la claridad de haber absorbido la habilidad de Rigor.
"No tienes idea de lo que eso significa."
Evil Victor se apartó del suelo y alzó la mano en el aire, y en un parpadeo de energía negra, su cuerpo fue envuelto por un destello luminoso oscuro. De repente, apareció a varios metros de distancia, desafiando el tiempo y espacio con su nuevo poder. Su risa maniaca se intensificaba mientras probaba su nueva habilidad con un movimiento ágil y peligroso.
La habilidad de salto temporal que Rigor había desarrollado, la misma que le permitía moverse en el tiempo dilatado, ahora estaba en manos del enemigo. Evil Victor, al comprender el alcance de este poder, se regocijaba al saber que podía usarlo en su propio beneficio para crear caos y destruir aún más a sus enemigos.
Mientras tanto, Rigor, tumbado en el suelo y aún luchando por mantenerse consciente, sintió una oleada de dolor profundo, como si su propia fuerza vital le estuviera siendo arrancada poco a poco. Su visión, aunque empañada, percibía las sombras que giraban a su alrededor.
"No... puedo... permitir... que este poder..." pensó, pero el dolor lo hizo callar.
Aunque ciego y debilitado, sabía que su única esperanza era que Dariel, que aún estaba a su lado, pudiera luchar para liberar su cuerpo de este control maligno. Pero, con la habilidad de salto temporal en manos de Evil Victor, la situación se volvía cada vez más peligrosa. El poder del enemigo ahora era aún más impredecible, capaz de mover el tiempo a su voluntad, y eso era algo que Rigor no podría soportar por mucho más tiempo.
Evil Victor volvió a sonreír mientras se desplazaba rápidamente por el espacio, una tras otra, apareciendo en distintos puntos con su habilidad. Cada salto temporal parecía hacerlo más rápido, más letal. Y lo peor de todo: la perspectiva de que Rigor no podía reaccionar a este poder tan versátil y destructivo lo hacía sentir impotente.
La batalla estaba lejos de haber terminado, y la amenaza de Evil Victor había crecido exponencialmente.
Rigor, aún mal herido, solo podía escuchar la risa de Evil Victor y el sonido del viento tras sus saltos temporales. Si no lograba recuperar el control de su propio cuerpo, todo estaría perdido.
Dariel, con el rostro lleno de preocupación y furia, se acercó rápidamente a Rigor mientras este intentaba levantarse, su cuerpo visiblemente debilitado. A pesar del daño que había sufrido, su determinación de luchar seguía presente, pero la gravedad de la situación era evidente. Con su respiración entrecortada, Rigor intentaba mantenerse en pie, su cuerpo herido por las violentas embestidas de Evil Victor.
"Rigor, mantente conmigo," dijo Dariel, sosteniéndolo con fuerza. Su expresión mostraba un rastro de preocupación genuina, a pesar de la tensión que ambos habían acumulado en la pelea. Aunque aún había distancias entre ellos, el instinto de ayudar se había sobrepuesto.
Rigor, con el rostro desencajado por el dolor, la miró con una mezcla de gratitud y confusión. "Gracias..." murmuró entrecortadamente, mientras intentaba estabilizarse. Pero sabía que su cuerpo no resistiría mucho más tiempo. "Pero... él... ya se ha ido."
Desde la distancia, Evil Victor, el cuerpo que ahora había controlado, se levantó lentamente y lanzó una mirada irónica hacia Dariel y Rigor. Una sonrisa malévola se dibujó en su rostro.
"Gracias por el entretenimiento," dijo Evil Victor, su tono lleno de burla y desprecio. "Por ahora, debo partir hacia el Torneo. Después de todo, el verdadero desafío comienza allá."
Con un destello de energía oscura envolviendo su cuerpo, Evil Victor se desvaneció en un parpadeo, utilizando la habilidad del salto temporal recién adquirida para desaparecer en la distancia. Su risa resonó en el aire por unos segundos, como un eco siniestro que se esfumaba en la lejanía.
"¡No te creas tan seguro!" gritó Dariel, pero no hubo respuesta. Evil Victor ya había partido.
"Maldito..." Rigor murmuró, su cuerpo aún temblando por el dolor. "¿Cómo puede tener tanto poder? ¿Y por qué ha decidido ir al Torneo?"
Dariel lo miró con una mezcla de preocupación y enojo. "Sabes que no podemos dejarlo ir así. Ese maldito monstruo va a destruir más vidas si no lo detenemos."
Rigor asintió con pesar, sabiendo que había poco que podía hacer en ese estado. "Lo sé. Pero..." Se detuvo un momento, apretando los dientes por el dolor. "Estoy mal, Dariel... No puedo seguir así... No sé cuánto más aguantaré..."
La joven lo sostuvo con más fuerza. "No hables así, Rigor. Si él tiene el poder de manipular el tiempo, entonces debemos apresurarnos. No podemos permitir que llegue al Torneo. Si se apodera de ese poder, será el fin de todo."
Rigor, aunque dolorido y agotado, no podía permitir que Evil Victor tuviera más ventaja. "Tienes razón... No podemos dejar que gane. Vamos a detenerlo, aunque sea con lo que nos queda."
Dariel lo miró con determinación, sabiendo que no era el momento para debilidades. "Recupérate lo más rápido que puedas. ¡Vamos!"
Con esfuerzo, Rigor se dejó ayudar por Dariel mientras ambos se preparaban para enfrentar el próximo desafío. Evil Victor, ahora en su forma original, había ganado terreno, y su paso hacia el Torneo había dejado una sensación de peligro inminente.
Mientras tanto, en el horizonte, el Torneo seguía su curso, y Evil Victor avanzaba hacia su objetivo con el poder de manipular el tiempo y el caos a su favor. Los héroes, aunque heridos y debilitados, se preparaban para detener la amenaza antes de que fuera demasiado tarde.
Dariel, con los músculos tensos por el esfuerzo y el cansancio acumulado, ajustó rápidamente a sus hijos en la cangurera. El bebé en la parte delantera estaba acurrucado, sus pequeños ojos cerrados, mientras el que llevaba en la parte trasera descansaba tranquilamente, ajeno a la gravedad de la situación. Los movimientos cuidadosos de Dariel mostraban la importancia de mantenerlos seguros a toda costa, aún cuando ella misma no estaba en su mejor estado.
Con una mirada fija en Rigor, que apenas se mantenía en pie, Dariel lo ayudó a levantarse con firmeza. Su rostro mostraba el agotamiento, pero también una determinación feroz. "Vamos," dijo con tono fuerte, aunque su voz reflejaba el dolor de las heridas que ambos llevaban.
Rigor, con el rostro pálido y cubierto de sangre, intentó dar un paso, pero su cuerpo tambaleó un poco. Sus músculos estaban tensos por el dolor, y su respiración era entrecortada. Sin embargo, el deseo de continuar estaba presente. "No sé cuánto más pueda..." murmuró, pero Dariel lo mantuvo firme.
"No te preocupes. Lo conseguiremos," le respondió Dariel mientras ajustaba a los bebés. Sus movimientos eran ágiles, a pesar de lo que había ocurrido. Los hijos de ambos estaban seguros, y eso era lo único que le importaba.
Comenzaron a caminar por la calle, Rigor apoyado en ella, mientras el sonido de sus pasos resonaba en el silencio que había quedado tras la batalla. Ambos sabían que el Torneo seguía en marcha, pero ahora, con Evil Victor fuera de control y las heridas aún frescas, la prioridad era la seguridad de sus hijos y de ellos mismos.
"Tenemos que llegar al hospital," dijo Dariel, mientras sus ojos observaban el camino por delante. "Ahí te atenderán. Y después... después resolveremos esto. Rigor, prométeme que no te vas a rendir."
Rigor, luchando contra el dolor, levantó la mirada y le dedicó una sonrisa débil, pero sincera. "Prometido... pero no sé cómo vamos a hacer frente a él. Evil Victor es... demasiado fuerte."
"No vamos a dejar que se salga con la suya. Lo detendremos."
Las palabras de Dariel eran decididas, pero sus ojos no podían ocultar la preocupación. Sabían que, aunque había paz momentánea, la amenaza seguía acechando. Llegar al hospital sería solo el primer paso para enfrentarse a lo que les esperaba, pero, por ahora, lo más importante era cuidar de los más pequeños y, en cuanto a Rigor, asegurarse de que pudiera recuperarse para la siguiente batalla.
Ambos continuaron su marcha, avanzando con dificultad pero con la esperanza de que, al menos, su familia seguiría a salvo por el momento. El Torneo seguía, pero la verdadera batalla estaba por venir.
Dariel, con sus hijos bien asegurados en la cangurera, avanzaba rápidamente hacia el hospital. El peso de la situación comenzaba a hacerse más evidente con cada paso que daban. Los gemidos de dolor de Rigor, que seguían resonando en su oído, se sumaban a la tensión del momento. Aunque había comenzado a recuperar un poco su visión, la debilidad de su cuerpo era evidente.
Cuando finalmente llegaron a la entrada del hospital, Dariel, agotada, se acercó a las puertas automáticas, que se abrieron ante su presencia. Un par de enfermeras, al notar su estado, salieron corriendo hacia ella.
"¡Señora! ¡Necesitamos ayuda aquí!" gritó una de las enfermeras, al ver el estado en que Rigor se encontraba.
Dariel apenas pudo responder antes de ver cómo Rigor se tambaleaba, intentando mantenerse consciente. Sus ojos se entrecerraban y sus piernas temblaban. "Rigor... aguanta, por favor..." murmuró con preocupación mientras lo apoyaba más firmemente.
En ese instante, cuando entraron al hospital, Rigor dio su último esfuerzo para mantenerse de pie, pero su cuerpo finalmente cedió. Con un leve suspiro y una mueca de dolor, colapsó en los brazos de Dariel.
"¡Rigor!" exclamó Dariel, pero ya era demasiado tarde. Rigor cayó al suelo, inconsciente, justo en la entrada del hospital.
Las enfermeras, ahora en pánico, corrieron a su lado, rápidamente evaluando su condición. "¡Rápido, necesitamos una camilla aquí!" gritó una de ellas mientras se apresuraban a colocar a Rigor en la camilla.
Dariel, con los niños en brazos, observaba impotente. Sus propios músculos estaban tensos y doloridos, y el miedo se apoderó de su mente mientras veía a Rigor ser llevado rápidamente por los pasillos del hospital.
"¿Está bien?" preguntó Dariel, con voz temblorosa, a una de las enfermeras.
"No lo sabemos, señora, pero haremos lo mejor que podamos."
Mientras Rigor era llevado por el hospital, Dariel se quedó allí, con el dolor punzante en su pecho y los pequeños gemidos de sus hijos en su oído. Estaba agotada, pero no podía dejar de pensar en lo que Evil Victor había hecho. Sabía que no podían bajar la guardia; que el peligro seguía acechando.
En el silencio del hospital, solo el sonido de los pasos apresurados de las enfermeras y el ruido suave de los monitores médicos acompañaban la tensión palpable en el aire.
"Por favor... cuídalo," susurró Dariel, mirando hacia el pasillo, esperando noticias que aliviaran su incertidumbre.
Dariel, aún sosteniendo a sus hijos, sentía la tensión en su cuerpo aumentar. Los minutos parecían pasar lentamente mientras esperaba noticias sobre el estado de Rigor. Sus pensamientos estaban en un torbellino de miedo y ansiedad, cuando finalmente una enfermera se acercó, con una expresión grave en el rostro.
"Señora Dariel..." comenzó la enfermera con voz suave pero preocupante. Dariel levantó la mirada, sus ojos reflejaban un rastro de esperanza que rápidamente se desvaneció al ver la seriedad de la enfermera.
"¿Cómo está?" preguntó Dariel, tratando de mantener la calma, pero su tono de voz traicionaba su miedo.
La enfermera respiró hondo antes de responder. "Rigor... está en estado crítico. Los daños son extensos. Hemos logrado estabilizarlo por ahora, pero sus heridas internas son severas. Sus órganos están muy afectados, y es difícil decir cuánto tiempo más podrá resistir."
Las palabras golpearon a Dariel como una ráfaga de viento helado. Sintió un nudo en el estómago, un dolor profundo y angustioso. La posibilidad de perderlo parecía más real que nunca. Sus hijos en la cangurera también sintieron la tensión, sus risas y gemidos habituales se apagaron, reflejando el ambiente sombrío que los rodeaba.
"No... no puede ser..." susurró Dariel, casi en shock, mientras sus manos temblaban ligeramente. "¿Hicieron todo lo que pudieron?"
La enfermera asintió lentamente, con una expresión que denotaba tanto tristeza como frustración. "Sí, hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance, pero la gravedad de las heridas que sufrió... no sabemos si su cuerpo podrá soportarlo."
Dariel cerró los ojos un momento, intentando procesar la información. Su mente estaba nublada de preocupación, pero había algo más detrás de su tristeza: la culpa. ¿Había algo que ella podría haber hecho para evitar esto?
"¿Puedo verlo?" preguntó Dariel, con voz temblorosa, el dolor reflejado en sus ojos.
La enfermera dudó un momento, pero finalmente asintió. "Sí. Puede verlo, pero no sabemos cuánto tiempo más estará consciente. Es mejor que lo haga ahora."
Dariel se apresuró hacia la sala de cuidados intensivos, el peso de la incertidumbre y el miedo sobre ella. Los bebés seguían tranquilos, como si entendieran la gravedad de la situación, mientras ella avanzaba con pasos rápidos pero titubeantes.
Al llegar a la habitación, Dariel vio a Rigor acostado en la cama, conectado a varios monitores que emitían sonidos de bip. Su piel estaba pálida, y aunque estaba dormido, su respiración era irregular. Las heridas eran visibles: su torso estaba cubierto de vendajes y cicatrices, mientras que los tubos conectados a su cuerpo mostraban la gravedad de la situación.
Un médico que estaba en la sala se acercó. "Aún está en coma inducido," explicó. "Su estado es muy delicado, y estamos haciendo todo lo posible para mantenerlo con vida. Pero... necesitamos tiempo."
Dariel se quedó en silencio, observando a Rigor con el corazón hecho pedazos. Sus lágrimas empezaron a caer, pero las contuvo. No podía permitirse quebrarse ahora. No frente a él.
"No... no puedo perderlo," murmuró Dariel, sus palabras casi inaudibles. Sus manos se aferraban a los bordes de la cama. "Por favor, no lo dejen ir."
El médico asintió, reconociendo la desesperación en su voz. "Estamos haciendo todo lo posible. Le prometo que estamos luchando por él."
Dariel, con el corazón apesadumbrado, se acercó lentamente a Rigor, se agachó a su lado y le tomó la mano, sintiendo la frialdad de su piel. "Te necesito, Rigor..." susurró entre lágrimas, su voz quebrada.
Mientras las lágrimas caían, los monitores de Rigor comenzaron a emitir un pitido débil, una señal de que su estado se deterioraba nuevamente. El miedo se apoderó de Dariel, pero también la determinación de luchar por él, aunque los médicos ya habían hecho su parte.
"Por favor, resiste," murmuró, apretando su mano con fuerza, sin querer aceptar que el destino de Rigor podría estar en manos del tiempo.
Fin.