Chereads / Arruinado en Otro Mundo / Chapter 24 - Capítulo 24: El avance de los demonios

Chapter 24 - Capítulo 24: El avance de los demonios

El clima en la ciudad era tenso. Aunque la barrera mágica de Dante seguía protegiendo a sus habitantes, los rumores sobre los demonios comenzaban a intensificarse. Desde los reinos vecinos llegaban noticias alarmantes: aldeas enteras arrasadas, ejércitos destruidos, y territorios en ruinas. A pesar de la aparente seguridad de la ciudad, una sombra de temor se cernía sobre todos.

Dante, sin embargo, permanecía impasible. Desde su mansión, seguía observando el caos con la indiferencia que lo caracterizaba. Los nobles intentaban mantener las apariencias, pero sabía que estaban tan asustados como el resto. Mientras disfrutaba de la sumisión de Irilith y se deleitaba con sus juegos de poder, no podía evitar preguntarse cuánto más tardarían los demonios en encontrar una forma de romper la barrera.

Sentado en su amplio salón, con Irilith silenciosa a su lado, Dante hojeaba un libro de magia antigua. A pesar de su inmenso poder, la situación empezaba a ser interesante. Los demonios no eran criaturas ordinarias; su habilidad para adaptarse y evolucionar siempre había sido motivo de estudio para los grandes magos. Aunque no estaba preocupado, una pequeña parte de su mente reconocía que el conflicto que se acercaba podría ser una oportunidad para él.

—Los demonios se están acercando —comentó Irilith, rompiendo el silencio.

Su voz era firme, pero Dante notó un leve tono de preocupación. A pesar de la humillación que había sufrido, Irilith seguía siendo una guerrera, y su instinto le decía que algo estaba cambiando.

Dante levantó la vista de su libro, mirándola con curiosidad. Durante los días que había pasado a su servicio, había aprendido a ignorar las constantes vibraciones y descargas que la mantenían en un estado de estímulo perpetuo. Sin embargo, su mente seguía siendo afilada.

—¿Y qué esperas que haga al respecto? —respondió Dante, con una sonrisa despectiva—. Los demonios no pueden pasar la barrera. Todo está bajo control.

Irilith lo miró fijamente, su expresión endurecida.

—No por mucho tiempo. Los demonios son criaturas inteligentes. No atacan sin una estrategia. Tarde o temprano, encontrarán una forma de adaptarse a la barrera. Y cuando lo hagan, esta ciudad estará en peligro.

Dante dejó el libro sobre la mesa, su interés despertado por las palabras de la elfa.

—¿Así que crees que pueden romper mi barrera? —preguntó, levantándose lentamente—. Interesante. La cuestión no es si pueden o no... sino cuánto tardarán.

Irilith asintió, consciente de que Dante no se preocupaba por el destino de la ciudad en sí. Para él, todo era un juego, una oportunidad para demostrar su poder y disfrutar de los desafíos. Sin embargo, la amenaza de los demonios era real, y ella lo sabía mejor que nadie.

—Ya han destruido varios reinos. Y los informes que llegan son cada vez más alarmantes —continuó Irilith—. Incluso los magos más poderosos han sido incapaces de detenerlos. La barrera no durará para siempre. No puedes seguir ignorando esta amenaza.

Dante se acercó a la ventana, mirando hacia la ciudad. Sabía que la elfa tenía razón. Los demonios eran más astutos de lo que muchos creían. Pero, al mismo tiempo, no podía evitar sentir una excitación creciente ante la posibilidad de un desafío real.

—No te preocupes, Irilith —dijo, con una sonrisa enigmática—. Si los demonios encuentran la manera de romper mi barrera, será porque yo lo permito. Y cuando eso suceda... estaré más que listo para ellos.

Dante se giró, observando a Irilith mientras volvía a tomar asiento. Sabía que, a pesar de su fuerza interior, la elfa temía lo que estaba por venir. Pero él no compartía esa preocupación. Para Dante, todo esto era solo otra fase en su entretenimiento.

—Por ahora, sigue con tus tareas —ordenó, sin perder su tono arrogante—. Si los demonios deciden atacar, me aseguraré de que esta ciudad siga en pie... o de que al menos me divierta lo suficiente antes de que todo se derrumbe.

Irilith apretó los puños, consciente de que Dante no tomaba en serio la amenaza que se cernía sobre la ciudad. A pesar de todo, ella sabía que, cuando llegara el momento, su deber como guerrera sería proteger a los inocentes, incluso si eso significaba enfrentarse a un enemigo que parecía imparable.

—Haremos lo que sea necesario —dijo, con voz baja pero decidida—, incluso si no te importa lo que ocurra con esta ciudad.

Dante se rió suavemente ante su respuesta.

—Oh, Irilith, no te preocupes tanto. El caos puede ser más entretenido de lo que crees.

Dante, siempre buscando nuevas maneras de mantener a Irilith bajo su control y divertirse con su resistencia, había comenzado a notar que, a pesar de las vibraciones constantes del dildo y las lonchas en sus pezones, la elfa guerrera se estaba acostumbrando a los dispositivos. Su fuerza mental y física eran impresionantes, pero para Dante, eso solo significaba que era el momento de intensificar el juego.

Sentado en su estudio, observaba a Irilith mientras realizaba sus tareas diarias, su postura aún firme y elegante, aunque los ligeros temblores en su cuerpo delataban que los dispositivos seguían afectándola. Sin embargo, él quería más. Quería algo que la llevara al límite, algo a lo que no pudiera acostumbrarse, por mucho que lo intentara.

—Te has adaptado demasiado rápido, querida —murmuró Dante para sí mismo, una sonrisa torcida formándose en su rostro—. Pero no te preocupes, tengo algo nuevo para ti.

Con un simple chasquido de sus dedos, Dante comenzó a invocar su nuevo juguete: un collar. Pero no era un collar cualquiera. Este dispositivo estaba diseñado específicamente para desatar una reacción física en Irilith que sería imposible de ignorar. Con cada inhalación que ella tomara mientras lo llevara puesto, su cuerpo respondería con una excitación instantánea y creciente. Y lo mejor de todo era que el efecto del collar estaba conectado directamente a los dos dispositivos que ya llevaba. Cuanto más excitada se sintiera, más intensas serían las vibraciones del dildo y las lonchas en sus pezones.

—Irilith —llamó Dante, su voz suave pero autoritaria—. Ven aquí, tengo algo nuevo para ti.

Irilith, que estaba terminando de organizar los libros en una estantería cercana, se volvió hacia él con una mirada cautelosa. A pesar de todo, seguía manteniendo su compostura, aunque Dante sabía que las vibraciones constantes seguían siendo un reto para ella.

—¿Qué es ahora? —preguntó, su tono firme pero con una ligera fatiga en sus palabras.

Dante se levantó de su asiento, sosteniendo el collar en su mano, un diseño elegante y aparentemente inofensivo. Se acercó a Irilith con una sonrisa que ella ya conocía demasiado bien, esa sonrisa que siempre precedía a alguna nueva forma de control.

—Esto es para asegurarnos de que sigas... enfocada —dijo Dante, levantando el collar frente a ella—. Es un pequeño regalo, algo que te mantendrá completamente conectada a tus tareas. Y no te preocupes, no te costará nada... más que tu dignidad.

Irilith lo miró, sus ojos verdes brillando con una mezcla de furia contenida y desconfianza. Sabía que, cada vez que Dante traía algo nuevo, su situación se complicaba aún más. Pero no tenía opción. Lentamente, extendió el cuello, permitiendo que Dante le colocara el collar.

El toque frío del collar contra su piel envió un escalofrío por su cuerpo, pero no fue hasta que tomó su primera respiración profunda que sintió el verdadero efecto. Un aroma suave, apenas perceptible, llenó sus pulmones, pero en cuestión de segundos, su cuerpo reaccionó. Un calor intenso comenzó a extenderse por su pecho, bajando hacia su abdomen. Las vibraciones de los dispositivos en su interior se incrementaron automáticamente, siguiendo el ritmo de su excitación.

—¿Qué... has hecho? —murmuró Irilith, apretando los puños mientras intentaba controlar las sensaciones que se apoderaban de su cuerpo.

Dante dio un paso atrás, observándola con satisfacción.

—Es simple —dijo, cruzándose de brazos mientras la miraba luchar por mantener el control—. Cada vez que inhales mientras llevas ese collar, tu cuerpo responderá. Te excitarás más, y cuanto más excitada estés, más fuertes serán las vibraciones. Y si decides pasarte de lista... bueno, te aseguro que ni siquiera podrás mantenerte en pie. Así que será mejor que lo pienses dos veces antes de desobedecerme.

Irilith cerró los ojos, tratando de controlar su respiración, pero cada inhalación solo intensificaba las sensaciones que la atravesaban. Sabía que no podía permitirse perder el control, pero Dante había creado algo que era casi imposible de resistir. El collar, junto con los dispositivos que ya llevaba, la mantenían en un estado constante de vulnerabilidad.

Dante, mientras tanto, disfrutaba de cada segundo, observando cómo su resistencia se desmoronaba poco a poco.

—¿Ves? —dijo él con una sonrisa burlona—. Te dije que esto sería divertido. Ahora, sigue con tus tareas. Y recuerda... cuanto más intentes resistirte, más difícil será.

Irilith, con el rostro ligeramente enrojecido por la lucha interna que libraba, asintió en silencio. Sabía que no tenía elección. Con el collar puesto, cada movimiento que hacía, cada respiración que tomaba, solo servía para intensificar las sensaciones que amenazaban con abrumarla. Y lo peor de todo era que Dante lo sabía perfectamente.

Mientras volvía a sus tareas, Dante se recostó en su sillón, observándola con esa sonrisa suya que lo decía todo. Para él, este nuevo juego apenas comenzaba, y estaba ansioso por ver cuánto tiempo Irilith podría soportarlo antes de ceder completamente a su control.

Irilith continuaba con sus tareas, pero cada movimiento era una batalla. El collar que Dante le había puesto estaba empezando a ser insoportable. Cada vez que respiraba, su cuerpo reaccionaba de una manera que la irritaba y humillaba profundamente. Las vibraciones del dildo y las lonchas en sus pezones se intensificaban con cada inhalación, y aunque intentaba mantener el control, su respiración, que se volvía más pesada y entrecortada, traicionaba su lucha interna.

Dante la observaba desde su asiento, con una sonrisa de satisfacción. Sabía que la resistencia de Irilith era impresionante, pero también sabía que, tarde o temprano, incluso ella cedería ante las sensaciones que recorrían su cuerpo. El juego que había comenzado con su control psicológico ahora se estaba volviendo físico, y para Dante, ese era el tipo de victoria que más disfrutaba.

—Parece que lo estás llevando... mejor de lo que esperaba —dijo Dante, con un tono burlón mientras cruzaba las piernas, observando cómo la guerrera se esforzaba por seguir adelante.

Irilith, que estaba limpiando una mesa cercana, se detuvo por un momento. Apretó el borde del trapo que sostenía en sus manos, luchando por no perder la compostura. Su respiración era irregular, y su cuerpo comenzaba a traicionarla. El calor que sentía se acumulaba en su abdomen, y las vibraciones del dildo la mantenían en un constante estado de tensión.

—¿Qué es... lo que quieres de mí? —preguntó finalmente, su voz baja pero cargada de frustración.

Dante rió suavemente, levantándose de su asiento y acercándose a ella con pasos lentos y calculados. Sabía que, en ese estado, cualquier movimiento que hiciera solo aumentaría su incomodidad.

—Lo que quiero es simple —respondió Dante, deteniéndose justo frente a ella—. Quiero que aceptes lo que eres ahora. Mi asistenta personal. Mi entretenimiento. Mi... juguete. —Sus ojos la miraron con intensidad—. Y quiero que disfrutes cada segundo, porque cuanto más luches contra ello, peor será para ti.

Irilith lo miró, sus ojos verdes llenos de ira, pero detrás de esa furia había una sombra de vulnerabilidad que Dante no podía ignorar. Sabía que estaba cerca de quebrarla, que las sensaciones a las que la había sometido eran cada vez más insoportables. El collar, que incrementaba la excitación con cada respiración, la estaba obligando a enfrentarse a una batalla interna que no podía ganar.

—Nunca... seré... lo que tú quieres —dijo Irilith, con voz temblorosa pero decidida.

Dante sonrió, encantado por su resistencia. Se inclinó un poco, acercando su rostro al de ella, susurrando con una suavidad que solo hacía que sus palabras fueran más perturbadoras.

—Oh, querida, ya lo eres. Solo que aún no lo has aceptado.

Con un gesto, Dante aumentó ligeramente la intensidad de los dispositivos. Las vibraciones del dildo y las lonchas que tenía en los pezones se incrementaron de inmediato, provocando un estremecimiento involuntario en el cuerpo de Irilith. Ella cerró los ojos, apretando los dientes mientras intentaba no sucumbir ante las sensaciones que la abrumaban.

—Si sigues resistiéndote... —continuó Dante, su tono suave pero cargado de amenaza—, te será imposible siquiera mantenerte en pie. Y no querrás que eso pase, ¿verdad?

Irilith, con un esfuerzo casi sobrehumano, se enderezó y abrió los ojos. A pesar del temblor en sus manos, su mirada aún reflejaba esa chispa de desafío que tanto fascinaba a Dante.

—No me quebrarás tan fácilmente —dijo ella, sus palabras más para sí misma que para él.

Dante rió de nuevo, esta vez más fuerte.

—Eso es lo que hace todo esto tan divertido —respondió—. Porque sé que, aunque te resistas, aunque luches contra ello, llegará un momento en que te darás cuenta de que no tienes control. Y cuando eso pase... —Se inclinó más cerca, sus labios casi rozando su oreja—, será mejor que lo disfrutes.

Irilith respiraba con dificultad. Cada palabra de Dante era un recordatorio de su situación, pero no podía rendirse. No ahora. No cuando aún tenía algo de fuerza para resistir. Sin embargo, sabía que su cuerpo comenzaba a traicionarla, que las vibraciones constantes, las descargas eléctricas, y ahora el collar, estaban llevándola a su límite. Si continuaba así, pronto llegaría al punto en el que no podría seguir luchando.

Dante la dejó sola por un momento, disfrutando de la vista. Volvió a su sillón, recostándose cómodamente, observando cómo Irilith trataba de recuperar el control de su cuerpo y su mente. Sabía que era cuestión de tiempo antes de que se rindiera por completo.

—Tómate tu tiempo, Irilith —dijo con una sonrisa burlona—. Tenemos todo el día para esto.

Irilith, con el rostro enrojecido por el esfuerzo, apretó los puños. Sabía que no podía seguir así por mucho más tiempo, pero tampoco podía darle la satisfacción de verla derrotada tan fácilmente. Si había algo que la definía como guerrera, era su voluntad de acero. Y aunque sabía que Dante tenía el control sobre su cuerpo, no le permitiría quebrar su mente.

No todavía.

Dante, disfrutando de los juegos de poder que tanto lo entretenían, decidió que era momento de recordarle a la reina su deuda pendiente. Después de todo, la barrera mágica que protegía la ciudad seguía en pie gracias a él, y la paciencia no era una de sus virtudes. Sabía que, si no recibía lo que le había prometido, la barrera caería de manera "casual". Con ese pensamiento en mente, redactó una carta breve pero cargada de amenaza implícita.

Con la carta sellada en su mano, Dante llamó a Irilith, que se encontraba terminando sus tareas. Las vibraciones del dildo y las lonchas en sus pezones seguían funcionando de forma implacable, controlando su cuerpo, y el collar nuevo la mantenía en un estado de constante vulnerabilidad, haciendo que cada respiración la excitara de manera insoportable.

—Irilith —dijo Dante con su tono autoritario habitual—, necesito que lleves esta carta al castillo. Asegúrate de que llegue directamente a la reina.

Irilith, con el rostro enrojecido por la lucha constante que libraba contra los dispositivos que llevaba, extendió la mano para tomar la carta. Sabía que esta tarea era otra forma de humillación. Mandarla a la corte, en su estado actual, era parte del juego de Dante. Sin embargo, no tenía más opción que obedecer.

—Si la reina no recibe este mensaje a tiempo —añadió Dante con una sonrisa perversa—, algo muy desafortunado podría ocurrir con la barrera que protege esta ciudad. Y no querríamos que eso ocurriera, ¿verdad?

Irilith apretó los labios, conteniendo la frustración mientras caminaba hacia la puerta, su cuerpo reaccionando de manera incontrolable a cada paso. Las vibraciones en su interior aumentaban con cada respiración, haciéndole cada vez más difícil mantener la compostura. Sabía que Dante estaba disfrutando de su humillación, y ese pensamiento solo hacía que su furia interna creciera.

Las calles hacia el castillo estaban llenas de gente que realizaba sus actividades cotidianas, ajenos a la situación que Irilith enfrentaba. Cada paso que daba hacia el castillo era una lucha por mantener la calma. El collar que llevaba puesto incrementaba su excitación con cada inhalación, intensificando las vibraciones del dildo y las lonchas de forma tan intensa que apenas podía concentrarse.

Cuando llegó a las puertas del castillo, los guardias la detuvieron. No la reconocían. Para ellos, era simplemente una esclava más, y su aspecto —la ropa reveladora y el temblor leve que recorría su cuerpo— no ayudaba a mejorar su imagen.

—Tengo una carta para la reina —dijo Irilith, su voz temblorosa pero firme, mientras intentaba mantener la compostura frente a los guardias.

Los guardias se miraron entre sí, desconcertados por la presencia de esta desconocida mujer, pero al ver el sello en la carta, no dudaron en permitirle la entrada. Sabían que ese lacre negro pertenecía a Dante, y aunque no sabían quién era ella, no se atrevían a cuestionar una entrega tan importante.

Irilith fue escoltada por los pasillos del castillo hasta llegar a la sala del trono. Allí, la reina, elegantemente vestida y ocupada con sus asuntos reales, la recibió con una mirada de curiosidad. No conocía a la mujer que se encontraba frente a ella, pero algo en su actitud la intrigaba.

—¿Quién eres tú? —preguntó la reina, su tono firme pero curioso, mientras sus ojos analizaban a la desconocida.

Irilith, haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse erguida y disimular las sensaciones que la recorrían, extendió la carta hacia la reina sin pronunciar una palabra. Sabía que, en su estado actual, cualquier intento de hablar podría delatar la lucha interna que estaba viviendo.

La reina tomó la carta, notando el lacre negro y comprendiendo inmediatamente de quién provenía. Rompió el sello y comenzó a leer en silencio, mientras Irilith permanecía de pie frente a ella, luchando por no sucumbir a las vibraciones que seguían aumentando con cada respiración.

A medida que la reina leía, su rostro se mantuvo impasible, pero era evidente que el contenido de la carta la había inquietado. Dante no había sido explícito en su amenaza, pero el mensaje era claro: si no cumplía su parte del trato, la barrera mágica que protegía la ciudad podría fallar en cualquier momento.

—Ya puedes retirarte —dijo la reina finalmente, sin apartar la vista de la carta.

Irilith asintió, dándose la vuelta rápidamente para salir del salón del trono. Sabía que su tarea estaba cumplida, pero no se sentía aliviada. Mientras caminaba de regreso por los pasillos del castillo, las vibraciones en su cuerpo seguían incrementándose, haciéndole cada vez más difícil mantener la compostura.

Cuando finalmente salió del castillo, el aire fresco la golpeó en el rostro, pero ni siquiera eso podía mitigar las sensaciones que Dante había desencadenado en su interior. A pesar de haber cumplido con el recado, sabía que esto no era más que el comienzo de un nuevo juego para Dante, y que él no se detendría hasta que la reina cumpliera su parte... o hasta que decidiera hacer caer la barrera por pura diversión.