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Chapter 8 - Capitulo 8: Conexión Del Pasado II

Los soldados comenzaron a adentrarse en los túneles subterráneos, donde el sonido constante de gotas de agua resonaba en la penumbra, amplificado por la claustrofobia del espacio cerrado. El aire denso parecía oprimirlos, como si el mismo laberinto subterráneo los absorbiera. El Exterminador, con su lanzallamas en mano, avanzaba con cautela, preparado para incinerar cualquier amenaza que pudiera aparecer de las sombras. A su lado, El Anulador y El Artillero, soldados de primera línea, caminaban confiados, sin una pizca de miedo, seguros de su destreza y experiencia. Los otros diez soldados, aunque en apariencia tranquilos, sentían la opresión de la oscuridad, aunque pocos lo admitían.

El Explorador Hiro, que lideraba la marcha, portaba un dispositivo avanzado diseñado para detectar presencias extrañas, pero, por el momento, todo estaba en silencio. Se encontraban en un pasillo que conducía hacia las cámaras de seguridad, el corazón palpitante del complejo subterráneo. Al llegar, cinco soldados entraron para asegurarse de que la sala estuviera libre de amenazas, dejando a los demás fuera, en guardia. El aire parecía más pesado fuera de la habitación, como si algo acechara en las sombras.

Dentro, las pantallas de las computadoras mostraban imágenes de otros pasillos, habitaciones vacías y zonas de trabajo. Pero algo no estaba bien. En tres de las cámaras, la imagen era solo estática, como si estuvieran fallando, pero su interferencia no era casual. Algo las estaba afectando, algo fuera de lo común, algo que no deberían ver.

El Soldado Venenoso, con su arma química lista, notó un mapa en una de las pantallas, destacándose entre los datos técnicos. Pudo identificar una zona marcada en la que se concentraba la señal de las cámaras fallidas: un rincón aislado cerca del mar. El lugar parecía olvidado, perdido en las entrañas de la instalación subterránea. Algo se movía allí, pero lo que más perturbaba era la idea de que no debería estar pasando nada.

El Soldado Bombardero, sin perder tiempo, comenzó a interactuar con la computadora, intentando acceder a más información. Su respiración se volvió más agitada conforme las pantallas parpadeaban, proyectando luces tenues que reflejaban sus rostros ansiosos. El silencio de la sala se volvió insoportable, y el ambiente parecía irreal, como si el complejo respirara con ellos, observándolos.

Afuera, los otros soldados esperaban. La tensión en el aire era palpable, pero aún no sabían que lo peor estaba por llegar.

"¿Qué es eso?", preguntó la Soldada Castigadora, observando con el rostro tenso al Bombardero, quien no apartaba la mirada de la pantalla.

"Son grabaciones… parece que registraron el ataque de los trabajadores por ese monstruo", respondió el Soldado Bombardero, su voz grave, cargada de angustia.

En el video, las imágenes se sucedían rápidamente: varias personas corrían aterradas, sus gritos llenaban el aire, pero todo parecía ser en vano. La criatura que las acechaba se movía con una agilidad inquietante. Era un monstruo humanoide, caminando sobre cuatro patas, su torso retorcido de una manera antinatural. Su rostro, deformado por una expresión de sadismo puro, parecía disfrutar del sufrimiento de sus víctimas, sus ojos brillaban con una intensidad malévola.

La cámara tembló por un momento, capturando la visión aterradora de la bestia abalanzándose sobre su presa. El sonido del crujir de huesos y los gritos de horror se entremezclaban en una sinfonía macabra. No había duda. La criatura en la pantalla era el Xerp que ellos habían venido a cazar, y ahora, más que nunca, sabían que la amenaza era mucho más grande y cruel de lo que habían imaginado.

"¡Quita esa porquería, qué asco!", exclamó el Fusilero, su rostro retorcido de repugnancia. El Bombardero, sin decir palabra, apagó rápidamente la computadora.

"Bien, parece que ya sabemos adónde debemos ir", comentó Hiro, su voz grave cortando el silencio que se había apoderado de la sala. Los diez soldados asintieron en silencio, la atmósfera se volvía cada vez más densa, como si el aire mismo estuviera esperando lo peor.

Los soldados comenzaron a marchar, avanzando en dirección a la ubicación marcada en el mapa. Cada paso que daban resonaba en los pasillos vacíos, creando un eco inquietante que parecía seguirles, como si algo estuviera al acecho.

"Maldita sea… no me gusta estar en estos espacios cerrados", gruñó el Destructor, mientras apretaba con fuerza su arma blanca. Lo que más lo irritaba no era tanto el peligro inminente, sino la sensación de estar atrapado en esos túneles angostos, donde cualquier sombra podría convertirse en una amenaza mortal antes de que pudiera reaccionar.

El aire estaba cargado de una pesadez insoportable, y los ecos de sus propios pasos aumentaban la sensación de estar siendo observados, de que algo los acechaba en cada esquina. Nadie sabía qué les esperaba en ese rincón oscuro y olvidado del complejo subterráneo, pero todos sabían que lo que fuera que estuviera allí, no era algo que debían subestimar.

El grupo avanzó por el pasillo, donde las luces parpadeaban intermitentemente y un foco colgaba, balanceándose suavemente. El ambiente estaba cargado de una sensación de inquietud, y no había duda de que allí había habido actividad del monstruo.

El Anulador y el Artillero lideraban el paso, observando con atención cada detalle. En las paredes, los zarpazos del monstruo eran evidentes, marcas profundas que sugerían la fuerza de la criatura. Mientras avanzaban, vieron una puerta entreabierta. La curiosidad, como siempre, los llevó a entrar.

Al atravesar el umbral, se encontraron con una escena caótica: rastros de sangre seca cubrían el suelo, como si algo hubiera sido arrastrado a través de la habitación. Los objetos estaban desparramados por todo el lugar, como si hubieran sido arrojados con violencia o dejados atrás en una huida apresurada. La atmósfera era tensa, cada rincón parecía ocultar secretos oscuros.

El grupo se detuvo un momento, el silencio era casi palpable. Aunque no había señales claras de lo que había sucedido allí, todos sabían que estaban más cerca que nunca de enfrentarse al monstruo que habían venido a cazar.

"Esto fue una masacre… me pregunto cuántos murieron aquí", dijo el Bombardero, mientras los demás se miraban entre sí, silenciosos, conscientes de la gravedad de la situación.

"No hay tiempo que perder. Debemos eliminar a esa cosa", dijo el Destructor, mientras salían rápidamente de la habitación y continuaban su avance por los pasillos del subterráneo.

A medida que caminaban, las luces seguían parpadeando, lanzando destellos breves que apenas iluminaban el entorno oscuro y opresivo. Pero no era solo eso. Se encontraban con más habitaciones destruidas, el rastro de devastación por doquier. Los zarpazos y la sangre manchaban las paredes, evidencias claras de que se estaban acercando al territorio del monstruo.

Hiro, con su equipo de rastreo, intentaba concentrarse, buscando señales de la criatura. Cada paso lo acercaba más a la respuesta que tanto temían, pero también aumentaba la ansiedad que le recorría. ¿Estaría cerca? ¿Era acaso el monstruo el que los estaba acechando ahora, en ese mismo momento? La incertidumbre se hacía más abrumadora con cada segundo.

Sin embargo, al llegar a un nuevo pasillo, se encontraron con una oscuridad total. Las luces no parpadeaban, simplemente no existían. Los soldados no temían a la oscuridad en sí, sino a lo que pudiera estar oculto en ella.

"¡Carajo!", gritó el Fusilero, su voz llena de angustia al darse cuenta de la gravedad de la situación.

"Bueno, tendremos que usar visión nocturna", dijo Hiro, con calma, mientras sacaba los dispositivos de su equipo y comenzaba a repartirlos entre los demás. Cada uno se los colocó rápidamente, preparándose para adentrarse en la oscuridad impenetrable.

"Esto es peor que escuchar las quejas de los superiores", murmuró la Soldada Castigadora, mientras avanzaban en silencio, el sonido de sus pasos apagado por la negrura que los rodeaba. A pesar de las viseras de visión nocturna, la sensación de estar siendo observados era palpable. Algo no estaba bien.

"No entiendo por qué ese maldito monstruo no aparece, si somos los únicos en este maldito espacio subterráneo", dijo el Destructor, su arma blanca en mano, listo para cualquier ataque.

"Algo no me cuadra", murmuró el Médico, su mirada fija en la oscuridad que los rodeaba. "Ese monstruo, lleno de sadismo, aún no se ha pronunciado."

En ese momento, los ecos de unos pasos resonaron en la lejanía. Lejos, pero inconfundibles. El sonido reverberaba por los pasillos vacíos, creando una sensación de amenaza inminente. Los soldados se tensaron al unísono, sabiendo que algo, o alguien, se acercaba. La espera se volvía insoportable, y la incertidumbre los consumía.

"Ayúdenmeeeeee", gritó en agonía la voz de una persona. Los soldados, al escuchar el grito de dolor, empezaron a correr en dirección mientras se preparaban para enfrentarse al monstruo. Cuando llegaron a una zona grande donde había 4 pasillos, encontraron en el centro a una persona tirada en el suelo, desangrada, sin un brazo ni una pierna. Estaba sufriendo una horrible agonía y lágrimas de dolor. Estaba claro que había sido víctima del monstruo, pero el monstruo no estaba aquí.

Rápidamente, el médico se acercó y sacó su kit de primeros auxilios, mientras los demás soldados lo cubrían, esperando las señales del monstruo. "Está demasiado herido", murmuró el médico, sacando vendajes y morfina para ayudar a la persona, pero estaba desangrando mucho. "No... quiero... morir", fueron las últimas palabras de la persona que dejó de moverse, y sus ojos sin vida estaban clavados en la mira de los soldados. "¡Mierda!", dice el artillero, viendo el final trágico de la persona. Sin embargo, mientras los soldados asimilan lo que pasó, Hiro acaba de ver algo en su radar que llamó su atención; empezó a vibrar y se vio que un punto rojo se acercaba a ellos. Era el monstruo, era la criatura que estaban buscando.

Oh, bueno, lo era cuando se dio cuenta de que no solo era un punto rojo, sino otro punto rojo, y otro, y otro. Hiro empezó a sentir como si el alma le hubiera salido; su piel empezó a sentir pálida, como un cadáver, y eso lo notó la soldada castigadora. "Hiro, ¿qué sucede?" dice en un tono preocupado al soldado explorador que estaba sin moverse, como una estatua. "No es solo un monstruo", susurró Hiro, y el tono de voz fue suficiente para que todos lo escucharan, y las reacciones eran de pánico y desconcierto. "Me tienes que estar jodiendo", gritó el destructor, quitando el radar de Hiro para ver que, en efecto, había más de un monstruo acercándose a ellos. Y lo peor es que bloqueaban los cuatro pasillos de la zona de espacio abierta. Estaban rodeados y lo sabían, pero dijeron nada; pero sus rostros lo decían todo.

"No puede ser...", dijo el soldado Bombardero, sudando frío como una cascada. La soldada Castigadora, por su parte, estaba visiblemente afectada, con escalofríos al observar el radar que mostraba cómo los puntos rojos se multiplicaban a lo largo de los cuatro pasillos que se dirigían hacia ellos.

"Vamos a morir", susurró finalmente el soldado Venenoso, rompiendo su largo silencio.

Los soldados Destructor, Anulador y Artillero se miraron entre sí, conscientes de lo que les esperaba. Como soldados de primera línea, serían los primeros en caer, pero sabían bien que, si iban a morir, al menos no serían presas fáciles para esos monstruos.

"¿Pero cómo carajos pasamos de enfrentar a un monstruo a más de veinte?", gritó el Exterminador, alterado, mientras sacaba su lanzallamas y se preparaba para enfrentarse a esas criaturas.

"Está claro que no son solo simples monstruos instintivos", dijo el Medio, sin poder creer lo que veía en el radar. Los puntos rojos se acercaban cada vez más. En esa situación, se preguntaba si los kits de primeros auxilios serían útiles frente a un ataque conjunto y acorralado por monstruos como los Xerp, conocidos por su naturaleza sanguinaria.

"¡Prepárense!", gritó el Soldado Fusilero, visiblemente alterado, mientras sacaba su rifle. Algunos soldados se posicionaron rápidamente, listos para defenderse de la inminente oleada de monstruos.

Mientras se posicionaban, Hiro permanecía inmóvil, como un bloque de nieve. El frío de la oscuridad lo envolvía, apoderándose de su cuerpo y mente, mientras el resto del grupo se preparaba para lo que parecía un inevitable enfrentamiento. Además, el grupo estaba sumido en una densa oscuridad, confiando únicamente en su visión nocturna, lo que aumentaba la paranoia y tensión entre los soldados. Cada respiración, cada crujido en el suelo, parecía amplificado, haciendo que los nervios se tensaran aún más.

La Soldada Castigadora se posicionó en el primer pasillo junto al Soldado Bombardero, ambos con las armas listas. En el segundo pasillo, el Soldado Artillero y el Soldado Venenoso se cubrían mutuamente, aguardando el primer indicio de movimiento enemigo. El Médico y el Destructor se ubicaron en el tercer pasillo, con el Médico manteniendo su equipo de emergencia a mano, consciente de que en un instante podrían necesitarlo. Mientras tanto, el Anulador y el Exterminador se preparaban en el cuarto, con el Exterminador ajustando su lanzallamas, sus manos temblorosas por la adrenalina que comenzaba a recorrer su cuerpo.

El Fusilero, en el centro, mantenía su rifle firme, con los ojos atentos a cada rincón, dispuesto a dar cobertura a cualquier miembro del equipo que lo necesitara. Sus dedos apretaban el gatillo con ansiedad, consciente de lo que estaba en juego. Y mientras todos se preparaban, Hiro seguía allí, inmóvil a su lado, completamente congelado, sus ojos perdidos en la oscuridad, el miedo apoderándose de él, incapaz de moverse o de reaccionar. El peso de la situación lo superaba, y aunque todos confiaban en su capacidad, algo en su interior lo mantenía paralizado, enfrentando la misma oscuridad que los rodeaba, pero de una forma completamente diferente.

fue cuando un sonido aterrador y estridente que todos escucharon salió en el segundo pasillo donde estaban el soldado artillero y venenoso. Salió el monstruo xerp y, tal como sabían, de una forma humanoide de color rojo, caminando en 4 patas. Antes que artillero y venenoso hicieran algo, el soldado fusilero, con su rifle, sin titubear, disparó. La bala pasó en medio de los dos soldados y a una velocidad rápida. La bala se incrustó en la cabeza del monstruo, un tiro tan certero y perfecto que el monstruo cayó al suelo inmóvil. Pero en eso, varios monstruos salieron también, empezando el primer enfrentamiento.

empezaron a salir los monstruos no solo en el segundo pasillo sino en los demás pasillos. los monstruos salieron disparados como fieras endemoniadas hacia los soldados que empezaron a disparar como si nunca lo hubieran hecho. el artillero con sus armas empezó a disparar como un desquiciado; sus metralletas sacaban varios cartuchos de bala, y los monstruos que del segundo pasillo empezaron a retroceder, cubriéndose del ataque frenético del artillero, mientras que el soldado venenoso con su arma química empezó a disparar a los monstruos que empezaron a sentirse débiles, como si fueran envenenados por algo.

En el primer pasillo, la soldada castigadora, con su látigo eléctrico, comenzó a incapacitar a varios monstruos de larga distancia. Cada latigazo que daba dejaba a los enemigos atónitos y cayendo como moscas, pero seguían avanzando, implacables. Mientras tanto, el bombardero proporcionaba cobertura lanzando bombas explosivas, que aturdían a los monstruos con cada impacto, dando tiempo a la soldada para atacar nuevamente. A pesar de sus esfuerzos, los monstruos no se detenían; su avance era constante y cada vez más peligroso. La tensión crecía, pero la soldada y el bombardero no perdían la esperanza. Sabían que debían resistir, pues solo con su valentía podrían frenar la horda que se aproximaba

En el tercer pasillo, el médico y el destructor hacían su trabajo, pero más difícil que los demás. El médico le ofreció el chute de adrenalina, y el destructor, con sus armas blancas, empezó a atacar cuerpo a cuerpo contra los monstruos, esquivando sus garras de manera ágil, pero con complicaciones. El médico, con su pistola, disparaba a los monstruos que empezaron a caminar también por las paredes para lograr atrapar al soldado destructor, que sudaba de temor y destreza.

En el cuarto pasillo, el exterminador con su lanzallamas empezó a usarlo como una barrera de fuego que retrocedía a los monstruos. Sin embargo, un monstruo logró saltar esa barrera, pero el anulador, con su escudo gigante, empujó al monstruo que cayó al suelo aturdido. El anulador lo empezó a disparar, pero el monstruo tenía una piel resistente. Antes de que el anulador se preparara para defenderse con su escudo, el exterminador prendió en llamas al monstruo, que este chillaba de dolor y terminó siendo consumido por el fuego vivo.

El soldado fusilero empezó a disparar con su rifle en los cuatro pasillos, dando cobertura y apoyo a sus compañeros mientras disparaba sin parar, alterado y asustado por la situación. Recargaba rápido y seguía disparando mientras las gotas de sudor se reflejaban en su cara. Sin embargo, notó que Hiro, el soldado explorador, estaba aún quieto, sin decir nada y mirando su radar. "¿Qué mierda estás haciendo ahí? ¡Haz algo, maldita sea!", gritó el soldado mientras seguía disparando sin cesar ni tiempo de respiro. Hiro ni siquiera se levantó a mirarlos; simplemente miró su radar, que ahora mostraba más puntos rojos que de lo habitual, cerca de ellos. Más de esos puntos rojos aparecían; solo era cuestión de que serían la carne despellejada de los monstruos.

Hiro observó a su alrededor, sintiendo el frío de su cuerpo que aún llevaba el eco del tiempo congelado, como si su alma estuviera atrapada en una capa de nieve. Sus ojos se posaron sobre sus compañeros soldados, luchando valientemente contra las criaturas monstruosas que amenazaban con devorarlos. Pero, al fin y al cabo, ¿para qué luchar si, al final, terminarían siendo el festín de esos mismos horrores?

Vió como disparaban, pero sus balas parecían inútiles ante la abrumadora ferocidad de los monstruos. Los gritos desgarradores de las criaturas resonaban en sus oídos, y, aunque el coraje de sus compañeros se mantenía firme, algo en sus rostros reflejaba el agotamiento y la desesperación. Los esfuerzos, por más valientes que fueran, no lograban frenar la marea creciente de seres abominables que avanzaban sin cesar, empujando a los soldados hacia atrás.

A medida que los monstruos ganaban terreno, Hiro comprendió que no solo estaban perdiendo la batalla física, sino también la esperanza. Los pocos que aún resistían no podían evitar sentirse como hojas arrastradas por un torrente imparable, sin ningún poder real para cambiar el curso de la lucha. La amenaza estaba cada vez más cerca, y, aunque su voluntad de pelear no flaqueaba, un oscuro presagio se cernía sobre ellos.

El soldado artillero, quien se le empezó a agotar las balas y querer recargar, uno de los monstruos empezó a abalanzarse contra él. El soldado gimió de dolor y, antes de siquiera levantarse, el monstruo le mordía el brazo y, con una ferocidad aterradora, le arrancó gran parte de la carne como si fuera una hamburguesa deliciosa y jugosa. El soldado gritó de dolor y el soldado venenoso intentó ayudarlo, pero el segundo pasillo ya estaba siendo llenado de más monstruos que empezaron a llegar. Sin opción, el soldado tenía que retroceder con impotencia, mientras que el fusilero, al ver la escena, intentó disparar para librar al soldado artillero, pero se dio cuenta de que su rifle ya no disparaba. Lo peor que pasó fue que se quedó sin balas. El soldado fusilero, con ira, lanzó el rifle frustrado y enojado.

Mientras el grito del soldado artillero sonaba, empezó a golpear al monstruo que mordía su brazo izquierdo, pero otro monstruo salió a morder su brazo derecho y empezaron a quitar pedazos de carne, que se podía ver el hueso del soldado. En eso, dos monstruos más aparecieron y empezaron a morder sus piernas, arrancando trozos de carne y haciendo gritar de agonía al soldado, como si sus gritos fueran de una sinfonía del infierno. Cuatro monstruos llegaron para destripar al soldado; le abrieron la panza y empezaron a arrancar con sus mordidas o sus manos afiladas como cuchillos las tripas del soldado, como si fueran unos fideos. Además de morder otros órganos, el dolor era horrible y la escena grotesca también, pero la mayoría estaba concentrada en su pelea con los monstruos, que no notaron que uno de ellos estaba muriendo. A diferencia del soldado fusilero, el soldado venenoso y Hiro que casi vomitan.

El soldado artillero empezó a vomitar sangre y agonizar de manera horrible y trágica mientras su mirada se volvía borrosa, mirando por última vez a uno de esos seres devorar su hígado como si fuera un banquete. Y seguido de eso, su último respiro mientras los monstruos devoran lo único que queda del cadáver del soldado, mientras los otros soldados seguían arrinconados intentando sobrevivir ante la horda de monstruos que ya estaban a unos metros.

"Mierdaaa," gritó el fusilero disparando con su pistola, mientras los monstruos ya acababan con uno de sus compañeros. El soldado destructor, con su arma blanca, logró decapitar a uno de ellos, pero al hacerlo dejó un punto ciego que uno de los monstruos aprovechó para darle un zarpazo tan fuerte en el abdomen que la sangre salió dispersada. Lo peor para el soldado fue que el ataque del monstruo fue tan grave que se podían ver sus intestinos salir poco a poco. El soldado retrocedió gritando de dolor: "¡Ahhhhhh, mierdaaaa! ¡Ahhhhhh, mierdaaaa!" Gritó tan fuerte como pudo, siendo rápidamente atendido por el médico, pero hasta para el médico esto fue demasiado al ver cómo uno de sus intestinos salió de su abdomen.

"Oh Dios mío," dice el médico, viendo la gravedad de la herida. Saca el kit de primeros auxilios y lo primero que hace es darle morfina y vendajes para intentar cubrir esa herida grande, ya que el soldado destructor estaba perdiendo demasiada sangre, mientras que la soldada castigadora, quien con su látigo de electricidad estaba logrando retroceder a unos monstruos, sin embargo, uno de los monstruos logró morder el látigo y al hacerlo, la soldada se desequilibró. Esto hizo que varios monstruos saltaran al mismo tiempo. La pobre no tuvo tiempo de reaccionar; empezaron a morder partes de su cuerpo: piernas, brazos, panza, incluso su cara, mientras la soldada gritaba y gemía de dolor de manera escalofriante. Los monstruos disfrutaban devorar su carne poco a poco; ni siquiera parecían que querían matarla rápidamente. Uno de esos monstruos mordió el seno de la mujer y lo arrancó sin piedad, y así la escena grotesca se llenó de un charco de sangre que salpicaba por todas partes.

Hiro seguía temblando sin parar mientras miraba cómo poco a poco sus compañeros empezaron a caer como moscas ante la brutalidad y sadismo de los monstruos. Recordó cuando su madre le dijo que los monstruos que su padre enfrentó no eran solo monstruos normales o de instintos primitivos, sino que se caracterizaban por un sadismo y brutalidad que parecían disfrutar demasiado. Esto fue porque su padre, quien antes de fallecer le decía a su madre varias cosas que le perturbaban cuando se enfrentaban a esos seres, ni hablar cuando miraban cómo esas cosas mataban a las personas. Hiro, desde niño, tuvo esa idea en su mente sobre qué cosa estaba enfrentando, pero no se esperó que fuera tan aterrador que la idea creada en su mente sobre los monstruos como los xerp.

El soldado exterminador, con sus llamas, estaba retrocediendo y quemando a varios monstruos del segundo pasillo. Hasta ahora se mantenía firme en su rol, mientras el soldado anulador lograba, con su escudo, empujar a los monstruos que intentaban levantarse ante el fuego. "Esto es inútil, no importa cuánto quememos, siempre habrá más", dije el soldado exterminador con enojo, aumentando la potencia de su lanzallamas y quemando a diestra y siniestra a los monstruos. Pero el hecho de que los otros pasillos ya fueron dominados por los monstruos hizo que uno de los monstruos del primer pasillo se abalanzara contra el exterminador en su espalda.

"¡Cuidado!" gritó alterado el soldado anulador al ver el monstruo. Saltó y, cuando el exterminador volteó la cabeza, vio cómo esa cosa, de un zarpazo, atacó al tanque de gas y, en un instante, el tanque de gas explotó, seguido de que el cuerpo del soldado empezó a incendiarse mientras gritaba de un dolor agudo: "¡Ahhhhhhhh!" Las llamas envolvían al soldado exterminador mientras luchaba por mantenerse de pie, pero poco a poco empezó a caminar débilmente mientras gemía de dolor y se ahogaba.

Los monstruos ni siquiera les importó el estado del soldado que quemaba; de hecho, empezaron a ignorarlo, pasando de su lado mientras caminaban directo al soldado anulador, que empezó a retroceder, ya dando por muerto a su compañero que seguía sufriendo por las llamas, cuyo cuerpo yacía tirado en el suelo. "Por favor", fueron las últimas palabras del soldado antes de no hablar más y terminar sucumbido a las llamas. El soldado anulador, con ira, se limitó a retroceder mientras los monstruos empezaron a ganar terreno.

"Por favor, resiste," dice el médico, viendo que el estado del soldado destructor se estaba empeorando más. "No puedo..." murmura el soldado destructor, botando más sangre de la boca, mientras los demás soldados intentaban resistir, pero a este punto su destino ya estaba sellado. Hiro empezó a mirar a todas partes, asustado, buscando una salida en medio de una pesadilla que no parece tener fin, como si esto fuera su cementerio desde que nacieron. Y para empeorar más las cosas, el soldado bombardero que estaba lanzando bombas fue sorprendido por otro Xerp que se lanzó y mordió su brazo, que contenía una bomba.

El soldado gritó de dolor y empezó a forcejear con el monstruo asustado, pero el monstruo no cedía y no parecía que le importara si esa bomba explotara. Pasaron unos segundos de gritos de ayuda y gemidos, y la bomba explotó; el cuerpo del monstruo explotó, seguido del brazo del soldado, y varias partes de su cuerpo estaban llenas de heridas y quemaduras graves. Pero el impacto fue tan fuerte que acabó con la vida del soldado bombardero, y otros monstruos aprovecharon para devorar el cadáver del soldado.

En medio del caos, Hiro logró ver un conducto de ventilación lo suficientemente grande para que una persona entrara. "¡Tenemos una salida!" gritó Hiro mientras rápidamente empezó a ir a la entrada del conducto de ventilación. "Gracias a Dios tengo esto," dice Hiro, que sacó un destornillador y empezó a desmontar los tornillos, mientras los otros soldados, al escuchar el comentario de Hiro, empezaron a retroceder mientras disparaban con todo a los monstruos, mientras Hiro abría el conducto.

El médico estaba por ayudar al soldado destructor, pero este dijo: "No, vete, déjame aquí", dice el soldado destructor con una sonrisa débil y firme. "Un buen soldado no deja a su compañero atrás", responde el médico, alterado, pero el soldado destructor simplemente le dice: "Está bien... todo estará bien", dice; y con una fuerza sobrehumana, el soldado se levanta y, de un salto grande, se dirige a un monstruo que este no se esperó. La acción del soldado, que con sus dos armas blancas incrustó la cabeza del monstruo, lo mató de forma instantánea, pero otro monstruo aparece y, de un mordisco brutal, le arrancó gran parte del cráneo. El soldado destructor se desplomó al suelo mientras los xerps empezaron a devorar su cuerpo muerto.

"¡Apresura, Hiro!" gritó el soldado anulador mientras, con su escudo, empujaba sin parar a los monstruos. Estos empezaron a forcejear y morder el escudo, que se comenzó a quebrar. Mientras tanto, el médico, el fusilero y el soldado venenoso comenzaron a disparar con sus armas, mientras los monstruos, ya dentro de la sala, empezaron a acorralarlos. "¡Maldita sea, son demasiados tornillos!" exclamó Hiro, frustrado, mientras aumentaba su ritmo de destornillar.

Pero en medio de la batalla, uno de los monstruos se trepó hasta el techo y, de un sonido primario, cae encima del médico, cuyas patas aplastan la cabeza del médico con un sonido sordo y perturbador. Los sesos y la sangre del médico salieron volando y salpicando a todas partes, entrando a uno de los ojos del soldado anulador, que, al sentir el dolor en su ojo, bajó su guardia y el escudo fue quitado por la fuerza de los xerp.

El soldado anulador empezó a gritar de manera dolorosa y suplicante: "¡Ayuda! ¡Nooooo! ¡Nooo! ¡Ahhhhh!" Gritó tan fuerte que se escuchó como un eco en las cabezas de los soldados restantes. Para empeorar las cosas, el monstruo que cayó encima del médico se abalanzó sobre el fusilero, que empezó a gritar por ayuda. El soldado venenoso no podía hacer nada porque se quedó sin munición, pero al mismo tiempo, Hiro logró abrir el conducto de ventilación. "¡Rápido, entra!" gritó Hiro, mientras el soldado venenoso, viendo a sus compañeros ser devorados, decía: "¡No, por favor, no me dejen! ¡Noooo!" Gritó el fusilero, viendo cómo el soldado venenoso, con dolor en su corazón, se apuró en entrar al conducto con Hiro, mientras que lo último que vio el fusilero fue la boca del monstruo acercarse a su cara.

En los conductos de ventilación, el soldado Venenoso y Hiro empezaron a alejarse de los gritos y ruidos de los monstruos. "Mierda, ¿cómo es posible? Esto se supone que nos dijeron que era un solo monstruo. ¿Cómo es posible que aparecieran más de 30 de ellos?" gritó el soldado Venenoso. Más que un tono de ira, parecía un desahogo, mientras Hiro no dijo nada. Solo empezaron a gatear mientras se dirigían a otro conducto de ventilación. "Tenemos que avisarlos sobre que la misión fue un fracaso y esta zona subterránea de administración de agua ya no es segura," dice Hiro con tono cansado y traumado.

empezaron a salir del conducto estando en una habitación llena de desastres y marcas de sangre. Rápidamente van a la muerte, saliendo y corriendo en los pasillos que ahora había luz y no necesitaban de la visión nocturna. "Esto fue una maldita pesadilla", murmuró el soldado venenoso, aún sin creer cómo lograron sobrevivir. "Por allá es donde pasamos", dijo Hiro mientras corrían, pero al mismo tiempo los sonidos de monstruos resonaron. Hiro sacó su radar y vio que los puntos rojos aparecieron y estaban llegando a ellos. "¡Carajo, hay que salir de esta mierda!", gritó Hiro, desesperado, y el soldado venenoso, escuchando su preocupación, aceleró en su carrera.

fueron horas de una corrida de muerte que alarmó a ambos soldados que lograron llegar a la puerta de salida de la zona subterránea. Al llegar, cerraron la puerta y empezaron a ponerle seguro a la vista de los trabajadores que estaban afuera, horrorizados, viendo el estado de los soldados, con manchas de sangre y sin el equipo completo. "¡Rápido, avisen a los superiores que la misión falló y que esta zona debe ser sellada!" gritó Hiro, mientras los trabajadores, sin dudar, empezaron a correr a hablar de la noticia que se expandió por toda la zona baluarte.

Fue, sin dudas, la peor experiencia que Hiro y el soldado Venenoso tuvieron en sus vidas y no se lo olvidarán jamás en su mente.