Los días pasaban lentamente en la nave desierta. Rivon había restaurado el oxígeno, y la nave, aunque dañada, era lo suficientemente funcional como para mantenerlos con vida mientras esperaban la llegada de la ayuda. Sera seguía descansando, recuperándose del impacto del escape y la destrucción de la Veritas Imperii. Durante ese tiempo, Rivon permanecía alerta, vigilando el exterior y asegurándose de que nada los sorprendiera.
A pesar de que su cuerpo no sentía el mismo cansancio que antes, su mente estaba cargada de preguntas. El vacío del espacio no le provocaba miedo, pero lo que más lo inquietaba no era lo que veía fuera, sino lo que había experimentado en aquel lugar extraño, entre las sombras. Ese poder que le habían otorgado, aunque increíble, lo llenaba de dudas.
¿Quiénes eran esas sombras?. ¿Eran realmente las fuerzas corruptas que el Imperio tanto aborrecía, las que siempre había oído mencionar como el peor enemigo de la humanidad? ¿O eran algo mucho más antiguo y extraño, entidades que jugaban con los destinos de los seres inferiores como él? No podía estar seguro, y ese pensamiento lo perseguía constantemente.
Sera comenzó a moverse, despertando lentamente de su sueño profundo. Rivon dejó de lado sus pensamientos y se acercó a su hermana. Había sobrevivido. Mientras observaba cómo abría los ojos, una mezcla de alivio y una sensación de responsabilidad lo invadieron. Él era la única razón por la que seguía viva, y ahora debía protegerla a toda costa.
— ¿Dónde estamos? — murmuró Sera, su voz débil pero cargada de confusión.
Rivon se sentó a su lado, inclinándose hacia ella. — Estás a salvo ahora — dijo, tratando de calmarla. — La nave se destruyó, pero lograste escapar en una cápsula. Estamos en una nave abandonada.
Sera parpadeó, tratando de asimilar la información. — ¿Y los demás? Mamá... papá...?
Rivon apartó la mirada, su mandíbula se tensó al recordar los cuerpos que nunca encontró. Sabía que no podía contarle la verdad completa, pero también no quería mentir descaradamente. Necesitaba encontrar un equilibrio, una historia que no levantara sospechas pero que, al mismo tiempo, la protegiera.
— No sobrevivieron — dijo finalmente, su voz cargada de pesar, pero firme. — Lo siento, Sera. Lo intenté, pero no los encontré. Lo importante ahora es que tú estás viva. Yo te salvé y te traje aquí. Estamos esperando ayuda.
Sera asintió débilmente, sus ojos llenos de tristeza, pero sin palabras. Ella confiaba en él, como siempre lo había hecho, y eso le dio a Rivon una sensación extraña de poder. Sabía que no podía contarle todo. El lugar donde había estado, las sombras, lo que había experimentado, todo eso debía permanecer en secreto, al menos por ahora.
— ¿Cómo llegaste aquí? — preguntó Sera, claramente desconcertada por el hecho de que él también estuviera allí.
Rivon tragó saliva, buscando las palabras adecuadas. — Logré encontrar una cápsula también, y luego te encontré a ti. — No era del todo falso, pero omitió la parte más oscura de su transformación, el poder que ahora albergaba. Ella no necesitaba saber lo que él había experimentado. No aún.
Los días pasaron lentamente. Mientras Sera se recuperaba, Rivon pasaba horas en silencio, sentado en la sala de control o recorriendo los pasillos vacíos. Sus pensamientos lo atormentaban. A pesar de su nueva habilidad para manipular la materia y su poder sobre el vacío del espacio, no podía evitar sentirse inquieto por lo que había ocurrido. ¿Qué era ese lugar donde estuvo?. ¿Eran realmente sombras, esas entidades que el Imperio había enseñado a temer, las que le habían dado su poder? ¿O era algo más, algo desconocido para todos?
Cada vez que recordaba ese reino etéreo, donde las sombras susurraban y lo llamaban por un nombre que no era el suyo, sentía una mezcla de miedo y fascinación. Si esas sombras eran lo que él creía que eran, entonces había sido tocado por algo que el Imperio consideraba una amenaza. Y aunque ahora tenía un poder increíble, no podía evitar preguntarse si ese poder venía con un precio.
¿Había sido corrompido sin darse cuenta? ¿Era el poder que ahora controlaba realmente suyo, o era una fuerza más oscura que lo estaba utilizando para sus propios fines?. Mientras Sera dormía, Rivon se quedaba mirando el vacío del espacio, sus pensamientos enredados en estas preguntas sin respuesta.
No podía ignorar el temor que crecía dentro de él. Algo había cambiado, y no solo en su cuerpo, sino también en su mente. Cada vez que usaba su poder, sentía una pequeña corriente de oscuridad atravesarlo, como si el acto de manipular la realidad estuviera conectándolo más y más con algo que no comprendía del todo.
Pero no podía detenerse ahora. Sera dependía de él, y el poder que tenía era la única manera de asegurar su futuro. Si había un precio que pagar, Rivon estaba dispuesto a pagarlo, pero no antes de aprovechar todo lo que ese poder podía darle. El plan era simple: seguir obteniendo poder, disfrutar de la riqueza y los placeres que siempre le habían sido negados, y asegurarse de que Sera también pudiera vivir una vida de libertad.
Mientras miraba las estrellas a través de una de las ventanas de la nave, Rivon sonrió ligeramente. El futuro estaba lleno de posibilidades, pero también de preguntas que, por ahora, prefería dejar sin respuesta.
Los días en la nave transcurrían en una tensa calma mientras Rivon y Sera aguardaban la llegada de ayuda. Los sistemas de la nave funcionaban lo suficiente como para mantenerlos con vida, pero Rivon sabía que debían actuar rápido cuando los rescataran. Aunque había logrado alterar los registros para que figuraran como ciudadanos, la posibilidad de que alguien revisara esos datos siempre estaba presente.
Sera, después de haber despertado y procesado parte de la tragedia, seguía recostada, recuperándose del desgaste físico. Rivon intentaba mantener la calma ante ella, aunque el peso de lo que había vivido lo seguía agobiando. No podía mostrarle sus dudas ni sus miedos; su plan era protegerla y avanzar juntos en este nuevo camino.
El vacío del espacio, que una vez le habría parecido aterrador, ahora le resultaba familiar. Rivon había empezado a percibir el tiempo de manera diferente desde su transformación. Los días en la nave se sentían lentos, pero su mente estaba en constante actividad. Las sombras que lo habían transformado le habían dado un poder inmenso, y aunque aún no comprendía todo su alcance, sabía que debía aprovecharlo con cuidado.
Sera lo observaba en silencio mientras él se sentaba cerca de la ventana, mirando las estrellas.
— Has cambiado, Rivon — dijo ella, su voz suave, pero directa. — No eres el mismo.
Rivon no respondió de inmediato. Sabía que Sera percibía algo, aunque no podía entender lo que realmente había sucedido. Su transformación había sido profunda, y aunque ella no conocía los detalles, intuía que algo en su hermano era diferente.
— Todos cambiamos después de lo que pasó — respondió finalmente, intentando desviar la conversación. — Las cosas nunca volverán a ser como antes.
Sera lo miró, con una mezcla de comprensión y confusión. Aunque ella había perdido mucho, confiaba en su hermano para guiarlos hacia un nuevo destino. Pero aún así, había preguntas que la atormentaban.
— Rivon, ¿qué es lo que realmente ocurrió allá afuera? — insistió, aunque su tono no era de desconfianza, sino de genuina preocupación.
Rivon se volvió hacia ella, midiendo sus palabras con cautela. No podía contarle todo, no aún. Las sombras, lo que había experimentado, no era algo que pudiera compartir fácilmente. Ella no entendería, o peor, podría temerle.
— Lo que importa es que estamos vivos — dijo con un tono más firme, aunque su rostro mostraba una leve sonrisa para tranquilizarla. — Lo que pasó... no tiene sentido pensar en ello ahora. Estamos esperando ayuda, y cuando llegue, seremos ciudadanos. Ya no seremos esclavos, Sera.
Sera lo miró durante unos segundos más antes de asentir lentamente. Aunque no estaba completamente satisfecha con la respuesta de su hermano, confiaba en que él sabía lo que hacía. El Imperio era cruel, y si Rivon había encontrado una manera de escapar de esa crueldad, ella lo seguiría.
Sin embargo, Rivon no podía evitar pensar en el futuro. Las sombras lo habían tocado, dándole un poder que nunca antes había soñado tener. Pero lo que le preocupaba era la verdadera naturaleza de ese poder. ¿Era algo que pudiera controlar, o sería controlado por ello?. Cada vez que usaba su nueva habilidad, sentía que algo lo observaba, algo que no pertenecía a este mundo.
Sera se acomodó mejor en la cama, todavía débil pero más estable que en los días anteriores. Mientras cerraba los ojos para descansar, Rivon se levantó y comenzó a caminar por los pasillos de la nave. El silencio lo envolvía y, con cada paso, los recuerdos de su transformación volvían a su mente. Las sombras, los susurros... le habían dado poder, pero también preguntas. Y las respuestas no estaban claras.
Rivon se detuvo frente a una terminal de la nave y la activó. Los registros ya estaban modificados, pero sentía la necesidad de volver a verificarlo, como si ese pequeño gesto de control pudiera calmar su mente. Mientras revisaba los datos, su mirada se volvió fría y calculadora.
Su plan era claro. Ahora que eran oficialmente ciudadanos, tenían acceso a los recursos que antes les estaban negados. La vida que siempre había deseado estaba al alcance de sus manos. La riqueza, el poder, y los placeres de los que solo había oído hablar... todo eso sería suyo. Sera viviría una vida cómoda y segura, y él disfrutaría de todo lo que la existencia tenía para ofrecerle.
Pero en lo profundo de su mente, una duda persistía. ¿Qué eran realmente esas sombras?, y más importante, ¿qué querían de él?. La incertidumbre se cernía sobre él, como un eco de algo que aún no comprendía, y mientras el tiempo pasaba, Rivon sentía que las respuestas a esas preguntas podrían cambiarlo para siempre.
Por ahora, sin embargo, el objetivo era simple: sobrevivir, obtener poder, y disfrutar de lo que nunca había tenido. Pero en el fondo, sabía que las sombras volverían a buscarlo.
Los días de silencio en la nave finalmente llegaron a su fin cuando una señal fuerte y clara resonó en los sistemas. Rivon se despertó de su meditación frente a los monitores cuando una alarma discreta, pero significativa, indicó la proximidad de una nave. No era cualquier nave, sino una flota entera. Los datos en la pantalla confirmaron lo que esperaba: una Mano del Imperio estaba cerca.
El pulso en su pecho se aceleró. Había esperado este momento, pero aún así, no pudo evitar una oleada de incertidumbre. ¿Qué dirían? ¿Sospecharían algo de los registros modificados?. Todo estaba en orden en los sistemas, pero las dudas aún lo inquietaban. Sera estaba aún dormida, agotada después de días de recuperación. Este era el momento de actuar.
Rivon se puso de pie y caminó hacia los paneles de control. Los sensores de la nave identificaban claramente las siluetas enormes de las naves de guerra. Era una flota completa de la Mano, probablemente en su camino de regreso de alguna campaña militar o patrullando la frontera imperial.
A través de la ventana de la sala de control, Rivon pudo ver las naves acercándose. Las gigantescas siluetas de los acorazados y cruceros brillaban contra el vacío estrellado, imponentes y amenazantes. Aunque sabía que estaban allí para rescatarlos, no podía dejar de sentir una mezcla de miedo y reverencia ante el poder que representaban.
Finalmente, una transmisión llegó a la nave.
— Aquí Mano Helion, identificarse — la voz era autoritaria, pero calma. Rivon se tomó un momento antes de responder, asegurándose de que todo estaba en orden en los registros.
— Aquí nave de emergencia W-09 — respondió con firmeza. — Tenemos dos ciudadanos a bordo, solicitamos asistencia inmediata.
Hubo un breve silencio antes de que la transmisión se reanudara.
— Confirmado, nave W-09. Procederemos con el rescate. Mantengan sus posiciones.
Rivon suspiró aliviado. Todo parecía estar funcionando como esperaba. Había logrado asegurar sus registros y, con ello, su futuro como ciudadanos del Imperio. Pero sabía que esto solo era el comienzo. La Mano que estaba a punto de rescatarlos pertenecía a una de las fuerzas más poderosas del Imperio, y ahora, él y Sera se enfrentarían a un nuevo desafío: encajar en este nuevo mundo que estaban a punto de habitar.
Un zumbido resonó en los sistemas cuando los equipos de abordaje de la Mano Helion llegaron. A través de las pantallas de vigilancia, Rivon vio cómo las compuertas exteriores de su nave se abrían y varios soldados de élite, Ascendidos Menores, ingresaban con sus armaduras imponentes. Sus movimientos eran precisos, disciplinados, y la sola presencia de esas figuras llenaba el ambiente de autoridad.
Rivon despertó a Sera, quien se levantó aún aturdida.
— Han llegado, Sera — dijo, ayudándola a incorporarse. — Nos llevarán a un lugar seguro.
Sera lo miró con una mezcla de esperanza y agotamiento. Después de días de incertidumbre y sufrimiento, parecía aliviada por la llegada de los rescatistas, aunque no podía entender la magnitud de lo que significaba estar en presencia de la Mano. Para ella, esto era solo el final de un calvario. Para Rivon, era el inicio de una nueva vida.
La puerta se abrió, y dos Ascendidos Menores entraron con sus armaduras brillantes. Sus cascos ocultaban cualquier emoción mientras miraban a Rivon y Sera con ojos fríos. Tras unos segundos, uno de ellos habló con un tono directo.
— Ustedes son los ciudadanos rescatados. Vamos a evacuar la nave inmediatamente.
Rivon asintió, manteniéndose firme. Sabía que estaba bajo escrutinio. Los Ascendidos Menores no eran solo guerreros, sino también observadores atentos, siempre listos para detectar cualquier señal de irregularidad. Pero Rivon había hecho sus preparativos con cuidado. No encontrarían nada que cuestionar.
Los soldados los escoltaron fuera de la nave, hacia un pequeño transbordador que los llevaría a bordo de la nave capital de la flota, El Némesis de Helion. Rivon y Sera caminaron en silencio, sus pasos resonando en el metal frío de la nave mientras eran guiados a su destino. El imponente poder de la Mano se hacía cada vez más evidente a medida que las naves se veían más cerca. Rivon sentía una mezcla de fascinación y ambición creciendo dentro de él. Estaba siendo testigo del poder del Imperio en toda su magnitud.
Cuando abordaron el transbordador, Rivon tomó un último respiro antes de que las compuertas se cerraran. Este era el verdadero comienzo de su plan. Ahora, él y Sera ya no eran esclavos. Eran ciudadanos del Imperio, y con ello, Rivon tenía la oportunidad de subir cada vez más alto.
El transbordador despegó, alejándose de la nave destruida. El vacío del espacio pronto se llenó con la figura imponente del Némesis de Helion, que los esperaba, brillando como un dios de guerra entre las estrellas. Este sería su nuevo hogar temporal, pero Rivon sabía que lo que venía después era mucho más grande.
El poder estaba allí para tomarlo, y Rivon estaba listo para comenzar a reclamar lo que siempre le había sido negado.