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Chapter 20 - Episodio 18: La conversación

James Talloran, después de haberse asegurado de que todo estuviera en orden en la nave, decidió tomarse un momento para interactuar con su tripulación. Al caminar por uno de los corredores principales, se encontró con Reiko Jana, una soldado conocida por su lealtad y habilidades en combate. Ella estaba ajustando algunos equipos cuando James se le acercó.

"Reiko," dijo James con una leve sonrisa, intentando mostrar una faceta más accesible. "¿Cómo va todo?"

Reiko se giró rápidamente, un poco sorprendida de que su comandante le hablara de manera tan casual. "Todo en orden, señor. Solo asegurándome de que todos los sistemas estén funcionando perfectamente."

James asintió, notando la eficiencia y profesionalismo en su tono. Sin embargo, había algo en su mirada que indicaba que también estaba abierta a una conversación menos formal. "Llevamos tiempo en esta misión y sé que puede ser agotador. Quería saber cómo estás, más allá del deber."

Reiko pareció relajarse un poco ante la pregunta. "Es un reto, como siempre, pero es lo que elegí. Aunque, debo admitir que momentos como estos, cuando todo está en calma, pueden ser algo... solitarios."

James asintió comprensivamente. "Es en esos momentos cuando el apoyo entre la tripulación es más importante. Nos ayuda a mantenernos cuerdos y enfocados en lo que importa."

Reiko lo miró con una mezcla de admiración y sorpresa. No era común ver a James Talloran tan abierto en sus interacciones. "Aprecio sus palabras, señor. Y, por mi parte, si alguna vez necesita conversar o simplemente un poco de compañía en estos largos viajes, estaré aquí."

James sonrió, sintiendo que había logrado acercarse un poco más a uno de sus soldados. "Lo tendré en cuenta, Reiko. Todos en esta nave son importantes, y no hay que olvidar que más allá de nuestras misiones, seguimos siendo humanos."

Después de esa breve pero significativa interacción, James continuó su recorrido por la nave, sintiéndose un poco más conectado con su tripulación. Reiko, por su parte, volvió a su trabajo, pero con una renovada sensación de pertenencia y aprecio.

James Talloran, sintiendo la incomodidad de siempre estar acompañado por la presencia de Karla'k en su mente y cuerpo, decidió que necesitaba un momento para hablar de algo diferente, algo que no fuera científico o relacionado con combates. Necesitaba una conversación que le recordara que, pese a todo, aún era humano.

Después de su breve interacción con Reiko Jana, decidió regresar a donde ella estaba trabajando. Aún en el pasillo, luchaba por encontrar las palabras adecuadas. Aunque Karla'k no se manifestaba, James podía sentir su presencia, lo que hacía que todo se sintiera más complicado.

"Reiko," comenzó James, intentando no mostrar su tensión interna. "¿Tienes un momento?"

Reiko levantó la vista, un poco sorprendida por su regreso. "Por supuesto, señor. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarle?"

James soltó un suspiro, intentando relajarse. "En realidad, quería hablar de algo diferente, algo que no tenga que ver con la nave, los combates o... todo lo que está pasando."

Reiko lo miró con curiosidad, bajando las herramientas que tenía en la mano. "Claro, señor. ¿De qué le gustaría hablar?"

James sonrió un poco, agradecido por la disposición de Reiko. "No lo sé exactamente. Supongo que solo quería hablar de cosas normales, como lo que solías hacer antes de unirte a la tripulación. O de cualquier cosa que te apasione."

Reiko lo observó por un momento, notando la sinceridad y, quizá, la necesidad de conexión humana en su tono. "Bueno, antes de unirme a la tripulación, solía pasar mucho tiempo en la Tierra, cerca del océano. Me apasiona el buceo, solía hacerlo cada vez que tenía la oportunidad. El mundo submarino siempre me ha parecido fascinante, como si fuera un universo paralelo."

James asintió, interesado y aliviado por el cambio de tema. "El océano, ¿eh? Es curioso, he estudiado tantos aspectos del universo, pero nunca me he detenido a explorar lo que hay en las profundidades de nuestro propio planeta."

Reiko sonrió, animada por el interés de James. "Debería hacerlo algún día, señor. Es un mundo completamente distinto, lleno de vida y misterio. Me imagino que, en cierto modo, debe ser como lo que usted experimenta al explorar otros planetas y dimensiones."

James se permitió una risa suave. "Tal vez. Aunque en este momento, un simple paseo por la playa me suena tan exótico como cualquier otra galaxia."

La conversación continuó, ligera y sin presiones. Aunque James aún podía sentir a Karla'k en el fondo de su mente, por unos momentos, logró distraerse de esa realidad, recordando lo que era hablar como un ser humano normal, sin la carga de ser un científico o un guerrero.

Reiko, por su parte, apreciaba la oportunidad de conocer un lado más humano de su comandante, y al final de la conversación, ambos se sintieron un poco más relajados y conectados. Para James, era un recordatorio de que, a pesar de todo, aún podía encontrar momentos de normalidad en medio del caos.

James Talloran sintió un dolor punzante en su cabeza mientras hablaba con Reiko. La presión de todo lo que estaba ocurriendo, combinada con la presencia constante de Karla'k en su mente, empezaba a afectarlo más de lo que quería admitir. Se llevó una mano a la sien, cerrando los ojos por un momento, tratando de aliviar el dolor.

"Mi esposa Ericka...," comenzó a decir, su voz mostrando un matiz de melancolía. "Es la madre de Daiki y de otros hijos que tuve con ella... pero no sé dónde está. Si ella estuviera aquí, sabría exactamente qué hacer en estos momentos."

Reiko lo observó en silencio, notando el peso en sus palabras. No estaba acostumbrada a verlo tan vulnerable, y eso solo hacía que la conversación fuera aún más impactante. "Debe ser difícil, señor, estar tan lejos de alguien que significó tanto para usted. Pero estoy segura de que, donde quiera que esté, ella también estaría orgullosa de todo lo que ha logrado, incluso en estos tiempos tan difíciles."

James asintió lentamente, intentando aferrarse a las palabras de consuelo de Reiko. "Es solo que... a veces siento que estoy perdiendo el control. No solo por Karla'k, sino por todo lo que está pasando. Ericka siempre tenía una manera de mantener todo en perspectiva, de recordarme lo que realmente importaba."

Reiko le dio una mirada comprensiva. "Es natural sentirse así cuando estás bajo tanta presión. Pero recuerde, señor, no está solo. Tiene a su familia, a su tripulación, y aunque las cosas sean complicadas ahora, todavía está aquí, luchando. Eso ya dice mucho."

James suspiró, el dolor de cabeza comenzando a ceder un poco. "Gracias, Reiko. Creo que necesitaba escuchar eso."

"Cuando sea necesario, estaré aquí, señor," respondió Reiko con una pequeña sonrisa. "Todos lo estamos."

James esbozó una leve sonrisa en respuesta. Aunque el dolor de cabeza y el estrés no desaparecieron por completo, la conversación le recordó que no estaba solo en esta lucha, y que, aunque Ericka no estuviera allí, todavía tenía personas en su vida que lo apoyaban. Y eso, por el momento, era suficiente para seguir adelante.

Reiko, mientras observaba a James Talloran alejarse, se quedó sumida en sus pensamientos. No podía evitar reflexionar sobre lo que él había dicho, y sobre las cosas que ella misma había experimentado a lo largo de su vida. Sabía bien lo que era cargar con el peso de lo que no se podía cambiar, de esas decisiones que dejan una marca imborrable en el alma.

Sus pensamientos la llevaron a esos momentos difíciles que había atravesado, aquellos en los que había perdido a personas queridas, o cuando tuvo que tomar decisiones que la perseguían en las noches solitarias. En la vida militar, aprender a convivir con las pérdidas y con el dolor era casi una habilidad necesaria para sobrevivir, pero eso no lo hacía más fácil.

"Algunas cosas simplemente no pueden cambiarse," pensó con un suspiro silencioso. Era una realidad que había aprendido a aceptar, aunque no sin dolor. Pero también sabía que, a pesar de todo, seguir adelante era la única opción. Esa era la razón por la que seguía luchando, por la que permanecía al lado de personas como James, que también llevaban sus propias cargas.

Reiko apretó ligeramente los puños, recordándose a sí misma que, aunque no pudiera cambiar el pasado, sí tenía control sobre el presente. Y en ese momento, lo único que podía hacer era ser un apoyo para aquellos que lo necesitaban, igual que James lo había sido para tantos otros.

Con ese pensamiento en mente, Reiko decidió que, mientras estuviera allí, haría todo lo posible por ayudar, por mantenerse firme, y por encontrar una manera de seguir adelante, incluso en medio de las dificultades. Después de todo, sabía muy bien que, aunque algunas cosas no podían cambiarse, la forma en que se enfrentaba a ellas sí estaba en sus manos.

James Talloran se sumergió en sus pensamientos, su mente llena de una monotonía oscura que solo él podía entender. "Destruir y crear, destruir y crear," repetía en su cabeza como un mantra. Era un ciclo interminable, una tarea que realizaba día tras día, con la esperanza de que, en algún momento, su vida volviera a sentirse normal. Pero la normalidad, si es que alguna vez la tuvo, se había desvanecido hace mucho tiempo.

El peso de sus acciones, las decisiones que había tomado, se acumulaba en su mente, dejándolo agotado y frustrado. La creación y destrucción constante no era solo una labor física; era un reflejo de la batalla interna que libraba en su interior, una batalla que pocos podían comprender. Incluso Karla'k, el dios del caos que habitaba en su cuerpo, no entendía completamente el desgaste emocional que esto causaba.

"Ni uno de ellos sabe lo que se siente," pensó con amargura, sus palabras mentales impregnadas de un cansancio profundo. Cada día era una lucha por mantener la cordura, por mantener un sentido de propósito en medio del caos. Pero, a menudo, ese propósito parecía tan lejano, tan intangible, que solo le quedaba el dolor y la irritación que lo corroían por dentro.

Las memorias de su pasado lo asaltaban constantemente, imágenes de decisiones difíciles, de pérdidas y sufrimiento. Cada recuerdo era un trago amargo, como si estuviera bebiendo una mezcla repulsiva de mierda y orina, un sabor que no podía borrar de su mente. Era una existencia marcada por la desesperanza, una sensación de estar atrapado en un ciclo del que no podía escapar.

Y sin embargo, a pesar de todo, seguía adelante. Destruir y crear, destruir y crear. Era todo lo que le quedaba, y mientras continuara, encontraría una manera de sobrevivir, aunque fuera en esa rutina amarga y solitaria.

James Talloran se concentró, canalizando una pequeña porción de su poder en la palma de su mano. Una bola de energía comenzó a formarse, girando lentamente, emitiendo un brillo suave pero constante. Observó la esfera con una mezcla de fascinación y tristeza, sus ojos fijos en la energía pulsante que parecía viva en su mano.

A través del resplandor de la esfera, James pudo ver las cicatrices en su interior, no las físicas, sino las emocionales, las marcas invisibles que habían quedado en su alma después de años de lucha, pérdida y sacrificio. Cada vez que creaba algo, cada vez que daba vida a una nueva forma de energía, una parte de él se desgarraba un poco más.

La bola de energía era un recordatorio de su poder, pero también de su carga. A pesar de todo lo que había logrado, de todas las vidas que había salvado o destruido, la energía que sostenía en su mano era una manifestación de su dolor, de las decisiones difíciles que lo habían llevado a este punto.

Mientras observaba la esfera, la energía reflejaba los rastros de su alma, como si las cicatrices de su interior estuvieran grabadas en la superficie brillante de la bola. La creación y destrucción se entrelazaban en esa pequeña esfera, un símbolo de su existencia, marcada por un ciclo interminable que no podía detener.

James suspiró, sintiendo el peso de esas cicatrices en su interior. Sabía que, al igual que la energía en su mano, su vida estaba llena de potencial y de peligro. Podía dar forma a mundos, pero también estaba condenado a destruirlos, y con cada creación, se alejaba un poco más de la paz que tanto anhelaba.

Finalmente, cerró su mano, disipando la esfera de energía en un destello de luz. Las cicatrices en su interior permanecían, recordándole que su camino estaba lejos de terminar, pero también que, a pesar de todo, aún tenía la fuerza para seguir adelante.

Fin.