Tino, Maira, Colin, Franklin y Normado se encontraban en una situación crítica. Estaban frente a Kafka, una de las más poderosas de los Hijos de la Oscuridad. La tensión en el aire era palpable, y aunque habían enfrentado múltiples batallas y desafíos antes, esta vez la presión era diferente. Kafka no solo los había vencido antes, sino que también se había convertido en una figura casi invencible a sus ojos. Cada uno sentía el peso de la incertidumbre sobre si podrían ganar esta vez.
Tino, con su habitual actitud valiente, miraba a Kafka fijamente, intentando esconder sus dudas. A su lado, Maira apretaba los puños, tratando de mantener la compostura, aunque su mirada revelaba una mezcla de miedo y determinación. Colin y Franklin se mantenían tensos, evaluando la situación, mientras que Normado, aunque normalmente confiado, parecía inquieto ante la presencia abrumadora de Kafka.
"¿Podremos con esto?" preguntó Colin en voz baja, sin apartar la vista de Kafka, quien los observaba con una sonrisa llena de malicia.
"No lo sé", respondió Franklin, sudando un poco, "pero no podemos rendirnos ahora. Si caemos aquí, todo lo que hemos hecho será en vano."
Maira asintió, tragando saliva antes de hablar: "Ya hemos caído una vez ante ella. Esta vez, no podemos darnos ese lujo. Tenemos que pelear... aunque no sepamos si vamos a salir vivos de esto."
Kafka dio un paso hacia ellos, su presencia oscura se sentía como una tormenta a punto de desatarse. "¿De verdad creen que esta vez será diferente?" Su voz resonaba en el aire como una burla. "Ya les he demostrado que no tienen oportunidad."
Tino levantó su arma, intentando mantener la calma. "Puede que tengas razón... pero aún así, pelearemos hasta el final."
Kafka sonrió aún más ampliamente, su figura irradiando poder. "Entonces, que comience el espectáculo."
Kafka, con una sonrisa maliciosa, levantó una mano y en un instante creó varios clones de sí misma. Cada uno de ellos parecía tan real como la original, replicando su imponente aura. Sin darles tiempo para reaccionar, los clones se lanzaron hacia Tino, Maira, Colin, Franklin y Normado con una velocidad vertiginosa.
"¡Cuidado!" gritó Tino, pero ya era demasiado tarde.
Uno de los clones golpeó a Maira en el estómago, enviándola volando hacia atrás contra una roca cercana. Colin apenas logró levantar su escudo antes de ser impactado en el pecho, lo que lo hizo retroceder varios metros. Franklin, que intentaba esquivar, fue atrapado por dos clones al mismo tiempo, recibiendo un puñetazo en la cara y una patada en el costado, derrumbándose al suelo con un gemido de dolor.
Normado intentó contraatacar con su habilidad especial, pero fue rápidamente desarmado por uno de los clones, que lo derribó con un rápido golpe en el cuello. Tino, que se había mantenido más alerta, lanzó un corte con su espada hacia uno de los clones, pero fue fácilmente esquivado. Antes de que pudiera reaccionar, otro clon apareció a su lado, propinándole un fuerte puñetazo en el costado, dejándolo sin aire.
El sonido de los golpes resonaba mientras el verdadero Kafka observaba desde la distancia, cruzada de brazos, con una sonrisa de satisfacción. Los clones atacaban sin piedad, aprovechando cada debilidad de los héroes.
"Esto es demasiado fácil," dijo Kafka con desdén. "No tienen ninguna oportunidad."
Maira, tosiendo, se levantó tambaleante. "Tenemos que... ¡hacer algo! Si no encontramos cuál es la original... ¡estamos acabados!"
Normado, aún en el suelo, gritó: "¡Debemos separarlos! ¡No podemos con todos a la vez!"
Tino se incorporó con esfuerzo, apretando los dientes. "No podemos rendirnos ahora... ¡Vamos, tenemos que pelear con todo lo que tenemos!"
Kafka observó a Normado con una sonrisa fría en los labios, y en un abrir y cerrar de ojos, se lanzó hacia él con una velocidad asombrosa. Antes de que pudiera reaccionar, el puño de Kafka impactó directamente en su estómago, enviando una onda de choque que lo levantó del suelo y lo lanzó varios metros hacia atrás. El golpe fue tan fuerte que Normado sintió que todo el aire abandonaba sus pulmones mientras volaba hacia lo lejos.
Los clones de Kafka, con la misma agilidad, comenzaron a perseguir a Normado mientras se deslizaba por el suelo, incapaz de ponerse de pie. Desde la distancia, Tino, Maira, Colin y Franklin observaban con horror la escena.
"¡Normado!" gritó Tino, su instinto lo impulsó a correr en su dirección, pero el mal presentimiento que había sentido se hizo aún más fuerte.
"¡No podemos dejar que lo rodeen!" exclamó Maira, levantando su arma y corriendo hacia los clones que perseguían a Normado. Colin y Franklin, aunque agotados por los golpes anteriores, también se lanzaron hacia los clones, sabiendo que no podían dejar que su amigo cayera.
"¡Tengan cuidado!" advirtió Colin, su voz llena de tensión. "Esto podría ser una trampa."
Los clones, implacables, se movían con la misma gracia y precisión que Kafka, interceptando a los héroes con una ráfaga de ataques rápidos. Tino apenas logró bloquear una patada dirigida a su cabeza, pero fue empujado hacia atrás. Maira se encontró rodeada por dos clones, quienes atacaron en perfecta sincronía, obligándola a retroceder mientras trataba de defenderse.
"¡Esto no es normal!" exclamó Franklin, lanzando un ataque desesperado hacia un clon, solo para ser esquivado fácilmente. "¡Son demasiado fuertes!"
Normado, aún dolorido por el golpe inicial, intentó levantarse, pero los clones estaban cada vez más cerca. Sus compañeros luchaban con todas sus fuerzas, pero los clones parecían imparables, atacando desde todos los ángulos.
Kafka, observando desde la distancia, dejó escapar una carcajada oscura. "¿Es esto lo mejor que tienen? Ni siquiera necesitan enfrentarse a mí directamente. Mis clones son suficientes para acabar con todos ustedes."
Kafka avanzaba con calma hacia Normado, con una sonrisa burlona en el rostro, disfrutando del sufrimiento de su oponente. Normado, aún debilitado por el golpe anterior, apenas podía moverse, sintiendo la cercanía de Kafka como una amenaza inminente.
Justo cuando Kafka levantaba su mano, lista para asestar el golpe final, una figura rápida apareció de la nada. Elisa, con una expresión decidida, emergió detrás de Kafka, sus movimientos llenos de velocidad y precisión. Sin decir una palabra, cargó su puño con toda su energía y, con una fuerza brutal, lanzó un golpe directo a la sien de Kafka.
El impacto fue tan fuerte que el sonido resonó por todo el campo de batalla. Kafka, completamente desprevenida por la velocidad y la fuerza de Elisa, fue lanzada hacia un costado, perdiendo el equilibrio por primera vez en la pelea.
"¡Normado! ¿Estás bien?" preguntó Elisa rápidamente, girándose hacia él, pero sin quitarle los ojos de encima a Kafka, que lentamente comenzaba a levantarse, claramente furiosa.
Kafka se llevó una mano a la sien, un hilo de sangre bajando por su frente, mientras una sonrisa siniestra comenzaba a formarse en sus labios. "Así que al fin alguien decidió intervenir... esto se va a poner interesante."
Elisa y Normado se miraron un instante, sus ojos llenos de determinación. Sabían lo que estaba en juego: no solo sus vidas, sino también la de su hijo, que los esperaba en casa, protegido por una niñera mientras ellos se adentraban en la batalla más peligrosa de sus vidas. Peleaban no solo por su propia supervivencia, sino por el futuro de su familia.
"Tenemos que salir de esta juntos," dijo Normado, su voz firme pero cargada de preocupación, mientras se ponía de pie al lado de Elisa.
"Lo haremos," respondió ella, su mirada fija en Kafka, que ya se había incorporado y parecía disfrutar del desafío que tenía ante sí.
Elisa y Normado eran una pareja perfecta en combate, sus estilos se complementaban como si hubieran nacido para pelear juntos. Elisa, rápida y precisa, desataba una lluvia de golpes letales, mientras que Normado, fuerte y calculador, bloqueaba los ataques de Kafka y devolvía los golpes con una fuerza devastadora.
Kafka, aunque poderosa, comenzaba a sentir la presión. Cada vez que intentaba separar a la pareja, Elisa y Normado parecían sincronizados, cubriéndose mutuamente de forma impecable.
Elisa lanzó una patada directa al pecho de Kafka, empujándola hacia atrás, mientras Normado, con una mirada feroz, preparaba un golpe final. "Por nuestro hijo," murmuró entre dientes, cargando toda su fuerza en el ataque.
Kafka, por primera vez, parecía dudar, viendo que la unión entre Elisa y Normado era mucho más que una simple alianza en el campo de batalla. Era la fuerza de su amor y su deseo de proteger a su familia lo que los hacía imparables.
Justo cuando Normado preparaba su golpe final, Kafka, con una velocidad impresionante, movió su mano en el aire y lanzó un corte invisible. El movimiento fue tan rápido y preciso que ni Elisa ni Normado lo vieron venir.
De repente, ambos sintieron un calor punzante en sus rostros. Un segundo después, una fina línea de sangre comenzó a brotar de sus mejillas. Kafka, con una sonrisa de satisfacción, observaba las marcas que había dejado, como si se tratara de una firma personal.
Normado retrocedió un paso, tocando su mejilla con incredulidad, mientras Elisa se quedaba quieta, con la misma expresión de sorpresa. El corte era superficial, pero el dolor punzante les recordó cuán peligrosa era su adversaria.
"¿De verdad creyeron que sería tan fácil?" se burló Kafka, moviendo sus dedos con despreocupación, como si el ataque no le hubiera costado ningún esfuerzo. "Los vínculos sentimentales son su debilidad... Y yo me alimentaré de ellos."
Elisa apretó los dientes, ignorando el dolor, mientras que Normado, con una mirada fría y decidida, bajó su mano del rostro. Sabían que este enfrentamiento no sería fácil, pero ambos estaban dispuestos a luchar hasta el final.
"Esto no ha terminado," murmuró Elisa, girando levemente para proteger su lado herido, mientras Normado se preparaba para la siguiente ronda. Ambos sabían que no podían permitirle a Kafka que los derrotara tan fácilmente.
Tino, Maira, Colin y Franklin, viendo la oportunidad tras el corte invisible de Kafka, se lanzaron en un ataque coordinado. Con una velocidad abrumadora, se movieron en perfecta sincronía, sus puños y armas cargados con toda la energía que podían reunir.
Al llegar hasta Kafka, soltaron un golpe cuádruple al mismo tiempo, combinando su fuerza en un solo impacto devastador. El ataque resonó con un eco que llenó el aire, y el cuerpo de Kafka fue enviado volando hacia atrás por la fuerza del impacto, atravesando el suelo mientras una nube de polvo y escombros se levantaba.
Por un momento, el silencio se apoderó del campo de batalla. Los cuatro héroes quedaron quietos, esperando ver si su ataque había sido suficiente para derribar a Kafka. La tensión era palpable.
Pero entonces, entre las ruinas y el polvo, la risa de Kafka se hizo audible. Una figura oscura se levantó entre los escombros, su silueta inconfundible. Cuando el polvo se disipó, se pudo ver a Kafka de pie, con una sonrisa torcida en su rostro. Había sufrido daños visibles, pero su mirada estaba llena de una confianza perturbadora.
"Eso fue... interesante," dijo, limpiándose la sangre que le caía de la boca. "Pero si creen que esto será suficiente para detenerme, están muy equivocados."
El grupo se preparó para el contraataque, sabiendo que el verdadero desafío apenas estaba comenzando.
Kafka levantó sus manos con una sonrisa malévola, y de la nada, comenzó a manifestar un fuego oscuro, tan negro como la misma noche, que giraba y crepitaba con una energía siniestra. El calor que emitía no era natural, no quemaba como un fuego común, sino que parecía consumir la propia realidad a su alrededor, distorsionando el aire.
Con un movimiento lento y calculado, comenzó a moldear ese fuego, concentrándolo en una forma definida. El negro intenso del fuego se fue condensando, tomando la forma de una flecha delgada y afilada, pero a simple vista se podía sentir el inmenso poder destructivo que albergaba.
Tino, Maira, Colin y Franklin observaron con ojos entrecerrados, conscientes de que cualquier paso en falso podría costarles la vida. El silencio se hizo pesado mientras Kafka levantaba la flecha de fuego negro sobre su cabeza, apuntándola hacia ellos con una precisión letal.
"Este es el fin," murmuró Kafka, disfrutando del miedo en los ojos de sus oponentes. "Una vez que esta flecha os atraviese, no quedará nada. Ni siquiera vuestras almas."
El grupo se preparó, sabiendo que tendrían que actuar rápido si querían detener ese ataque devastador. Cada segundo era vital. Kafka, sonriendo con confianza, estiró su brazo, listo para lanzar la flecha y poner fin a su enfrentamiento de una vez por todas.
Tino, con los músculos tensos y la respiración acelerada, sintió el peso de lo que estaba a punto de hacer. Sabía que el ataque de Kafka era imposible de detener por medios convencionales, así que, reuniendo toda la energía que podía, levantó sus manos hacia el cielo, concentrando un escudo de energía alrededor de todo el planeta Tierra. El esfuerzo era abrumador. La energía que corría por su cuerpo era tan intensa que empezó a sangrar por la nariz y los ojos, pero no le importaba. Todo lo que le preocupaba era proteger a los demás.
Cuando vio que Kafka lanzó la flecha de fuego negro, Tino, con un último impulso de su voluntad, creó un campo de fuerza adicional alrededor de Franklin, Colin, Maira, Normado y Elisa. El escudo brillaba con una luz dorada, envolviendo a sus amigos en una barrera impenetrable. Sin embargo, Tino no tuvo tiempo de protegerse a sí mismo.
La flecha de fuego negro impactó contra su cuerpo con una fuerza descomunal. El dolor fue insoportable, sintiendo cómo el fuego oscuro comenzaba a consumirlo lentamente, quemando su carne, sus huesos, hasta que todo su ser fue reducido a cenizas. El campo de batalla quedó en silencio por un momento, mientras las cenizas de Tino volaban por el aire, dispersándose con el viento.
Sus amigos, protegidos dentro del campo de fuerza, observaron con horror cómo Tino se sacrificaba para salvarles. Las lágrimas corrían por sus rostros, pero sabían que no podían dejar que su sacrificio fuera en vano.
Normado y Elisa, con lágrimas en los ojos y los rostros marcados por las heridas del ataque de Kafka, se arrodillaron frente a las cenizas dispersas de Tino. El silencio en el campo de batalla era ensordecedor, roto solo por los susurros temblorosos de ambos.
-Profesor... por favor... vuelva... -dijo Normado, su voz apenas audible, rota por la desesperación.
Elisa, con los puños apretados, intentaba mantener la compostura, pero las lágrimas seguían cayendo sin control. -No puedes dejarnos... no después de todo... -susurró, mirando al cielo, como si esperara algún milagro, algún indicio de que Tino podría regresar.
Pero todo lo que tenían frente a ellos eran las cenizas de su mentor, quien se había sacrificado por ellos sin dudar. Normado apretó los dientes, sintiendo una mezcla de impotencia y furia en su interior. No podían dejar que el sacrificio de Tino fuera en vano. Ambos se levantaron, mirando con determinación hacia Kafka.
-No dejaremos que esto acabe aquí -dijo Elisa, mientras Normado asintió con una mirada llena de resolución.
Aunque la tristeza pesaba en sus corazones, el recuerdo de Tino, su maestro y amigo, les dio la fuerza para seguir adelante.
Mientras tanto, en medio del caos del campo de batalla, Victor y Karla'k se enfrentaban en un duelo imponente. Victor, con cada movimiento, mostraba una mezcla de furia y desesperación, mientras Karla'k, en su forma pura, se movía con una agilidad sobrenatural, demostrando su dominio sobre la oscuridad.
De repente, Victor sintió un cambio en la energía que lo rodeaba. Era una sensación de vacío, una pérdida súbita y abrumadora. Sintió cómo el poder de Tino y el de Chomosukez desaparecían, como si una parte vital de la batalla se hubiera desvanecido en un instante. La conexión que había tenido con sus aliados, su esperanza y la fuerza que derivaba de ellos, se desmoronaba rápidamente.
Victor se detuvo por un momento, su rostro torciéndose en una mueca de dolor. Sabía que algo terrible había ocurrido, algo que podría cambiar el curso de la batalla. Su mente corría a toda velocidad, intentando procesar la magnitud de la pérdida.
-¡Tino! ¡Chomosukez! -gritó Victor, su voz cargada de desesperación. El grito resonó en el campo de batalla, una mezcla de ira y duelo.
Karla'k, al notar la reacción de Victor, sonrió con malicia, sintiendo la perturbación en el equilibrio de poder. -Parece que tus aliados han caído -dijo Karla'k con un tono desafiante, su voz impregnada de satisfacción oscura. -Ahora, ¿qué harás sin ellos?
Victor, sin responder de inmediato, enfocó toda su furia en Karla'k. El dolor y la ira se convirtieron en una llama ardiente dentro de él. Sabía que no podía permitirse sucumbir a la desesperación; debía luchar con todo lo que tenía, no solo por sus compañeros caídos, sino por el futuro que estaba en juego.
Con una determinación renovada, Victor intensificó su ataque, decidido a vengar a sus compañeros y a proteger a aquellos que aún necesitaban su ayuda. Cada golpe, cada movimiento, estaba impregnado de la furia y el dolor de la pérdida, transformando su duelo en una poderosa fuerza de combate.
Kafka se enfrentaba a Normado, Elisa, Maira, Colin y Franklin con una intensidad implacable. Los ataques eran feroces, y cada golpe que lanzaban provocaba explosiones alrededor, haciendo que sus nudillos sangraran por el esfuerzo. La batalla era caótica, con el campo de combate envuelto en devastación.
Normado, con una expresión determinada, comenzó a decir: -¡Explosió...-
Pero antes de que pudiera terminar la palabra, Kafka dejó caer un poco de sudor en el ojo derecho de normado, su rostro se mostró implacable. Normado sintió una creciente irritación en su piel, y su visión comenzó a nublarse.
En ese momento de agitación, Normado tuvo una alucinación. Vio a su amada Elisa sentada en una banca del parque, y en la visión, le dijo con una sonrisa: -Hey, siempre en este mundo todos somos importantes, recuerda eso, amor.- Estas palabras fueron un reflejo de sus propios sentimientos y pensamientos, una manifestación de su esperanza y desesperación.
Justo entonces, una explosión mortal atravesó su ojo, perforando su cerebro con una precisión letal. La sangre brotó en un chorro violento, cayendo sobre Elisa mientras ella observaba horrorizada. La visión de su amado siendo asesinado de manera tan brutal la dejó paralizada, sumida en una profunda tristeza y shock.
Mientras la batalla seguía, el golpe había dejado una marca imborrable en el corazón de Elisa, sumergiéndola en un dolor devastador que resonaba en medio del caos que la rodeaba.
Kafka, con una sonrisa cruel y un destello de malicia en sus ojos, se rió de manera despectiva frente a Maira, Colin, Franklin y Elisa. Su risa era fría y cortante, resonando en el campo de batalla mientras observaba la devastación a su alrededor.
Con cada carcajada, la confianza de Kafka crecía, disfrutando del sufrimiento y la desesperación que había sembrado. A medida que la risa se desvanecía, su rostro mostraba una satisfacción perversa al ver el impacto de sus acciones en los héroes. La crueldad de su risa acentuaba aún más la tragedia y la desesperanza que envolvía a los supervivientes, intensificando el dolor de la batalla que parecía interminable.
Maira, Colin y Franklin, con una determinación férrea, utilizaron una técnica de magia rápida que les permitió moverse a velocidades más allá de la luz. En un instante, aparecieron junto a Kafka, que aún estaba en su trance de risa. La sorpresiva rapidez de su ataque les permitió agarrar las extremidades de Kafka antes de que pudiera reaccionar.
Elisa, consciente de la oportunidad, comenzó a concentrar todo su poder en un ataque devastador. Con un esfuerzo monumental, su energía se acumuló en una esfera de luz brillante, cargada con una fuerza impresionante. El resplandor de su poder iluminó el campo de batalla mientras ella ajustaba su posición para lanzar el ataque con precisión.
Elisa, con un grito de concentración y determinación, liberó el poder acumulado hacia Kafka. La energía se disparó con una fuerza arrolladora, atravesando el aire con un brillo cegador. El ataque directo apuntaba a un punto crítico en el cuerpo de Kafka, intentando neutralizarla y darle una oportunidad a sus compañeros para ganar ventaja en la batalla.
Kafka, con una sonrisa cruel, concentró una energía densa en sus ojos, preparándose para un golpe devastador. Sin perder tiempo, lanzó un ataque a presión que atravesó el aire con una velocidad letal. El golpe impactó directamente en el pecho de Elisa.
El instante del impacto fue brutal. La fuerza del golpe hizo que los huesos del pecho de Elisa se comprimieran violentamente. Algunos de estos huesos se fracturaron, y fragmentos afilados perforaron su corazón. Elisa, atrapada en el momento de la devastación, sintió el dolor inmenso y una ola de desesperación mientras la vida se desvanecía lentamente.
Elisa, a pesar del dolor desgarrador y la debilidad que sentía, reunió toda su determinación. Con una expresión de feroz determinación, su cuerpo comenzó a brillar con una intensa luz dorada. A pesar de las heridas que le habían causado tanto sufrimiento, encontró la fuerza para canalizar su poder.
-¡Esto es por mi esposo! -exclamó con voz temblorosa, pero llena de valor.
Con un grito de fuerza y un último destello de energía, Elisa liberó su ataque final: Burst Flash. La luz dorada explotó desde su cuerpo en un resplandor cegador, una ráfaga de energía pura que se lanzó directamente hacia Kafka.
El Burst Flash atravesó el campo de batalla con una velocidad impresionante. La explosión de luz envolvió a Kafka, alcanzando su objetivo con una fuerza inigualable. El ataque desató una onda de choque que sacudió el aire, creando una esfera de luz que parecía consumir todo a su alrededor.
El impacto fue devastador. La energía del Burst Flash desgarró el aire, desintegrando parte del cuerpo de Kafka y dejándola en una forma debilitada. La luz intensa iluminó la escena, proporcionando un contraste brillante con la oscuridad del campo de batalla.
El Burst Flash de Elisa, aunque poderoso y devastador, tuvo un alto costo. La energía desatada no solo alcanzó a Kafka, sino que también afectó a Maira, Colin y Franklin, quienes se encontraban en la proximidad del ataque. La explosión de luz y calor se extendió más allá del objetivo principal, atrapando a los héroes en su furia destructiva.
Elisa, exhausta y con las lágrimas corriendo por su rostro, observó cómo Maira, Colin y Franklin cayeron uno a uno, sus cuerpos consumidos por el mismo ataque que ella había desatado para protegerlos. A pesar de la victoria, la derrota de sus compañeros fue un golpe devastador.
Kafka, debilitada pero aún con vida, quedó gravemente herida, su cuerpo ahora parcialmente desintegrado. La batalla no había terminado aún, pero al menos uno de los hijos de la oscuridad había sido derrotado. La tragedia y el sacrificio se mezclaban con el eco de la victoria, dejando a Elisa y a los supervivientes con el peso de la pérdida y el dolor.
En medio del caos, el campo de batalla se llenó de una sombría quietud mientras los héroes restantes y los supervivientes procesaban las consecuencias de su enfrentamiento. El sacrificio de Maira, Colin y Franklin había sido grande, pero su heroísmo dejó una marca indeleble en la lucha contra las fuerzas oscuras.
Elisa, con el agotamiento y el dolor abrumadores después de su ataque final, comenzó a sentirse débil. Su cuerpo, sobrecargado por el uso extremo de su poder, empezó a ceder. A pesar de la victoria obtenida, no pudo sostenerse más. Con un suspiro final, se desplomó en el suelo, su cuerpo inerte y su vida se extinguió lentamente.
El campo de batalla, ahora marcado por la devastación y el sacrificio, permaneció en silencio mientras sus compañeros y amigos observaban la caída de una heroína que había dado todo por la causa. Su sacrificio había sido crucial, pero el costo había sido inmenso, y la tristeza por su pérdida se mezclaba con el dolor de las batallas aún por venir.
Rigor, con una mirada decidida y cargada de furia, se acercó a Kafka. Sin mostrar ninguna piedad ni compasión, alzó su mano y lanzó un ataque devastador. Una explosión de energía pura estalló, envolviendo a Kafka en una ráfaga de luz y poder implacable.
La fuerza del ataque fue tan intensa que desintegró completamente el cuerpo de Kafka, borrando cualquier rastro de su presencia en el campo de batalla. La devastación que dejó atrás fue un recordatorio del alto precio que se paga en esta guerra. La batalla continuaba, pero la caída de Kafka representaba una victoria, aunque pequeña, en medio de una lucha desgarradora.
La batalla se extendía sin control y la pérdida era implacable. Héroes y soldados caían uno tras otro, luchando con valentía pero enfrentando una marea imparable de enemigos. Los soldados de Karla'k, implacables y despiadados, avanzaban con una ferocidad que parecía no conocer límites.
Cada rincón del campo de batalla estaba cubierto de caos y destrucción. Los héroes, a pesar de su fuerza y determinación, se veían superados por el número y el poder de sus adversarios. Las pérdidas eran dolorosas y la desesperación comenzaba a hacer mella en las filas de los defensores. Las escenas de batalla se llenaban con el sonido de armas chocando, gritos de dolor y la caída de cuerpos. La esperanza parecía desvanecerse mientras la lucha continuaba, con cada bando luchando por su propia supervivencia en una guerra cada vez más cruel.
Fin.