En el plano espiritual, el cielo se extendía como un vasto lienzo de calma y serenidad, donde la batalla en el mundo físico parecía un eco lejano. Zahid, Luna, Mahin, Marcos, Karla, Akaba, Lixy, Assath, Alpaca, Shyki, Fran, Sungonkun, Luci, José niño, Mariwiwi, María, Vicente, Rob, Tomi, Martín, Lointo, Kazela, Katter y Shiro habían llegado a este reino etéreo tras su trágica caída en el combate.
El plano espiritual era un lugar de paz y reflexión, con nubes suaves y un brillo dorado que envolvía todo en una luz cálida. Sin embargo, el aire estaba cargado de una energía palpable, marcada por el dolor y la lucha reciente. Las almas de los héroes caídos flotaban en un estado de conciencia elevada, observando el conflicto que aún se desarrollaba en el mundo físico.
Las almas de los caídos, aunque en calma en apariencia, estaban intrínsecamente conectadas con la batalla que continuaba más allá del velo de la vida y la muerte. La serenidad del plano espiritual contrastaba con la intensidad del combate en el mundo material, y las almas sabían que su destino aún estaba entrelazado con el de los vivos.
Desde el plano espiritual, las almas podían ver y sentir los esfuerzos de los héroes que aún luchaban contra las fuerzas de Yekun, Lucifer y Karla'k. Los héroes caídos sabían que su legado y el sacrificio que habían hecho estaban motivando a sus compañeros restantes a seguir luchando con más fervor.
Cada alma en el plano espiritual, aunque inmóvil, estaba imbuida de una energía espiritual que les permitía observar y sentir el flujo de la batalla, comprendiendo la importancia de su sacrificio y la determinación de los que seguían luchando por la justicia y la paz. Mientras esperaban, sus pensamientos estaban dirigidos a la esperanza de que sus compañeros pudieran prevalecer y superar las fuerzas oscuras que amenazaban con destruirlo todo.
En el reino de los cielos, un vasto y brillante plano espiritual, se alzaban impresionantes vistas de paz y luz. Tino, Maira, Colin, Franklin, Javier, Ushibaa, Palitogood, Trapecio, Amsel, Normado, Elisa, Asagi, Chomosukez, Spajit, Beasty, Kiara y Lulu estaban allí, observando en estado de asombro y confusión. La llegada repentina de Zahid, Luna, Mahin, Marcos, Karla, Akaba, Lixy, Assath, Alpaca, Shyki, Fran, Sungonkun, Luci, José niño, Mariwiwi, María, Vicente, Rob, Tomi, Martín, Lointo, Kazela, Katter y Shiro al reino de los cielos había alterado el equilibrio tranquilo del lugar.
Tino fue el primero en romper el silencio, mirando fijamente a la multitud recién llegada. "¿Qué está pasando aquí? No es posible que todos ustedes estén en el reino de los cielos, y menos José niño. ¿Acaso... están todos muertos?"
Maira, aún atónita, asintió lentamente mientras su mirada recorría los rostros familiares de aquellos que no esperaba ver en este lugar. "Esto no tiene sentido. Muchos de ellos deberían estar en el plano físico, luchando todavía. Si han llegado hasta aquí, algo muy grave ha pasado."
Colin frunció el ceño, mirando a José niño con una mezcla de incredulidad y compasión. "Un niño... aquí, en el reino de los cielos. ¿Cómo es posible? ¿Qué clase de batalla podría haber causado esto?"
Franklin dio un paso adelante, con los ojos llenos de preocupación. "Esto va más allá de cualquier cosa que hayamos visto antes. El hecho de que tantos de ellos estén aquí juntos... parece que hemos subestimado el verdadero alcance de la guerra allá abajo."
Javier, mientras miraba a Zahid y Luna entre los recién llegados, murmuró en voz baja: "Nunca pensé ver a Zahid aquí. Y Luna... ¿Cómo pudo suceder? Estaban entre los más fuertes."
Ushibaa, cruzando los brazos, añadió: "La presencia de José niño aquí es lo más inquietante. Esto no es solo una guerra común. Algo más está ocurriendo."
Palitogood asintió con gravedad. "No podemos quedarnos quietos. Si todos ellos han llegado aquí, significa que la situación ha alcanzado un punto crítico. Debemos hacer algo."
Trapecio, con una expresión seria, observó a los demás. "Quizás podemos ser de ayuda. No podemos quedarnos aquí sin hacer nada mientras ellos luchan por sus vidas."
Amsel, siempre pragmático, intervino. "Lo que estamos viendo es una señal clara de que el destino de todos está en juego. No podemos quedarnos al margen."
Normado, con los puños apretados, exclamó: "No sé qué pasó allá abajo, pero no me quedaré de brazos cruzados. Tenemos que actuar."
Elisa, con una mezcla de tristeza y determinación, añadió: "Deben estar agotados. Mira sus rostros... apenas han llegado aquí y ya parecen haber pasado por un infierno."
Asagi observó detenidamente a la multitud. "Este no es un lugar para muchos de ellos. Esto significa que la batalla ha tomado un giro más oscuro de lo que pensábamos."
Chomosukez, con una mirada fija en los recién llegados, comentó: "Tenemos que averiguar cómo llegaron aquí y por qué. Puede que tengamos la clave para ayudarlos."
Spajit, mirando a sus compañeros con dureza, dijo: "No podemos perder el tiempo con preguntas. Lo que sea que haya pasado, debemos enfrentarlo y luchar. No es el momento de dudar."
Beasty, algo desconcertada, agregó: "Esto es más grande de lo que imaginaba. ¿Qué deberíamos hacer ahora?"
Kiara, siempre serena, comentó: "Debemos mantener la calma. Unirnos y entender lo que está sucediendo aquí. Nuestra unión será crucial en lo que venga."
Lulu, observando a José niño, dijo con una voz suave: "Ver a un niño aquí es un recordatorio de todo lo que está en juego. No podemos permitir más pérdidas así."
Mientras tanto, del otro lado, Zahid, con el ceño fruncido, dijo: "No estamos aquí por elección. Algo nos trajo a todos de golpe... La batalla ha alcanzado proporciones impensables."
Luna, con los ojos entrecerrados, respondió: "Hay una razón por la que estamos aquí. No llegamos por error. Algo nos ha convocado."
Mahin, siempre reflexivo, comentó: "Nuestra llegada aquí puede ser una advertencia. Algo mucho más grande está por venir."
Marcos, aún recuperándose del impacto, asintió. "Sí, nuestra presencia aquí no es accidental. Este es solo el principio de algo más grande."
Karla, mirando a sus compañeros, añadió: "No podemos quedarnos quietos. La guerra continúa allá abajo. Y si estamos aquí, significa que algo muy malo está a punto de suceder."
Akaba, con determinación, dijo: "Debemos encontrar respuestas rápido. No podemos perder tiempo aquí."
Lixy, con una mirada de preocupación, agregó: "Nos necesitan allá afuera. Lo que sea que esté sucediendo, no podemos quedarnos aquí sin hacer nada."
Assath, con firmeza, dijo: "Nuestra llegada al reino de los cielos no es el final. Puede que sea el comienzo de algo aún más grande."
Alpaca, con una sonrisa esperanzadora, comentó: "Siempre hay una manera de hacer una diferencia. Tenemos que mantener la esperanza."
Shyki y Fran, mirando a los demás, dijeron al unísono: "Estamos listos para lo que venga. No importa lo que enfrentemos, no nos detendremos."
Sungonkun, con una expresión seria, comentó: "Este es solo otro obstáculo. Superamos esto juntos."
Luci, mirando con tristeza a su hijo, le dijo suavemente: "José... no debería haberte traído aquí. Lo siento tanto."
José niño, aunque cansado, le devolvió la mirada con determinación. "No te preocupes, mamá. Lucharemos juntos. No importa lo que venga."
Mariwiwi, con una mirada firme, añadió: "Esto no puede ser el final. Tenemos que encontrar una solución. Lo haremos juntos."
María, temblando un poco, comentó: "Hemos sufrido demasiado. No dejaremos que todo esto sea en vano."
Vicente, con voz decidida, dijo: "Estamos aquí por una razón. Lucharemos hasta el final."
Rob, con el ceño fruncido, agregó: "No hay vuelta atrás. Lo que enfrentemos, lo haremos como un equipo."
Tomi, con una expresión de resolución, comentó: "Nuestra llegada aquí es solo el inicio de algo más grande. Debemos estar preparados."
Martín, asintiendo, añadió: "La unidad es lo que nos llevará a la victoria. No podemos permitir que la oscuridad gane."
Lointo, con una sonrisa de esperanza, comentó: "Siempre hay una salida. Juntos, encontraremos el camino."
Kazela, con una mirada firme, concluyó: "La lucha aún no ha terminado. Y no nos rendiremos."
Katter y Shiro, mirándose mutuamente, dijeron en voz baja: "Estamos listos para lo que venga. No importa lo difícil que sea, lucharemos."
Con la llegada de tantos aliados al reino de los cielos, las fuerzas estaban más unidas que nunca. Cada uno sabía que el destino del universo pendía de un hilo, y que, juntos, debían encontrar una manera de enfrentarse a lo que estaba por venir.
El ambiente en el Reino de los Cielos se volvió aún más solemne y majestuoso cuando un destello de luz divina envolvió a los recién llegados. Todos quedaron en silencio absoluto, sin atreverse a moverse, cuando vieron una figura imponente y radiante aparecer ante ellos. Jehová, el Dios Todopoderoso, se manifestó en medio de un resplandor de pureza, rodeado de ángeles con espadas de fuego que lo protegían, formando una barrera sagrada a su alrededor.
Los ángeles, de alas enormes y resplandecientes, permanecían vigilantes a su lado, irradiando poder y santidad. Sus ojos brillaban como estrellas, y cada uno empuñaba una espada de luz pura, listos para defender a su Señor. La presencia divina de Jehová llenó el lugar con una energía abrumadora, y todos los que estaban presentes, desde Tino hasta los más jóvenes como José niño, sintieron cómo el poder celestial les atravesaba el alma.
Jehová habló con una voz que resonó como truenos, pero también con una suavidad infinita, haciéndoles entender el propósito de su llegada al reino de los cielos.
"Habéis sido traídos aquí, no por casualidad, sino por un designio mayor. Cada uno de vosotros ha sido testigo de las fuerzas que amenazan la creación misma, y vuestro valor os ha guiado hasta este lugar. Sin embargo, la batalla que está por librarse no es solo vuestra. Es una batalla por toda la existencia, por todo lo que es justo y verdadero."
Los ángeles a su lado asintieron, sus alas se expandieron como si estuvieran listos para desplegarse en cualquier momento. El reino de los cielos brillaba más intensamente, como si el mismo universo respondiera a la voluntad de Jehová.
"Mi creación está bajo ataque, no solo en el plano físico, sino también en el espiritual. Karla'k, Yekun, Lucifer y las fuerzas del mal han reunido su poder para destruir todo lo que es bueno. No estáis solos en esta lucha, porque en este lugar, estáis protegidos. Pero no olvidéis que la batalla aún no ha terminado."
Cada uno de los héroes, desde Zahid hasta los más jóvenes, escucharon atentamente. La magnitud de la situación comenzó a hacerse clara. No solo se enfrentaban a una guerra física, sino también a una guerra espiritual, donde las fuerzas del cielo y del infierno colisionarían en un enfrentamiento cósmico.
Luna, siempre valiente, fue la primera en hablar. "Jehová... estamos aquí, pero sentimos que la batalla allá abajo todavía nos necesita. ¿Cómo podemos luchar si estamos en este reino?"
Jehová, con una calma profunda, extendió su mano hacia ellos. "Vuestra presencia aquí no es el fin de vuestro camino. Cada uno de vosotros será enviado de vuelta, fortalecido con la luz celestial. Los ángeles que me protegen también protegerán a mis guerreros. Sois mis elegidos para esta batalla."
Mahin, siempre calculador, asintió en comprensión. "Entonces, no solo seremos meros soldados en esta guerra. ¿Nos has llamado a ser tus campeones?"
Jehová inclinó levemente la cabeza. "Así es. Pero no será una batalla fácil. Aquellos que se oponen a vosotros no son simples mortales. Lucifer, Yekun, y los demás, no cederán sin luchar. Sus fuerzas oscuras han crecido, pero el poder de la luz prevalecerá si lucháis con todo vuestro ser."
José niño, con una valentía que superaba su corta edad, dio un paso adelante. "No importa lo que enfrente, pelearé. No quiero que nada ni nadie sufra más."
Jehová miró al niño con bondad y sabiduría, su luz envolviéndolo como una bendición. "Tu corazón es puro, joven José. Y es ese mismo corazón el que te hará fuerte en esta batalla. No estás solo."
Los héroes sintieron una nueva energía recorriéndolos, una luz que fortalecía su espíritu y sanaba sus heridas. Cada uno de ellos sabía que, aunque la batalla sería dura, contaban con el poder de Jehová y de los ángeles para guiarlos.
Tino miró a sus compañeros, sus ojos llenos de una nueva determinación. "Hemos pasado por mucho, pero si luchamos juntos y con el respaldo de Jehová, sé que podemos derrotar a esos demonios."
Colin, asintiendo con firmeza, añadió: "Sí. Esto va más allá de lo que hemos enfrentado antes, pero no retrocederemos ahora."
Jehová, con su semblante sereno pero lleno de preocupación, sabía que no podía revertir la situación. Las palabras que había dicho a los héroes eran un intento de mantener viva la llama de la fe, pero en el fondo, comprendía que las cosas habían llegado a un punto crítico. Con un suspiro profundo y resignado, formó en su mano una esfera de energía pura en forma de cristal y la lanzó al suelo, causando que la luz que emanaba iluminara todo el Reino de los Cielos.
Mientras la luz del cristal se extendía por el entorno, dos figuras comenzaron a acercarse lentamente. Eran Ana y Manuel, los padres de Víctor, quienes caminaban hacia los amigos de su hijo con una expresión tranquila pero solemne en sus rostros. Su aparición, sin embargo, sorprendió a todos. Ellos no esperaban encontrarse con los progenitores de Víctor en un lugar como ese.
"Un gusto", dijo Manuel, con una voz cálida pero firme mientras él y Ana se detenían frente a los héroes. La calma que emanaban parecía contrastar con la incertidumbre del momento.
Los amigos de Víctor, aún desconcertados por todo lo que había sucedido, se quedaron mirándolos, sin saber cómo reaccionar. María, con su típico sentido de curiosidad y bondad, fue la primera en acercarse, observando con atención a los padres de su amigo. Luci, siempre perspicaz, los miraba con una mezcla de admiración y cautela. José niño, pequeño pero valiente, simplemente los observaba en silencio, sintiendo una conexión más allá de lo que sus palabras podían expresar.
Jehová, viendo la confusión y curiosidad en los rostros de los héroes, decidió intervenir para aclarar la situación. Dio un paso adelante, su aura divina rodeándolo, mientras los ángeles que lo escoltaban permanecían a su lado.
"Permítanme presentarles a Ana y Manuel", dijo Jehová con una voz suave pero imponente, señalando a las dos figuras que acababan de aparecer. "Ellos son los padres de Víctor."
Luci, que hasta ese momento había estado observando en silencio, levantó una ceja de sorpresa. No sabía nada de los padres de Víctor y se preguntaba cómo encajaban en todo lo que estaba ocurriendo. Dio un paso adelante, mirándolos con una mezcla de curiosidad y respeto. "¿Los padres de Víctor?", preguntó, casi para sí misma. "No sabía que estaban aquí."
Jehová asintió y le dedicó una mirada tranquila. "Han venido porque, aunque no puedan luchar junto a él, su amor y apoyo son una fuerza que lo guía en su batalla."
María, por otro lado, ya conocía sobre Ana y Manuel. Había oído a Víctor hablar de ellos antes, en conversaciones privadas donde compartía su historia y los recuerdos de su familia. Sonriendo cálidamente, se adelantó y los saludó con respeto. "Es un honor verlos aquí, Ana, Manuel", dijo María, inclinando ligeramente la cabeza. "Víctor siempre ha hablado de ustedes con tanto cariño."
Ana le devolvió la sonrisa a María, mientras Manuel asintió en reconocimiento. "Gracias, María", dijo Ana con un tono suave y afectuoso. "Sabemos cuánto significan ustedes para nuestro hijo. Y aunque no estemos físicamente con él, nuestro espíritu y amor siempre lo han acompañado, incluso en las batallas más difíciles."
Luci, aún tratando de procesar toda la información, miró a Jehová de nuevo. "¿Qué significa esto para nosotros? ¿Por qué están aquí ahora?"
Jehová observó a Luci con comprensión. "Están aquí porque, en este momento crítico, la fe y el amor de quienes rodean a Víctor pueden ser el empujón que necesita para superar lo que está por venir. Ustedes también son parte de eso, son la razón por la que él lucha."
José niño, que había estado en silencio, miró a Ana y Manuel con ojos brillantes y curiosos. "¿Creen que mi papá podrá ganar?", preguntó, su voz llena de esperanza e inocencia.
Manuel se arrodilló suavemente frente a José niño, poniéndose a su altura. "Víctor nunca ha dejado de luchar por aquellos que ama, y nunca lo hará. Mientras su corazón siga lleno de fe y amor, siempre encontrará una manera de ganar, incluso cuando parezca imposible."
Ana asintió, con una mirada cálida dirigida al pequeño. "Tú también eres parte de esa fuerza que lo impulsa, José. Víctor sabe que no está solo, y eso le da el poder para seguir adelante."
María, al escuchar esto, sintió una gran paz y confianza en el amor de los padres de Víctor. "Eso es lo que siempre nos ha inspirado de él", dijo María, mirando a Luci y a los demás. "Víctor siempre ha peleado con el corazón, nunca por sí mismo, sino por aquellos que le importan."
Jehová observaba la escena con atención, su preocupación todavía latente, pero al ver cómo los héroes comenzaban a comprender la profundidad de la situación, supo que había esperanza. Aunque no podía enviar a los héroes de vuelta al plano terrenal, sabía que la fe que habían cultivado podría ser el arma más poderosa en las batallas por venir.
Ana y Manuel permanecieron cerca de los amigos de su hijo, sus rostros llenos de amor y orgullo por el hombre que Víctor se había convertido. Y aunque no podían luchar en cuerpo junto a él, su presencia espiritual era una fuente de consuelo y fortaleza.
Jehová, mirando al grupo reunido, habló una vez más. "La batalla que viene será difícil, y el destino ya está escrito en algunas cosas. Pero recuerden que mientras el amor y la fe permanezcan en sus corazones, siempre habrá una luz que los guíe, incluso en la oscuridad más profunda."
Con esas palabras, la tensión en el aire comenzó a disiparse, aunque la misión que tenían por delante aún pesaba en sus corazones. Los héroes, fortalecidos por el amor y la presencia de los padres de Víctor, sabían que la lucha continuaría. Pero ahora, tenían una nueva fuente de esperanza que les impulsaba a seguir adelante.
Luci, con una suave sonrisa en su rostro, se agachó para quedar a la altura de su hijo José. Con ternura, acarició su cabello y lo atrajo hacia ella en un cálido abrazo. Su mirada, llena de amor y nostalgia, reflejaba el profundo respeto que siempre había tenido por Víctor.
"Tú padre", dijo en un tono calmado, "siempre ha ganado los combates. No importa lo difíciles que hayan sido las batallas, siempre ha encontrado la manera de salir victorioso."
José, con sus ojos brillando de admiración, miró a su madre mientras se acurrucaba en sus brazos. "¿Crees que también ganará esta vez, mamá?" preguntó con un toque de preocupación en su voz.
Luci le dio un beso en la frente y sonrió con convicción. "Lo sé, José. Tu padre es un guerrero como pocos. Pelea no solo por él, sino por todos nosotros. Y cuando se lucha con amor y fe, como él lo hace, no hay fuerza en este mundo ni en el otro que pueda detenerlo."
José asintió, sintiendo el consuelo de las palabras de su madre. Aunque sabía que las próximas batallas serían difíciles, también entendía que su padre no luchaba solo. Su familia y sus amigos estaban a su lado, tanto en espíritu como en acción.
Mientras tanto, el combate se volvía cada vez más intenso. Todos los presentes, incluidos los ángeles y aquellos que habían llegado al reino de los cielos, se acercaron a observar la batalla. La tensión en el ambiente era palpable. Víctor, de pie en medio del campo de batalla, mostraba una sonrisa desafiante, a pesar de estar gravemente herido. Había perdido un ojo, y la sangre fluía de su boca, ojos y nariz, pero su determinación seguía intacta.
A su alrededor, Daiki, el Víctor humano, el Víctor con halo, José del futuro, Derek, y Rigor se enfrentaban ferozmente a Yekun, Lucifer, y Karla'k. Cada golpe resonaba con una fuerza que sacudía el mismo suelo celestial. Las energías que los envolvían eran de una magnitud aterradora, como si la batalla fuera entre deidades en lugar de simples mortales.
Yekun, con su poder destructivo, lanzaba ataques cargados de energía oscura, mientras Lucifer, con su fría presencia, intentaba tomar ventaja con cada movimiento. Karla'k, a pesar de la ferocidad con la que lo atacaban, seguía resistiendo, buscando una brecha para lanzar un golpe definitivo.
"¡No podemos dejarlos ganar!" gritó Daiki, mientras golpeaba con una explosión de energía a Yekun, quien apenas lograba esquivarlo.
Rigor, utilizando su agilidad, esquivaba los ataques de Lucifer, lanzando golpes precisos y brutales. "¡Nos quedan fuerzas, no aflojen!", gritó, intentando mantener el ánimo del equipo alto.
José del futuro, con la mirada enfocada, intentaba aprovechar cualquier error en las defensas de Karla'k. "¡Este monstruo tiene que caer hoy!" exclamó, lanzando un golpe cargado de energía pura.
Víctor, a pesar de sus heridas, seguía luchando con una fiereza inhumana. Su sonrisa, bañada en sangre, era un símbolo de su determinación. "Ya estamos cerca", murmuró entre dientes. "Uno a uno, caerán."
El Víctor con halo se acercó a su versión herida, lanzándole una mirada cómplice. "No estás solo, pelearemos juntos hasta el final."
La batalla era encarnizada, y todos sabían que el desenlace estaba próximo. Cada segundo contaba, y el destino de todos dependía de quién prevaleciera en esta batalla.
Karla'k aprovechó un momento de distracción en la batalla. Con una velocidad aterradora, se lanzó directamente hacia Daiki, su propio hijo, rompiendo las defensas que lo rodeaban. Antes de que alguien pudiera reaccionar, su mano atravesó el pecho de Daiki, arrancando a Konan, la entidad que residía dentro de él, del interior de su cuerpo. Daiki, sorprendido y gravemente herido, escupió sangre mientras sentía el dolor desgarrador que invadía su pecho.
Daiki, respirando con dificultad, levantó la mirada hacia Karla'k. Sus ojos, llenos de dolor y confusión, buscaban alguna explicación. "¿Por qué...?", murmuró con voz entrecortada, tratando de mantener la compostura a pesar de la agonía. "¿Por qué... haces esto, padre?"
Karla'k, con la fría mirada que lo caracterizaba, sostenía a Konan en su mano, sin mostrar ni una pizca de remordimiento. "Porque esto es lo que debe hacerse", respondió, su voz dura y distante. "Tu debilidad es un obstáculo. Siempre lo fue."
El corazón de Daiki se rompía, no solo por el dolor físico que lo consumía, sino también por las palabras de su propio padre. "Nunca fui suficiente... para ti, ¿verdad?", dijo entre jadeos, sus manos temblando mientras trataba de sostenerse en pie. La sangre manchaba el suelo mortal bajo sus pies.
Víctor, viendo la brutal escena, sintió una ola de furia incontrolable. Su mirada se tornó oscura, sus músculos se tensaron aún más, y el fuego que lo envolvía creció, iluminando su figura herida. "¡Karla'k!", rugió Víctor, su voz resonando en todo el campo de batalla. "¡Eso fue tu último error!"
Rigor y José del futuro intentaron acercarse rápidamente a Daiki, pero Karla'k se mantenía firme, bloqueando su avance, listo para defenderse de cualquier ataque.
Daiki, débil, intentó alzar la mano hacia su padre, sus palabras apenas audibles. "Aun... así, siempre quise... que me vieras como tu hijo", dijo con lágrimas en los ojos, antes de desplomarse lentamente al suelo.
Daiki, en sus últimos momentos, miró a su padre con ojos llenos de tristeza y resignación. Sentía cómo la vida se escapaba de su cuerpo, pero antes de sucumbir completamente, reunió sus últimas fuerzas para decir las palabras que siempre había guardado en lo más profundo de su corazón.
"Yo... siempre quise... que estuvieras... orgulloso de mí", susurró, con la voz quebrada, mientras su cuerpo comenzaba a desintegrarse lentamente. La energía oscura y desconocida que Karla'k había aplicado empezaba a borrar su existencia, consumiendo cada partícula de lo que alguna vez fue Daiki.
Karla'k no mostró emoción alguna. Se mantuvo frío y distante mientras el cuerpo de su hijo era borrado por completo del plano de la realidad. Lo único que quedaba era el eco de las últimas palabras de Daiki resonando en el aire, una declaración final de amor y dolor que Karla'k, cegado por su poder y ambición, jamás comprendería.
Víctor observaba la escena con incredulidad. La rabia lo consumía de una manera que no había experimentado antes. Gritó el nombre de Daiki mientras veía cómo su cuerpo desaparecía, impotente para salvarlo. Los otros héroes, Rigor, José del futuro, Derek y los dos Victor alternos, también quedaron congelados por un instante, shockeados por lo que acababa de ocurrir.
El sacrificio de Daiki no solo era una tragedia para ellos, sino una demostración del extremo al que Karla'k estaba dispuesto a llegar. "¡Karla'k!", gritó Víctor con una furia imparable, "¡Has cruzado una línea que jamás podrás deshacer!"
Con la desaparición de Daiki, el ambiente se cargó de tensión. La ira de los héroes, especialmente la de Víctor, alcanzó un nuevo nivel. El genocida que había despertado en el pasado volvió a surgir, más peligroso y determinado que nunca.
Mientras las energías de los guerreros se elevaban, Karla'k observaba con su fría indiferencia, preparándose para la inminente batalla que ahora estaba completamente personal.
Victor, cegado por la rabia, no perdió un segundo. Se lanzó hacia Karla'k con una velocidad imparable, agarrándolo del rostro con una fuerza descomunal. "¡Esto es por Daiki!", rugió mientras lo arrastraba brutalmente contra el suelo. Los escombros volaban en todas direcciones mientras el cuerpo de Karla'k rompía el suelo, edificios y cualquier estructura que se interpusiera en su camino.
Con cada metro que avanzaban, la velocidad de Victor aumentaba, y la destrucción se hacía más evidente. Karla'k, aunque poderoso, no podía liberarse del agarre implacable de Victor. El suelo se agrietaba a su paso, los edificios colapsaban, y las ondas de choque de cada impacto resonaban como truenos en el aire.
El odio en los ojos de Victor era palpable, su energía ardía a niveles que superaban cualquier límite. "¡No mereces llamarte padre!", gritó, estrellando a Karla'k con una fuerza devastadora contra una montaña cercana, causando una explosión de rocas y polvo. El impacto sacudió la tierra, y la montaña se desmoronó parcialmente.
Karla'k, herido y aturdido, intentaba recomponerse, pero Victor no le dio tregua. "¡Te haré pagar por cada vida que has arrebatado, por cada gota de sangre derramada!", declaró, su voz cargada de furia y dolor. Victor levantó a Karla'k nuevamente, preparándose para lo que parecía ser el golpe final.
"Esto... es solo el comienzo", murmuró Victor, mientras las llamas negras de su ira y poder comenzaban a rodear su cuerpo, formando una gigantesca esfera de energía alrededor de ambos, lista para desatar su poder más temible sobre Karla'k.
Victor, en su máxima expresión de ira, liberó una explosión de energía que sacudió el terreno a su alrededor, pero incluso con todo su poder, aún no lograba superar a Karla'k. Aún así, no se detuvo. Con cada golpe que lanzaba, la furia de Victor se sentía más intensa, como si cada impacto estuviera cargado con el peso de su dolor y rabia.
"¡Te lo juro, Karla'k! ¡Aunque tenga que destruir cada célula de tu cuerpo, te haré pagar por lo que hiciste a Daiki!" gritaba Victor con cada puñetazo que conectaba. Sus golpes eran tan rápidos y feroces que el aire mismo parecía vibrar y arder a su alrededor.
Karla'k, aunque seguía siendo formidable, comenzó a tambalearse bajo el embate incesante de Victor. Sus defensas se debilitaban, y a pesar de que era más poderoso, los golpes de Victor eran diferentes esta vez. Cada golpe que recibía lo hacía retroceder, no solo por la fuerza física, sino por la determinación implacable de Victor, impulsada por la rabia de un padre que perdió a su hijo.
"¡No te detendrás, pero yo tampoco!" rugió Victor, su rostro desfigurado por el odio. Sus puños, cubiertos de sangre y energía, seguían cayendo como martillos sobre Karla'k, que aunque intentaba defenderse, no podía contrarrestar la furia desenfrenada que lo rodeaba.
Karla'k intentó contragolpear, lanzando una descarga de energía que explotó a su alrededor, pero Victor la atravesó sin detenerse, su piel quemada y su cuerpo magullado. "¡Esto no es suficiente!
Yekun y Lucifer, viendo la devastación que Victor había causado, decidieron actuar con fuerza total. Primero, se lanzaron contra José del futuro y Rigor. Con una brutal sincronización, desintegraron a ambos, sus cuerpos desapareciendo en una ráfaga de energía destructiva.
Mientras Victor luchaba con Karla'k, la desesperación y la furia en sus ojos, sintió el impacto devastador de la pérdida. Yekun y Lucifer no se detuvieron ahí; se dirigieron a Derek, el androide que había estado luchando a su lado. Con una precisión cruel, perforaron el cuerpo robótico de Derek. La energía se concentró en el núcleo esférico que era su corazón, y lo lanzaron al suelo con fuerza, destruyendo el núcleo y acabando con la vida de Derek.
Los dos Víctor del portal no pudieron evitar la devastación que se desató a su alrededor. Uno de ellos, el Victor humano, fue impactado por una serie de ataques combinados. El otro, el Victor con halo, fue arrastrado por una explosión de energía que lo desintegró junto con su forma física. Ambos sucumbieron ante la furia de los enemigos y la magnitud del ataque.
El campo de batalla quedó marcado por la brutalidad y la pérdida. Victor, aún enfrentando a Karla'k, sintió cómo la desesperanza y la furia se intensificaban, mientras sus aliados caían uno tras otro. La batalla se tornaba cada vez más oscura, y la desesperación de Victor crecía al ver cómo sus amigos y seres queridos eran eliminados en la lucha final.
Víctor se encontró en una situación desesperada: estaba solo en el combate, enfrentándose a Karla'k, Yekun y Lucifer. La intensidad de la batalla había alcanzado un punto crítico, con Víctor exhausto pero decidido a no rendirse.
Con sus aliados caídos y el campo de batalla en ruinas, Víctor respiraba pesadamente, su cuerpo herido y cubierto de cicatrices. A pesar de la gravedad de sus heridas, su mirada estaba llena de determinación y rabia. Sus enemigos, Karla'k, Yekun y Lucifer, se mantenían firmes, preparados para acabar con el último de los héroes.
Karla'k, con una sonrisa cruel en su rostro, se acercó a Víctor, mientras Yekun y Lucifer flanqueaban los lados, preparándose para el ataque final. Víctor, con su última reserva de energía, se preparó para darlo todo en ese enfrentamiento final. Sabía que no podía permitirse fallar; el destino de sus seres queridos y el futuro dependían de su capacidad para superar esta última prueba.
El combate se reanudó con una ferocidad implacable. Víctor, a pesar de su agotamiento, atacó con una fuerza renovada, desafiando a sus enemigos con cada golpe. Karla'k, Yekun y Lucifer respondieron con ataques coordinados, tratando de superar al héroe con su poder combinado.
El enfrentamiento era un torbellino de energía, fuego y destrucción, con Víctor dando cada gramo de su fuerza en un esfuerzo por salvar lo que quedaba de su mundo. La batalla continuó, una danza caótica entre la desesperación y la esperanza, mientras Víctor luchaba por la última vez contra los enemigos que habían traído tanto sufrimiento.
Chomosukez y Lulu, abrazados, observaban la esfera donde se libraba el combate final. El brillo de las energías y el caos del enfrentamiento reflejaban en sus ojos, mientras una mezcla de preocupación y esperanza se dibujaba en sus rostros.
Chomosukez, con una expresión seria, comentó: "Este será el combate final. No podemos permitirnos perder ahora. Todo lo que hemos pasado nos ha llevado hasta este momento. Víctor está dando todo por salvarnos."
Lulu asintió, su mirada fija en la esfera. "Sí, es la última batalla. Sabemos lo que está en juego. Si Víctor cae, todo lo que hemos intentado proteger podría perderse. Pero confío en él. Ha enfrentado desafíos imposibles antes y ha salido victorioso."
Ambos compartieron un momento de silencio, el peso de la situación palpable en el aire. Mientras el combate continuaba en la esfera, el destino de todos dependía de la victoria de Víctor. La esperanza de un futuro mejor reposaba en sus manos, y el valor de cada uno de los presentes se reflejaba en su compromiso inquebrantable.
Con un último apretón, Chomosukez y Lulu se prepararon para lo que estaba por venir, sabiendo que el desenlace de la batalla definiría el futuro de todos.
Fin.