Chomosukez se encontraba sentado en una roca, con la mirada perdida en el horizonte mientras Beasty estaba a su lado, tratando de encontrar palabras de consuelo. Dos días habían pasado desde la muerte de Lulu, pero el dolor seguía tan fresco como el primer día. Chomosukez no podía dejar de darle vueltas a los acontecimientos, cuestionándose si la muerte de Lulu fue su culpa, si pudo haber hecho algo diferente, algo que hubiera evitado ese trágico desenlace.
Beasty, aunque no era la mejor con las palabras, sabía que su pareja estaba sufriendo y que no podía dejarlo solo en ese momento. A pesar de su naturaleza fuerte y decidida, sentía una profunda tristeza al ver a Chomosukez así, cargando con la culpa de algo que tal vez estaba fuera de su control.
Beasty, siendo la pareja de Chomosukez, sentía el dolor de él casi como si fuera el suyo propio. Ella lo conocía mejor que nadie y sabía lo mucho que Lulu significaba para él, aunque su relación con Lulu siempre fue más compleja y llena de matices.
Sentada junto a él, Beasty tomó su mano suavemente, entrelazando sus dedos con los de Chomosukez. "No es tu culpa," le susurró con una voz suave pero firme. "Hiciste todo lo que pudiste... y sé que Lulu lo sabía. Ella no te culparía, y yo tampoco lo haré. Estamos juntos en esto."
Chomosukez, sintiendo el calor de su mano y la sinceridad en sus palabras, levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Beasty. Aunque el dolor seguía presente, había un leve consuelo en saber que no estaba solo en su sufrimiento.
Chomosukez, con una tristeza que parecía imposible de sacudir, se pasó la mano por el cabello, intentando ordenarlo como un gesto automático. Aunque normalmente su energía y alegría eran contagiosas, ahora se sentía abrumado por una oscuridad que no podía apartar. La pérdida de Lulu había dejado una herida profunda en su corazón, y ni siquiera la cercanía de Beasty podía aliviar completamente ese dolor.
Beasty lo observó con preocupación. Sabía que Chomosukez siempre había sido el alma de cualquier grupo, el que traía luz incluso en los momentos más oscuros. Verlo así, con la chispa de su felicidad casi apagada, le rompía el corazón.
"Chomo," dijo suavemente, acariciando su rostro. "Está bien sentirse triste. Nadie espera que superes esto de un día para otro. Pero no tienes que cargar con todo solo. Estoy aquí contigo, y siempre lo estaré, pase lo que pase."
Chomosukez asintió levemente, aunque sus ojos seguían reflejando esa tristeza profunda. Sabía que tenía a Beasty a su lado, y eso significaba mucho, pero la herida seguía siendo demasiado reciente, demasiado dolorosa.
Chomosukez observó con sorpresa cómo una gata de pelaje café y ojos negros se le acercaba lentamente. Había algo en la manera en que la gata lo miraba, algo en su presencia que le recordó instantáneamente a Lulu. La gata tenía un mechón de cabello que caía sobre su frente, una pequeña característica que le hacía aún más parecida a la mujer que había perdido.
Chomosukez se quedó en silencio por un momento, contemplando a la gata mientras se acercaba más. Finalmente, murmuró con una mezcla de asombro y esperanza: "Es parecida a ella... quizás ya reencarnó."
Beasty, que estaba junto a él, también miró a la gata con curiosidad. Podía sentir la conexión que Chomosukez estaba haciendo en su mente, y aunque sabía que nada podría reemplazar a Lulu, entendía el consuelo que podría ofrecerle pensar que de alguna manera, su espíritu continuaba en esta pequeña criatura.
"Tal vez es una señal," dijo Beasty suavemente. "De que Lulu siempre estará contigo, de alguna manera."
Chomosukez esbozó una pequeña sonrisa, la primera en días. Se agachó para acariciar suavemente a la gata, sintiendo un calor reconfortante en su pecho. Aunque el dolor de la pérdida aún estaba presente, la presencia de la gata le ofrecía un rayo de esperanza, un recordatorio de que quizás Lulu no se había ido del todo.
Chomosukez, con una mezcla de emoción y alivio, abrazó a la gata, sintiendo un pequeño consuelo en su corazón. La suave calidez del animal en sus brazos le trajo una paz que no había sentido desde la muerte de Lulu. Beasty, observando la escena, sonrió ligeramente, contenta de ver a Chomosukez encontrando algo de consuelo.
Sin decir nada más, ambos se pusieron de pie y, con la gata en brazos, comenzaron a caminar hacia su hogar. La pequeña criatura parecía contenta y segura en los brazos de Chomosukez, mientras él y Beasty se dirigían a la casa que compartían. Al llegar, Beasty abrió la puerta, y juntos entraron, llevando consigo a su nueva compañera.
Dentro de la casa, la atmósfera se sentía un poco más ligera. Chomosukez dejó a la gata en el suelo, y ella comenzó a explorar con curiosidad, como si supiera que este lugar sería su nuevo hogar. Mientras la gata investigaba cada rincón, Chomosukez se dejó caer en el sofá, sintiendo por primera vez en días un pequeño rayo de esperanza.
Beasty se sentó a su lado, apoyando su cabeza en su hombro. "Vamos a estar bien," susurró, tomando la mano de Chomosukez. Él asintió lentamente, viendo cómo la gata finalmente se acurrucaba en un rincón, encontrando su propio espacio en su nuevo hogar.
Y aunque la tristeza aún estaba presente, en ese momento, Chomosukez sintió que tal vez, poco a poco, el dolor se iría desvaneciendo, dejando espacio para nuevos comienzos.
Durante la noche, Chomosukez se sentó en su escritorio, su mente aún un poco pesada, pero decidida a mantenerse ocupado. Encendió la lámpara de su escritorio y comenzó a organizar los papeles frente a él. Había cuentas por pagar, formularios que completar, y una lista creciente de cosas que no podía permitirse olvidar.
Con la pluma en mano, comenzó a anotar los pagos mensuales: la renta, los servicios públicos, las compras de alimentos, y otras responsabilidades que venían con la vida diaria. Mientras escribía, el sonido del bolígrafo sobre el papel le proporcionaba un extraño tipo de consuelo, algo rutinario y estable en medio de sus pensamientos caóticos.
Cada tanto, Chomosukez miraba hacia el rincón donde la gata se había acurrucado. Ella dormía plácidamente, ajena a las preocupaciones de su nuevo dueño. Su presencia le recordaba a Lulu, y aunque eso le dolía, también le daba una razón para seguir adelante.
Terminando de llenar las cuentas, pasó a la lista de cosas por hacer. Había tareas que se habían acumulado mientras él estaba ocupado lidiando con su duelo, y sabía que necesitaba retomar el control de su vida poco a poco. Escribió con determinación, enfocándose en cada tarea para evitar que su mente divagara hacia pensamientos más oscuros.
Cuando finalmente terminó, se recostó en su silla, exhalando un largo suspiro. Aunque había avanzado un poco, aún quedaba mucho por hacer, tanto en su vida personal como en su trabajo. Pero al menos, por esta noche, había logrado mantenerse enfocado y productivo.
Mirando hacia la gata nuevamente, Chomosukez sonrió con tristeza. "Un día a la vez," se dijo en voz baja, cerrando su cuaderno y apagando la luz del escritorio antes de dirigirse a la cama, donde Beasty ya dormía profundamente.
La gata, llena de energía y curiosidad, corrió hacia Chomosukez mientras él apagaba la luz de su escritorio. En un movimiento rápido y juguetón, se lanzó sobre sus piernas, buscando su atención.
Chomosukez, sorprendido por el repentino ataque de afecto, no pudo evitar esbozar una sonrisa. Aunque estaba agotado, la alegría inocente de la gata logró levantarle un poco el ánimo.
"¿Así que quieres jugar, eh?" dijo mientras acariciaba suavemente su suave pelaje. La gata ronroneó en respuesta, moviendo su cola de un lado a otro mientras miraba a Chomosukez con sus grandes ojos oscuros.
Chomosukez dejó los papeles a un lado por un momento, dándose cuenta de que necesitaba este pequeño respiro. Levantó a la gata, sosteniéndola en sus brazos, y comenzó a hacerle cosquillas bajo la barbilla, provocando más ronroneos y algunos suaves maullidos.
Este pequeño momento de felicidad, aunque breve, le recordó que, a pesar de la tristeza que aún cargaba, la vida continuaba, y había pequeñas cosas por las que valía la pena sonreír.
Chomosukez sintió la cálida y áspera lengua de la gata lamiendo su mano, lo que desencadenó una oleada de emociones que había intentado reprimir. Sin poder contenerse, llevó su otra mano a su boca, tratando de sofocar un sollozo que amenazaba con escapar.
Mientras la gata seguía mostrándole afecto, los recuerdos de Lulu volvieron a inundar su mente. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse fuerte, la pérdida seguía siendo un peso insoportable en su corazón. En su mente, las palabras resonaban con dolor: "¿Por qué te fuiste...?".
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro, mientras trataba de mantener el silencio para no preocupar a Beasty. La gata, ajena al dolor que causaba su ternura, continuó acurrucándose contra él, ofreciéndole el único consuelo que podía en ese momento.
Chomosukez la abrazó con más fuerza, aferrándose a ese pequeño rayo de luz en medio de su oscuridad, dejando que las lágrimas fluyeran en silencio, mientras el dolor por la pérdida de Lulu seguía ardiendo en su corazón.
Chomosukez no pudo contener más su dolor, y las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente sobre el suave pelaje de la gata. El animal, sin comprender el peso de la tristeza de su dueño, permaneció acurrucado en su regazo, ronroneando suavemente, como si intentara consolarlo a su manera.
Cada lágrima que caía sobre la felina llevaba consigo una mezcla de recuerdos, de amor no expresado a tiempo, y de una culpa que Chomosukez no podía dejar ir. La gata, tan similar a Lulu en apariencia, se convirtió en un refugio silencioso para su dolor, un recordatorio de lo que había perdido, pero también un pequeño consuelo en su soledad.
El tiempo pareció detenerse mientras Chomosukez se aferraba a la gata, dejando que sus emociones fluyeran libremente. En ese momento, bajo el manto de la noche, se permitió sentir todo el peso de su tristeza, dejando que las lágrimas se llevaran parte de su dolor, aunque sabía que la herida en su corazón tardaría en sanar.

Beasty, al notar la tristeza de Chomosukez, se acercó en silencio. Observó cómo Chomosukez intentaba ocultar su rostro mientras acariciaba a la gata. El gesto de intentar taparse era una clara señal de su profundo dolor, y ver a su pareja en tal estado de angustia le partió el corazón.
Sin decir una palabra, Beasty se acercó lentamente y se arrodilló junto a Chomosukez. Con ternura, colocó una mano en su espalda, ofreciendo un consuelo silencioso. El vínculo entre ellos se fortaleció en ese momento, y aunque no había palabras que pudieran borrar el dolor, Beasty quería que Chomosukez supiera que no estaba solo en su sufrimiento.
Beasty miró a la gata con una expresión de comprensión, sabiendo que el animal no era más que un símbolo de lo que Chomosukez había perdido. La presencia de Beasty y la compañía de la gata, aunque pequeñas, ofrecían un rayo de esperanza y apoyo en medio de la tormenta emocional.
Chomosukez, con la voz aún temblando, miró a Beasty y dijo: "No puedo evitar sentir que la muerte de Lulu fue mi culpa. Si tan solo hubiera hecho algo diferente, tal vez todavía estaría aquí."
Beasty, con una expresión de empatía, respondió: "No tienes la culpa, Chomosukez. A veces, las cosas están fuera de nuestro control. Lulu no quería que te sintieras así. Ella quería verte feliz, y la tristeza que sientes ahora es una prueba de cuánto la amabas."
Chomosukez suspiró, limpiándose las lágrimas con la mano. "Sé que tienes razón. Aun así, me siento vacío sin ella. Esta gata... me recuerda a Lulu, pero es solo un consuelo temporal."
Beasty tomó la mano de Chomosukez con suavidad. "Es natural sentir dolor, y es válido que encuentres consuelo en pequeñas cosas. Estamos juntos en esto, y aunque Lulu ya no esté, podemos seguir adelante y honrar su memoria. Ella siempre será parte de nosotros."
Chomosukez asintió, sintiendo el calor de la mano de Beasty y el cariño en sus palabras. "Gracias. No sé qué haría sin ti."
Beasty sonrió suavemente. "Siempre estaré aquí para ti. Juntos, encontraremos una manera de seguir adelante y mantener viva la memoria de Lulu."
Ambos se abrazaron, sintiendo el apoyo mutuo mientras la gata se acurrucaba a su lado, ofreciendo una pequeña pero reconfortante presencia en medio de su dolor.
Chomosukez, con los ojos pesados y llenos de lágrimas, dejó que el cansancio se apoderara de él. Mientras se acurrucaba junto a Beasty y la gata, sus lágrimas continuaban cayendo lentamente. El calor del abrazo de Beasty y la presencia reconfortante de la gata lo envolvían, proporcionándole un pequeño respiro en su tormento emocional.
Con un susurro tembloroso, Chomosukez murmuró: "Solo quiero recordar los momentos felices que tuvimos, pero el dolor es tan grande."
Beasty acarició suavemente la espalda de Chomosukez, tratando de calmar su tristeza. "Recuerda los buenos tiempos y el amor que compartieron. Lulu siempre será parte de ti, y en el tiempo, el dolor se mezclará con esos recuerdos felices."
Chomosukez asentía lentamente, sus ojos finalmente cerrándose mientras las lágrimas se secaban en sus mejillas. La sensación de consuelo que Beasty y la gata le ofrecían ayudó a calmar su mente, dejándolo caer en un sueño profundo, buscando alivio en sus sueños.
Punto de vista de Lulu:
En un rincón del mundo, donde las sombras se mezclaban con la luz de una luna solitaria, Lulu, en su forma espiritual, observaba desde el umbral de una existencia intangible. Su presencia, un susurro en el aire, era etérea, pero cargada de un profundo afecto que desafiaba las barreras del tiempo y el espacio.
Desde esa distancia, veía a Chomosukez sentado en el suelo, abrazado a la gata de pelaje café que, con su curiosa cercanía, parecía ofrecerle consuelo. Los ojos de Lulu se fijaron en el pequeño felino que jugueteaba alrededor de su amado, notando una similitud en sus ojos, en la forma en que se movía, en esa chispa de vida que tanto le recordaba a ella.
"Sí," pensó Lulu, su voz resonando como un eco en la vastedad de su nueva existencia. *"Se parece a mí... Es como si una parte de mí aún estuviera aquí, brindándole consuelo.
En su forma espiritual, Lulu se sintió envuelta en una mezcla de ternura y tristeza. La visión de Chomosukez, con lágrimas silenciosas rodando por su rostro mientras acariciaba al animal, le conmovió profundamente. Sabía que su partida había dejado un vacío en el corazón de quien más amaba, pero también entendía que, de alguna manera, el consuelo podía encontrarse incluso en las formas más inesperadas.
Lulu observó con una mezcla de paz y anhelo cómo la gata, en su forma inofensiva y pura, parecía llenar un pequeño rincón del corazón roto de Chomosukez. Era una señal de que su amor trascendía las fronteras de la vida y la muerte, un recordatorio de que, aunque ella ya no estuviera físicamente presente, su esencia continuaba cuidando de él.
En el silencio de la noche, mientras las sombras danzaban bajo la luz tenue de una lámpara, Chomosukez se fue hundiendo lentamente en el sueño. Con la gata acurrucada a su lado, el cansancio y la tristeza parecían comenzar a hacer su efecto.
Lulu, en su forma espiritual, se acercó con un cariño inmenso. Aunque su presencia era intangible, su afecto era palpable. Se inclinó suavemente hacia él, envolviéndolo en un abrazo etéreo. Aunque no podía tocarlo de manera física, el calor y la calidez de su amor se hicieron sentir en el ambiente.
El contacto de Lulu, aunque invisible, era un bálsamo para el alma de Chomosukez. Sus lágrimas cesaron y sus facciones se relajaron, como si el abrazo de su amada le ofreciera la paz que tanto anhelaba. La gata, sintiendo el cambio en el ambiente, se acurrucó más cerca, proporcionando una sensación de seguridad y confort.
Lulu permaneció allí, un vigilante silencioso y amoroso, asegurándose de que su amado descansara en paz. En ese último abrazo, Chomosukez encontró el consuelo que necesitaba para finalmente dejarse llevar por el sueño, sus preocupaciones y tristezas desvaneciéndose en la tranquilidad de su descanso.
Así, en la serenidad de la noche, Lulu continuó velando por él, su presencia una promesa de que, aunque separados por las fronteras de la vida y la muerte, su amor permanecía inquebrantable.
En el reino etéreo de los sueños, donde las fronteras entre la realidad y la fantasía se desdibujan, Lulu se adentró con delicadeza. Su presencia espiritual, aunque aún intangible, estaba envuelta en una luminiscencia suave y reconfortante.
Chomosukez, inmerso en su sueño profundo, se encontraba en un paisaje de ensueño, un jardín lleno de flores brillantes y árboles frondosos, una manifestación de su anhelo de paz y belleza. De repente, el ambiente comenzó a cambiar, tornándose más sereno y cálido, como si un sol interior comenzara a iluminarlo.
En este sueño, Lulu apareció, deslumbrante y etérea. Su forma era un reflejo de su ser querido y amoroso, envuelta en una luz dorada que envolvía el entorno con una cálida aurora. Se acercó a Chomosukez con una sonrisa suave, sus ojos irradiando una mezcla de ternura y paz.
"Chomosukez," su voz resonó en el sueño, como una melodía familiar y reconfortante. "No llores más, amor mío. Aquí, en el reino de los sueños, quiero estar contigo un momento."
La visión de Lulu era clara y hermosa, sus palabras llenas de la ternura que siempre le había mostrado. Se acercó a él, tocando su rostro con una delicadeza que parecía disolverse en el aire.
"Sé que el dolor ha sido grande, y que mi ausencia ha dejado un vacío profundo en tu corazón," continuó, su voz suave como el viento. "Pero quiero que sepas que siempre estaré contigo, en cada sueño, en cada pensamiento, en cada momento de tranquilidad."
En el sueño, el jardín se transformó en un lugar de calma y belleza absoluta, reflejo de la paz que Lulu deseaba transmitir. Las flores brillaban con colores vivos, y el aire estaba lleno de una fragancia dulce y reconfortante.
"Deja que este sueño sea un refugio para ti," dijo Lulu mientras extendía su mano hacia Chomosukez. "Permíteme ser tu compañía en este espacio, y que juntos encontremos un momento de paz y amor."
Chomosukez, aunque aún profundamente afectado por la pérdida, sintió una oleada de calma al ver a Lulu. En este sueño, ella era su guía y su consuelo, una presencia que suavizaba el dolor y ofrecía un breve respiro del sufrimiento.
Y así, en el dulce abrazo del sueño, Lulu y Chomosukez compartieron un momento de paz y amor eterno, un recordatorio de que, aunque la vida física puede separarlos, el amor que compartieron seguía vivo y vibrante en el reino de los sueños.
Chomosukez, con el corazón todavía temblando por el dolor de la pérdida, avanzó lentamente hacia Lulu en el sueño. Sus pasos eran vacilantes, pero la presencia de Lulu parecía darle una fuerza renovada. Al llegar a ella, se inclinó con reverencia y delicadeza, apoyando su rostro en el pecho de ella. La calidez y la suavidad de su forma espiritual le brindaban una sensación de consuelo y seguridad que tanto necesitaba.
Lulu envolvió a Chomosukez en un abrazo cálido, su presencia etérea como un refugio contra el tormento emocional. Él levantó lentamente su rostro, los ojos brillando con lágrimas de felicidad y alivio. Las lágrimas comenzaron a caer suavemente, como perlas que se deslizan por su rostro.
Lulu le miró con una mezcla de ternura y tristeza. "No estás solo," susurró, su voz una melodía reconfortante en el silencio del sueño. "Siempre estaré contigo, en cada rincón de tu corazón."
Chomosukez, con el rostro húmedo por las lágrimas, sintió una profunda paz al escuchar las palabras de Lulu. Su amor por ella no había disminuido, y en este sueño, experimentaba un momento de conexión que trascendía la muerte.
Mientras las lágrimas de felicidad continuaban fluyendo, Chomosukez abrazó a Lulu con fuerza, como si intentara retenerla para siempre. En su mente, el dolor se disipaba lentamente, reemplazado por la cálida presencia de su amor eterno.
El sueño se envolvió en una profunda calma, y en ese instante, Chomosukez encontró un consuelo que le permitió descansar en la compañía de Lulu, al menos en el reino de los sueños.
Al despertar en la mañana siguiente, Chomosukez se encontró en su cama, rodeado por la cálida presencia de Beasty, quien yacía a su lado. Se preguntaba cómo había llegado allí, pero la lógica le indicaba que Beasty probablemente lo había llevado a la cama durante la noche, ayudándolo a descansar. La gata, que ahora se había convertido en una compañía constante, estaba acurrucada al lado de la cama, dormida tranquilamente.
Chomosukez observó a su alrededor, el suave resplandor de la mañana filtrándose a través de las cortinas. A pesar de la tristeza que todavía sentía, había una calma reconfortante en la habitación. La presencia de Beasty y la gata le ofrecían una sensación de estabilidad y compañía que necesitaba desesperadamente.
Se giró hacia Beasty y le dio una mirada agradecida, reconociendo el esfuerzo y el cuidado que ella había mostrado. Luego, con suavidad para no despertar a nadie, se inclinó para acariciar a la gata, que seguía dormida plácidamente.
Con un suspiro profundo, Chomosukez se permitió un momento de tranquilidad, sabiendo que, aunque el dolor de la pérdida de Lulu seguía presente, había encontrado una forma de seguir adelante con el apoyo de aquellos que todavía estaban a su lado.
Fin.