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Chapter 10 - Capítulo 8: El Éxodo hacia la Oscuridad

Capítulo 8: El Éxodo hacia la Oscuridad

Nave: Veritas Imperii

Destino: Planeta Draxos - Orbita de evacuación

La atmósfera dentro de la Veritas Imperii era más tensa que nunca. Después de la batalla que había devastado gran parte de las fuerzas del Imperio en la órbita de Draxos, los soldados que aún permanecían en el planeta comenzaban a retirarse, embarcando en las pocas naves que aún quedaban operativas. La Sombra había dejado cicatrices profundas, tanto en las naves como en la moral de los sobrevivientes.

Rivon observaba desde una pequeña ventana cómo las lanzaderas militares despegaban desde la superficie de Draxos, trayendo consigo a los soldados que habían logrado sobrevivir al caos en tierra. Cada lanzadera estaba llena hasta el límite, transportando cuerpos exhaustos y heridos. Los soldados que subían a bordo de la Veritas Imperii y las naves restantes no eran los guerreros orgullosos que habían descendido al planeta, sino sombras de lo que alguna vez fueron: desmoralizados, agotados, muchos de ellos heridos, física o mentalmente, por la constante presencia de la Sombra.

No queda mucho tiempo — murmuró Korran, mirando a su alrededor mientras las luces parpadeaban con menor intensidad. La Veritas Imperii apenas se mantenía funcional, con gran parte de sus sistemas comprometidos. — Necesitamos irnos antes de que algo más ocurra.

Los preparativos para la evacuación estaban casi completos. Los soldados Ascendidos que habían regresado a las naves no hablaban mucho, pero sus ojos, ocultos tras sus cascos, lo decían todo: sabían que algo mucho peor se cernía sobre ellos, algo que ni siquiera las armas más poderosas del Imperio podían detener. Las sombras no eran un enemigo tangible que pudieran destruir con fuerza bruta; eran una fuerza silenciosa que arrasaba con todo, infiltrándose en las mentes de los soldados y debilitando sus espíritus.

Mientras Rivon caminaba por los pasillos, el olor a sangre y metal quemado seguía impregnando el aire. Los cuerpos que habían quedado tras la batalla aún estaban siendo retirados de los corredores. El suelo estaba manchado de sangre seca, y las paredes metálicas estaban abolladas y cubiertas de marcas de explosiones. Los restos de la masacre estaban por todas partes.

Todos los soldados restantes, prepárense para el despegue inmediato — anunció una voz mecánica a través de los altavoces. El comando era claro: ya no había tiempo para más demoras. Las naves del Imperio debían retirarse, no solo por seguridad, sino para llevar el mensaje al resto del Imperio. La Sombra estaba arrasando Draxos y, si no escapaban ahora, ese mensaje moriría con ellos.

Rivon miró por la ventana hacia el vacío del espacio, donde los restos de las naves destruidas flotaban como monumentos a la derrota. Las fuerzas del Imperio habían sido brutalmente reducidas, y las naves que quedaban apenas eran suficientes para transportar a los soldados restantes. Los cuerpos destrozados y el fuego aún flotaban en la órbita del planeta, un recordatorio constante de lo rápido que todo podía desmoronarse.

Dentro de las naves, el ambiente era sofocante. Los soldados apenas hablaban entre ellos. Muchos de ellos llevaban vendajes ensangrentados y las armaduras estaban destrozadas, con las marcas de las batallas grabadas en cada centímetro de sus cuerpos. Aunque habían sobrevivido, ninguno de ellos parecía victorioso. La Sombra no había destruido solo sus cuerpos, sino también sus espíritus.

Uno de los soldados Ascendidos, su armadura cubierta de manchas oscuras y polvo, se volvió hacia Rivon mientras preparaba su equipo para el despegue.

Nunca habíamos visto algo así — dijo en voz baja, su mirada fija en el horizonte oscuro que se extendía más allá de la ventana. — No es una guerra que podamos ganar. No contra ellos. No contra lo que no podemos ver.

Rivon no respondió. Sabía que las palabras del soldado eran verdad. La Sombra no era algo que pudiera enfrentarse directamente. Era como un cáncer, infiltrándose lentamente, debilitando a las fuerzas desde dentro. Y aunque lograran regresar a sus planetas natales, sabían que la Sombra seguiría su rastro, extendiéndose hacia todos los rincones del Imperio.

Mientras las últimas lanzaderas llegaban a bordo, las naves restantes se preparaban para despegar. Los motores rugían, mientras las luces de advertencia parpadeaban en los corredores. Los soldados Ascendidos revisaban sus armas y su equipo, pero el peso de lo que acababan de enfrentar se notaba en sus movimientos. No importaba cuántas armas llevaban, sabían que no había una protección real contra lo que habían visto en Draxos.

Rivon y su familia se acomodaron en uno de los compartimientos de refugiados, junto con otros esclavos y ciudadanos ordinarios que también estaban siendo evacuados. El espacio era reducido, y el aire olía a sudor y miedo. Nadie hablaba. Nadie podía enfrentarse a lo que habían vivido en ese planeta infernal.

Finalmente, las naves comenzaron a despegar, una tras otra, alejándose de la devastación de Draxos. A través de las ventanas, Rivon vio cómo las luces de las naves se encendían, sus motores rugiendo mientras abandonaban el sistema. Pero incluso mientras ascendían, las sombras en la superficie del planeta seguían moviéndose, como si estuvieran esperando su oportunidad para extenderse más allá.

Una vez que la Veritas Imperii y las otras naves restantes entraron en el espacio profundo, la comunicación comenzó a estabilizarse. Los soldados Ascendidos se reunieron en sus estaciones, revisando los mensajes y enviando transmisiones de emergencia a sus planetas natales. Sabían que el Imperio necesitaba estar preparado. La Sombra no estaba confinada a Draxos. Se estaba extendiendo, silenciosamente, sin que ninguna otra raza lo supiera.

Las sombras están aquí — murmuró un soldado, su voz apenas un susurro mientras miraba por la ventana hacia el vacío del espacio. Arrasan con todo.

El regreso a sus planetas natales no sería un respiro, sino una preparación para la verdadera guerra que estaba por venir.

La Veritas Imperii empezó a temblar violentamente, mucho más de lo que lo había hecho hasta ahora. Los paneles de las paredes vibraban, el metal crujía como si estuviera a punto de colapsar, y las luces en los pasillos comenzaron a parpadear con intensidad. De repente, una sirena aguda resonó a lo largo de toda la nave, seguida por una voz mecánica que repetía una única orden:

Evacuación inmediata. Todos los pasajeros no esenciales deben proceder a las naves de evacuación. Este no es un simulacro. Repito, evacuar inmediatamente.

Rivon sintió cómo su corazón se aceleraba. Miró a su familia, el terror reflejado en sus ojos. Sabía lo que eso significaba: la nave estaba a punto de fallar, y solo quedaba una opción para sobrevivir. Tenían que salir de allí antes de que fuera demasiado tarde.

¡Vamos! — gritó Rivon, tomando a Sera de la mano y empujando a Korran y Lyra hacia la salida.

El pasillo era un caos. Soldados Ascendidos y oficiales de alto rango corrían hacia las naves de evacuación, empujando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Las órdenes eran claras: solo los soldados y los ciudadanos de rango superior tenían prioridad. Los esclavos, como Rivon y su familia, no tenían lugar en las naves de evacuación. Su destino ya estaba sellado, a menos que encontraran otra forma de escapar.

El temblor de la nave aumentaba con cada segundo que pasaba. Las paredes metálicas se sacudían violentamente, y el sonido del metal desgarrándose llenaba el aire. Rivon corría con todas sus fuerzas, su respiración entrecortada por el pánico. Sabía que las naves de evacuación eran su única esperanza, pero cuando llegó al corredor principal, donde se encontraban las esclusas de las naves, vio la realidad devastadora.

Los soldados y oficiales empujaban y golpeaban a cualquiera que intentara acercarse a las naves de evacuación. Algunos esclavos, desesperados, intentaban colarse entre la multitud, pero eran arrojados al suelo sin piedad, sus cuerpos aplastados bajo las botas de los soldados. Las naves ya estaban llenas hasta el límite, y los gritos de aquellos que quedaban fuera llenaban el pasillo. No había espacio para más. Rivon sabía que él y su familia no serían aceptados.

¡No podemos entrar! — gritó Lyra, su voz llena de desesperación. — ¡Nos dejarán morir aquí!

Rivon miró a su alrededor, buscando desesperadamente otra opción. Las naves de evacuación ya estaban despegando, dejando a decenas de personas atrás, sin esperanza de supervivencia. Entonces, vio una señal en la pared, indicando la dirección hacia las cápsulas de escape.

¡Por aquí! — gritó, tirando de Sera mientras Korran y Lyra lo seguían de cerca.

El pasillo hacia las cápsulas de escape estaba menos concurrido, pero el temblor de la nave hacía que caminar fuera cada vez más difícil. Partes del techo comenzaban a desprenderse, y las luces parpadeaban de forma errática. El calor en el aire aumentaba, y Rivon sabía que la nave estaba a punto de colapsar. Solo tenían minutos antes de que todo se desmoronara.

Finalmente, llegaron a la sala donde se encontraban las cápsulas de escape. El lugar era pequeño y había muy pocas cápsulas disponibles. Rivon corrió hacia ellas, desesperado por encontrar una que funcionara. Revisó una y otra, pero todas estaban dañadas o ya habían sido utilizadas.

¡No! ¡No! — gritó, golpeando los paneles de control mientras la desesperación crecía en su pecho.

Finalmente, vio una cápsula que aún parecía operativa. Corrió hacia ella y revisó los controles. Funcionaba, pero solo había espacio para una persona. Rivon sintió cómo el pánico lo consumía mientras miraba a su familia.

¡Sera! — gritó, tomando a su hermana por los hombros. — Tienes que ir. No hay tiempo.

Sera lo miró con los ojos llenos de lágrimas. Sabía lo que esto significaba, pero no había otra opción. Rivon abrió la cápsula y la empujó dentro suavemente. Sera lo miraba con miedo, pero también con resignación.

Te encontraré — dijo Rivon, su voz temblando mientras cerraba la cápsula. — Sobrevivirás. Lo prometo.

La cápsula se selló con un chasquido mecánico, y los sistemas de la misma comenzaron a encenderse. Rivon dio un paso atrás, viendo cómo la pequeña cabina comenzaba a prepararse para el lanzamiento.

El temblor de la nave se intensificó, y un crujido ensordecedor resonó por todo el corredor. El metal se doblaba y rompía a su alrededor, mientras la cápsula de Sera se lanzaba al vacío del espacio, alejándose rápidamente de la Veritas Imperii.

Rivon se quedó mirando la escotilla vacía por unos segundos, con el corazón latiendo desbocado. Sabía que había hecho lo correcto, pero el vacío que dejaba su decisión era insoportable.

¿Y ahora? — preguntó Korran, su voz más firme de lo que Rivon esperaba.

Rivon apretó los dientes y miró a su padre y a Lyra. No quedaban más cápsulas de escape. No había más naves. Solo quedaba la incertidumbre de su destino a bordo de una nave moribunda.

Ahora sobrevivimos como podamos — murmuró Rivon, sus palabras llenas de determinación, aunque sabía que la posibilidad de sobrevivir era mínima.