Víctor, con una mirada llena de determinación, concentró su energía y lanzó dos poderosos ataques a los lados derecho e izquierdo. Las explosiones resultantes destruyeron a ambos shikigamis o ángeles caídos, dejándolos fuera de combate de manera instantánea. La intensidad de las explosiones iluminó la esfera y permitió que Víctor, a pesar de su desgaste, esbozara una sonrisa de satisfacción.
Finalmente, el enfrentamiento se redujo a un combate 1 contra 1. Víctor miró a Karla'k, su adversario ahora debilitado, con una determinación renovada. La batalla estaba lejos de terminar, pero el hecho de que ya no tuviera que enfrentar a múltiples enemigos le daba una nueva oportunidad de concentrarse y aprovechar cada golpe con precisión. El suelo temblaba bajo los pasos de los combatientes, y la tensión en el aire era palpable mientras se preparaban para el enfrentamiento final.
Víctor, con una sonrisa llena de determinación, gritó: "¡Reflejo de la desesperación!" Su poder se manifestó en un espacio que parecía absorber y amplificar la desesperación y el dolor de aquellos con los que había tenido un vínculo significativo. La energía negra que envolvía el área formó una esfera de energía que contenía el choque de sus poderes. Dentro de esta esfera, Víctor no solo podía usar sus técnicas, sino también replicar habilidades similares a las de los héroes que había conocido, aunque de manera limitada y temporal.
Karla'k, asombrado por el nuevo poder de Víctor, exclamó: "¡Caos inconmensurable!" Pero su energía negra no pudo evitar el impacto de Víctor. A medida que la esfera de energía se formaba, Karla'k observaba con creciente inquietud cómo Víctor comenzaba a reír con una confianza renovada.
"Muy bien, Karla'k, corte perfecto," dijo Víctor con un tono burlón. La sorpresa de Karla'k era evidente. "¿Cómo es esto posible?" preguntó, intentando entender cómo Víctor había obtenido tal poder.
La respuesta era la conexión emocional de Víctor con Daiki y el impacto que Karla'k había tenido en su vida. Gracias a ese vínculo profundo y doloroso, Víctor había sido capaz de recrear el poder de Daiki, lo que le daba una ventaja inesperada.
Víctor, con una risa que resonaba con furia y vindicación, dijo: "Jajajaja, muy bien, Karla'k. Es momento de que sufras lo que yo he sufrido." Con un movimiento decidido, Víctor lanzó su ataque hacia el cuello de Karla'k. El ataque no solo era devastador en potencia, sino que también estaba cargado con el mismo tipo de corte que Karla'k había infligido hace siete años atrás.
La energía cortante atravesó el cuello de Karla'k, replicando el dolor y el sufrimiento que había causado en el pasado. El rostro de Karla'k se torció en un grito de agonía mientras el ataque de Víctor le devolvía el sufrimiento que había infligido.
Víctor, sintiendo el peso del combate y la necesidad de un último empuje, decidió utilizar el poder de sus amigos. Activó el salto temporal de Rigor, deteniendo el tiempo y permitiéndole golpear a Karla'k con una rapidez abrumadora. Cada golpe era una manifestación de su furia contenida, haciendo que Karla'k sintiera un dolor intenso en cada punto de impacto. La habilidad le permitía a Víctor descargar su rabia y dolor acumulado, un golpe para cada injusticia sufrida.
A pesar del asalto implacable, Karla'k trató de moverse, logrando apenas mover un dedo para aumentar su poder. Sin embargo, el dolor que estaba experimentando le impedía concentrarse completamente. Cuando Víctor finalmente retrocedió, Karla'k, con un esfuerzo titánico, logró destruir la técnica temporal que Víctor había utilizado, pero el costo fue evidente en su expresión de agonía.
Víctor, aún con una sonrisa llena de determinación y con la ira ardiendo en sus ojos, pronunció con firmeza: "Yo te invoco…"
Karla'k, al darse cuenta de la intención de Víctor, sintió un miedo creciente. Sabía lo que eso significaba y se preparó para enfrentarlo. Con una sonrisa calculadora y una mezcla de desesperación y desafío, Karla'k se lanzó hacia Víctor. La invocación ya estaba en marcha.
Víctor completó su invocación con un grito decidido: "¡Ángel caído Yekun!"
Yekun apareció, un ángel caído con un aura de poder oscuro, que parecía desafiar las leyes de la naturaleza. A diferencia de otros seres, Yekun tenía la habilidad única de revivir sin importar cuántas veces muriera, siempre y cuando su invocador lo mantuviera en el plano de la existencia. Su presencia intensificó el ambiente, el poder del ángel caído era evidente en cada movimiento.
El regreso de Yekun trajo consigo un nuevo nivel de tensión. La batalla estaba lejos de terminar, y Víctor sabía que tendría que enfrentarse a un desafío aún mayor para finalmente superar a Karla'k y acabar con la amenaza que representaba para todos.
Víctor, respirando con dificultad tras la invocación de Yekun, sentía el agotamiento comenzar a instalarse en su cuerpo. Había utilizado una gran cantidad de energía y poder para mantener el ritmo del combate, y aunque Yekun estaba presente, el ángel caído no tenía la misma conexión y adaptabilidad que Víctor poseía con sus habilidades. Sin embargo, Yekun era lo suficientemente fuerte como para darle un respiro a Víctor, permitiéndole recuperar fuerzas antes de continuar la pelea.
Con una mirada decidida, aunque algo agotada, Víctor señaló a Karla'k y, con una orden silenciosa, Yekun se lanzó hacia su objetivo. Las alas negras del ángel caído cortaron el aire, y su ataque fue rápido y feroz, buscando cualquier debilidad en Karla'k para aprovecharla.
Karla'k, quien aún sentía el dolor residual de los golpes temporales de Víctor, intentó defenderse, pero Yekun era un oponente formidable. El ángel caído lo atacó con una violencia que desafiaba el propio caos que Karla'k representaba. Los dos seres oscuros intercambiaron golpes, y aunque Karla'k era un dios del caos con poderes insondables, la presencia constante de Yekun mantenía la presión sobre él.
Mientras tanto, Víctor aprovechó el breve respiro. Con la mirada fija en la batalla, tomó profundas bocanadas de aire, sintiendo cómo su energía lentamente se restauraba. Sabía que este combate estaba lejos de terminar, y que su victoria no dependería únicamente de Yekun. Apretó los puños, preparándose mentalmente para lo que vendría después. "Solo un poco más", se dijo a sí mismo, sabiendo que su momento volvería.
Karla'k, irritado por la aparición del ángel caído y la estrategia de Víctor, rugió en desafío. Pero aunque estaba dispuesto a todo para ganar, podía sentir cómo la balanza comenzaba a inclinarse ligeramente en favor de su enemigo.
Mientras tanto, en el Reino de los Cielos, todos observaban atentamente el feroz combate entre Víctor y Karla'k, sintiendo la tensión creciente a medida que las fuerzas titánicas chocaban. De repente, las puertas del Cielo se abrieron lentamente, y Gaby, una joven de gran pureza y fuerza, salió con la intención de ver quiénes habían llegado. Su mirada recorrió la escena, pero al instante se quedó helada.
Frente a ella, entre los recién llegados, estaban su madre adoptiva Luci, su otra madre adoptiva María y su hermano adoptivo José. El impacto fue evidente en su rostro, y por un momento pareció congelarse en el lugar, completamente incrédula ante la visión que tenía frente a sus ojos.
"¿Cómo...?" susurró, sin poder creer que su familia estuviera allí, en ese momento tan crítico. Su preocupación se hizo palpable mientras comenzaba a caminar hacia ellos, con los ojos llenos de incertidumbre y angustia. Cada paso que daba sentía más cerca la realidad de lo que estaba ocurriendo. Luci la vio aproximarse y, con una suave sonrisa, intentó tranquilizarla, aunque su mirada reflejaba que no todo estaba bajo control.
José niño, siempre curioso y energético, notó el nerviosismo de Gaby y se aferró un poco más a su madre. "¿Qué pasa, Gaby?" preguntó con inocencia, sin entender completamente la gravedad de la situación.
María, quien estaba al tanto del enorme peligro en el que todos se encontraban, solo inclinó la cabeza en saludo, reconociendo el miedo de Gaby pero sin perder su compostura.
Cuando Gaby llegó a donde estaban, habló con una voz temblorosa: "¿Qué están haciendo aquí? Esto no es seguro... No deberían estar aquí arriba, no cuando todo está así abajo...".
Luci, con su habitual calma, la miró a los ojos. "Gaby, estamos aquí porque es donde debemos estar. Sabíamos que este momento llegaría, y estamos preparados para lo que venga."
Gaby tragó saliva, su preocupación no disminuía. "Pero... ¿y mi padre? Está abajo, luchando solo ahora. No podemos perderlo... no otra vez." Su voz se quebró al final, revelando el profundo temor que llevaba en su corazón.
María dio un paso al frente, colocando una mano reconfortante en el hombro de Gaby. "Víctor es fuerte, Gaby. Muy fuerte. Lo que está haciendo allá abajo es algo que nadie más podría hacer. Debemos confiar en él."
Gaby asintió, aunque el miedo aún la embargaba. Miró hacia el campo de batalla, donde la feroz lucha continuaba, y rezó en silencio, esperando que su familia pudiera volver a estar completa cuando todo terminara.
Gaby observaba el combate en silencio, pero algo en el rostro de Víctor comenzó a inquietarla profundamente. Su mirada estaba fija en él, en la sonrisa que mantenía a pesar de la brutalidad del enfrentamiento, pero lo que realmente captó su atención fue su ojo derecho, el único con el que aún podía ver. No era solo el cansancio físico evidente en su cuerpo; había algo más en su expresión, algo que la hizo fruncir el ceño con preocupación.
Entonces, de repente, lo entendió. Un estremecimiento recorrió su cuerpo, y un miedo visceral se apoderó de ella.
"¿Acaso está...?", susurró, sin poder completar la frase.
Su mirada se enfocó aún más en Víctor, y la verdad la golpeó con una claridad brutal. No era solo el desgaste físico de la pelea. En su mirada había una sombra mucho más profunda, una oscuridad que solo alguien con un gran peso emocional podía cargar. La sonrisa de Víctor, lejos de ser de pura confianza, parecía más una fachada que ocultaba algo mucho más doloroso.
"¡Él tiene depresión!" gritó Gaby de repente, su voz quebrada por la mezcla de alarma y desesperación. "¿Por qué nadie me dijo...?"
Sus palabras resonaron como un eco, y el grupo que la rodeaba se quedó en silencio. Luci, María, y los demás la miraron, sin saber cómo responder ante la repentina revelación. Era como si, en medio de todo el caos, Gaby hubiera percibido algo que los demás habían pasado por alto.
José niño miró a su hermana con ojos grandes, confuso pero preocupado. "¿Qué es depresión?" preguntó, aferrándose más fuerte a su madre.
María suspiró profundamente, su rostro se oscureció. "No todos podemos ver lo que alguien lleva por dentro, Gaby. A veces, las heridas que más duelen no se ven a simple vista..."
Luci miró a Víctor desde la distancia, con la misma preocupación reflejada en sus propios ojos. "Víctor siempre ha sido fuerte, pero eso no significa que no esté sufriendo", dijo en voz baja, su tono lleno de tristeza. "Tal vez lo ha estado ocultando todo este tiempo."
Gaby apretó los puños, incapaz de soportar la idea de que Víctor estuviera luchando no solo contra Karla'k, sino también contra sus propios demonios internos. "No es justo..." murmuró. "¡No debería estar peleando solo! ¡No mientras se siente así!"
En el campo de batalla, el rostro de Víctor mantenía su sonrisa, pero sus ojos contaban una historia diferente. Cada golpe, cada movimiento, parecía costarle más de lo que cualquiera podía ver. No era solo la pelea física lo que lo estaba agotando; su espíritu estaba siendo destrozado por una lucha interna que nadie había notado hasta ahora.
"Papá...", susurró Gaby, con lágrimas en los ojos, mientras sentía que su corazón se rompía un poco más. "No puedo perderte también..."
Víctor, agotado, alzó la vista hacia el cielo, observando cómo Yekun seguía luchando ferozmente contra Karla'k. Su mirada se desenfocaba por momentos, y el dolor punzante en su cabeza se hacía cada vez más insoportable. Sentía la presión interna crecer, un dolor profundo que no podía ignorar más. El sangrado de su cuerpo era evidente, pero lo que realmente lo debilitaba era lo que estaba ocurriendo dentro de su mente, algo que él no podía controlar.
Mientras tanto, en el reino de los cielos, Gaby, aún en shock por la revelación anterior, miraba fijamente a Jehová. La preocupación y el miedo en su rostro eran claros.
"Quiero ver el cerebro de mi padre", dijo con determinación, temiendo lo peor.
Jehová, con una expresión grave, asintió lentamente, entendiendo la gravedad de la petición. Con un simple gesto de su mano, otorgó la visión que Gaby había solicitado.
De inmediato, una proyección del cerebro de Víctor apareció ante todos. El silencio que siguió fue profundo y pesado. Lo que vieron fue aterrador: un sangrado interno extendiéndose por su cerebro, señales claras de una hemorragia que no se podía percibir a simple vista. Era un daño letal que avanzaba rápidamente, un preludio de lo que podría ser un derrame cerebral inminente. La gravedad de la situación no dejó espacio para dudas.
Gaby, al ver la imagen del cerebro de su hermano adoptivo, sintió que el aire abandonaba sus pulmones. "No... no puede ser", susurró, su voz apenas un eco. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, y su cuerpo temblaba de miedo y desesperación.
Luci y María, que estaban a su lado, también palidecieron. Ambas comprendieron de inmediato lo que esto significaba. María colocó una mano en el hombro de Gaby, intentando ofrecerle algo de consuelo, pero el peso de la verdad era abrumador.
"¿Qué podemos hacer?" preguntó Luci, con voz rota, mirando a Jehová con la esperanza de que tuviera una respuesta.
Jehová observaba la proyección con una expresión de preocupación profunda, algo inusual para él. "El daño es grave", dijo con voz solemne. "Es posible que su cuerpo no lo resista mucho más tiempo, a menos que se haga algo pronto."
Gaby, con los ojos llenos de lágrimas, gritó con desesperación. "¡Tenemos que ayudarlo! ¡No puede seguir luchando así! ¡Si no hacemos algo, lo perderemos!"
El grupo, sumido en el silencio y la desesperación, solo podía observar cómo la situación de Víctor empeoraba.
Víctor, con su cuerpo maltratado y su mente al borde del colapso, esbozó una sonrisa desafiante. A pesar de la hemorragia interna y el dolor que lo consumía, su determinación era inquebrantable. Mientras el sudor y la sangre recorrían su rostro, miró directamente a Karla'k, quien, a pesar de su poder, se encontraba sorprendido por la resiliencia de su oponente.
"Ganaré", murmuró Víctor, con una voz firme pero cargada de una mezcla de ira y convicción.
Karla'k, que hasta ese momento había estado seguro de su victoria, se detuvo un momento. Algo en la mirada de Víctor lo incomodaba. A pesar de las circunstancias, del daño físico y mental que Víctor sufría, su espíritu no parecía quebrarse. Era como si el propio sufrimiento lo fortaleciera, empujándolo más allá de sus propios límites.
"¿Cómo puedes seguir en pie?", preguntó Karla'k, incrédulo. "Deberías haber caído hace mucho... ¿Qué te impulsa a continuar?"
Víctor soltó una carcajada, aunque entrecortada por el dolor. "No lo entiendes, ¿verdad? No se trata solo de poder... Se trata de lo que he perdido, de lo que me han arrebatado. La desesperación que creaste en mí... es mi mayor fuerza. Y hoy... hoy pagarás por todo."
El espacio a su alrededor comenzó a vibrar con una energía intensa. A pesar de estar al borde de la muerte, Víctor canalizaba cada fragmento de su ser en un último esfuerzo. La sonrisa en su rostro, aunque cansada, irradiaba una determinación feroz. Para él, esta no era solo una batalla por la victoria, era una batalla por todo lo que había perdido y sufrido a lo largo del tiempo.
"Este es tu final, Karla'k", declaró Víctor, preparándose para un último ataque con todo lo que le quedaba.
Karla'k destruyó a Yekun y salió disparado hacia Víctor. Ambos avanzaron el uno hacia el otro a gran velocidad, y cuando se encontraron, Víctor golpeó la sien de Karla'k, pero Karla'k logró atravesar el pecho de Víctor con su mano. Mientras sentía el dolor atravesando su cuerpo, Víctor lo observó y, con una mueca de dolor, le dijo:
"No deberías llamarte padre, y menos un dios del caos. Eres ridículo", murmuró, con la sangre corriendo por su boca.
Karla'k comenzó a desintegrar el cuerpo de Víctor desde el interior, aumentando su poder mientras sonreía con una satisfacción fría y despiadada. "Te voy a borrar de la historia de la existencia, de todas las líneas temporales aquí mismo", declaró, con una energía destructiva que resonaba en cada palabra.
Víctor, sintiendo cómo su cuerpo empezaba a desaparecer, mantuvo la calma. Una sonrisa apareció en su rostro, una mezcla de desafío y confianza.
"Eres un estúpido", dijo, apenas capaz de hablar. "Tenerme aquí... maldito idiota."
Con una sonrisa débil, señaló el cerebro de Karla'k y añadió con voz temblorosa, pero llena de convicción: "Recuerda que te ganaré...".
El cuerpo de Víctor se desintegró lentamente, desvaneciéndose en partículas de energía mientras mantenía una sonrisa soberbia en su rostro, una mezcla de desafío y aceptación. Karla'k, aún con la adrenalina del combate, observó cómo el último rastro de Víctor desaparecía. El ataque de Víctor, que había llenado de esperanza su último esfuerzo, también se desvaneció en el aire, dejando el campo de batalla en silencio.
Karla'k, respirando con fuerza, permaneció inmóvil por un momento, procesando lo que acababa de suceder. Se enderezó, triunfante, con una sonrisa oscura en su rostro. Finalmente, él era el vencedor del combate. El poder de Víctor se había agotado y, con él, las esperanzas de victoria de sus aliados.
Karla'k, el dios del caos, había triunfado.
Después de su victoria sobre Victor, Karla'k desató todo su poder como el dios del caos. Con una ambición imparable, decidió continuar su reinado de destrucción, enfocándose en eliminar a aquellos que alguna vez le habían desafiado o representado una amenaza.
En su furia desatada, destruyó a varios dioses, seres inmortales que alguna vez creyeron ser intocables. Con cada uno que caía, el equilibrio del multiverso se deterioraba aún más. Karla'k no solo acabó con las deidades, sino que también se dedicó a aniquilar universos enteros, borrando civilizaciones, estrellas y planetas como si fueran simples chispas de una hoguera. Los gritos y el caos se extendieron a través de múltiples realidades, donde ningún ser ni línea temporal se salvó de su ira.
El número de universos destruidos se volvió incalculable. Karla'k, con una expresión fría y calculadora, había acabado con demasiados para ser contados. El tejido mismo del cosmos parecía estar al borde del colapso, con realidades enteras desmoronándose bajo su poder abrumador.
El caos reinaba supremo, y Karla'k, satisfecho con su trabajo, contemplaba su obra con una mezcla de satisfacción y vacío. ¿Qué quedaba por destruir cuando todo ya había sido reducido a cenizas?
Karla'k, tras haber arrasado universos y eliminado dioses, sintió un poder abrumador que lo hizo detenerse por primera vez en mucho tiempo. Su sonrisa de satisfacción se desvaneció al notar cómo una energía aún más intensa y antigua que cualquier cosa que había enfrentado comenzaba a manifestarse cerca de él. El aire, el espacio y el tiempo mismos parecían vibrar bajo el peso de esa presencia. Karla'k frunció el ceño, inquieto, y su mirada recorrió el infinito buscando la fuente de ese poder.
Mientras tanto, en un plano mucho más complejo y misterioso, Victor reapareció. Pero este no era cualquier lugar. Era un vacío absoluto, un plano donde todo había sido borrado de la existencia. No había tiempo, ni materia, ni energía reconocible. Era un espacio entre las realidades, donde ni los dioses ni los mortales podían acceder fácilmente. A pesar de esto, Victor estaba allí, su figura flotando en la vasta nada, rodeado de una quietud eterna.
El ambiente alrededor de Victor era denso con una energía indescriptible, y aunque no había luz, parecía iluminarse por la pura intensidad de su presencia. Era un lugar donde todo lo que había sido olvidado y destruido residía, un limbo de esencias perdidas. Sin embargo, Victor no parecía ni sorprendido ni abrumado. Al contrario, su expresión era calculada, como si hubiera estado esperando este momento.
Al sentir el espacio a su alrededor, Victor sonrió, no con desesperación, sino con una profunda comprensión de su situación. A pesar de haber sido borrado de la existencia, su espíritu y voluntad eran tan poderosos que, incluso en este vacío, permanecía intacto. Algo en su interior brillaba con una intensidad que rivalizaba con el caos de Karla'k. Victor sabía que este era el momento en el que todo cambiaría.
Con la mente enfocada y el cuerpo resurgiendo con una energía renovada, Victor comenzó a absorber la esencia del plano. Cada fragmento de lo que alguna vez existió ahora era parte de él. Su poder crecía exponencialmente, más allá de lo que cualquier ser había conocido antes. Este era el siguiente paso en su evolución, uno que ni siquiera Karla'k había previsto.
Fin.