[Yo soy Rudeus Greyrat, un tipo amable, duro, y genial. Después de renunciar a mi
trabajo militar a causa del TEPT, yo trabajé como un tutor para la hija de una familia rica.
Resultó que ella era un marimacho de mierda.
Yo me las arreglé hasta cierto grado, y logré enseñarle algunas cosas, pero cuando ella
subió para abordar un crucero de lujo, todo salió mal. El crucero naufragó, porque claro
que esa mierda iba a pasar.
Ya que era un tipo duro, yo tomé a la jovencita en mis brazos y nadé tan lejos como
pude. Si solo podía salvar a una persona, tenía que ser a ella. Eventualmente, llegué a la
costa de una tierra desconocida.
De acuerdo al dios de mierda que había aparecido en mis sueños durante mis días de la
Guerra de Vietnam, nosotros estábamos en América del Sur.]
Cuando abrí mis ojos, lo primero que vi fue a un hombre sentado junto a una fogata. Mi
cuerpo se movió por instinto. Me puse de pie de un salto, pasé por sobre la fogata, y apunté
mi arma hacia su sien.
"¿¡Quién demonios eres tú!? ¡No me digas que eres uno de sus mensajeros!"
"¡Oye, oye! ¡Tranquilo!"
"¿¡Qué nos hiciste!?"
"¡Los ayudé! ¿Qué les enseñan en las escuelas de su país? ¿Crees que una bala es un
buen regalo para alguien que salvó tu vida?"
Cuando escuché que él nos había salvado, yo procedí a bajar mi arma cautelosamente.
El dios en mi cabeza casi siempre tenía razón, pero a veces, él se encogía de hombros y
convertía mis aparentes corazonadas en bromas sin gusto. Tenía que permanecer en guardia.
Con esa idea en mente, yo evalué la apariencia del hombre. Él tenía un cabello verde
esmeralda, un piercing de nariz con forma de gema roja, una cicatriz vertical a través de su
rostro, y una piel negra azabache. En su cintura había un verdadero reproductor de CD's y
unas maracas. Su apariencia me recordaba a una nacionalidad en particular que mi instructora
militar Roxy me había descrito durante mis días de soldado: jamaicana.
"¿Qué ocurrió…?" pregunté.
"Pasaba por aquí y los vi desmayados cerca de la costa, así que los saqué y los puse a
secar junto al fuego. Los ayudé. Simple."
Eso ciertamente era simple.
Sin embargo, mi tren de pensamiento no fue más allá, debido a que en ese momento Eris
abrió sus ojos de golpe. Ella al principio pareció sorprendida de ver a un hombre jamaicano,
pero ya que él era un humano como nosotros, ella lo asimiló bien. No era como si hubiese
escuchado historias de niña sobre que los jamaicanos eran demonios o algo así.
"Me llamo Eris," dijo ella después de una pausa. "Él es Rudeus. Encantada de
conocerte."
"¡Cielos!" exclamó el hombre. "¿Por qué la niña es más educada que el viejo?"
"¡Tú también debes presentarte!"
"Me llamo Ruijerd, y soy un músico ambulante. Voy por América del Sur tocando mis
canciones."
Creí que su nombre incluiría DJ, pero aparentemente el nombre de este sujeto era
Ruijerd.
Cuando Eris explicó nuestras circunstancias, Ruijerd levantó su pulgar por sobre su
hombro. "Me agradas, niñita. Los llevaré de vuelta en mi confiable auto."
Detrás de él rugía un auto italiano sobre el cual brillaba tenuemente la marca con forma
de tridente. Era un modelo bastante clásico.
"¿Estás seguro?"
"Sí. Pero no se quejen de la música dentro del auto. Es mi alma."
La conversación avanzó sin mí mientras reflexionaba al respecto. Cuando Eris se subió
al auto animadamente, yo pensé, Al diablo. Yo también lo haré. Solo me concentraría en
actuar como el guardaespaldas de Eris para asegurarme de llevarla a casa sana y salva.
"Por cierto, ¿dónde estamos?" pregunté.
"Ushuaia. En el extremo sur de Argentina."
"Ya sabes lo que dicen. Si no es una cosa, es otra."
Así fue como terminamos cruzando América del Sur dentro del auto de Ruijerd.