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Chapter 10 - Episodio 10: La familia nueva.

Ushibaa había dejado atrás los días de intensos entrenamientos y enfrentamientos. Ahora, su vida era tranquila y monótona. Había pasado meses sin saber nada de sus antiguos amigos y mentores, ni siquiera de Víctor, con quien había compartido momentos decisivos. Su día a día transcurría en una pequeña ciudad, donde trabajaba en una librería y pasaba las tardes en el parque, disfrutando de la calma que tanto había anhelado.

Una tarde, mientras paseaba por el parque, Ushibaa notó a una chica sentada en un banco, concentrada en un libro. Había algo en su expresión que lo intrigaba, una mezcla de serenidad y profundidad que le resultaba familiar y a la vez misteriosa. Decidió acercarse y, con una sonrisa amable, le preguntó:

—Hola, ¿qué lees?

La chica levantó la vista y le sonrió de vuelta. —Es un libro sobre historia antigua. Me llamo Michelle, ¿y tú?

—Soy Ushibaa. Trabajo en la librería del centro. ¿Te gustan los libros de historia?

—Sí, me encanta aprender sobre el pasado. ¿Y a ti?

—Siempre he preferido las historias de aventuras, pero la historia también tiene su encanto —respondió él.

Así comenzó una conversación que se extendió durante horas. Michelle le contó sobre su pasión por la historia y su interés en las culturas antiguas, mientras que Ushibaa le habló de su vida tranquila y de su pasado lleno de entrenamientos y desafíos. Descubrieron que compartían más intereses de los que esperaban, y poco a poco, una conexión especial empezó a formarse entre ellos.

Con el tiempo, Ushibaa y Michelle comenzaron a pasar más tiempo juntos. Paseaban por el parque, visitaban museos y, por supuesto, compartían largas charlas sobre libros en la librería donde trabajaba Ushibaa. Michelle admiraba la profundidad y el misterio que envolvían a Ushibaa, mientras que él encontraba en ella una fuente constante de inspiración y alegría.

Un día, mientras caminaban por la ciudad, Ushibaa se detuvo y, mirando a Michelle a los ojos, le dijo:

—Michelle, desde que te conocí, mi vida ha cambiado. Siento que he encontrado algo que había estado buscando durante mucho tiempo, sin saberlo. ¿Te gustaría dar un paso más en nuestra relación?

Michelle sonrió, con los ojos brillantes de emoción y ternura. —Yo también siento lo mismo, Ushibaa. Me encantaría.

Desde ese momento, Ushibaa y Michelle empezaron a construir una vida juntos, llena de amor y comprensión. Ushibaa, quien había dejado atrás un pasado lleno de luchas, encontró en Michelle la paz y la felicidad que tanto había anhelado. Y aunque su vida ahora era diferente, sentía que, por fin, había encontrado su verdadero hogar al lado de Michelle.

Ushibaa y Michelle habían pasado un año juntos, viviendo una vida que parecía sacada de un cuento. Su relación había florecido, convirtiéndolos en una pareja inseparable. A medida que el tiempo pasaba, su amor y su conexión se hacían más fuertes, alimentados por el respeto y la admiración mutua.

Ambos habían dejado atrás a sus antiguos amigos y conocidos, enfocándose en su relación y en construir una vida juntos. Vivían en un pequeño pero acogedor apartamento cerca del parque donde se conocieron, y sus días se llenaban de risas, conversaciones profundas y momentos de ternura.

Michelle, con su pasión por la historia, había comenzado a escribir un libro sobre las culturas antiguas, mientras que Ushibaa seguía trabajando en la librería, disfrutando de la tranquilidad que ese trabajo le brindaba. A menudo, se sentaban juntos en el sofá, Michelle escribiendo y Ushibaa leyendo, disfrutando de la simple presencia del otro.

Las tardes de paseo por el parque se convirtieron en una tradición. Caminaban de la mano, observando las estaciones cambiar, encontrando belleza en cada detalle de la naturaleza. A veces, se sentaban en el mismo banco donde se conocieron y recordaban aquellos primeros días, riéndose de las casualidades que los habían unido.

Aunque rara vez se veían con sus antiguos amigos, no sentían la necesidad de hacerlo. Habían encontrado en el otro un mundo completo, un refugio de paz y felicidad. Su círculo social se había reducido, pero no lo veían como una pérdida, sino como una elección consciente de enfocarse en lo que realmente les importaba.

Michelle había estado planificando una sorpresa para Ushibaa durante semanas. Sin que él lo supiera, había comprado un anillo de compromiso, esperando el momento perfecto para pedirle matrimonio. Finalmente, un día soleado, decidió que era el momento adecuado.

Salieron a pasear por su parque favorito, como tantas veces antes. La tarde estaba tranquila, y ambos disfrutaban de la compañía del otro mientras hablaban de cosas cotidianas. Michelle, con el corazón acelerado, intentaba mantener la calma mientras buscaba el momento perfecto.

—Ushibaa —dijo Michelle, tratando de mantener su voz serena—, ¿te acuerdas de la primera vez que nos conocimos en este parque?

—Claro que sí —respondió él, sonriendo—. Fue uno de los mejores días de mi vida.

Michelle sonrió, sintiendo que su momento había llegado. Se detuvo y miró a Ushibaa a los ojos.

—Para mí también lo fue. Y cada día contigo ha sido una bendición. —Con una profunda respiración, Michelle se arrodilló y sacó una pequeña caja de su bolsillo—. Ushibaa, eres mi mejor amigo, mi confidente y el amor de mi vida. No puedo imaginar mi futuro sin ti. ¿Te casarías conmigo?

Ushibaa quedó boquiabierto, sorprendido y emocionado. Nunca había esperado que Michelle diera ese paso, pero en ese momento supo que no había nada que deseara más.

—¡Sí, Michelle! ¡Por supuesto que sí! —exclamó, ayudándola a levantarse y abrazándola con fuerza.

Michelle, con una sonrisa radiante, deslizó el anillo en el dedo de Ushibaa. Ambos se quedaron allí, abrazados, sintiendo que el mundo a su alrededor desaparecía. Era un momento perfecto, lleno de amor y promesas para el futuro.

Mientras seguían caminando por el parque, ya comprometidos, no podían evitar imaginar todos los maravillosos momentos que vendrían. Habían encontrado en el otro un amor verdadero, y estaban listos para enfrentar juntos lo que el futuro les deparara.

Dos meses después del emocionante compromiso, Michelle y Ushibaa se preparaban para su boda. Decidieron hacer una ceremonia íntima pero significativa, rodeados de aquellos amigos que, a pesar de la distancia, siempre habían tenido un lugar especial en sus corazones.

El día de la boda llegó, y el sol brillaba en un cielo despejado. El lugar elegido era un hermoso jardín lleno de flores, donde una carpa blanca y delicadamente decorada esperaba a los invitados. Michelle y Ushibaa habían trabajado juntos para que todo fuera perfecto, reflejando el amor y la sencillez que caracterizaban su relación.

Entre los primeros en llegar estaban Víctor y Luci, acompañados de su hijo pequeño que apenas tenía un año. Víctor, el antiguo mentor y amigo de Ushibaa, sonrió con orgullo al ver a su exalumno tan feliz y realizado. Luci, siempre amable y cariñosa, le dio un cálido abrazo a Michelle, felicitándola.

A continuación, llegaron Necross, Javier y Sami, viejos amigos de aventuras y desafíos. Se saludaron con alegría, compartiendo recuerdos y risas mientras esperaban el inicio de la ceremonia. A pesar del tiempo y la distancia, todos sentían que la conexión entre ellos seguía intacta.

Cuando todos estuvieron reunidos, la música comenzó a sonar suavemente, señalando el inicio de la ceremonia. Ushibaa, vestido con un traje elegante pero sencillo, se colocó en el altar, esperando con ansias la llegada de Michelle.

Michelle apareció del brazo de su padre, luciendo un vestido blanco que la hacía parecer una visión de ensueño. Sus ojos brillaban de emoción mientras caminaba hacia Ushibaa, y los invitados no podían evitar sonreír ante la evidente felicidad de ambos.

Al llegar al altar, el oficiante comenzó a hablar, pero para Michelle y Ushibaa, el mundo exterior se desvaneció. Sólo existían ellos dos y las promesas que estaban a punto de hacerse. Con voz temblorosa pero segura, se comprometieron a amarse y apoyarse por el resto de sus vidas.

—Michelle —dijo Ushibaa, sosteniendo su mano—, prometo amarte y respetarte, ser tu compañero y tu apoyo, en los buenos y malos momentos, hoy y siempre.

—Ushibaa —respondió Michelle, con lágrimas de felicidad en sus ojos—, prometo ser tu refugio y tu amigo, amarte y cuidarte, y compartir contigo todas las alegrías y desafíos de la vida.

Tras intercambiar los anillos, el oficiante pronunció las palabras que todos esperaban:

—Por el poder que me ha sido conferido, los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.

Ushibaa y Michelle se besaron, sellando su amor y compromiso ante la mirada emocionada de sus amigos. Los aplausos y vítores llenaron el jardín, celebrando no sólo la unión de dos personas, sino también la fuerza del amor y la amistad.

La recepción fue una fiesta llena de risas, baile y buenos recuerdos. Víctor, Luci, Necross, Javier y Sami compartieron anécdotas y brindis, recordando las aventuras pasadas y celebrando el nuevo capítulo en la vida de Michelle y Ushibaa.

Aquella noche, rodeados de sus seres queridos, Michelle y Ushibaa supieron que habían encontrado algo más que el amor: habían encontrado una familia, una red de apoyo y amistad que siempre estaría allí para ellos. Juntos, estaban listos para enfrentar cualquier cosa que el futuro les deparara, con la certeza de que el amor verdadero y la amistad perduran a través del tiempo y la distancia.

Después de la hermosa ceremonia y la alegre recepción, Michelle y Ushibaa se dirigieron a un hotel encantador para disfrutar de su luna de miel. El lugar era perfecto: una suite con vista al mar, decorada con elegancia y llena de detalles románticos. Pasaron los días explorando el área, relajándose en la playa y disfrutando de la compañía del otro en un ambiente de amor y tranquilidad.

Por las noches, se refugiaban en la intimidad de su habitación, fortaleciendo su vínculo y creando recuerdos que atesorarían para siempre. La luna de miel fue todo lo que habían soñado y más, un comienzo perfecto para su vida como recién casados.

Unos días después de regresar a casa, Michelle empezó a notar ciertos cambios en su cuerpo. Decidió hacerse una prueba de embarazo y, al ver el resultado positivo, se sintió una mezcla de emoción y nervios. Quería compartir la noticia con Ushibaa de una manera especial, así que planeó una pequeña sorpresa.

Una tarde, mientras Ushibaa estaba en la librería, Michelle preparó una cena especial en casa. Encendió velas, puso música suave y preparó su plato favorito. Cuando Ushibaa llegó, se sorprendió al ver la atención al detalle y el amor con el que Michelle había organizado todo.

—Wow, esto es increíble, Michelle. ¿Qué celebramos? —preguntó Ushibaa con una sonrisa, tomando asiento.

Michelle, con una sonrisa misteriosa, lo observó mientras servía la cena. Esperó hasta que ambos estuvieron sentados y disfrutando del primer bocado antes de sacar una pequeña caja de regalo.

—Antes de que sigamos, tengo algo para ti —dijo, entregándole la caja.

Ushibaa la abrió, encontrando dentro un pequeño par de zapatitos de bebé y una nota que decía: "Próximamente en nuestras vidas: papá y mamá". Miró a Michelle, sin poder creer lo que veía.

—¿Michelle, esto significa...?

—Sí, Ushibaa. Vamos a tener un bebé —dijo Michelle, con lágrimas de alegría en los ojos.

Ushibaa quedó en shock, su mente inundada de pensamientos y emociones. Pero pronto, el asombro dio paso a una profunda alegría. Se levantó y abrazó a Michelle, riendo y llorando al mismo tiempo.

—¡No puedo creerlo! ¡Vamos a ser padres! —exclamó, besándola con ternura—. Michelle, esto es increíble. No puedo esperar para comenzar esta nueva aventura contigo.

La noticia del embarazo llenó sus corazones de felicidad y expectativas. Los días siguientes estuvieron llenos de planes, risas y sueños sobre el futuro. Michelle y Ushibaa sabían que la llegada de su hijo traería nuevos desafíos, pero también nuevas alegrías. Juntos, estaban listos para enfrentar esta nueva etapa de sus vidas, más unidos y enamorados que nunca.

Pasaron los nueve meses rápidamente, llenos de preparativos, emociones y la expectativa de la llegada de su hijo. Durante este tiempo, el mundo exterior no se detuvo. Ushibaa, siempre comprometido con sus responsabilidades, se vio envuelto en una guerra crucial. Michelle siguió de cerca los acontecimientos, preocupada por su esposo, pero sabiendo que tenía que concentrarse en la inminente llegada de su bebé.

Finalmente, el gran día llegó. Michelle comenzó a sentir las primeras contracciones, y Ushibaa, con el corazón acelerado y una mezcla de nervios y emoción, la llevó al hospital. Pasaron dos horas que parecieron eternas. Ushibaa esperaba en la sala de espera, inquieto pero esperanzado, rezando para que todo saliera bien.

Después de lo que pareció una eternidad, una enfermera salió y le pidió a Ushibaa que entrara. Con el corazón en la garganta, caminó hacia la habitación donde Michelle estaba. Al entrar, vio una escena que nunca olvidaría: Michelle, con una sonrisa cansada pero radiante, sostenía a un bebé en sus brazos. A su lado, una enfermera cargaba a otro bebé.

—Michelle, ¿son...?

—Sí, Ushibaa —respondió ella, con lágrimas de felicidad en los ojos—. Son dos. Tenemos una niña y un niño.

Ushibaa sintió una ola de alegría y amor indescriptible. Se acercó a Michelle y miró a los dos bebés con asombro y adoración.

—Son perfectos, Michelle —dijo, con la voz entrecortada por la emoción—. ¿Cómo los llamaremos?

Michelle sonrió, sabiendo que Ushibaa ya había pensado en esto.

—Quiero que tú les pongas los nombres —dijo ella suavemente.

Ushibaa asintió, mirándolos con ternura.

—A nuestra niña la llamaremos Kim, y a nuestro niño, Sangwoo.

Michelle asintió, encontrando los nombres perfectos. Juntos, observaron a sus dos hijos, sintiendo una paz y felicidad que nunca antes habían conocido. Era el comienzo de una nueva etapa en sus vidas, una llena de desafíos y alegrías, pero estaban listos para enfrentarlo todo juntos.

La llegada de Kim y Sangwoo no solo llenó sus vidas de amor, sino que también les recordó la importancia de la familia y el apoyo mutuo. A pesar de las guerras y dificultades en el mundo exterior, dentro de su pequeño hogar, Michelle y Ushibaa encontraron una fuerza y una unión que los mantendría firmes y unidos frente a cualquier adversidad.

Los meses siguientes estuvieron llenos de noches sin dormir, risas y descubrimientos. Ushibaa y Michelle aprendieron a ser padres juntos, cada día enamorándose más de sus pequeños y de la vida que estaban construyendo como familia. A pesar de todo lo que estaba ocurriendo en el mundo, ellos sabían que, mientras se tuvieran el uno al otro y a sus hijos, podrían superar cualquier cosa.

Después de la llegada de Kim y Sangwoo, Michelle y Ushibaa disfrutaron de una felicidad que solo el amor de una familia puede brindar. Sin embargo, el mundo fuera de su hogar seguía siendo turbulento. Víctor, atrapado en una guerra brutal, se había convertido en una figura temida y peligrosa, matando a diestra y siniestra en su búsqueda de poder o redención, dejando a muchos cuestionando su humanidad.

Michelle y Ushibaa, conscientes del peligro, se refugiaron en un lugar seguro, lejos del caos que se desataba. Los días se volvieron tensos, con el sonido distante de explosiones y gritos que recordaban constantemente la fragilidad de su situación. Protegían a sus bebés con todo su ser, esperando que la tormenta pasara sin llegar a su puerta.

Una noche, cuando todo parecía estar en calma, Víctor llegó a su refugio. Su figura oscura se perfilaba contra la luz tenue, y sus pasos resonaban pesadamente en el pasillo. Al entrar, encontró a Michelle y Ushibaa sosteniendo a sus bebés, quienes lloraban suavemente, ajenos al peligro que se cernía sobre ellos.

Víctor se detuvo, observando la escena con una mirada sumamente muerta, carente de la bondad que alguna vez había tenido. Sus ojos estaban vacíos, y su rostro mostraba el peso de innumerables muertes y decisiones. Michelle y Ushibaa lo miraron con miedo y desesperación, esperando lo peor.

Después de un largo silencio, Víctor suspiró profundamente y habló con una voz que, aunque cansada, aún guardaba un rastro de humanidad.

—Me hubiera gustado conocer a tus hijos un poco más —dijo, su voz resonando en la habitación como un eco de tiempos mejores.

Michelle y Ushibaa se quedaron quietos, sin saber cómo responder. Víctor, con la mano manchada de sangre, se giró lentamente y comenzó a caminar hacia la salida. No les hizo daño, dejando tras de sí un rastro de incertidumbre y alivio.

Quizás, en lo más profundo de su ser, aún quedaba una chispa de bondad. Una pequeña parte de él que no podía ignorar la vida inocente que Michelle y Ushibaa habían traído al mundo. O tal vez, ver a los bebés llorando y a sus padres protegiéndolos despertó en él recuerdos de lo que una vez fue y de lo que había perdido en su camino hacia la oscuridad.

Cuando Víctor se fue, Michelle y Ushibaa se abrazaron, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Sabían que el peligro aún estaba presente, pero también que habían sido testigos de un momento en el que la humanidad de Víctor había brillado, aunque solo fuera por un instante.

La guerra continuó, y ellos siguieron protegiendo a sus hijos, aferrándose a la esperanza de que algún día el mundo encontraría paz. Mientras tanto, Michelle y Ushibaa supieron que, en medio del caos y la destrucción, su amor y la vida de sus hijos eran un faro de esperanza, un recordatorio de que la bondad puede persistir incluso en los corazones más oscuros.

Esa noche, después de dejar a Michelle, Ushibaa y sus bebés a salvo, Víctor se adentró en la oscuridad de la noche, sus pensamientos pesados y tortuosos. Caminó sin rumbo, el eco de los llantos de los bebés y las miradas de terror de sus amigos aún resonando en su mente. Aunque había fusionado su bondad y maldad en una lucha interna, esa noche algo lo llevó a recordar las innumerables muertes que había causado a lo largo del multiverso.

Víctor se detuvo en un claro solitario, la luna llena iluminando su rostro cansado y lleno de cicatrices. Se dejó caer de rodillas, su mente inundada de imágenes y recuerdos. Rostros de inocentes, amigos y enemigos por igual, se arremolinaban en su memoria, cada uno una víctima de sus acciones. Sentía el peso de cada vida tomada, de cada decisión cruel que había tomado en su búsqueda de poder, redención o simplemente sobrevivencia.

—¿Qué me he convertido? —susurró al aire frío de la noche, sus palabras llevadas por el viento.

Víctor recordó su vida antes de la guerra, antes de que la oscuridad se apoderara de su alma. Recordó los días en la academia, entrenando y enseñando con pasión, creyendo en un futuro mejor. Recordó a Luci, sus hijos, y la esperanza que alguna vez lo impulsó a luchar por un mundo más justo. Pero ahora, esos recuerdos parecían pertenecer a otra persona, a un Víctor que ya no existía.

A medida que los recuerdos de sus atrocidades se hacían más claros, Víctor sintió una punzada de arrepentimiento. Cada muerte, cada grito, cada lágrima que había causado se clavaba en su conciencia como espinas. No había vuelta atrás para las acciones cometidas, y la redención parecía un sueño lejano e inalcanzable.

Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro, mezclándose con la sangre seca y el polvo de batalla. Víctor, el guerrero temido y despiadado, se encontró vulnerable y solo bajo la luz de la luna, enfrentando las consecuencias de sus decisiones.

—Perdón... —murmuró, aunque no sabía a quién dirigía su disculpa.

Quizás se disculpaba con las víctimas, con los amigos que había traicionado, o con el Víctor que alguna vez fue y que había perdido en su camino. O tal vez, era una disculpa dirigida a sí mismo, por haberse dejado consumir por la oscuridad.

Esa noche, en ese claro solitario, Víctor comprendió que no importaba cuán lejos hubiera caído, el peso de sus acciones siempre lo acompañaría. Pero también, en ese momento de vulnerabilidad, una pequeña chispa de esperanza brilló en su interior. Tal vez, solo tal vez, aún había una oportunidad de encontrar un camino hacia la redención, aunque fuera un camino largo y lleno de dificultades.

Con esa pequeña chispa de esperanza, Víctor se levantó, decidido a enfrentar sus demonios y a buscar una forma de hacer las paces con su pasado. No sabía si alguna vez podría redimirse por completo, pero estaba dispuesto a intentarlo. Y en ese intento, tal vez encontraría la paz que tanto anhelaba.

No sé supo de Victor después de unos meses más y derrotaron a su parte maligna, entre comillas, este mismo tomo tiempo y pidió perdón a todo el mundo por todas las naciones por medio de noticieros y más.

Fin.