Zahid, Luna, Mahin, Marcos, Karla, Akaba, Lixy, Assath, Alpaca, Shyki, Fran, Sungonkun, Luci, Mariwiwi, María, Vicente, Rob, Tomi, Martin, Lointo, Kazela, Katter y Shiro llegaron al campo de batalla justo cuando el polvo comenzaba a asentarse. La escena frente a ellos era devastadora: edificios colapsados, cráteres humeantes, y el aire denso de energía residual. La explosión de Daiki había dejado su marca, pero no había sido suficiente para acabar con sus hermanos.
Entre los escombros, Kazran, Mortis, Neron, Drakar, Zalek, Fati, Selene, Astar, Nyxa, y Veera, los hermanos de Daiki, comenzaban a emerger, visiblemente heridos pero con una determinación feroz en sus ojos. Sus cuerpos brillaban con energía renovada, listos para contraatacar con toda su furia. Era claro que no pensaban rendirse, no ahora.
Zahid, observando la escena, apretó los puños. "Esto no va a ser fácil. Están heridos, pero aún pueden luchar", dijo, mirando a sus compañeros. Luna y Mahin intercambiaron miradas tensas, mientras Karla invocaba una pequeña esfera de energía en su mano, lista para actuar en cualquier momento. Akaba, siempre preparado para una batalla, desenvainó su espada con una sonrisa confiada.
"Tenemos que detenerlos antes de que lleguen a Daiki," afirmó Marcos, mirando con preocupación el lugar donde sus amigos estaban reunidos.
Selene, la primera en ponerse de pie completamente, fijó su mirada en el grupo recién llegado. "¿Más intrusos?" preguntó con desprecio, limpiando la sangre de su rostro. "No importa cuántos sean. Los aplastaremos a todos."
Zalek, aún tambaleándose por las heridas, gruñó, "Daiki piensa que puede derrotarnos, pero este no es su combate final. Ustedes no tienen nada que hacer aquí."
Antes de que Zahid y los demás pudieran reaccionar, los hermanos de Daiki se lanzaron al ataque con una velocidad y ferocidad asombrosas. Kazran y Mortis encabezaron la ofensiva, cada uno liberando ráfagas de energía que sacudieron el terreno. Zahid se apresuró a crear una barrera para proteger a su equipo, mientras el resto se dispersaba para esquivar los ataques.
Lixy, rápida como un rayo, esquivó un golpe directo de Neron, lanzándose hacia un costado y contraatacando con una ráfaga de energía eléctrica que explotó cerca de su enemigo. "¡No subestimes lo que podemos hacer!", gritó mientras el impacto sacudía el área.
Assath, viendo a sus aliados en peligro, canalizó su energía espiritual, creando un escudo invisible alrededor de Mariwiwi y Luci. "¡Manténganse detrás de mí!", les dijo, mientras mantenía la defensa con todas sus fuerzas.
Mientras tanto, Akaba, armado con su espada, cargó directamente hacia Drakar, quien intentó detenerlo con una ráfaga de fuego. Akaba, sin inmutarse, bloqueó el ataque con su espada, desviando las llamas a un lado antes de lanzar un contraataque devastador. Drakar retrocedió, apenas esquivando el filo de la espada de Akaba.
Por otro lado, Shiro y Katter estaban luchando codo a codo contra Veera y Astar, quienes los superaban en fuerza. Sin embargo, la coordinación entre Shiro y Katter les permitía mantenerse a la par, bloqueando y esquivando con precisión.
Vicente, observando la situación, gritó, "¡Tenemos que unirnos! ¡No podemos dejarlos dividirnos!" Con un movimiento rápido, lanzó una ráfaga de energía que golpeó a Fati por sorpresa, dándole a Shyki y Fran una oportunidad para avanzar y flanquear a sus enemigos.
Mariwiwi, viendo que sus compañeros estaban siendo superados, cerró los ojos y comenzó a concentrarse, susurrando palabras en un idioma arcano. Una luz brillante rodeó a todo el equipo, fortaleciendo sus defensas y curando parcialmente sus heridas. "¡No podemos rendirnos! ¡Todos estamos en esto juntos!", exclamó, mientras la energía revitalizaba a sus amigos.
Mientras tanto, los hermanos de Daiki, aunque sorprendidos por la resistencia del grupo, no parecían dispuestos a ceder. Nyxa, con una sonrisa oscura, se lanzó hacia adelante con una velocidad abrumadora, apuntando a Tomi y Rob, quienes apenas lograron esquivar sus ataques a tiempo. Pero el impacto de sus golpes resonaba con tal fuerza que los empujaba hacia atrás, dejándolos casi sin tiempo para reaccionar.
Alpaca y Luci, viendo la oportunidad, combinaron sus poderes. Alpaca invocó ráfagas de viento mientras Luci canalizaba energía luminosa, creando una tormenta de luz y viento que golpeó a Kazran de lleno, empujándolo hacia atrás. "¡Así es como lo hacemos!", gritó Luci mientras veía a su oponente tambalearse.
Pero, a pesar de sus esfuerzos, el equipo sabía que los hermanos de Daiki eran enemigos formidables. Cada uno de ellos tenía una fuerza abrumadora, y aunque estaban heridos, seguían siendo extremadamente peligrosos. "Esto no va a ser suficiente", pensó Zahid, observando cómo los hermanos comenzaban a reagruparse.
Selene, recuperando el equilibrio, gritó con furia, "¡Acabemos con ellos de una vez! ¡No podemos permitir que interfieran más!" Y con esa orden, los diez hermanos cargaron de nuevo, listos para destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino.
Kazran y Mortis, moviéndose con una velocidad fulminante, lanzaron sus cortes directos hacia Zahid y Mahin. Ambos apenas tuvieron tiempo de reaccionar antes de que las hojas de energía impactaran en sus ojos, cegándolos temporalmente y haciéndolos retroceder con gritos de dolor. El ataque había sido perfectamente calculado, un movimiento letal que dejó a ambos guerreros vulnerables.
Antes de que pudieran recuperarse, Kazran y Mortis ya estaban encima de ellos, sus manos cargadas con energía pura. "¡Divina explosión!" gritaron al unísono, sus voces resonando con una fuerza escalofriante. Con movimientos sincronizados, ambos colocaron sus manos sobre los cuerpos de Zahid y Mahin, desatando una violenta explosión de energía.
La explosión fue cegadora, iluminando el campo de batalla con un destello blanco que momentáneamente hizo que todo se detuviera. Los escombros del suelo volaron por los aires, y el calor de la explosión se sintió a metros de distancia. Los cuerpos de Zahid y Mahin, incapaces de soportar la presión de la energía, comenzaron a desintegrarse, sus formas desapareciendo en el aire en cuestión de segundos.
El silencio que siguió a la explosión fue abrumador. Las miradas de los demás se clavaron en el lugar donde, hasta hace unos momentos, estaban Zahid y Mahin. No quedaba nada de ellos, ni siquiera cenizas. Kazran y Mortis se quedaron de pie, respirando con dificultad pero con una sonrisa cruel en sus rostros, satisfechos con el resultado de su ataque.
"Uno menos," murmuró Kazran, sus ojos brillando con un destello de victoria.
"Y otro pronto seguirá," añadió Mortis, mientras sus miradas se dirigían a los otros guerreros que aún quedaban, paralizados por el impacto de lo que acababan de presenciar.
El resto del equipo, incluyendo Luna, Karla, Akaba, y los demás, miraban en shock y horror. Zahid y Mahin habían caído tan rápido que apenas podían procesarlo. La brutalidad del ataque y la manera en que sus compañeros habían sido eliminados los dejaba en un estado de incredulidad.
Luna, con los ojos llenos de rabia, gritó con todo el aire en sus pulmones. "¡Zahid! ¡Mahin!" Su grito resonó con dolor, mientras una furia ardiente comenzaba a crecer dentro de ella. "No... no permitiré que esto siga así..."
Karla, por su parte, apretó los puños con fuerza, sus labios temblando mientras intentaba contener el miedo y la ira. "Debemos acabar con ellos, o seremos los próximos."
El campo de batalla estaba en silencio por un momento, pero la guerra no había terminado.
Luna, Marcos, Karla, Akaba, Lixy, Assath, Alpaca, Shyki, Fran, Sungonkun, Luci, Mariwiwi, María, Vicente, Rob, Tomi, Martin, Lointo, Kazela, Katter y Shiro, al ver la brutal muerte de Zahid y Mahin, no dudaron ni un segundo. Una rabia colectiva los envolvió, una furia que brotaba desde lo más profundo de sus almas. Sin pensarlo, todos se unieron en un ataque masivo.
"¡Ahora!", gritó Luna, liderando el ataque, sus manos extendidas hacia adelante mientras cargaba una poderosa bola de energía luminosa. Siguiendo su ejemplo, el resto del equipo canalizó su energía en un ataque combinado. Rayos, esferas y haces de energía de diferentes colores y formas comenzaron a brillar en el aire, un espectáculo de poder puro que iluminó la devastada ciudad a su alrededor.
Kazran y Mortis, sorprendidos por la rapidez del contraataque, apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Los ataques impactaron directamente en sus cuerpos, sin darles oportunidad de esquivar o defenderse. La energía explotó en una furia devastadora, lanzándolos por los aires. Los cuerpos de ambos fueron atravesados por múltiples ráfagas de energía, dejando marcas profundas y quemaduras sobre sus pieles.
Kazran gritó de dolor mientras era empujado violentamente contra los escombros de la ciudad. Mortis, igualmente destrozado, se estrelló a su lado, su cuerpo temblando mientras intentaba recuperar el aliento. Ambos quedaron al borde de la muerte, cubiertos de heridas y sangrando profusamente, apenas conscientes después del impacto brutal.
Los escombros de edificios destruidos y calles rotas ahora cubrían a Kazran y Mortis, dejando solo una nube de polvo en el aire donde antes se encontraban. El equipo se quedó observando con cautela, respirando agitadamente después de liberar tanta energía.
Marcos, con una mirada seria, habló primero. "Esto no ha terminado. Aún no están muertos."
Lixy asintió, tensando sus músculos. "No podemos darles ni un segundo para recuperarse. Si lo hacemos, nos matarán a todos."
Karla, observando el humo que se levantaba de los escombros, agregó con voz firme. "No habrá piedad. Lo haremos por Zahid y Mahin."
"Que esto sirva de advertencia para los demás," dijo Akaba, con una chispa de rabia en sus ojos. "No nos rendiremos, no importa lo que cueste."
El grupo permanecía en posición de ataque, listos para cualquier movimiento de Kazran y Mortis. Habían logrado arrinconarlos, pero sabían que cualquier descuido podría costarles la vida.
Neron, Drakar y Nyxa, habiendo sido empujados a través de los escombros y recuperándose con rapidez, aprovecharon el momento de vulnerabilidad para atacar. Con movimientos rápidos y letales, se acercaron sigilosamente por la espalda de Luna, Karla y Marcos.
Neron, con un grito de furia, se lanzó hacia Luna, su espada envuelta en una aura de fuego azul. Sin darle tiempo a reaccionar, la empujó con fuerza, atravesando su torso con una precisión mortal. Karla y Marcos, al darse cuenta del peligro, intentaron girarse, pero Drakar y Nyxa ya estaban sobre ellos.
Drakar, con una expresión fría, usó su garra afilada para perforar a Karla, su ataque fue tan rápido que Karla apenas tuvo tiempo de levantar su brazo en defensa. Nyxa, sin vacilar, se lanzó hacia Marcos, usando una técnica similar que envolvía su arma en llamas azules, hiriéndolo gravemente.
El fuego azul, al entrar en contacto con los cuerpos de Luna, Karla y Marcos, comenzó a consumirlos con una intensidad aterradora. La llama no solo quemaba la piel, sino que también parecía corroer el alma misma, dejando un dolor inmenso y una agonía sin fin.
Luna, Karla y Marcos gritaban, sus cuerpos se retorcían en el suelo mientras el fuego azul se expandía por ellos. Los gritos de dolor eran desgarradores, mezclándose con el crepitar de las llamas. Neron, Drakar y Nyxa se mantenían firmes, observando con frialdad el resultado de su ataque. La escena era una mezcla de desesperación y caos, una muestra brutal de la ferocidad y la violencia que sus oponentes estaban dispuestos a emplear.
El grupo de combatientes, aún tratando de entender lo que había sucedido, se enfrentaba a una lucha cada vez más desesperada mientras los hermanos de Daiki continuaban su ataque implacable.
Akaba, Lixy, Assath, Alpaca, Shyki, Fran y Sungonkun, al ver el devastador ataque de Neron, Drakar y Nyxa, decidieron actuar con rapidez para contrarrestar la amenaza. Con una coordinación impecable y una fuerza descomunal, conjuraron una serie de ataques de energía de proporciones gigantescas.
Akaba, con un grito de determinación, canalizó una inmensa esfera de energía pura, que creció hasta alcanzar un tamaño colosal. Lixy, con habilidad y precisión, combinó su energía con la de Akaba, creando una explosión de luz cegadora. Assath, Alpaca, Shyki y Fran también se unieron al ataque, desatando ráfagas de energía y ondas de choque que amplificaron la devastación.
Sungonkun, al no querer quedarse atrás, invocó una tormenta de energía concentrada, que se unió a la ofensiva masiva. Los ataques convergieron en un solo punto, un muro de energía imparable que se dirigió con furia hacia Neron, Drakar y Nyxa.
La primera ola de energía impactó directamente en Neron, Drakar y Nyxa, rasgando sus pieles con una fuerza abrasiva. Los gritos de dolor resonaron mientras la piel de los tres hermanos se desintegraba bajo el impacto. Las heridas eran profundas y las llamas intensas, y la fuerza de la explosión fue tal que los lanzó lejos, enviándolos a través de los cielos hasta estrellarse contra tres montañas distantes.
Neron, Drakar y Nyxa chocaron contra las montañas con una fuerza devastadora, la colisión provocó temblores y explosiones secundarias que hicieron temblar la tierra. Sus cuerpos, ya gravemente heridos, quedaron esparcidos entre los escombros y la devastación. La intensidad del ataque dejó el área alrededor de las montañas en ruinas, con enormes cráteres y un paisaje desolado.
Akaba, Lixy, Assath, Alpaca, Shyki, Fran y Sungonkun, tras lanzar su ataque, respiraron con dificultad pero con una expresión de determinación en sus rostros. Sabían que la batalla aún no había terminado, y que el destino de todos estaba en juego.
Zalek, Fati, Selene, Astar y Veera, conscientes de la amenaza que representaban Akaba, Lixy, Assath, Alpaca, Shyki, Fran y Sungonkun, decidieron actuar con rapidez y precisión. Con una coordinación meticulosa y una determinación implacable, lanzaron un ataque devastador contra los héroes.
Selene lideró el ataque, concentrando su energía en una serie de proyectiles letales que se dirigieron directamente al corazón de los héroes. A su lado, Zalek y Fati desataron cortes afilados de energía oscura que perforaron las defensas de sus oponentes. Astar y Veera, no dispuestos a dejar margen para la supervivencia, lanzaron una serie de ráfagas de energía de alta intensidad que impactaron con fuerza en los cuerpos de Akaba, Lixy, Assath, Alpaca, Shyki, Fran y Sungonkun.
Los ataques impactaron de lleno, causando un daño devastador. Los héroes se vieron incapaces de esquivar o contrarrestar la magnitud del ataque. La energía oscura penetró profundamente, y los cuerpos de los héroes se vieron envueltos en una tormenta de destrucción.
No contentos con el daño infligido, Zalek, Fati, Selene, Astar y Veera, sin darles oportunidad de recuperarse, conjuraron un agujero negro inestable. Este agujero comenzó a girar y a absorber todo a su alrededor, creando un campo de fuerza que atrajo la energía y la materia hacia su interior. La distorsión gravitacional y la energía implosionante dentro del agujero negro hicieron que la zona se viera envuelta en una explosión colosal.
La explosión resultante fue de una magnitud tan descomunal que no solo aniquiló a los héroes en el centro del ataque, sino que también arrasó el terreno circundante. Los cuerpos de Akaba, Lixy, Assath, Alpaca, Shyki, Fran y Sungonkun fueron completamente destruidos por la fuerza de la explosión, dejando únicamente escombros y cenizas en su lugar.
Luci, Mariwiwi, María, Vicente, Rob, Tomi, Martin, Lointo, Kazela, Katter y Shiro observaban el campo de batalla con creciente preocupación y sorpresa. La devastación que acababan de presenciar había sido brutal; los héroes que habían caído estaban entre sus compañeros más cercanos y, ahora, la visión de los hermanos de Daiki reunidos para el combate final les llenaba de incertidumbre.
Los hermanos de Daiki se habían agrupado en un frente unido, listos para terminar la batalla. Con sus habilidades combinadas y una determinación inquebrantable, parecía que estaban dispuestos a acabar con cualquier oposición que quedara. Cada uno de ellos mostraba una expresión de concentración y firmeza, reflejando su resolución de no dejar escapar esta oportunidad de asegurar su victoria.
Luci, Mariwiwi, María y los demás se prepararon para enfrentar el desafío. Aunque asustados por la magnitud del poder de los hermanos de Daiki, estaban decididos a luchar hasta el final. Los héroes restantes se agruparon, preparándose para enfrentar el combate final con todas sus fuerzas. La tensión era palpable mientras ambos bandos se miraban, sabiendo que esta batalla podría definir el destino de todos los involucrados.
Con una mezcla de desesperación y coraje, el grupo se posicionó para el enfrentamiento. Sabían que no podían permitirse fallar; el futuro de su misión, y posiblemente su supervivencia, dependía del resultado de esta última confrontación. El destino de todos estaba a punto de decidirse en el choque final entre los últimos héroes restantes y los implacables hermanos de Daiki.
Kazran, Mortis, Neron, Drakar, Zalek, Fati, Selene, Astar, Nyxa y Veera se movieron como una tormenta letal. Con una sincronización impecable, atacaron a los héroes que quedaban en pie.
María fue la primera en caer. Kazran y Selene la atacaron desde ambos flancos, y en un solo movimiento rápido y despiadado, Kazran le rompió el cuello con un giro seco, acabando con su vida en un instante. No hubo tiempo para que reaccionara; su cuerpo cayó al suelo inerte, sin haber tenido siquiera la oportunidad de defenderse.
Vicente intentó resistir, pero antes de poder siquiera levantar su arma, Mortis y Neron lo atacaron con una brutal precisión. La espada de Mortis trazó un arco mortal, cortando el cuerpo de Vicente en dos de forma vertical, dividiéndolo desde la cabeza hasta los pies. El impacto fue tan rápido que por un breve momento su cuerpo quedó en pie, antes de desplomarse en dos mitades.
Mientras esto ocurría, Zalek, Drakar, Astar y Nyxa desataron un ataque masivo de energía, envolviendo al resto del grupo. Rob, Tomi, Martin, Lointo, Kazela, Katter y Shiro fueron alcanzados por la explosión energética que destruyó todo a su paso. No hubo gritos, ni tiempo para reaccionar. El estallido de energía los desintegró, eliminando toda posibilidad de resistencia.
Solo Luci logró reaccionar a tiempo. En el último segundo, justo antes de ser alcanzada por la devastadora explosión, dio un salto desesperado. El impulso la alejó de la zona de impacto justo a tiempo, y logró esquivar el ataque fatal que acabó con sus compañeros.
Desesperada y con el corazón acelerado, Luci aterrizó a una distancia segura, observando cómo sus compañeros habían caído uno tras otro. Estaba sola, pero sabía que la batalla aún no había terminado, y que, de alguna manera, debía sobrevivir para vengar sus muertes.
Luci, jadeando y con su cuerpo adolorido, observó a sus enemigos con una mezcla de rabia y desesperación. A pesar de las heridas que había sufrido y de la magnitud del poder de sus oponentes, no podía rendirse. Cada movimiento le dolía, pero su determinación seguía firme. Sabía que sus compañeros habían caído, pero al menos debía hacer que su sacrificio no fuera en vano.
Kazran, Mortis, Neron, Drakar, Zalek, Fati, Selene, Astar, Nyxa y Veera la miraban con una indiferencia cruel, como si Luci no fuera más que una molestia a la que aún no habían terminado de eliminar. No mostraban ni una pizca de compasión ni respeto por los caídos. Parecía que para ellos, matar era simplemente una tarea que debían completar, y Luci era la próxima en la lista.
Apretando los puños, Luci tomó una decisión. Si tenía que morir, lo haría llevándose al menos a uno de ellos consigo. Cerró los ojos por un breve instante, concentrando la poca energía que le quedaba en un último y desesperado ataque. "Aunque sea uno", murmuró, sintiendo cómo sus poderes comenzaban a fluir a través de su cuerpo.
Con un grito de furia, se lanzó hacia ellos, enfocando toda su fuerza en un solo objetivo: Veera. Sabía que no podía enfrentarse a todos al mismo tiempo, así que concentró su ataque en la que parecía ser una de las más vulnerables. Luci invocó una esfera de energía brillante en sus manos, su poder concentrado al máximo. Con un salto, se abalanzó hacia Veera, dispuesta a dar su vida para acabar con la suya.
Pero antes de que su ataque pudiera hacer contacto, Kazran y Mortis se movieron con una rapidez aterradora, interponiéndose en su camino. Kazran bloqueó el ataque de Luci con facilidad, y Mortis, con un movimiento cruel y certero, la golpeó en el costado, enviándola al suelo.
Luci se retorció de dolor, pero no se rindió. Intentó levantarse una vez más, pero esta vez fue Neron quien se acercó, pisando su espalda y forzándola a quedarse en el suelo. La presión aumentaba sobre ella, y supo que sus intentos habían sido en vano.
Astar y Selene se rieron entre dientes mientras observaban la escena, sin mostrar el más mínimo remordimiento. Zalek, con una fría sonrisa, observaba desde atrás, mientras Nyxa y Fati la rodeaban, listos para acabar con lo poco que quedaba de Luci.
Con su energía agotada y sin más fuerzas para luchar, Luci cerró los ojos. Había fallado, pero al menos había peleado hasta el final.
Veera se acercó a ella con lentitud, mirando a Luci desde arriba con una expresión de desdén. "Esto se acabó", dijo con voz gélida, antes de preparar el ataque final.
Pero en el último momento, justo cuando todo parecía perdido, un destello de luz interrumpió la escena, iluminando el lugar con una energía nueva.
José, el hijo pequeño de Luci, corrió lo más rápido que sus pequeñas piernas le permitían. Había estado escondido, observando desde la distancia cómo su madre luchaba valientemente contra aquellos monstruos. Con lágrimas en los ojos, sabía que no podía quedarse de brazos cruzados. El miedo lo consumía, pero el amor por su madre era más fuerte que cualquier temor.
Al llegar cerca del campo de batalla, José tropezó y cayó al suelo, pero no dejó que eso lo detuviera. Se levantó, aunque sus rodillas temblaban, y corrió de nuevo, esta vez con más desesperación, hasta alcanzar el cuerpo debilitado de su madre. Se resbaló en el último tramo y cayó junto a ella, el impacto sacudiendo su pequeño cuerpo. Pero rápidamente se puso de pie, respirando con dificultad, y se colocó junto a Luci, extendiendo sus brazos como si pudiera protegerla de alguna manera.
Kazran, Mortis, Neron, Drakar, Zalek, Fati, Selene, Astar, Nyxa y Veera lo miraron con incredulidad. La escena parecía casi irreal: un niño pequeño, frágil e indefenso, desafiando a los más poderosos guerreros en un intento desesperado por salvar a su madre. La sonrisa cruel de Veera se desvaneció por un momento, sorprendida por la valentía irracional del niño.
"¡No le hagan daño!" gritó José, su voz temblando pero firme. "¡Es mi mamá, no la toquen!"
Luci, apenas consciente, sintió la presencia de su hijo a su lado y su corazón se rompió. Trató de mover sus brazos para alejarlo, pero el dolor era insoportable. "José... aléjate... por favor..." susurró con dificultad, las lágrimas llenando sus ojos al darse cuenta de la impotencia de la situación.
Mortis se rió en voz baja, su mirada fría y despectiva. "¿Crees que un niño puede detenernos? Qué patético."
Neron, con su rostro lleno de oscuridad, asintió lentamente. "Es solo un niño, pero... quizás sea mejor que acabe con esto de una vez. Así será más rápido."
José, a pesar de su miedo, no se movió. Su pequeño cuerpo temblaba, pero sus pies se plantaron firmes en el suelo. "No... ¡no los dejaré!"
Justo cuando Neron levantó su mano, dispuesto a lanzar el golpe final, algo cambió en el aire. Una presión se sintió en el ambiente, y los hermanos de Daiki se detuvieron por un segundo, mirando a su alrededor con cautela. Un sonido sutil, casi imperceptible, llenó el espacio, y de repente una figura apareció entre ellos. Era una figura envuelta en luz y poder, alguien que ninguno de ellos había sentido antes.
Una energía poderosa rodeaba a José, una especie de aura brillante que no provenía de su propio ser, sino de algo o alguien más.
José, aunque solo era un niño, actuó impulsado por una fuerza inexplicable. Con sus ojos llenos de determinación, apretó los puños, su pequeña figura rodeada por una energía misteriosa que parecía protegerlo. Sin pensarlo, se lanzó hacia Neron, su cuerpo movido por un instinto casi sobrenatural.
El golpe fue inesperado. Con toda su fuerza, José lanzó un puñetazo directo al estómago de Neron. Al impactar, el cuerpo de Neron se estremeció, su rostro mostró una sorpresa total mientras el aire se le escapaba del pecho, como si hubiera sido golpeado por algo mucho más poderoso de lo que cualquier niño debería ser capaz de hacer.
Neron retrocedió, su mano sobre el lugar donde había sido golpeado, jadeando por aire, incapaz de comprender lo que acababa de suceder. "¿Cómo...?" murmuró, incrédulo. Sus ojos se llenaron de furia al sentir la humillación de haber sido herido por un simple niño.
Los demás hermanos, Kazran, Drakar, y el resto, se detuvieron un momento, desconcertados. No podían creer lo que veían. Un niño había logrado lo que muchos no podrían: hacer tambalear a uno de los más fuertes entre ellos.
Luci, todavía en el suelo, apenas podía creer lo que estaba viendo. Su hijo, pequeño e indefenso, había golpeado a Neron, uno de los seres más poderosos que ella conocía. El miedo por la seguridad de José seguía latente, pero ahora algo más se encendía en su corazón: esperanza.
Neron, recuperando algo de su compostura, apretó los dientes y levantó una mano, dispuesto a acabar con José de una vez por todas. "Maldito mocoso..." siseó con odio, listo para contraatacar.
Sin embargo, la energía alrededor de José creció aún más, brillando con una intensidad mayor, como si algo o alguien lo estuviera protegiendo desde las sombras.
Neron, furioso y humillado, rugió con frustración. "¡¿Me va a ganar un niño?! ¡Me va a ganar un niño!" Su rostro enrojecía de ira mientras trataba de recuperar su postura. La risa burlona de Drakar, que resonaba desde un rincón cercano, solo lo enfurecía más. "¡Drakar, deja de reírte, cabrón!" gritó Neron, mirando a su hermano con una mezcla de rabia y vergüenza.
Drakar, aún con una sonrisa, levantó las manos en señal de rendición. "Lo siento, hermano, es solo que... un niño te dejó sin aliento," dijo con sorna, sin poder contener otra carcajada. La tensión entre los hermanos se sentía en el aire, pero ninguno de ellos subestimaba ya al pequeño José.
Neron, lleno de ira, avanzó hacia José, quien aún lo miraba con sus ojos llenos de determinación, como si nada ni nadie pudiera detenerlo. La energía alrededor del niño seguía creciendo, como una barrera invisible que desafiaba la lógica y las expectativas de todos.
Luci, observando la situación, sentía su corazón latir con fuerza, debatiéndose entre el miedo por su hijo y el asombro de ver lo que estaba ocurriendo. Sabía que Neron no se iba a detener fácilmente, pero también notaba que algo había cambiado en José. Algo más poderoso que cualquier técnica que hubiera visto antes.
"Voy a hacerte pedazos," gruñó Neron, preparándose para atacar nuevamente, mientras Drakar observaba con una sonrisa burlona, disfrutando de la escena caótica que se desarrollaba frente a él.
Kazran, Mortis, Neron, Drakar, Zalek, Fati, Selene, Astar, Nyxa, y Veera se lanzaron como una tormenta imparable sobre el pequeño José. Cada uno de ellos, maestros de la velocidad y la fuerza, descargaron una furia combinada sobre el niño. Los golpes volaron con una rapidez devastadora, impactando en el cuerpo de José como un diluvio incesante de destrucción.
José, a pesar de su coraje y determinación, no pudo resistir la brutalidad del ataque. Fue lanzado con fuerza contra un muro, el impacto quebrando la piedra a su alrededor, y luego arrastrado de nuevo al suelo con una violencia aterradora. Su cuerpo golpeó el piso con tal fuerza que el sonido resonó como un trueno, dejando a José herido y debilitado, respirando con dificultad.
Los hermanos lo rodearon, sus miradas frías y calculadoras, sin mostrar la más mínima compasión. Para ellos, José no era más que un obstáculo, una molestia que debía ser eliminada.
Luci, que había sido testigo de todo, gritó en desesperación al ver a su hijo siendo atacado de manera tan despiadada. "¡José!" Su voz se quebró de angustia, pero no se atrevía a moverse, sabiendo que cualquier intento de intervención sería inútil contra la fuerza abrumadora de los diez hermanos.
Kazran fue el primero en hablar, con una voz carente de emoción. "Este niño fue valiente, pero la valentía no gana batallas."
Neron, aún enfurecido por la humillación anterior, escupió al suelo cerca de José. "Vamos a terminar con esto. No más juegos."
Neron, con una fría indiferencia en su mirada, lanzó su mano hacia el pecho de José, decidido a acabar con la vida del niño de una vez por todas. Pero en el último segundo, Luci, en un acto desesperado de amor maternal, se interpuso entre su hijo y el ataque mortal. El brazo de Neron perforó tanto a Luci como a José, atravesando sus cuerpos con una fuerza devastadora.
Luci soltó un jadeo ahogado, sus ojos llenos de dolor y tristeza mientras su vida se escapaba rápidamente. Ella había hecho lo impensable, sacrificando su propia vida para proteger a su hijo, pero aun así, no había podido evitar el destino trágico de José. Ambos cayeron al suelo, sus cuerpos inmóviles, mientras la sangre manaba de la herida fatal.
Neron observó la escena en silencio, con un aire de cansancio y desapego. Sacó su mano ensangrentada de los cuerpos sin mostrar una pizca de remordimiento. "Tanta lucha para nada", dijo en un susurro, suspirando mientras limpiaba la sangre de sus dedos.
Los demás hermanos permanecieron en silencio, contemplando la escena con la misma falta de emoción. Para ellos, esto no era más que otro obstáculo eliminado en su camino.
"Sigamos," dijo Kazran con un tono firme. "No podemos perder más tiempo aquí."
Sin más palabras, los diez hermanos continuaron su avance, dejando atrás los cuerpos de Luci y José, sin mirar atrás, mientras la tragedia se cernía sobre el campo de batalla.
José del futuro, un hombre poderoso y con una conexión espiritual profunda con su madre, sintió una punzada indescriptible en su pecho. A pesar de estar a miles de kilómetros de distancia, un frío vacío se apoderó de él cuando el vínculo que compartía con Luci se desvaneció abruptamente. Su respiración se cortó por un instante, y sus ojos se abrieron de par en par al comprender lo que había ocurrido. Su madre, junto a su yo más joven, habían sido asesinados.
El dolor lo invadió, pero no era solo tristeza, sino también una ira que crecía dentro de él como un fuego incontrolable. José del futuro se levantó, temblando por la mezcla de emociones que le recorrían el cuerpo. "No..." murmuró con la voz rota, sabiendo que ya era demasiado tarde para cambiar lo que había sucedido. Apretó los puños, su aura comenzando a brillar con una intensidad abrumadora, mientras la determinación se apoderaba de su ser. "Los hermanos... pagarán."
A la distancia, tanto Rigor como Victor sintieron el cambio en el aire. Había una perturbación que no podían ignorar. Ambos, veteranos en batallas que superaban los límites del tiempo y el espacio, comprendieron que algo catastrófico había ocurrido. No era solo la muerte de una guerrera; era algo mucho más profundo, algo que afectaba el tejido de la realidad misma.
Rigor, con los sentidos agudizados por años de entrenamiento y experiencia, cerró los ojos por un momento, tratando de encontrar una explicación en medio del caos. "Luci..." murmuró, sintiendo el eco de su desaparición. Era como si una chispa de esperanza se hubiera apagado en un mundo que ya de por sí estaba cubierto de oscuridad.
Victor, por su parte, mantenía su rostro tenso. Su mirada ardía con una mezcla de furia y tristeza, consciente de que esta pérdida podría cambiar el rumbo de todo. Sus puños se cerraron con fuerza, sintiendo el impulso de venganza arder en su interior. Aunque había visto incontables muertes, esta le pesaba de una manera distinta. "No dejaremos que esto quede así," dijo, su voz ronca pero firme, mientras sus ojos buscaban el horizonte, sabiendo que pronto tendrían que enfrentarse a los responsables.
Daiki, quien ya había llegado junto a Victor, sintió una punzada similar. Aunque él no tenía la misma conexión emocional, podía notar el cambio en el aire, como si una energía vital se hubiera extinguido. Al observar a Victor, notó la seriedad en su rostro y comprendió la gravedad de lo que había sucedido. "¿Qué pasó?" preguntó con una mezcla de curiosidad y preocupación.
Victor, sin apartar la vista, respondió con voz firme: "Luci y José... han caído."
Daiki asimiló la noticia en silencio, su mente procesando rápidamente lo que eso significaba. Una tormenta de emociones cruzó por su rostro antes de que se disiparan en un semblante determinado. "Entonces no hay tiempo que perder. Vamos tras ellos."
El trío, ahora unido por una pérdida compartida y un deseo de venganza, se preparaba para la batalla final. Los hermanos que habían causado tanto sufrimiento pronto conocerían el poder de aquellos que habían sobrevivido y luchado por un mundo mejor.
Fin.